Joaquín Mª Aguirre (UCM)
El
futuro planificado tiene problemas. Tienen problemas, quiero decir, aquellos
que invierten en planificar nuestro futuro y luego la realidad no se ajusta a
sus deseos. La "realidad", en muchos casos, somos nosotros, que
decidimos crear otro tipo de futuro que nos atraiga o convenza más que el que
nos proponen. Lo digo en singular, pero lo cierto es que tenemos muchas
propuestas de futuro.
Una de
ella la hemos tenido en la revelación de "Meta", el multiverso
imaginado por Mark Zuckerberg. Un multiverso es un espacio virtual compartido.
Quiere decir que puede crearte un mundo propio en el que puedes interactuar con
otros o que puedes entrar (si te dejan) en el de otros. Tienes un mundo
totalmente propio o alterar en partes el que ya tienes conviviendo con otros
avatares.
Esa es
la propuesta, que ha sido lanzada al mundo precisamente durante la pandemia.
¿Casual? Algunos lo achacan a los problemas de Zuckerberg con la Justicia con
la salida de filtraciones sobre lo poco que le importan a la compañía los
efectos negativos que Facebook y otras marcas puedan producir mientras den
dinero.
La
evaluación del momento oscila entre la presión legal y mediática en contra de
la compañía y la evaluación de los efectos de la pandemia con el aislamiento de
las personas.
El Meta
no pasa de ser un proyecto, una propuesta
de futuro en el que, como por magia tecnológica, se superan los problemas
personales y sociales, laborales y de entretenimiento a través de la
virtualidad. ¡Que se vaya preparando nuestra hostelería y ocio nocturno! ¡Lo
que nos faltaba!, dirán algunos.
El
momento del lanzamiento de la idea es psicológicamente escogido: los
confinamientos o simplemente el miedo a ser contagiado en nuestras
interacciones sociales. Indudablemente, ya había un tipo de personas receptivas
a este tipo de espacios virtuales en los que interactuar. En realidad, ya los
usamos, lo que se nos ofrece es una mayor integración en nuestra vida diaria en
todas sus dimensiones.
Una
conversación a través de Zoom o Meet, por ejemplo, se escenifica en una
pantalla compartida, un elemento que se ofrece como una barrera o límite para
la interacción. Vemos a los otros y ellos nos ven a nosotros, pero existe un allí y un aquí. Lo que ofrece Meta es un punto de encuentro, ni aquí ni allí,
sino en un espacio nuevo, virtual, creado por algunos de los participantes o
creado para ellos por terceros.
Estos
espacios han existido anteriormente, pero lo que se nos ofrece ahora es una
mayor inmersión a través de un mayor realismo o, si se prefiere, fantasía. El
grupo de amigos de Zuckerberg en el video de presentación está cuidadosamente
seleccionado para hacerte ver que puedes ser cualquiera o cualquier cosa, una
interesante distinción.
En su
función anticipatoria, el arte —la literatura y el cine en especial— nos han
mostrado universos de este tipo. Pensemos en películas como Ready Player One o la más reciente Free Guy. La visión de estos universos
virtuales alternativos no suele ser muy positiva. En el primer caso, tiende a
esconder una realidad negativa; en la segunda, el problema se plantea desde
otro lado, el de los personajes de ese mundo virtual y la posibilidad que las
IA que estamos creando desarrollen conciencia propia.
En
estos tiempos de aislamiento, en los que los psicólogos y sociólogos insisten
en nuestra sociabilidad como un valor humano esencial y se preguntan por las
secuelas psicológicas de los encierros; en un mundo en el que se manifiesta la
preocupación por los efectos de los excesos de conexión desde edades cada vez
más temprana, entre otras críticas, la propuesta del Meta puede no haber sido
hecha en el mejor momento.
Sin embargo, existe la propuesta contraria, la del uso de la realidad virtual en Psicología como forma de terapia. Hay que distinguirla de la consulta psicológica online, que es simplemente una forma de comunicación a distancia. En la "realidad virtual" nos adentramos en otro mundo y queremos ser otros, la primera elección, tal como vemos a Zuckerberg hacer y tal como vemos con las formas elegidas por sus contertulios en sus espacios creados.
La "realidad" se percibe ya como frustración o como fuente de frustraciones. La realidad alternativa nos permite librarnos, pero ¿regresamos a ella? Si todo está dentro de nuestra cabeza, se trata solo de entrar. ¿Funciona? El aumento de terapias virtuales alternativas en las redes puede hacer pensar que así es, pero ¿qué es funcionar?
La
Vanguardia de ayer nos traía información sobre otro tipo de propuesta
tecnológica cuyo futuro es, al menos, diferente al que se
esperaba, Alexa el asistente de Amazon. Con el titular "Alexa te molesta más por este increíble
motivo" (¡vaya forma de titular!),
se nos explica que el asistente diseñado para hacernos la vida más fácil
presenta algunos problemas:
El asistente de voz Alexa está recordando a
sus usuarios que puede hacer multitud de tareas. Este aviso, que se produce con
insistencia y puede llegar a molestar, se debe a que Amazon, la empresa que ha
desarrollado a Alexa, ha descubierto que los usuarios no están sacando todo su
potencial o se cansan muy rápido.
Un informe interno de Amazon, al que ha
tenido acceso Bloomberg, advierte que
las tendencias de la compañía respecto a Alexa, que es uno de los asistentes de
voz más conocidos, no son nada buenas. Por ello, la compañía ha decidido tomar
cartas en el asunto.
De esta manera, Amazon ha hecho que Alexa tenga la capacidad de recordar a sus usuarios que puede hacer otras muchas tareas: "Por cierto, ¿sabías que podría...?". La compañía quiere que con este recordatorio se fomenten las interacciones entre Alexa y usuario para que, en definitiva, no caiga en el olvido.*
La
noticia, creo, es más que una anécdota y nos revela ciertos aspectos que pueden
no ser tan favorables como se pensaba. En última instancia, todos estos
elementos virtuales, de Alexa a los compañeros y espacios virtuales, necesitan
de la atención constante de los humanos que están vinculados a ellos. Y esta
tiene un límite.
Lo que nos dice la noticia sobre Alexa es que la gente lo compra, lo usa en tres o cuatro funciones básicas y pasadas tres o cuatro semanas... se olvida. ¿Cuál es la diferencia entre lo entretenido y una vida distinta? Alexa trata de introducirse en nuestras vidas, en lo cotidiano, mientras que Meta busca que salgamos de ella.
El asistente de Amazon corre el riesgo de acabar desconectado en el fondo de un armario si sigue persiguiendo a aquellos que no usan sus funciones. Y es que el negocio está en las funciones, en el uso continuado, incorporando cada vez más elementos que puedan ser comercializados.
De la
misma forma, el Meta de Zuckerberg corre un riesgo similar. Es indudable que
tendrá aceptación en muchos campos, pero cualquiera de ellos supone un cambio
en nuestra vida o, si se prefiere, apartarse de una forma de sociabilidad
directa. ¿Ocurrirá con Meta lo mismo que está empezando a pasar con Alexa, es
decir, que se vaya arrinconando y tenga que mandarnos recordatorios tentadores
de que nos espera un espacio "fabuloso", literalmente, en el que
poder salir de nosotros mismos y nuestro entorno?
Hoy, cuando muchos psicólogos detectan una suerte de fatiga por el exceso de vida virtual, aumentan las ofertas y con ellas la tensión que nos envuelve. Todo este universo a nuestro alrededor juega con nuestra atención, que es el punto central del negocio. Alexa quiere llamar nuestra atención para trabajar para nosotros ofreciéndonos servicios diversos, convirtiéndose en el centro del hogar y de la vida. Meta nos ofrece otro mundo, es más tentador con sus maravillas.
Pero este mundo que se nos presenta ante los ojos se convierte en un sustituto de una realidad más degradada, de empleos más precarios y mal pagados. El lujoso espacio virtual que nos muestra Mark Zuckerberg está próximo a su idea del lujo, pero son cada vez menos personas que pueden soñar con algo así. Si se nos dice que la generación joven actual y la próxima vivirán peor que las de sus padres y abuelos, ¿tiene sentido fabricar mundos virtuales en vez de arreglar lo que existe fuera?
La
pregunta es complicada porque no sabemos si la imperfección creciente de la realidad —cambio climático, pérdidas
de empleo, pérdida de poder adquisitivo...— nos lleva a meter la cabeza en los
agujeros virtuales, como el avestruz. En un mundo con problema de materias
primas, con problemas crecientes en los transportes, ¿es la realidad virtual la
solución, producir productos digitales en vez de materiales, y moverse por los
espacios virtuales ante la imposibilidad (pandemias, conflictos, tensiones internacionales...)
de hacerlo por el mundo material?
Los
futuros que se nos ofrecen son luminosos, pero agotables por la fatiga que
producen. Dejan fuera a una parte de la humanidad, en donde las diferencias
digitales van aumentando, ya que están ligadas a espacios altamente
tecnificados, con sofisticados sistemas de redes y poderosos equipamientos
capaces de permitir las interacciones. Es un futuro para el "primer
mundo" digitalizado. El resto será penosamente
material.
Las
grandes compañías piensan en ese "primer mundo", un mundo tecnológico
y aburrido, alimentado a través de las redes y los entretenimientos digitales,
el teletrabajo, la educación a distancia, etc. ¿Puede ocurrir como con Alexa,
que sea arrinconada y tenga que recordarnos lo que puede hacer por nosotros, perseguirnos?
Toda construcción virtual acaba siendo una tentadora oferta de futuro. Es más fácil crear mundos alternativos en los que evadirnos que dedicarse a arreglar el que tenemos como residencia material. Es el mundo de los grandes, de los Google, Facebook, Amazon, los que crean el campo de juego, las reglas y permiten entrar a los jugadores creando demanda y expectativas de uso futuro.
La desmaterialización (a lo Ghost in the Shell) es un viejo sueño de la ciencia-ficción; a través de ella huimos de nuestro mundo material transformados en "información", término con el que sustituimos el clásico término "alma". La "carne", como se nos repetía en un videojuego, es un "error de diseño". Del cuerpo viene lo perecedero. Cada vez nos vemos más como seres "informacionales", acumuladores de experiencia o conocimiento, dentro de un cuerpo material que se resiste a ser perfecto, que envejece y enferma. Los placeres son cosa de la imaginación, satisfacción de deseos.
La
tentación de ser en espacios virtuales como el desarrollado es grande, pero no
deja de ser una ilusión, tanto más frustrante en cuanto que crezca la
imperfección (y abandono) del mundo real,
de las relaciones reales.
Se ha dicho muchas veces que nuestra evolución cultural es mucho más rápida que la que nuestro propio cuerpo admite, por decirlo así. Este cambio se ha acelerado y en una misma generación la gente ya siente que vive en un "mundo diferente", un mundo incompatible en muchos aspectos respecto al en que creció. El pasado apenas nos sostiene —sociedades sin apenas historia, atraídos, más que impulsados— y somos absorbidos por esos futuros que surgen de mentes visionarias y calculadoras.
Sometidos a la lógica del mercado,
quedamos huérfanos de casi todo demasiado pronto. Ya sea por incompatibilidad o
por obsolescencia, cada día nos sentimos más desplazados y confundidos. Ahora
se nos da la posibilidad de una transformación radical en la forma de
relacionarnos y movernos en el mundo o, quizá sea mejor decir en los mundos, en
plural. No es casual que vivamos en una crisis identitaria, individual y social, que muchos aprovechan para pescar en el río revuelto, ofreciendo nuevas definiciones, nuevos mundos, nuevos pasados.
¿Nos creeremos realmente que controlamos nuestras vidas por dejar de enfrentarnos a ellas? ¿Nos creeremos más poderosos porque podemos vivir esas vidas alternativas en manos de otros? ¿Seremos más dependientes en un sistema que trabaja con una combinación de mercados y adicciones?
Antes, los genios nos ofrecían tres deseos; ahora tendrían muy poco que hacer con tan poca oferta.
*
Héctor Farrés "Alexa te molesta más por este increíble motivo" La
vanguardia 26/12/2021 https://www.lavanguardia.com/tecnologia/20211226/7953628/alexa-recuerda-funciones-pmv.html
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