Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Sin
conciencia no hay avance. Podemos resumir así las medidas que se tomen. Sin
conciencia del riesgo no hay mucho que hacer porque simplemente se desplaza el
problema o se agrava. Un ejemplo, pasé ayer junto a las atracciones navideñas
que han instalado en mi avenida. ¿De qué sirve que no lleven a los niños a la
escuela si luego se juntan todos, se amontonan en un trenecito? Están al aire
libre, pero eso no lo es todo. No llevan mascarillas y no se respetan las distancias.
Los datos nos dicen que son el grupo de edad con mayor incidencia y los mayores
transmisores.
La
mayor parte de las medidas que se toman provocan desplazamientos de la acción
que se trata de evitar y cambios negativos en muchos casos. Hemos comentado
aquí que el temor a restricciones durante las navidades ha hecho renunciar a algunos,
pero que muchos han decidido hacer antes lo que luego les limitarán. De esta
forma, se adelanta y acelera lo que se quiere evitar.
En esta
lucha lo importante es la conciencia. Luchamos, por decirlo directamente,
contra las medidas que nos protegen, tratamos de evitarlas. Ahí se queda el
ingenio de muchos y desaparece la sensatez. A esto se llega por una forma de
ver el mundo, pero también por la confusión de expertos y políticos a través de
los medios de comunicación. Los políticos, a los que no les gusta dar malas
noticias (el ciudadano ve las restricciones como "malas noticias" mientras que diluye
las cifras que describen la situación), pasaron el testigo a los expertos
creando una multiplicidad de voces que no siempre ha sido buena. Cada cadena de
televisión creó su plantel de expertos a los que preguntar. No siempre han
dicho lo mismo, lo que el público no acaba de entender. Estos son preguntados y
tienen criterios diferentes, muchas veces sin la información suficiente como es
este caso, donde vamos descubriendo cosas y donde los cambios de comportamiento
y efectos de las variantes que aparecen son constantes. Hemos descubierto que
un "experto" es lo contrario de lo que pensábamos, que es alguien que
procura no equivocarse no comprometiéndose. No te dirá que está
"muerto" sino que "presenta lesiones incompatibles con la
vida"; que se expresará en probabilidades de que algo ocurra, etc.
No
hemos llegado al extremo de "fichar expertos", como hizo Trump
contratando a un "experto" que salía en la Fox y ya venía con la línea
trumpista de la pandemia. Hoy los médicos y científicos norteamericanos hablan
para expresar ante un Comité parlamentario cómo fueron marginados y manipulados
para decir lo que el presidente quería que se dijera. Aquí tenemos serias dudas
sobre algunas decisiones que han sido presuntamente tomadas por expertos y
comités, aunque alguna vez ese comité no existiera. La decisión de cambiar las
franjas del llamado "semáforo COVID" no ha servido de mucho por la
explosión de contagios.
Durante meses se jugó con la política y el "laboratorio chino" del que habrían salido los "virus chinos". Aquello no sirvió para nada o, mejor, solo sirvió para confundir más y crear tensión política intencionada por parte de algunos. En los Estados Unidos sirvió para acrecentar el racismo contra los asiáticos de origen.
Nuestros picos de contagios se producen en rebajas, vacaciones, puentes, "black friday", etc. No son las condiciones exteriores, sino las que nosotros creamos. La velocidad del contagio depende de nuestras reuniones, viajes y demás; son aspectos sociales porque esto no es una enfermedad no contagiosa, como pueda serlo el cáncer; es una enfermedad que pasa de unos a otros, una pandemia.
Si las medidas que se toman solo sirven para desplazar el ocio nocturno al botellón, de las aulas a los toboganes y de las discotecas a los pisos turísticos alquilados para fiestas, la verdad es que servirán de poco. Por eso la conciencia debe ir acompañada de sentido de la responsabilidad.
Vivimos
en una sociedad del capricho, donde la economía se basa en el deseo, donde no
se nos educa en la continencia o el ahorro sino en los valores contrarios, en
la excitación y el gasto. Los políticos han pensado que podrían aguantar
bajando un poco el ritmo, esperando la llegada de unas vacunas, que iban a ser
como chalecos antibalas frente a los coronavirus. No es así.
La
expansión mundial y las diferencias entre países han creados unos flujos que no se esperaban. Las vacunas lo iban a resolverlo todo, pero no es así. Es como un comienzo
continuo con las distintas variantes y con su pérdida de eficacia pasado un
tiempo. Los políticos prefirieron vender la "inmunidad" y que todo se
acabaría tras unos pinchazos. Sabemos que no es así.
Volvamos
al principio: sin una conciencia preventiva hay poco que hacer. El virus solo
desaparecerá si nos controlamos. Para controlarlo, nosotros debemos
controlarnos primero. Somos el "medio" del virus.
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