miércoles, 3 de noviembre de 2021

Ecoansiedad o algo que salvar

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)


La página de RTVE.es introduce en su más llamativo titular el concepto de "ecoansiedad" y precisa antes de comenzar el texto sobre que esto afecta principalmente a los jóvenes, que viven en un sinvivir, por decirlo así. "Un 84% de los jóvenes están preocupados por el calentamiento global", nos explican para que nos vayamos haciendo a la idea. No son cifras bajas precisamente y hay que sumarlas a muchas otras que reflejan este tipo de problemas en la juventud, de las tasas de abandono y fracaso escolares a esta preocupación angustiosa por el futuro pasando por las cifras de alcoholismo que veíamos hace unos días a cuenta de los botellones y demás.

El otro día le dedicamos este espacio a lo que llamamos el "apocalipsis carencial", es decir, el miedo que nos meten en el cuerpo cada día sobre lo que nos va a faltar. Hoy, por ejemplo, se eleva a miedo universal la orden del gobierno chino para que guarden alimentos. Las voces oficiales hablan de hacer reservas por si hay nuevas restricciones por los brotes detectados, pero no hay que perder la ocasión de especular con cualquier desastre posible, tal como hacen con lo del "apagón austriaco", otro mal en el horizonte próximo, si hemos de creer a los austriacos. Los ejemplos podrían multiplicarse. Pero lo de la ecoansiedad tiene unos efectos más profundos.


Nos dice en el artículo, firmado por Álvaro Caballero: 

Vivir con la consciencia de que, si no actuamos urgentemente para remediarlo, el mundo será peor a cada año que pase por culpa del cambio climático. Así es el día a día para quien sufre ansiedad climática o ecoansiedad, un problema de salud mental cada vez más común entre los jóvenes, los que más sufrirán los efectos del calentamiento global.

"Para mí es un sentimiento de angustia en general que te puede paralizar. Te lleva a no ser capaz de imaginar tu propio futuro". Naiara Fernández tiene 23 años y es activista climática. Sufre ecoansiedad, una "incertidumbre muy grande" por el porvenir climático, que se suma a la "sucesión de crisis" que viven los jóvenes, como el paro o el acceso a la vivienda, relata a RTVE.es.

El testimonio de Fernández es solo uno de los miles que se repiten por todo el mundo a medida que los efectos del calentamiento global se hacen más evidentes en la vida cotidiana. Según un reciente estudio previsto para publicación en la revista Lancet Planetary Health, con entrevistas a más de 10.000 jóvenes de 10 países, un 84% están preocupados por el cambio climático. Un 45% asegura que esta crisis afecta a su día a día y cuatro de cada diez llega hasta el punto de dudar si tener hijos ante el futuro que les pueda esperar.*

 


¿No hay forma de crear una sensibilización ante los problemas futuros sin recurrir a esta angustia que producirá estrés crónico pasado cierto tiempo? ¿No hay otra forma de concienciar de los problemas que, como decíamos el otro día, el apocalipsis? Lo digo porque seguro que la hay sin necesidad de que acabemos todos encerrados antes del apocalipsis por efecto de esta ecoansiedad que no por llevar eco delante deja de ser un estado de ansiedad.

Hemos de comprender, además, que esa preocupación juvenil por quedarse sin planeta es solo una parte de los tipos de ansiedad que se padecen, como la ansiedad laboral tanto por no tener trabajo como por tener un trabajo de explotación constante y mal pagado, precario las más de las veces sin ir más lejos. Hay una ansiedad educativa como la que viven en determinados países —Japón es un ejemplo—, donde estudiar es una enorme presión que lleva a suicidios y demás enfermedades derivadas de la presión. En Japón y en China se han puesto en marchas movimientos de rechazo para combatir este estrés escolar. La gente que trabaja en el mundo académico ha forjado su propia ansiedad, absolutamente estresante, por la exigencia permanente de competencia, de publicar en unos lugares, de intentar sobrevivir entre escenario negro en que se ha convertido la educación. Este estrés acaba pasándose a los alumnos y el de los alumnos a los profesores creando climas explosivos en el día a día de la convivencia.


Decir que estamos en un estado de ansiedad por el cambio climático es quedarse cortos. Estamos en un sistema que produce ansiedad, por no decir angustia vital, que era como se calificaba. Puede que antes de destruir el mundo nos hayamos destruido a nosotros mismos como resultado de todos esos procesos deshumanizados en los que vivimos, de aumento de la pobreza, del mal reparto de la riqueza y de aquello que nos permitiría vivir de forma más armónica.

No crea que quiero meterle más presión en cuanto a esa ecoansiedad; lo que le digo es que los problemas ecológicos deben tener soluciones ecológicas y políticas, pero que hay otros problemas —los humanos, demasiado humanos— que requieren de otros tipos de esfuerzos y enfoques para solucionarse. 

Poder mantener limpio y sano el planeta mientras vivimos en el fango humano, lleno de inmundicia y tensiones no es la mejor solución. La ansiedad consume mucha energía, es destructiva. Habría que emplear métodos distintos, formas positivas de dirigir hacia los fines loables sin crear estas formas de ansiedad que se suman a las ya existentes. ¿Estamos condenados a vivir bajo la destructiva ansiedad por una causa u otra? Parece que hacemos todo lo posible para que sea así.

 


* Álvaro Caballero "Vivir con ecoansiedad:"Te paraliza no poder imaginar tu propio futuro"" RTVE.es 2/11/2021 https://www.rtve.es/noticias/20211102/ecoansiedad-imposibilidad-imaginar-futuro-cambio-climatico/2210020.shtml

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