domingo, 12 de diciembre de 2021

Vigilantismo y sus consecuencias

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)


Ayer tratábamos aquí la percepción de la presentación de Donald Trump a las próximas presidenciales, los efectos sobre el Partido Republicano y los temores de que se hiciera realidad la pesadilla de su nueva llegada a la Casa Blanca. En The Washington Post de hoy encontramos los siguientes artículos de opinión: "Jan. 6 wasn’t an insurrection. It was vigilantism. And more is coming", "Jan. 6 crossed a line. We need to say so before it’s too late for democracy" (Joanne B. Freeman), "I monitor Trump’s die-hard base. They’re still plotting out in the open" (Ron Filipkowski), "18 steps to a democratic breakdown" (Erica De Bruin y Risa Brooks), un abanico de temores no solo ante lo que podría llegar, sino ante todo a lo que ya se ha sembrado y sigue creciendo en parte de la sociedad norteamericana. En todos ellos se transmite la inquietante idea de que todo ese movimiento sigue creciendo, se está organizando y, especialmente preocupante, es inevitable.

Quizá este alarmismo busque la reacción, pero ¿de quién? ¿De los políticos demócratas, de los republicanos asustados de por dónde discurren los acontecimientos, de la gente misma en su día a día... quienes deben reaccionar a este movimiento?

Si nos centramos en el primero de los artículos, el de Sam Tanenhaus, la explicación de lo ocurrido tiene el más siniestro futuro pues lo ocurrido el 6 de enero —el asalto al Capitolio por los seguidores de Trump tratando de impedir el nombramiento de Biden— forma parte de una oscura tradición norteamericana, el vigilantismo, es decir, la asunción por parte de los ciudadanos de las funciones de vigilancia del Estado ante la inoperancia o la traición de los gobiernos. Esto significa que los asaltantes no son "terroristas" sino "patriotas" que quieren salvar la república.


Se comprende la importancia que tiene el hecho que señalábamos ayer, el "robo" de las elecciones presidenciales, el mecanismo por el que son posibles todas las acciones —una tras otra, en cadena— justificativas de la violencia.

El artículo de Sam Tanenhaus es interesante porque nos da una serie de conexiones y de informaciones de lo que está sucediendo en los Estados Unidos. No explica desde esta idea de "vigilantismo" la reciente sentencia absolutoria del hombre que mató a dos participantes negros durante una manifestación del "Black Lives Matter!". Se desplazó armado desde su población hasta la de la manifestación y allí abrió fuego.

La interpretación de los jueces que le han absuelto es que era un "defensor del orden" y no alguien que fue armado con intención de acabar con vidas de otras personas. Recordemos que fue el propio Trump el que interpretaba estos movimientos como contrarios al orden de la República.

Tanenhaus escribe sobre esta absolución:

In the months since Jan. 6, the appetite for vigilantism has been growing on the right — for instance, among those who celebrated the acquitted teenage shooter Kyle Rittenhouse, who in true vigilante form arrived on the scene in Kenosha, Wis., after driving 20 miles from his home in Illinois the day before to “help” authorities not doing enough to impose order during civil unrest there over a police shooting. After his acquittal, GOP lawmakers competed to honor Rittenhouse, making offers of internships. The most outspoken vigilante in the House of Representatives, Marjorie Taylor Greene (R-Ga.), introduced a bill that would award Rittenhouse the Congressional Gold Medal.*

 


Creo que el ejemplo es realmente revelador del clima vigilantista. No es ya que los jueces hayan aceptado la teoría de la ayuda "vigilante" a las autoridades por parte del "voluntario", es que se ha llegado a convertir en ese héroe que todos quieren tener junto a ellos en demostración pública de que estos conceptos son viables.

Tanenhaus hace un recorrido por los diferentes apoyos teóricos que ha habido de antiguo y en la actualidad a este fenómeno que parte, no lo olvidemos, de la existencia de una "amenaza" con la que hay que acabar para evitar el hundimiento de la República. Trump les dio luz verde haciendo creer que la presidencia había sido robada por sus enemigos seculares y que solo en él está la esperanza de la recuperación de la América "grande". Como veíamos ayer, el lema de su campaña para 2024 es "Save America!", lo que ya dice bastante. 

En este clima, en los medios que están fomentando e intensificando el fenómeno, los que viven de esta tensión, los asesinos vigilantes son proclamados héroes de la patria. Esto no hace sino que en un país donde cualquier idiota puede tener un arma, además decida usarla, convirtiéndose en un ejemplo aplaudido por muchos.


Escribe Sam Tanenhaus en su artículo: 

Vigilantism seems to be the defining strain of American conservatism today, embraced by both the mob and intellectuals. Kimball is one of many who, emancipated by former president Donald Trump, feel licensed to lead their own campaigns against the country as it becomes more egalitarian and inclusive.

In their minds, the storming of the Capitol on Jan. 6 was meant not to subvert democratic “traditions,” “procedures” and “norms” — the terms we hear so often — but rather to restore them through whatever means were necessary to stop a “stolen” election, “rigged” by the true enemies of “our democracy”: the election officials and vote counters, the judges in courts across the land, even Trump’s own attorney general, William Barr. So, too, the chilling words “Hang Mike Pence” were shouted in protest of the vice president’s refusal to “do the right thing,” as Trump recently said — which in this case meant decertifying the election won by Joe Biden.*


 Es esta conjunción de teóricos del vigilantismo y de personas armadas decididas a lanzarse a la práctica la mezcla explosiva que en cualquier momento se les pude ir de las manos. Lo ocurrido el 6 de enero de 2021 es solo una muestra espectacular con su asalto final del Capitolio, pero su función era ser una demostración de la fuerza comprimida y de lo que podría ocurrir si Trump era tocado tanto a republicanos como a demócratas o simplemente al orden público. Recordemos que Washington estuvo cercado durante semana ante el temor de lo que pudiera ocurrir con la toma de posesión de Joe Biden.

El ejemplo de la absolución de Kyle Rittenhouse por parte de los tribunales, con tres muertos en su haber, convertido en ídolo de otros muchos es un siniestro anticipo. Él mismo no se considera "racista" y hasta se declara partidario del "Black Lives Matter!", según relatan algunos titulares, en ejemplo de confusión mental o de cinismo legal para salvar su joven e influido pellejo.

Estados Unidos está regresando a lo peor de su historia más oscura. El vigilantismo no es más que una operación de exclusión de unos (los que se considera enemigos; los extranjeros, los no blancos, los "izquierdistas"...), considerados nocivos, y la apropiación de la nación y de sus leyes, de la interpretación de su historia y símbolos. Es un gigantesco robo, una gran mentira rodeada de grandes y bellas palabras. 

En el fondo, es la negación de todo lo que podría representar los Estados Unidos, un país que siempre se ha considerado a sí mismo creación de la voluntad. Ahora, la voluntad está torcida y es violenta y mesiánica. Necesita, además, alimentarse de poder en el exterior para justificar una especie de "grandeza" prometida y necesaria, algo con lo que Trump también jugó de forma clara.  Por eso lo fallos exteriores de Biden se vuelven contra él en el interior, ya que son aprovechados para ver su debilidad y falta de capacidad para llevar adelante esa "gran misión", ese destino manifiesto, que no es otra cosa que el recubrimiento de los propios intereses, cada vez menos escondidos y agresivos.


No se le concede suficiente atención a lo que está ocurriendo allí y nos acabará afectado de una forma u otra. Por nuestra parte, debemos estar atentos para que esto no se reproduzca aquí. Sin embargo, lo que escuchamos a algunos desde diferentes instancias no es tranquilizador. Estamos viviendo un efecto negador de los otros hasta límites no vistos hasta el momento. No habló ya de los que se declaran claramente trumpistas a la española, "patriotas", sino de los que también justifican la violencia de forma "vigilantista" (como está ocurriendo ya), que abanderan la exclusión del otro o la negación de los tribunales a los que anteponen sus "sagradas" misiones. Allí, como aquí, suponen una enorme erosión de los principios de la democracia.

De nuevo señalar que la llegada a la Casa Blanca de Donald Trump sería un desastre para la convivencia en los Estados Unidos, para su política interna y externa. Lo que pueda ocurrir desbordará lo ocurrido en la primera llegada. Esta vez, su elección sería considerada como una afirmación de todo lo que haga, como una licencia. Para él y para los "vigilantes" que saldrían a la calles a cumplir su oscura función. Se considerarían legitimados a hacerlo.

Recomiendo la lectura completa del artículo de Sam Tanenhaus por lo que tiene de advertencia y explicación de lo que ocurre. Todo lo que ocurra allí nos afectará de una forma u otra. Ya lo está haciendo.


 * Sam Tanenhaus "Jan. 6 wasn’t an insurrection. It was vigilantism. And more is coming" The Washington Post 10/12/2021 https://www.washingtonpost.com/outlook/2021/12/10/january-6-vigilantes-insurrection/

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