lunes, 6 de diciembre de 2021

La tentación en tu hombro

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)


Estamos descomponiendo el mundo en decisiones binarias: compras o Covid, reuniones familiares o Covid, eventos multitudinarios o Covid, viajes o Covid, etc. Es como si fuera una especie de pulso de la Naturaleza frente a nuestros hábitos, costumbres y caprichos. Creo que es una forma bastante equivocada de enfrentar esta situación a la que nos vemos arrojados en gran medida por nuestras propias acciones y actitudes, pro nuestra forma errónea de plantearlo.

A esto contribuye la propia esquizofrenia de la información, en la que se combinan mensajes de prevención y de incitación. Por un lado se nos previene sobre las consecuencias de lo que hacemos, mientras que por otro se nos incita claramente a hacerlo. Es como esa imagen de los dibujos animados en los que un ángel está en un hombro mientras que en el otro un diablo nos dice lo contrario. La tentación ya no vive en el piso de arriba sino que está en nuestro mismo lecho. Se cuela cada día en forma de amigos, parientes, publicidad, informativos... Todos ellos son una fuerza muy superior a la conciencia preventiva, que se va quedando sola.

No es fácil resistir cuando casi todo te presiona para salir, consumir, reunirte... todo en un mismo acto. Cuando a los turistas extranjeros se les presiona en sus países para que no viajen, las miradas sectoriales se vuelven inmediatamente hacia el turismo interior, sobre el que crece la presión.


Los medios nos han informado puntualmente de lo que necesitábamos en este "puente de la Constitución" para movernos por España o salir al extranjero para los más valientes, es decir, los que ignoran el riesgo de quedarse atrapados en cualquier país por las restricciones, como ocurrió estos días pasados a los que se quedaron en Sudáfrica. Todos ponen caras de víctimas y dicen verse abandonados por el gobierno. Las cosas no les han salido como planeaban o quizá sea mejor decir "como se las contaron".

En los medios se refleja perfectamente la "polifonía" social. Cada artículo, cada noticia, tiene detrás a alguien, persona o grupo, sector o clientela que luchan porque se escuchen sus pretensiones frente a los efectos del Covid. Unos claman para que no hagamos cosas que nos vuelvan a llenar las UCI o los cementerios; otros, por el contrario, nos tratan de convencer que, una vez vacunados, solo hay que echarle valor y saltar al ruedo de la vida.


No tiene además, mucho que ver con el conocimiento o la experiencia. La tentación seduce, tiene voz amiga, familiar y cariñosa. Leemos en Antena 3 el titular "El Hospital de Jerez pide a sus trabajadores que no realicen cenas de Navidad". ¿Era necesario? Parece que sí. Podemos pensar que todo el mundo sanitario percibe la raíz del problema, juntarse, pero no sería la primera vez que se dan brotes en hospitales o en "cenas médicas". La nota del Hospital, sencillamente, quiere evitar el riesgo de comidas o cenas de sus profesionales, cuyo contagio los dejaría en cuadro. Les pide que piensen en lo que sería para el hospital y los pacientes que hubiera un brote a raíz de esas celebraciones de compañeros.


A veces creo que hay muchos planteándose la pandemia como una especie de estorbo, algo destinado a fastidiarnos. Ven las medidas como el problema y no como la solución. De esta forma, invertimos más tiempo en pensar cómo evitarlas que en cumplirlas. Y así ha sido desde el principio, incluso cuando no había vacunas. Mientras unos buscaban remedios, otros buscaban excusas. Recuerden —¡qué lejano parece!— aquellos pobres perros que pasaban de unos a otros para sacarlos a pasear o el uso que algunos hicieron de sacar a los niños para no perder sus tertulias callejeras.


Ahora la tentación se disfraza de Papa Noel, de "pavo pavito pavo" sabroso, de turrón y uvas. Antes se ha disfrazado de ola de calor, de Halloween o de "puentes" de todo tipo y longitud; de funerales y bautizos, de bodas y cumpleaños. Me imagino que, si se siguen las prescripciones, se pueden llevar de forma eficaz. Pero si se suben ocho personas a un ascensor mientras los altavoces del metro "recomiendan" que solo lo haga uno; si se ocupan todos los asientos, aunque haya carteles "pidiendo" que se mantengan las distancias de un metro y medio, etc. habrá poco que hacer. Están los antivacunas, pero los "pasotas" creo que hacen tanto o más daño.


La pandemia podría haber sido una oportunidad de oro para una forma de educación colectiva en civismo, en sentido de la responsabilidad general, en mirar por los otros a la vez que por nosotros mismos. Pero no es sencillo con tantos intereses de por medio.

En el diario El Comercio proponen la figura del "coordinador Covid" familiar o de empresas para que organice con garantías las celebraciones de esta tentadora Navidad. No está mal, si se le da la confianza y hay voluntad de acatar las reglas comunes que sirvan para evitar posteriores desgracias. Me imagino que estas figuras, oficiales o no, irán surgiendo espontáneamente; son esas voces que asumen la responsabilidad en el grupo cuando hay mucho desajuste. Pero no siempre se dan. Reducir el número de comensales, asegurar ventilaciones, buenas distribuciones en las mesas, la higiene, reducir el tiempo, etc. son fórmulas que se pueden aplicar para reducir los riesgos en plena explosión de los contagios. Las vacunas deben tomarse como una ayuda y no como una excusa para cualquier cosa, como muchos piensan. Con lo que sabemos ya, sabemos también hasta dónde llega su protección.

 


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