Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Estamos
descomponiendo el mundo en decisiones binarias: compras o Covid, reuniones
familiares o Covid, eventos multitudinarios o Covid, viajes o Covid, etc. Es
como si fuera una especie de pulso de la Naturaleza frente a nuestros hábitos,
costumbres y caprichos. Creo que es una forma bastante equivocada de enfrentar
esta situación a la que nos vemos arrojados en gran medida por nuestras propias
acciones y actitudes, pro nuestra forma errónea de plantearlo.
A esto
contribuye la propia esquizofrenia de la información, en la que se combinan
mensajes de prevención y de incitación. Por un lado se nos previene sobre las
consecuencias de lo que hacemos, mientras que por otro se nos incita claramente
a hacerlo. Es como esa imagen de los dibujos animados en los que un ángel está
en un hombro mientras que en el otro un diablo nos dice lo contrario. La
tentación ya no vive en el piso de arriba sino que está en nuestro mismo lecho.
Se cuela cada día en forma de amigos, parientes, publicidad, informativos...
Todos ellos son una fuerza muy superior a la conciencia preventiva, que se va
quedando sola.
No es
fácil resistir cuando casi todo te presiona para salir, consumir, reunirte...
todo en un mismo acto. Cuando a los turistas extranjeros se les presiona en sus
países para que no viajen, las miradas sectoriales se vuelven inmediatamente
hacia el turismo interior, sobre el que crece la presión.
Los
medios nos han informado puntualmente
de lo que necesitábamos en este "puente de la Constitución" para movernos por España o salir al
extranjero para los más valientes, es decir, los que ignoran el riesgo de
quedarse atrapados en cualquier país por las restricciones, como ocurrió estos
días pasados a los que se quedaron en Sudáfrica. Todos ponen caras de víctimas
y dicen verse abandonados por el gobierno. Las cosas no les han salido como
planeaban o quizá sea mejor decir "como se las contaron".
En los
medios se refleja perfectamente la "polifonía" social. Cada artículo, cada
noticia, tiene detrás a alguien, persona o grupo, sector o clientela que luchan
porque se escuchen sus pretensiones frente a los efectos del Covid. Unos claman
para que no hagamos cosas que nos vuelvan a llenar las UCI o los cementerios;
otros, por el contrario, nos tratan de convencer que, una vez vacunados, solo
hay que echarle valor y saltar al ruedo de la vida.
No
tiene además, mucho que ver con el conocimiento o la experiencia. La tentación seduce, tiene voz amiga, familiar y
cariñosa. Leemos en Antena 3 el titular "El Hospital de Jerez pide a sus
trabajadores que no realicen cenas de Navidad". ¿Era necesario? Parece que
sí. Podemos pensar que todo el mundo sanitario percibe la raíz del problema,
juntarse, pero no sería la primera vez que se dan brotes en hospitales o en "cenas
médicas". La nota del Hospital, sencillamente, quiere evitar el riesgo de
comidas o cenas de sus profesionales, cuyo contagio los dejaría en cuadro. Les
pide que piensen en lo que sería para el hospital y los pacientes que hubiera
un brote a raíz de esas celebraciones de compañeros.
A veces creo que hay muchos planteándose la pandemia como una especie de estorbo, algo destinado a fastidiarnos. Ven las medidas como el problema y no como la solución. De esta forma, invertimos más tiempo en pensar cómo evitarlas que en cumplirlas. Y así ha sido desde el principio, incluso cuando no había vacunas. Mientras unos buscaban remedios, otros buscaban excusas. Recuerden —¡qué lejano parece!— aquellos pobres perros que pasaban de unos a otros para sacarlos a pasear o el uso que algunos hicieron de sacar a los niños para no perder sus tertulias callejeras.
Ahora
la tentación se disfraza de Papa Noel, de "pavo pavito pavo" sabroso,
de turrón y uvas. Antes se ha disfrazado de ola de calor, de Halloween o de
"puentes" de todo tipo y longitud; de funerales y bautizos, de bodas
y cumpleaños. Me imagino que, si se siguen las prescripciones, se pueden llevar
de forma eficaz. Pero si se suben ocho personas a un ascensor mientras los
altavoces del metro "recomiendan" que solo lo haga uno; si se ocupan
todos los asientos, aunque haya carteles "pidiendo" que se mantengan
las distancias de un metro y medio, etc. habrá poco que hacer. Están los
antivacunas, pero los "pasotas" creo que hacen tanto o más daño.
La
pandemia podría haber sido una oportunidad de oro para una forma de educación
colectiva en civismo, en sentido de la responsabilidad general, en mirar por
los otros a la vez que por nosotros mismos. Pero no es sencillo con tantos
intereses de por medio.
En el diario
El Comercio proponen la figura del "coordinador Covid" familiar o de empresas para
que organice con garantías las celebraciones de esta tentadora
Navidad. No está mal, si se le da la confianza y hay voluntad de acatar las
reglas comunes que sirvan para evitar posteriores desgracias. Me imagino que estas figuras, oficiales o no, irán surgiendo espontáneamente; son esas voces que asumen la responsabilidad en el grupo cuando hay mucho desajuste. Pero no siempre se dan. Reducir el número de
comensales, asegurar ventilaciones, buenas distribuciones en las mesas, la
higiene, reducir el tiempo, etc. son fórmulas que se pueden aplicar para
reducir los riesgos en plena explosión de los contagios. Las vacunas deben
tomarse como una ayuda y no como una excusa para cualquier cosa, como muchos piensan. Con lo que sabemos ya, sabemos
también hasta dónde llega su protección.
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