sábado, 4 de febrero de 2023

La videovigilancia contra las mujeres o el largo ojo del ayatola

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)


No hay duda de que el avance humano se ha producido por el uso de herramientas, es decir, de algún tipo de tecnología cuya función es hacernos correr más, vivir más, tener más potencia, llegar más lejos... La tecnología expande nuestro cuerpo y cerebro dotándolo de nuevas potencialidades y aumentando lo existen. Sin duda, progresamos.

En los que no progresamos es en los usos que damos muchas veces a la tecnología que desarrollamos. La seguimos usando para matar, para reprimir, para controlar, para ejecutar, para vigilar. En los países en los que se dan mayores abusos contra los derechos y una mayor represión, la inversión en tecnología represiva es puntera. No se invierte en muchas cosas necesarias, pero sí en tratar de imponer una visión del mundo, de evitar que se desarrollen otras alternativas y mantener el poder, es decir, el programa del totalitarismo. Las tiranías gustan de la tecnología puntera.

RTVE.es nos habla del uso de la videovigilancia en Irán: 

Las autoridades de Irán recurrirán a la videovigilancia para perseguir posibles violaciones del código de vestimenta islámico y ejercer así una mayor presión sobre las mujeres para que utilicen el velo. 

Esta práctica ya se utiliza en espacios públicos para vigilar otro tipo de infracciones y una comisión parlamentaria ha propuesto trasladarla a estos casos, según ha informado el diario Etemad.

Las autoridades han explicado que las mujeres que violen el código de vestimenta serán alertadas a través de un sms y, en caso de que la vulneración se repita, se aplicarán multas

La Fiscalía ya pidió a comienzos de enero que la Policía castigara "con firmeza" a las mujeres que no lleven el velo, refiriéndose a ello como "uno de los crímenes más evidentes". Advirtió, además, que "animar" a las mujeres a no usarlo constituye un delito e "incitación a la corrupción", castigado con entre uno y diez años de prisión.

Las penas oscilan entre los diez días y los dos meses de cárcel, pero, tal y como mencionó la Fiscalía, también se puede castigar con otras medidas como "el exilio, la prohibición de trabajar o abandonar el país o la obligación de realizar servicios públicos".*

Todo gira sobre la vigilancia sobre la mujer, parece no haber más objetivo en el país que evitar que las mujeres desobedezcan el mandato masculino, camuflado como "mandato divino", la gran coartada.

Las medidas restrictivas en Irán —lo hemos sostenido en varias ocasiones— son una reacción a lo que ocurría en Afganistán. El temor a que la revolución femenina ante los talibanes se pudiera extender al país, llevó a recrudecer las medidas para aquellas que evitaban el velo. La muerte de la joven kurda Masha Amini a manos de la llamada "Policía de la Moral" fue el detonante.

A diferencia de los enemigos "exteriores", los "interiores" son las mujeres y los ateos. Ambos grupos son la resistencia a la imposición de la violenta normalización de un sistema represivo, del integrismo castrante. Irán, como otros países musulmanes de marcado carácter fundamentalista, necesita ejercer control y vigilancia, para lo que recurren a la tecnología, como el resto, pero con efectos devastadores. La presión tecnológica aumenta ahora allí donde puede invertirse en ella porque se invocan los "sagrados principios" del castigo al que no cumple las ordenanzas divinas.

De esta manera, el régimen se perpetúa en el poder a través del cumplimiento de las normas, garantía de que seguirá de forma indefinida. Si hay resistencia, se aumenta entonces la vigilancia, la represión y el castigo en el nombre de Dios y con la mejor tecnología disponible.

La pobreza de Afganistán ha hecho que la vigilancia sea patrullar en las calles, recorridas por esos hombres armados que increpan a las mujeres y las golpean. Es la brutalidad en primera línea. Se trataba de desmantelar el sistema de libertades existente para las mujeres, de la educación a la calle. Los talibanes lo han cerrado todo. La vigilancia es callejera. En Irán, los principios son los mismos, pero la situación diferente.

Pero es la mujer el objeto de vigilancia porque es donde se teme que se deteriore el principio básico de control, el modelo del que se siguen todos de forma ascendente, el control femenino. Mientras exista un modelo de esclavitud, de posesión de un ser, la mujer, a quien se despoja de cualquier tipo de percepción y deseo individual, no puede haber una sociedad libre ni personas libres. Son seres que dependen para toda decisión de un ser superior que dice, además, cumplir órdenes divinas; oponerse al varón es oponerse a Dios, al orden natural.

¿Puede una sociedad evolucionar tecnológicamente y ser absolutamente retrógrada? Por supuesto; lo estamos viendo todos los días en países en los que se invierte millones y millones en la mayor modernidad arquitectónica, la más avanzadas tecnológicas, etc. y que altamente represivos, centrándose en las mujeres como objetivos principales.

Hay una conexión clara en la represión en la que se vive en una casa familiar y la que se vive en las calles; son modelos que se repiten a escala. Cada uno controla su parcela, la vigila. Por eso, la inversión en tecnología es coherente con la vigilancia de la que se responsabiliza a los padres primero y a los maridos, hermanos, hijos después.

Muchas veces se sanciona a determinados países con el cierre del flujo de material de represión, como material antidisturbios, por ejemplo. Pocas veces vemos como esta alta tecnología de la vigilancia y control es vigilada en su uso.


El modelo de vigilancia de las mujeres hace que sean estas las que sientan sobre ellas el peso principal del control, muchas veces doble, de la familia y del estado. Por serlo, es en ellas donde se desarrolla un mayor deseo de independencia, de autonomía, generado por esa opresión constante.

En Afganistán se las encierra, con lo que la vigilancia de la tecnología será la siguiente fase para evitar que burlen la principal opresión, la de la ignorancia, con la ausencia de estudios, conectada directamente con las de sus posibilidades de autonomía mediante el acceso al mercado laboral, otro espacio cerrado o muy limitado. El control de las redes sociales y de su uso para evitar que la gente acceda a esas clases posibles, que pueden ser rastreadas. Tuvimos ocasión de hablar aquí no hace mucho sobre las escuelas clandestinas afganas, con las que tratan de burlar las prohibiciones.

No seguir las normas de vestimenta es indicio de una actitud de rebeldía, de insumisión mediante las que la mujer se manifiesta. Por ello se convierte en un signo exterior que puede ser vigilado. En la novela del egipcio Naguib Mahfuz, "El callejón de los milagros" se expresa un dicho: "En casa, come lo que quieras, pero en la calle viste como todos". El sentido es evidente, es la mirada de los otros, en este caso, a través de la videovigilancia, la que deja en evidencia y te marca como objetivo que reducir. Imponiendo medidas más restrictivas, las atentas miradas tras las cámaras saben dónde está la rebelión.

La videovigilancia tiene algo de teocrático; es la mirada que todo lo ve. Es su invisibilidad la que le da el poder de amedrentar. Las mujeres de Irán son vigiladas; están bajo la atenta mirada de los ayatolas ahorrado a Dios tener que vigilar. 


* "Irán recurrirá a la videovigilancia para perseguir posibles violaciones del código de vestimenta islámico" RTVE.es / Agencias 3/02/2023 https://www.rtve.es/noticias/20230203/iran-recurrira-videovigilancia-vigilar-codigod-vestimenta/2420952.shtml

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