lunes, 14 de noviembre de 2022

La Sanidad se queja... y con razón

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)


Es penoso ver cómo los políticos intentan quitar importancia a la cuestión de la Sanidad, que claramente es la insatisfactoria atención por la falta de recursos y personal. La sociedad española está con la Sanidad pública porque sería absurdo que no lo estuviera. Solo los intereses particulares los que interfieren en el buen desarrollo de la Sanidad, que pide más recursos para el sistema y mejoras en su propia situación.

En el día de hoy se han celebrado manifestaciones, pero los políticos deberían mirar atrás, a la época de la pandemia y ver dónde estábamos y lo que ocurre en estos momentos.

Hace unos días hablábamos aquí de un gran excedente de mortandad inexplicable, uno de cuyos factores, según se barajaba, habría sido la falta de seguimiento y atención por falta de recursos. El hecho de que la España de hoy sea un país viejo, uno de los más viejos del mundo, nos debería advertir de lo que ocurre con la sanidad.

ABC

Como se lleva diciendo desde hace muchos años y hoy se ha repetido en los informativos de diversas cadenas, estamos formando médicos que se van a otros países por lo precario del empleo, lo bajo de los sueldos y las malas condiciones. Formamos médicos y personal para la Sanidad que luego se nos van porque somos incapaces de incorporarlos y retenerlos. Es así de sencillo. ¿Para qué quedarte en España donde te tratan mal, te insultan, te pagan poco y te tienen con contratos temporales? La cuestión es tan sencilla como eso.

¿Por qué entonces montar esta guerra ideológica y económica sobre unas condiciones que debería ser prioritario mejorar por el bien de todos?


En estos días escuchamos a los políticos quejarse de la "politización", que es como un brindis al sol. Que los políticos se quejen de la "politización" es casi un chiste, si no fuera porque tiene maldita la gracia. No son cuestiones de bromas. No es necesario escuchar las protestas en las calles. Las puedes escuchar de bocas de conocidos, de familiares, de compañeros de trabajo. Las puedes padecer en cuanto que tienes un problema médico y necesitas ser tratado. Lo ves en los centros apagados en la tarde porque se cierra al medio día. No hace falta que te lo cuenten; lo puedes vivir directamente.

El deterioro de la Sanidad es palpable; es una queja real y constante. Se mide en tiempos de espera para ser recibido, en cierres de los centros que quedan sin personal, en intentos peregrinos como la atención por pantallas, en la reducción del tiempo de atención a duraciones ridículas... Podríamos seguir.

Todo esto ocurre con unos políticos que hunden los dos pilares de lo público, la Sanidad y la Educación. No voy a entrar en las intenciones, pero sí en los resultados. Los motivos reales de la Sanidad están ahí, más allá de corear eslóganes o tocar el tambor. Los problemas son reales y la gente necesitará cada vez más atención. Primero por la edad, pero también por desoír las advertencias de que esta pandemia no será la última. Podemos camuflar la cifras —como se ha hecho—, pero no podemos camuflar la realidad, que sobresale por esas cifras de mortandad inexplicable.


No vemos ningún tipo de previsión. Los médicos y demás sanitarios terminan sus carreras y se van allí donde les valoran en todos los sentidos. Se van de aquí donde unos los aplauden y otros los insultan. Los aplausos fueron porque se reconoció su entrega en defensa de la salud de las personas. Hoy, en cambio, tocan pitos.

Ellos ya nos advirtieron que agradecían los aplausos, pero que con ellos no se arreglaba la situación, que venía de lejos. Pero no se hizo caso. La preocupación de este país son los bares, los puentes y fines de semana, la celebración de fiestas para que esta economía del ocio y del chiringuito que tenemos siga en marcha.


Se nos van los sanitarios, médicos y asistentes de todo tipo. Queda en pie la vergüenza de muchas residencias "no medicalizadas" en las que no se soltaba a los ancianos por no perder ingresos. Murieron muchos por el bien del sistema medio privatizado. La vejez es un negocio en el que los gastos van al estado y los beneficios a las empresas privadas que se deshacen de los enfermos cuando ya no pueden explotarlos más. Las habrá que trabajen bien, no lo dudo; pero no es el caso de muchas otras como prueban miles de denuncias.

Los políticos siguen haciendo demagogia con la salud y es inaceptable. En Madrid, la demagogia ya es insufrible. Las inversiones deben ir allí donde son necesarias, no donde benefician a algunos. La cuestión no es bajar impuestos, sino emplearlos bien, allí donde son necesarios. Y la salud es, sin duda, uno de esos puntos. Ignorar a los sanitarios e insultarlos es tener muy poca vergüenza y muy poca memoria. También nulo sentido de futuro.


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