miércoles, 22 de febrero de 2023

El discurso

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)


Lo que podía esperarse del discurso de Vladimir Putin ante las dos cámaras rusas no eran novedades, sino la condensación de las estrategias retóricas acumuladas en estos últimos años, los que llevaron a la anexión de Crimea y a la actual guerra de Ucrania. Es ahí donde radica el interés, en ver hasta que altura se eleva la muralla discursiva que Putin ha elevado para proteger a Rusia de las verdades inaceptables.

La guerra en Ucrania es también la guerra en Rusia, pero por otras vías. Lo que es agresión respecto a Ucrania se debe filtrar por los tamices de la propaganda del Kremlin para hacerla digerible por parte del pueblo ruso. Rusia, como hemos comentado en ocasiones tiene una percepción del mundo y de sí misma que hace que interprete todo en términos propios. La cuestión de la guerra no es cuánto va a durar sino cuánto van a resistir las mentiras sembradas y hasta qué punto el pueblo de Rusia va a permanecer en ellas como realidad.

La guerra en Ucrania —la "operación especial" para los rusos de Putin— es un caso que se debe estudiar con detenimiento pues es la combinación de una serie de factores que pueden presentarse de nuevo en otros puntos del planeta. En algunos ya se están aplicando las enseñanzas rusas sobre la creación de esa realidad discursiva y mediática.

Tendemos a pensar en las guerras como una cuestión de choque, armamentística, etc. pero las guerras modernas suceden en dos terrenos, en el campo de batalla y en el universo discursivo mediático en el que todo es signo, enunciado, frase, relato. Son pequeñas piezas que construyen un muro perceptivo, crean una ceguera que impide el paso de los hechos y sume a la gente en un universo alucinado percibido con alto grado de realismo. La realidad de ese universo depende del grado de aceptación que nos merezca el enunciador, es decir, la autoridad que aceptamos como fuente de información de lo real.

La mayor parte de nuestras experiencias del mundo son hoy informativas. Están mediadas por distintos tipos de discursos a los que accedemos. De todo lo que sé, solo una pequeña parte procede de mi experiencia; la inmensa mayoría de mis conocimientos proceden de terceros, cuya autoridad me garantiza su credibilidad. No vivimos todos en el mismo mundo, incluso estando sobre el mismo suelo. Las decenas de miles de rusos que salieron corriendo de Rusia no ven el mundo como lo ven los que aceptan el discurso de Putin. Desde fuera de Rusia, somos incompatibles con una narrativa que percibimos como claramente mentirosa, destinada a mantener en la fantasía a millones de personas.

Comprendemos el papel crítico de los medios cuando nos damos cuenta de los efectos que tiene su control oficialista, el hecho de que no puedan alterar o criticar, solo difundir, el discurso oficial. Por eso es triste ver el papel que adoptan los ciudadanos de estados libres con su desinterés y la aceptación de la trivialidad. La libertad de información es cada día más relevante y necesaria y está cada vez más amenazada en muchos lugares, mientras que otros no se valora su función orientadora y de equilibrios como se debe.

La pregunta que surge inmediatamente es si Vladimir Putin ha creado esa fantasía realmente, si se la cree, o si, por el contrario, es una creación destinada a mantenerse en el poder y seguir acumulándolo. El gran poder que hoy tiene una sociedad mediática reside precisamente en su manipulación, en su capacidad de convencer de esa realidad "alternativa", la creada a golpe de bit, a golpe de discursos, de imágenes, de mensajes repetidos hasta convertirse en esas "verdades de uso" aceptadas, manejadas sin prevención, "naturalizadas". Es, como estudiaron los analistas y teóricos de los textos, la construcción de un artefacto que parezca ser natural, lo que sucede por su propia lógica, ocultando su valor manipulador para arrastrarnos convencidos hasta aquellos estados en los que somos otros, los miembros de una comunidad de aceptación.

En RTVE.es nos hablan del discurso de ayer en estos términos:

El presidente de Rusia, Vladímir Putin, ha acusado a Occidente de iniciar la guerra de Ucrania para acabar con Rusia y ha advertido que su país "es invencible en el campo de batalla". 

Putin ha ofrecido este martes su primer discurso del estado de la Federación tras el comienzo de la guerra, hace casi un año. No ha reconocido ningún error ni ha admitido ningún fallo en la "operación militar especial", ni tampoco ha hecho ningún anuncio novedoso, salvo que Rusia congela su participación en el tratado Nuevo START de control de armas nucleares estratégicas. *


La única novedad, resaltan todos los medios, es la suspensión del acuerdo nuclear. Todo lo demás, las dos horas de discurso, es una forma redundante, carente de nueva información. La relación entre información y redundancia es un elemento clave en esta construcción discursiva. Pronto, los discursos, las noticias, etc. dejan de ser novedosos y se limitan a su función de aceptación del mensaje dado, la descripción de un universo de comportamiento imaginario. En ese universo fantástico, Rusia ha sido "agredida" por un ente llamado "Occidente", su archivillano, un mundo sin valores y en los que se han destruido la familia, la que compone una mujer un hombre y unos hijos que aman la patria, la madre de todos. Esa patria tiene un destino, redimir a la humanidad de sus pecados, restaurar el orden existencial e internacional, librar a las naciones. Ucrania no ha sido invadida; las tropas están eliminando a los nazis, gais, etc. que la dirigen, los que están el poder para cumplir las perversas ideas de un occidente perverso.

Ante todo esto, Rusia tiene el derecho a defenderse. Lo que hace por generosidad, por compromiso con los rusos repartidos por tierras que antes fueron suyas y que ahora "claman" por regresar a la Madre Rusia, de la que nunca debieron alejarse, pero fueron engañadas, tentadas por esos perversos valores consumistas, hedonistas, etc.

Ante estos discursos, repetidos una y otra vez, una gran mayoría de los rusos reaccionan asintiendo, mueve la cabeza para mostrar su sintonía, el reconocimiento de la verdad de esas afirmaciones. ¿Quién puede dudar de ellas? El Patriarca Kirill I se encarga de reforzar y de dar sus bendiciones a la cruzada y asegura a los que caen en las batallas que tienen asegurada su entrada en el cielo. Todos los agujeros de esos discursos son tapados con más palabras, con bendiciones, con carteles callejeros, con noticias... La irrupción de la periodista de la TV rusa llevando un cartel diciendo "¡Os mienten, todo es mentira!" es un momento en el que se concreta en una pantalla el conflicto entre dos versiones del mundo, un instante simbólico.

La solemnidad, el boato, los soldados de opereta, el paseíllo habitual de Putin, toda la escenografía, etc. configuran un espacio simbólico que contribuye a revestir las mentiras que se acumulan. Cuanto mayor sea la mentira, más deben aumentar todos esos signos de verdad, signos de autoridad, que respalden lo dicho. Cuanto mayor deba ser la mentira, más se cerrará ese universo imaginario en el que se crea esa imagen desde el poder. Aumentará la represión. Las voces discrepantes serán detenidas, condenadas como traidores a la patria. Todo el que discrepe será convertido ante la opinión pública en "enemigo del pueblo", en agentes del enemigo, en renegados. "Son ellos los que empezaron la guerra. Nosotros hemos usado la fuerza parar detener esa guerra"*, citan en la noticia de RTVE.es

¿Cómo se puede quebrar esta imagen, hacer ver su fantasía controladora? Esa es la otra pregunta a la que debemos intentar encontrar respuesta. Pero nada es más difícil que sacar los mitos de dentro del ser humano, de dentro de una comunidad que se siente vinculada por esos mitos.

* Miguel Charte "Putin acusa a Occidente de "empezar la guerra" y advierte de que la llevará hasta el final: "Rusia es invencible"" RTVE.es 21/03/2023 https://www.rtve.es/noticias/20230221/guerra-ucrania-rusia-aniversario-discurso-vladimir-putin/2426627.shtml

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