martes, 16 de noviembre de 2021

Aquelarres y pijamas o sí hace falta otra política

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)



La política española sigue dando muestras de deterioro. Cuando muchos países y personas luchan por tener unas mayores y mejores libertades, nuestros políticos dan patadas a libertades a principios mostrando que la intransigencia ciega puede ser un medio de conseguir votos, pero también de reducir el interés social por la participación en lo público, que debería ser un objetivo común. Sin embargo, las malas maneras sin límites son el camino elegido la gran mayoría de las veces como lo más fácil (no dan más de sí) y lo más frecuente (no se desperdicia un momento para demostrarlo).

Lo que motiva estas palabras es la forma que han adquirido las descalificaciones vertidas contra un grupo de mujeres que se han presentado en Valencia bajo un rótulo, "Otras políticas", una forma de jugar con las dobles lecturas, la del género (las mujeres) y las de otra visión de la política. Esta democracia de titulares que tenemos, es decir, la lucha constante por estar en la primera plana de los periódicos y en el primer minuto de los telediarios, conlleva la necesidad de la busca atencional, del exabrupto como forma primaria de llamar la atención. Esta vez las respuestas se les han ido de las manos.


Creo que es medianamente claro que la reunión de Valencia es un acto promocional, ya sea de personas o de ideas. No puede haber huecos en la "agenda política" y este tipo de actos que rompen las rutinas llaman la atención. No voy a entrar en las valoraciones en sí del acto, sino —una vez más— en lo que revelan la pérdida de las formas políticas democráticas.

Un esfuerzo por captar la atención tiene como réplica inmediata una línea informativa que la anule y desprestigie. Esta es una democracia de réplicas en la que cualquier iniciativa es desmenuzada, pulverizada por los "portavoces". Estos ninjas de los partidos son buscados con ansia por los medios para establecer unos conflictos que caen en la rutina y en la monotonía del juego infinito del ping-pong informativo. La mirada de la opinión pública es llevada de un lado a otro para escucharlos en sus réplicas analíticas del contrario.

Esto es lo habitual. Sin embargo, esta vez tiene creo que se han pasado las líneas rojas por el hecho de ser mujeres quienes protagonizaban el acto valenciano. El Partido Popular ha descalificado el acto llamándolo "aquelarre", que es "una reunión de brujas" y VOX ha hablado de "fiesta de pijamas". Creo que ambos términos demuestran una visión machista de la política para descalificar el acto y esto no es tolerable.


Por muy partidista y selectivo que haya podido ser el acto, por mucho que no nos guste lo que allí se ha dicho, la descalificación ha ido a lo obvio: son mujeres. ¿Y qué? ¿Y qué que sean mujeres las que se reúnen y hablan? Si quiere criticar algo, critiquen las ideas a ser posible de forma inteligente. Pero la crítica por la crítica, la crítica porque son los otros y hay que realizar un ejercicio de anulación de su imagen pública cada vez que se abre la boca lleva a este auténtico despropósito en la descalificación que, por el contrario, se vuelve esta vez contra quienes los hacen. ¿Y qué si son mujeres?

Se pueden criticar las aspiraciones políticas de algunas, la ausencia de otras (como ha hecho una parte de la prensa) o la propia composición del grupo y su oportunismo. Pero no se puede criticar que sean mujeres porque eso va contra muchos principios que deberían estar lo suficientemente asentados a estas alturas.

Ni "brujas" ni "fiestas de pijamas". El derecho a reunirse es incuestionable y no debe ser contestado desde estas perspectivas claramente machistas. Las luchas por la igualdad deberían estar claramente asentadas y no entrar en este juego de retroceso democrático y cultural. Con democracia no me refiero aquí al juego político, que cada vez lo es menos en un sentido noble; me refiero, por el contrario, al juego del respeto y del establecimiento de puntos comunes. La democracia no puede ser una guerra de divisiones constantes y menos ahora por sexos.


Los medios nos han mostrado estos días la meritoria labor de un árbitro de las categorías infantiles empeñado en que los jugadores y el público se respeten entre ellos, que comprendan que el sentido del deporte no es pelearse sino disfrutar juntos. Creo que es un ejemplo de una forma de ver el mundo que deberíamos asumir y exigir.

Frente a esta forma de ver el mundo, están los que creen en los conflictos como energía y en el insulto como su manifestación constante. Esto erosiona las instituciones y las mentes. Nada se respeta y el respeto es claramente un valor democrático. Los medios se dejan arrastrar cada vez más por la polarización que los partidos provocan y eso no es bueno.

Cada vez se están politizando, en el peor sentido de la palabra, las cuestiones de género que, insisto, deberían ser para todos un elemento ganado a nuestra cultura machista pasada. La igualdad de derechos y la participación de las mujeres en la vida política, al igual que en cualquier otra esfera, no deberían estar en entredicho ni ser descalificadas por ser mujeres. Cuanta más unidad haya en ello, será mejor para la sociedad española en su conjunto. Manipular en uno u otro sentido la igualdad de derechos o el simple hecho de ser mujer u hombre es un error que nos hace retroceder a todos. Los resultados los vemos cada día: el negacionismo de la violencia de género, las percepciones erróneas de muchos jóvenes sobre las relaciones afectivas, el aumento de asesinatos y violaciones, etc.

El mensaje del "aquelarre" y "los pijamas" es denigrante y peligroso. A las "brujas" se las quema. Los medios lo repiten de forma entrecomillada y no se ve muchas crítica al principio que rige estas descripciones. Todo empieza en las palabras y no se sabe cómo acaba.

Me da igual el mensaje de "las otras políticas", puedo estar de acuerdo o no estarlo. Pero sí me preocupa la necesidad urgente de "otra forma de hacer política", la necesidad de "otros políticos" que hagan de la sensatez su ruta. No es aceptable que quienes están en la vida pública se manifiesten de esta manera. Hay formas de hacer crítica, pero esto ha sido erosión de valores.


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