Joaquín Mª Aguirre (UCM)
En la CNN,
la columna de Chris Cillizza se titula "A single sentence that perfectly
captures the utter madness of the Trump era". Hace referencia a una frase
intercambiada con el locutor republicano Hugh Hewitt: "You know, Mr.
President, you and I disagree about the election, but we agree on so much"*.
El estilo/estrategia de Trump consiste en negar una realidad y sostener otra, la que le beneficia. Lo sorprendente es la parte de la humanidad con la que funciona. Reflexionar sobre lo que Trump hace nos enseña mucho sobre fenómenos de la Historia que consideramos difíciles de entender. Si tenemos gente que cree —como el recientemente fallecido líder de los antivacunas austriacos— que son los médicos los que envenenan y que él mismo, según asegura la familia, ha sido también envenenado, ¿por qué no puede haber millones de personas que sigan pensando que a Trump le "robaron" las elecciones? No es otro el "about election" que Hewitt usa para marcar su distancia con Trump. Sin embargo, ¿es solo un "desacuerdo"?
Cillizza no lo cree. Es más, piensa que ese "desacuerdo" está sometiendo a los Estados Unidos a una crisis sin precedentes En el final de su columna, el periodista señala:
[...] Hewitt can't simply write what Trump is
doing as a place where they disagree. That sort of justification is how we got
into this mess, with one of the two major political parties in the country
devolving more into a cult of personality than any sort of organization
gathered together by a shared set of principles and policies.
Refusing to believe in the results of a free
and fair election have to be disqualifying for any party leader. It's
non-negotiable. If we can't agree that the election was fair -- even if our
preferred candidate lost -- then we have sacrificed the thing that makes
America great. That Hewitt -- and his fellow conservatives who continue to bend
over backward to placate Trump -- can't (or won't) see that suggests just how lost
the conservative movement is at the moment.*
Tiene razón Cillizza en esto. Trump exige que los candidatos republicanos asuman públicamente que las elecciones le fueron "robadas". Sin eso no hay apoyo y los que se juegan sus cargos están cediendo a esta presión. Esto lo pudimos comentar hacer ya mucho tiempo: Trump ha transformado el Partido Republicano en una estructura dependiente de su ascendencia con las masas de votantes radicales. Es el punto en el que convergen los grupos que le llevaron al poder anteriormente y en los que confía de nuevo. La enorme diferencia es que cuando Trump se presentó a las primarias republicanas y posteriormente a las presidenciales nadie sabía de su poder. Las urnas le dieron algo más que la victoria. Le dieron el poder sobre una gente que desea escuchar mentiras apasionadamente, que lleva dentro odio y rencor acumulado desde las presidencias de Clinton y especialmente de Obama. Son autoritarios, racistas y nacionalistas y, como ya hizo durante la presidencia, Trump les habla en un lenguaje que les alienta. No es otro el arte de Trump. Sus mentiras son música para ciertos oídos que han perdido, seducidos, el sentido de la realidad y, especialmente, de la democracia.
Lo que Donald Trump hizo y sigue haciendo es socavar los cimientos del edificio democrático. Su ego, realmente enfermo, no pudo aceptar una derrota; le resulta completamente imposible por la razón sencilla de que la democracia no está en sus genes ni en su educación. Trump es un destructor y así se ha formado. El problema es que ha trasladado esas fórmulas y energía a un espacio con reglas y principios diferentes.
El problema de la democracia no es privativo de los Estados Unidos o de Trump, si bien es el modelo más peligroso por lo que supone de ruptura de la democracia moderna más antigua y consolidada, un modelo sobre el que se han creado otras. También lo es por los efectos que sus acciones políticas tienen sobre el resto del mundo. No estamos preparados suficientemente para un segundo mandato de Trump. Lo dijimos en su momento. Si Trump gana, no solo hace él, sino todo lo que ahora sabemos que representa. Y eso sería un golpe terrible para los principios democráticos en todo el mundo.
Esta mañana la televisión nos daba cuenta de las declaraciones del líder de VOX, Abascal, señalando como sus modelos a Jair Bolsonaro en Brasil y las presidencias de Hungría y Polonia, entre otros, señalando que los "patriotas" del mundo deben unirse... ¿Contra quién?, nos preguntamos.
La política se ha convertido en el arte de la divergencia posicional, no el de la convergencia en la comunidad. Por eso no vemos más que extremismos que acaban arrastrando a los más moderados para no desaparecer. El drama español de los partidos de centro, ya sean de izquierda o de derechas, es que se los comen los gritones y provocadores grupos que salen por sus extremos. En tiempos de visionarios y exaltados, de agresivos oradores dotados del arte del insulto, las ideas desaparecen. ¿Quién la escucha, qué necesidad hay de ellas?
Trump ha sido y es la referencia; es la muestra de hasta dónde se puede llegar por el camino de la negación, del insulto y la descalificación. Trump se fue y quiere regresar; el trumpismo no se ha ido en ningún momento. Ahora amenaza con construir un partido Republicano a su imagen y semejanza y, con ello, arrastrar a la democracia norteamericana a la no-democracia. El problema no es solo con los republicanos; mucho del trumpismo se ha trasladado a los demócratas de Biden que mantienen algunas de las líneas, especialmente las exteriores, buscando enfrentamientos en vez de conciliaciones que permitan caminar con mayor seguridad en el mundo. La constatación del declive norteamericano hace que sea la democracia lo que ha quedado como principio retórico de la agresividad exterior ante la pérdida de liderazgo.
¿Es posible construir un sistema de convivencia sobre una gran mentira, sobre una falsificación de la realidad? ¿Es posible que vuelva al poder aquel que dudó de la honestidad de todo un país, del un sistema, ya que fue bajo su propia administración y en estados republicanos, controlados por republicanos?
El Partido Republicano ha perdido toda referencia y solo ansía, individual y grupalmente, el acceso al poder. Pero ¿para qué el poder? Es una pregunta que hace sonreír a alguien que solo lo ambiciona y busca por cualquier medio.
Tiene razón Chris Cillizza; es algo más que un desacuerdo. El "Save America" para 2004 es lo suficientemente expresivo como para entenderlo.
* Chris Cillizza
"A single sentence that perfectly captures the utter madness of the Trump
era" CNN 10/12/2021
https://edition.cnn.com/2021/12/10/politics/hugh-hewitt-donald-trump-interview/index.html
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