Joaquín Mª Aguirre (UCM)
La
página de RTVE.es introduce en su más llamativo titular el concepto de
"ecoansiedad" y precisa antes de comenzar el texto sobre que esto
afecta principalmente a los jóvenes, que viven en un sinvivir, por decirlo así.
"Un 84% de los jóvenes están preocupados por el calentamiento
global", nos explican
para que nos vayamos haciendo a la idea. No son cifras bajas precisamente y hay
que sumarlas a muchas otras que reflejan este tipo de problemas en la juventud,
de las tasas de abandono y fracaso escolares a esta preocupación angustiosa por
el futuro pasando por las cifras de alcoholismo que veíamos hace unos días a
cuenta de los botellones y demás.
El otro
día le dedicamos este espacio a lo que llamamos el "apocalipsis
carencial", es decir, el miedo que nos meten en el cuerpo cada día sobre
lo que nos va a faltar. Hoy, por ejemplo, se eleva a miedo universal la orden
del gobierno chino para que guarden alimentos. Las voces oficiales hablan de
hacer reservas por si hay nuevas restricciones por los brotes detectados, pero
no hay que perder la ocasión de especular con cualquier desastre posible, tal
como hacen con lo del "apagón austriaco", otro mal en el horizonte
próximo, si hemos de creer a los austriacos. Los ejemplos podrían
multiplicarse. Pero lo de la ecoansiedad tiene unos efectos más profundos.
Nos dice en el artículo, firmado por Álvaro Caballero:
Vivir con la consciencia de que, si no actuamos
urgentemente para remediarlo, el mundo será peor a cada año que pase por culpa
del cambio climático. Así es el día a día para quien sufre ansiedad climática o
ecoansiedad, un problema de salud mental cada vez más común entre los jóvenes,
los que más sufrirán los efectos del calentamiento global.
"Para mí es un sentimiento de angustia
en general que te puede paralizar. Te lleva a no ser capaz de imaginar tu
propio futuro". Naiara Fernández tiene 23 años y es activista climática.
Sufre ecoansiedad, una "incertidumbre muy grande" por el porvenir
climático, que se suma a la "sucesión de crisis" que viven los
jóvenes, como el paro o el acceso a la vivienda, relata a RTVE.es.
El testimonio de Fernández es solo uno de los
miles que se repiten por todo el mundo a medida que los efectos del
calentamiento global se hacen más evidentes en la vida cotidiana. Según un
reciente estudio previsto para publicación en la revista Lancet Planetary
Health, con entrevistas a más de 10.000 jóvenes de 10 países, un 84% están
preocupados por el cambio climático. Un 45% asegura que esta crisis afecta a su
día a día y cuatro de cada diez llega hasta el punto de dudar si tener hijos
ante el futuro que les pueda esperar.*
¿No hay
forma de crear una sensibilización ante los problemas futuros sin recurrir a
esta angustia que producirá estrés crónico pasado cierto tiempo? ¿No hay otra
forma de concienciar de los problemas que, como decíamos el otro día, el
apocalipsis? Lo digo porque seguro que la hay sin necesidad de que acabemos
todos encerrados antes del apocalipsis por efecto de esta ecoansiedad que no
por llevar eco delante deja de ser un
estado de ansiedad.
Hemos
de comprender, además, que esa preocupación juvenil por quedarse sin planeta es
solo una parte de los tipos de ansiedad que se padecen, como la ansiedad
laboral tanto por no tener trabajo como por tener un trabajo de explotación constante
y mal pagado, precario las más de las veces sin ir más lejos. Hay una ansiedad
educativa como la que viven en determinados países —Japón es un ejemplo—, donde
estudiar es una enorme presión que lleva a suicidios y demás enfermedades
derivadas de la presión. En Japón y en China se han puesto en marchas
movimientos de rechazo para combatir este estrés escolar. La gente que trabaja
en el mundo académico ha forjado su propia ansiedad, absolutamente estresante, por
la exigencia permanente de competencia, de publicar en unos lugares, de
intentar sobrevivir entre escenario negro en que se ha convertido la educación.
Este estrés acaba pasándose a los alumnos y el de los alumnos a los profesores
creando climas explosivos en el día a día de la convivencia.
Decir
que estamos en un estado de ansiedad por el cambio climático es
quedarse cortos. Estamos en un sistema que produce ansiedad, por no decir
angustia vital, que era como se calificaba. Puede que antes de destruir el
mundo nos hayamos destruido a nosotros mismos como resultado de todos esos
procesos deshumanizados en los que vivimos, de aumento de la pobreza, del mal
reparto de la riqueza y de aquello que nos permitiría vivir de forma más
armónica.
No crea que quiero meterle más presión en cuanto a esa ecoansiedad; lo que le digo es que los problemas ecológicos deben tener soluciones ecológicas y políticas, pero que hay otros problemas —los humanos, demasiado humanos— que requieren de otros tipos de esfuerzos y enfoques para solucionarse.
Poder mantener limpio y sano
el planeta mientras vivimos en el fango humano, lleno de inmundicia y tensiones
no es la mejor solución. La ansiedad consume mucha energía, es destructiva. Habría que emplear métodos distintos, formas positivas de dirigir hacia los fines loables sin crear estas formas de ansiedad que se suman a las ya existentes. ¿Estamos condenados a vivir bajo la destructiva ansiedad por una causa u otra? Parece que hacemos todo lo posible para que sea así.
* Álvaro
Caballero "Vivir con ecoansiedad:"Te paraliza no poder imaginar tu
propio futuro"" RTVE.es 2/11/2021
https://www.rtve.es/noticias/20211102/ecoansiedad-imposibilidad-imaginar-futuro-cambio-climatico/2210020.shtml
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