lunes, 18 de agosto de 2025

El inagotable drama de las mujeres afganas

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)

Hay un drama viviente desde hace unos años del que Occidente es responsable: el drama afgano y, para ser más precisos, el drama de sus mujeres. Se ocupó un país, se le abrió el sistema para dejarlo después en manos de fanáticos religiosos, los talibanes, que han hecho del pasado su futuro y de las mujeres sus víctimas.

La salida de los ejércitos occidentales de Afganistán llevó al poder al grupo armado fundamentalista. No hubo demasiada resistencia y los talibanes se hicieron con el control del país, algo que iba de las patrullas callejeras a las instituciones. Para ellos no hay más ideología que una lectura radical del Corán y la aplicación violenta con un objetivo prioritario, las mujeres. En ellas vieron su justificación y sus planes de acción. Se trataba de borrar su presencia en todo lugar, volverlas invisibles y eliminar sus posibles salidas.

Lo que las mujeres afganas habían ganado durante los años de ocupación, de los estudios a su visibilidad, se derrumbó en pocas horas. Los talibanes iban a por ellas porque es un tipo de dictadura que convierte en dictadores caseros a la mitad de la población, la masculina. Los hombres son los vigilantes responsables de que las mujeres estén en su oscuro lugar, que no estudien, que no hablen, que no tengan rostro, que las casas se conviertan en cárceles. Hay muchos regímenes totalitarios, pero ninguno como el de los talibanes.

Estos días tenemos dos noticias sobre lo que ocurre en Afganistán. Ninguna es buena y tratan de sacar lo que ocurre en el país a la luz. Afganistán es el gran silencio, probablemente un silencio culpable ante lo que se permitió allí, una demostración de la verdadera cara de muchas ocupaciones.


La primera de ellas está firmada por Ana Baquerizo en RTVE.es y lleva por titular "Las afganas en riesgo forzadas a volver al régimen de los talibanes: "El peligro es real. Nos vigilan""*. Las mujeres que huyeron a los países vecino, Irán y Pakistán, se ven devueltas a su país, con el enorme riesgo, incluso físico, que esto supone para ellas: 

El teléfono de María recibe decenas de mensajes de mujeres afganas desesperadas. "Llevo días sin dormir, tengo miedo de la policía. Están deportando a todos los afganos", escribe una mujer viuda a cargo de dos niños que espera respuesta a la solicitud de protección internacional. Se encuentra en Pakistán. Desde Irán, recibe otra retahíla de mensajes. Esta vez es una mujer que está sola con su hija: "Hoy fui a comprar el pan y, mientras esperaba en la fila, dos personas iraníes me increparon y le dijeron al panadero que no me vendiera pan. Por miedo a ser agredida, decidí regresar a casa sin comprar nada. Y ojalá el único problema fuera el pan, tampoco estamos recibiendo atención médica. Le ruego que hable con la embajada para que acelere el proceso de nuestras visas".

Estas mujeres llevan cuatro años varadas en Irán y Pakistán, los países fronterizos a los que huyeron cuando los talibanes volvieron al poder. En las últimas semanas, estos dos países están intensificando su campaña de deportaciones masivas de afganos.

En los primeros siete meses de 2025, casi dos millones de afganos han regresado a su país procedente de Irán y Pakistán, según la Oficina del Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos. Este dato incluye a los deportados —938.000 desde Irán; 300.000 desde Pakistán— y a quienes han vuelto debido a las presiones, las amenazas y el acoso de las autoridades.* 

A esto se le añade una grave queja, la de las esperas eternas de las respuestas de la embajada española a las demandas de asilo. A veces la indiferencia y la burocracia vienen a ser lo mismo,

El hecho es que más de un millón de mujeres —consideremos que lo sean la mitad de los dos millones reenviados a Afganistán— que huyeron y cuyo mayor crimen pudo ser, por ejemplo, el estudiar o hablar por la calle con una amiga, han sido devueltas a la oscuridad y al oscurantismo. Irán y Pakistán se alinean con los talibanes en esta acción, ante la indiferencia general.

Desde hace años recogemos la poca información que se ofrece sobre lo que ocurre en Afganistán. Lo hacemos bajo un lema; "¡no olvidemos a las mujeres afganas!". Trata de ser un recordatorio de nuestra responsabilidad al transformar un país, arrastrar a la población hacia formas diferentes para después dejarlas caer, marcadas, y dejarlas a su suerte en un régimen cruel.

Eran mujeres "marcadas". Están marcadas por sus estudios, por su forma de vida, su forma de vestirse. Para ellas quedaba una única opción, formar parte de una masa anónima, maltratada e invisible. Perdían su individualidad, carecían de derechos y de futuro.

Los que regresan de forma forzosa al Afganistán de los talibanes pagan un precio alto. Hay documentados casos de tortura, detenciones arbitrarias y persecución contra mujeres, exfuncionarios gubernamentales, periodistas y miembros de la sociedad civil. Los recoge un informe de la ONU, elaborado conjuntamente entre la misión de Naciones Unidas en Afganistán y la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos.

Los talibanes lo niegan: insisten en que hay una amnistía general en su país y que no se están tomando represalias. El régimen talibán también asegura que respetan los derechos humanos, a pesar de que ha instaurado un sistema de apartheid de género contra las mujeres, a las que han prohibido prácticamente todo: estudiar después de los 12 años, hablar en la calle, viajar solas, conducir, hacer deporte… Las mujeres han sido borradas de los espacios públicos.

"Solo nos permiten estar en casa y parir. Hay muchas mujeres que tienen depresión", se queja desde Kabul una joven que pide mantenerse en el anonimato y asegura que siente que la comunidad internacional ha abandonado a las mujeres afganas.*


Esa es la realidad de las mujeres afganas. Lo que el régimen diga oficialmente está en confrontación con la realidad que se nos transmite desde las personas, familiares, etc. Es simple: las mujeres están condenadas en Afganistán. Es una represiva dictadura de género. Lo que el régimen niega solo tiene el objetivo de que no se apliquen más sanciones y recortes a las ayudas internacionales, siendo un régimen fracasado, pero con una base religiosa fundamentalista que le impide reconocerlo. Los principios radicales no pueden fallar; la interpretación religiosa fundamentalista solo puede ser verdad. Dudar de ella es condena a muerte. No hay salida.

El otro texto lo firma Pilar Requena y es una entrevista con una mujer afgana que ha conseguido crear desde el exilio una red secreta de escuelas para niñas privadas de educación. El titular es "Parasto Hakim, activista afgana: "No nos sorprende la actuación de los talibanes, sino el silencio del mundo""**. Tras entrar en el funcionamiento de la red educativa, Parasto Hakim se centra en el silencio global que las rodea: 

P: ¿Cómo describiría la situación actual en Afganistán, especialmente para las mujeres y las niñas?

R: Es un lugar muy oscuro. Es un cementerio, un túnel de oscuridad por el que las niñas caminan con la esperanza de llegar a la luz. No es un entorno humano, es muy inhumano, estás privado de tus derechos básicos. Es como un apartheid de género. No nos sorprende la actuación de los talibanes ni sus atrocidades. Nos sorprende el silencio del mundo. Es muy decepcionante y nos plantea una gran pregunta: ¿por qué no hacen nada? Una de las preguntas que me hacen es: "¿Por qué no haces nada? La gente tiene que salir a la calle y protestar".

Los talibanes son un grupo terrorista. No puedes, cuando tienes siete o seis hijos en casa esperando, pensar en la libertad. Así es la dictadura. Te privan de tus derechos básicos para que no pienses en otras cosas, como la libertad o la paz. Sí, mucha gente dice que hay paz en Afganistán, resulta muy gracioso. ¿Esperan que los talibanes se maten entre ellos? Si les das el país, por supuesto que no habrá guerra, los terroristas son los responsables de la paz, pero no hay libertad, nadie puede ni siquiera imaginar vivir en ese entorno.**


Difícilmente se puede ser más claro. Ese es el centro de la cuestión. A los talibanes se les entregó el país por puro electoralismo occidental, esencialmente norteamericano. Marchándose los norteamericanos, difícilmente se podía quedar alguien allí.

Aquí tratamos en varias ocasiones el drama de los traductores afganos de español, que habían colaborado con nuestras tropas allí. Estaban marcados por ayudar y los talibanes los tendrían en el punto de mira por "colaboracionistas". Nadie pensó en qué podría ser de ellos.

Podemos multiplicar los casos por todo tipo de personas que eran vistas como "traidores" por el nuevo régimen. La salida rápida los dejó a todos a merced de los talibanes. Las mujeres que trabajaban, estudiaban o simplemente vivían quedaban todavía en peor situación.

Ahora los países vecinos —el Irán de los ayatolas y el Pakistán islámico— los expulsan y los mandan a la muerte o al encierro, a encerrar a sus mujeres para no levantar sospechas, pues es un claro indicador de la posición.

La guerra de las mujeres es contra el fanatismo, de ahí que la lectura sea su arma y el temor de los talibanes. Mientras unos tratan de reducir el mundo, ellas tratan de ampliarlo, de personalizarlo. No renuncian a construirse como personas.

Merece la pena pensar sobre nuestra responsabilidad en este drama. ¡No olvidemos a las mujeres afganas! ¡Demos visibilidad y voz a su situación y busquemos fórmulas de ayuda! 

* Ana Baquerizo "Las afganas en riesgo forzadas a volver al régimen de los talibanes: "El peligro es real. Nos vigilan"" RTVE.es 17/08/2025 https://www.rtve.es/noticias/20250817/afganas-riesgo-forzadas-volver-regimen-taliban-peligro-real/16698369.shtml

** Pilar Requena "Parasto Hakim, activista afgana: "No nos sorprende la actuación de los talibanes, sino el silencio del mundo"" RTVE.es 18/08/2025 https://www.rtve.es/noticias/20250818/parasto-hakim-no-sorprende-actuacion-talibanes-silencio-mundo-afganistan/16698270.shtml

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