Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Las
relaciones entre el Partido Socialista y sus socios acaban de dar un giro que
no podemos llamar "inesperado", quizá "desesperado" ante la
estrategia desarrollada por Podemos y que hemos estado recogiendo aquí desde
hace tiempo. Como estaba previsto, el agotamiento de la legislatura ejerce
presión en las relaciones por la forma en que el grupo minoritario ha
gestionado sus actuaciones, creando una auténtica "oposición
interna". Pero esto tiene sus límites.
En
estas semanas pasadas, se han propuesto desde el PP la posibilidad de crear una
norma que lleve a gobernar a la lista más votada, algo que no es sencillo, pero
que favorecería a los partidos mayoritarios, liberándolos de la doble actitud
de los socios minoritarios: estar en el poder y actuar como oposición haciendo
ver que los mayoritarios "incumplen" sus programas y no satisfacen a
sus electorados.
El
hecho de que los socialistas presentaran en solitario, aburridos y hartos,
enmiendas para la rectificación de la "ley prefecta" conocida por
"solo el sí es sí", marca un antes y un después en lo que está por
llegar. Por decirlo con cierta ironía, los socialistas han demostrado que
"sí se puede". Lo que los dirigentes de Podemos creían que no era
posible, que eran necesarios y sus propuestas inamovibles, se ha demostrado que
no era así. Un órdago en toda regla.
Como
nueva estrategia —a los socialistas les va a costar salir— se tratará de utilizar
los apoyos que puede haber fuera de la coalición de gobierno en contra del
PSOE. Ya se ha anticipado al decir que buscarán los apoyos entre los que
apoyaron la investidura, que es como
salir de Málaga y entrar en Malagón, que se dice popularmente. Pero la
necesidad de salir del asfixiante clima de la coalición de gobierno es una
forma de higiene mental, una necesidad imperiosa que tiene un gran riesgo, pero
también una gran ventaja: la de dejar en evidencia a los socios minoritarios
mostrando que lo que realmente les importa es seguir ocupando los sillones
ministeriales el máximo tiempo posible para actuar y dejando ver que son los
"únicos" verdaderamente "progresistas", algo a lo que
dedicarán más tiempo y esfuerzo hasta que el pistoletazo de salida electoral
los convierta en fieros enemigos, más allá de rivales.
La
estrategia de Podemos está clara ya en sus reacciones:
El Ministerio de Igualdad ve "inexplicable" que el PSOE haya decidido "romper" y presentar su propia reforma de la llamada ley del 'solo sí es sí' para evitar la rebaja de penas en la revisión de condenas de los agresores sexuales sin haber llegado antes a un acuerdo con su socio de Gobierno, Unidas Podemos, cuando creen que había "opciones para el acuerdo".
"Es una decisión del PSOE que no nos han comunicado", han asegurado fuentes del Ministerio que dirige Irene Montero, que han lamentado, a su vez, que los socialistas vayan a presentar "la misma propuesta que el PP".*
La estrategia de los pequeños es evitar que los grandes se puedan poner de acuerdo y los convierta en superfluos. Esto es "su" estrategia, pero limita enormemente la política española ya que la condena a la imposibilidad de grandes acuerdos que duren más allá de la legislatura y, especialmente, condena a una política a cara de perro, bronca, descalificadora e insultante. Ninguna de las dos cosas es buena.
Resulta casi infantil la acusación (la estrategia que impida que se conviertan en innecesarios) de que sea lo mismo que pueda votar el PP. Es invertir el sentido de la política: saber que va a votar otro y hacer lo contrario. Pero eso ya funciona hace demasiado tiempo.
Los grupos pequeños están interesados en el debilitamiento de los grandes grupos, lo que refuerza su poder por fragmentación. Pero eso crea una enorme distorsión: el que lo partidos, que son pequeños por algo, logren cosas que la mayoría no apoyó en las urnas. Para que esto funcione y sea aceptable, se hace necesaria una polarización mesiánica: el grupo pequeño es el visionario depositario de la verdad, tiene el valor de enfrentarse a los gigantes y someterlos o derribarlos. Hay que cuestionar si realmente que los que tienen pocos votos pero mucho poder adquirido por los pactos es la base sólida de la democracia. Pero siempre queda el recurso de llamarla "burguesa" y exprimirla al máximo.
El peor enemigo de los partidos pequeños y doctrinarios a ambos lados del espectro político son los grandes pactos, en los ellos que son innecesarios. Las sociedades crecen de forma más armoniosa cuando son capaces de ponerse de acuerdo en algo y no cuando disputan sobre todo, que no es la base real de la política y mucho menos de la democracia.
El PSOE ha lanzado un órdago y sus socios se han tenido que conformar a regañadientes. Son ahora víctimas de su propia radicalidad virtuosa. Quedan en evidencia y la estrategia de los socialistas puede ir más allá: si tan disconformes están, ¿por qué no rompe? La respuesta es previsible: para evitar que los socialistas sean manipulados y arrastrados por el PP. Y así una y otra vez...
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