martes, 12 de agosto de 2025

La España quemada

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)

El cincuenta por ciento del informativo de RTVE, quince minutos, ha estado dedicado a los incendios en España. Han sido quince minutos en los que todo lo demás ha pasado a segundo término, guerras y todo tipo de problemas, de Trump a Putin y su próxima reunión en Alaska. Los animados pasos de los equipos en las pretemporadas han sido reducidos ante la realidad de los fuegos repartidos por el territorio nacional.

Ayer nos tocó a nosotros, a los vecinos de Tres Cantos, una ciudad moderna, que aloja al Parque Tecnológico de Madrid que aloja laboratorios de diverso tipo, centros mediáticos audiovisuales y a algunas de las empresas internacionales más importantes en diversos sectores, como la Siemens o la ITT. Rodeados de bosques y de algunas urbanizaciones que se asientan en la periférica, vivíamos tranquilos el verano. Hasta que llegó el fuego y lo que era reposo y naturaleza pasó a ser riesgo, amenaza y un espacio hostil.

El incendio, nos dicen, comenzó sobre las ocho de la tarde. En esos mismos momentos salía de un bazar cargado con cajas de cartón para una mudanza. El viento me arrastraba y tuve que parar un par de veces a recomponer las cajas, que se me escapaban por la fuerza del viento; tuve que quitarme la gorra para evitar que me la arrancara. Al cruzar las calles, notaba la fuerza del viento que se canalizaba en ellas.


En el otro extremo del pueblo, ardía con virulencia el fuego. Dicen que avanzó seis kilómetros en 40 minutos y que el fuerte viento ha sido en esto decisivo. Mientras escribo esto, tratan de controlarlo y hacerlo antes de que vuelva a soplar el viento.

A todos nos gusta vivir en pueblos bonitos, rodeados de bosques, con praderas verdes y árboles bajo los que cubrirnos del sol. Sí, a todos nos gusta. Pero cuando ese estado idílico se vuelve un peligro, miramos hacia otro lado y no se invierte en prevención.

Tres Cantos no es un pueblo de la "España vaciada". No es uno de esos pueblos en los que apenas quedan vecinos, que han sido abandonados por bancos, farmacias, maestros, asistencia médica... Son pueblos que quedan a su suerte, que es el abandono.

A todos nos gusta vivir en espacios con bonitas vistas naturales o que sean declarados de interés por los organismos nacionales internacionales. Pero esta forma de vida tiene ya un riesgo claro en el cambio climático que muchos, pese a las evidencias abrumadoras, quieren seguir negando.

El negacionismo tiene su sentido económico. Si el tiempo "no cambia" o lo hace de forma "natural" no merece la pena invertir en prevención. Es, simplemente, un "año malo" para los incendios, vendrán mejores.

La sequía prolongada, las tormentas secas y con fuerte aparato eléctrico forman parte de la naturaleza, sí, pero la prevención está en las manos humanas. Pero cuesta invertir en prevención. Cuesta exigir que se hagan planes que incluyan corta fuegos, agua asequible en determinados puntos estratégicos, que se exijan medidas de protección en los perímetros de las urbanizaciones, que se realicen podas efectivas y limpiezas de los restos, etc. Cuesta invertir en algo que sin embargo es cada vez más probable y peligroso.

Estos no son los incendios veraniegos anteriores. Hay fuegos por toda España, a la vez y con condiciones meteorológicas adversas. Es frecuente que se cuelen en las entrevistas de las televisiones las quejas de los vecinos por la falta de unos medios que se han reducido en los últimos tiempos. Parece que se juntan los fuegos allí donde cuesta apagarlos.

Cadena Ser

La ola de calor se prolonga y se baten récords de temperaturas calientes por toda España. No nos sirve de mucho hacer ver que en otros países también se producen. Lo nuestro es nuestro, para bien y para mal.

Es necesario de forma urgente un plan de inversiones y un plan de actuaciones preventivas. No vale vender la excepcionalidad de lo que está ocurriendo. No hay que mirar al pasado, sino al futuro. Lo que ha ocurrido hoy no había ocurrido así antes, pero es muy probable que vuelva a ocurrir así o peor incluso.

Como país turístico tendemos a ignorar los efectos que el cambio climático va a causarnos, que sin duda ocurrirán, sean los que sean. Preferimos disputar sobre a quién le toca prevenir e invertir, dedicar fondos a festejos veraniegos, etc. que a establecer esos planes de prevención que reduzca la posibilidad o la intensidad.

En la zona de Tres Cantos que se ha quemado (y se sigue quemando a esta hora) hay laboratorios químicos, empresas tecnológicas importantes. Venderles un entorno tranquilo y bonito está muy bien. Pero el riesgo de incendio aumenta y la vegetación que nos rodea se convierte en peligro si no se controla de alguna forma.

La prevención es también un estado psíquico. Es la conciencia de que pueden evitar los problemas si se realizan las medidas adecuadas. La inversión en prevención crea una duda en algunos: ¿y si no han pasado porque no tenían que pasar? Es decir, ¿para qué invertir; no es mejor (o más rentable) invertir unos días en apagarlo que invertir cada año en evitarlo?

Lo que tenemos este verano con los fuegos es la manifestación del resultado de dos fuerzas, las de la naturaleza, que se intensifican, y las humanas, que nos son capaces de asimilar los cambios y que hay que reevaluar el sistema, rediseñarlo para evitar estas catástrofes humanas y medioambientales.

Lo demás es engañarnos nosotros mismos y dejar que nos engañen. Lo ocurrido con la "dana valenciana" debería habernos enseñado cómo lo que es natural se intensifica por los errores o los negacionismos humanos.

Urge crear condiciones antiincendios para las construcciones, que se extremen en aquellos lugares que se venden como paradisiacos, en plena naturaleza. Hay que crear puntos accesibles para el agua en zonas peligrosas. Hay que incrementar las fuerzas anti incendios y dotarlas de recursos más poderos. Es necesario intensificar la vigilar con más intensidad en los puntos de riesgo, que han de ser evaluados conforme a las condiciones climáticas del momento. Y hay que realizar ejercicios de simulación, que las personas sepan los riesgos y cómo actuar.

Muchas veces está claro el origen del fuego, pero la escala entre el fuego intencionado y la chispa accidental es tan variada que se pierde su inicio. Chispas, barbacoas, rayos, maquinaria, pirómanos... son muchas causas posibles. Pero alguna hay. Es importante saber qué ha causado cada incendio, que deje de ser una "suposición" y se transforme en una "certeza". Toda esa información permitirá conocer mejor el fuego y su comportamiento. La ciencia debe comprometerse con esto en proyectos financiados. Será una buena inversión ante esta falta de conocimiento que se limita a decir que todo cambia muy rápido; permitirá establecer los riesgos mayores o menores y ayudar al control.

Muchas veces se habla de fuego "intencionado", que ha comenzado en varis focos a la vez. Puede que los desconocidos pirómanos sepan más del fuego que nosotros, las víctimas y las autoridades responsables de la prevención. Lo ocurrido con la dana valenciana nos advierte de que los responsables deben ser técnicos cualificados y no políticos colocados a dedo.

No gustaría ver este otoño que los ayuntamientos aprueban planes de prevención de incendios y que los dotan de medios para que sean eficaces. La dana fue el primer ejemplo de lo que cuesta la ineficacia, ignorar los avisos. Los incendios de este verano son otro de lo mismo.

Esto va a más —más incendios, más peligro— y hay que tomárselo muy en serio.

PD: al cerrar leo la triste noticia de que el incendio de Tres Cantos tiene ya una víctima mortal, que el hombre con quemaduras en el 98% de su cuerpo ha fallecido. Descanse en paz y que sea el último.

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