Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Hoy se
celebra el Día de las Librerías, el punto final de salida del libro,
todo un proceso que va de la idea que alguien tiene a las manos de unos
lectores que lo reciben. En medio, todo un complejo mundo que se fue fraguando
en su forma final para dar lugar a la llamada "sociedad lectora".
Tratar
el libro como otro producto más dentro de un sistema de mercado es uno de los
grandes errores que cometen muchos que no entienden el papel vertebrador que el
conocimiento tiene en una sociedad. Los objetos, espacios y prácticas lectores
forman un sistema en su conjunto que es el que toma forma específica en cada
sociedad según los niveles de circulación y absorción de los conocimientos.
Hoy el
libro "compite" con muchas otras formas portadoras de información que
es en realidad su función. La circulación nos permite compartir; el libro es una
forma de empaquetar esa información. Pero no es una manera neutral; los
dispositivos estructuran nuestras mentes porque permiten diferentes formas de
organización y acceso. Un libro y ebook pueden contener la misma información
—el mismo texto— pero permiten distintas prácticas lectoras. No es lo mismo
llevar un libro en la mochila, que llevar 10.000 libros en un ebook, cargado de
enciclopedias, diccionarios, conexiones wifi, sistemas de traducción online, edición de notas, etc.
El
libro tiene su propia historia de cambios y de formas de circular, de
transmitirse incluso generacionalmente. Los libros, al ser valiosos, se
consignaban en los informes notariales en los casos de fallecimiento. Los
libros eran pocos y se transmitían como un tesoro de generación en generación.
Su introducción social fue un gran hito porque la población (hablamos de
Occidente) comenzó a ser alfabetizada hace poco más de dos siglos en los países
más ricos. Aprender a leer era un requisito esencial, aunque la lectura en
grupo era una práctica bastante habitual en las familias en las que los libros
se introducían.
Las
librerías también tienen sus fechas de aparición ya que muchos libros se
compraban a través de las propias imprentas o de los vendedores ambulantes que
iban por las poblaciones con su carga libresca. Las bibliotecas públicas son
también un invento reciente, pues eran las privadas las que existían. Los que
acumulaban muchos libros, solían ser los nobles y estas bibliotecas eran
privadas.
La
fatiga de todo tipo de pantallas ha contribuido al regreso del libro o, si se
prefiere, al libro. Acostumbrado a plantear todo en términos de mercado, nos
falta un sentido cultural del libro. No me refiero a los contenidos, sino como
señalamos a la relación multidimensional que el libro establece como forma de
vertebración cultural.
Se
habla muchas veces de "muerte", ya sea del libro, de las librerías,
de las editoriales, etc. Pocas veces se hace, en cambio, de los lectores, que
son en realidad quienes mantienen vivos los diferentes negocios que giran
alrededor del mundo del libro con su actividad lectora. Leer no es comprar, es
otra cosa. Si pensamos que la gente "debe leer" para mantener vivas
las industrias que lo producen, comercializan, etc. tenemos una visión muy
pobre de lo que debe ser la cultura y especialmente esta como un legado, como
parte de una formación de la persona conectándola con el mundo actual y con el
pasado valioso. Fue lo que el libro posibilitó al ampliar las perspectivas más
limitadas del mundo oral. Era un dispositivo que gracias a la tecnología de la
imprenta podía extender el conocimiento a mayor velocidad y a más gente. El
libro y sus impulsos ha tenido que ver con los grandes cambios en la ciencia,
en la política o simplemente alfabetizando el mundo permitiendo salir de mundos
pequeños a través del conocimiento y la imaginación. Ya solo por activar esas
dos dimensiones, el libro permitía esa soledad creativa de la lectura frente a
la participación grupal de lo oral.
Sí, el
libro es algo más que una industria o un hábito. La crisis del libro es, por
ello, una crisis diferente a otras. Las bibliotecas y las librerías son los
muestrarios de la diversidad cultural, de aquello a lo que se puede acceder. La
creación de grandes empresas editoras ha supuesto una enorme presión sobre las
librerías, condicionando muchas veces sus fondos y anulando los "libros
antiguos" en favor de "lo último". Esta percepción de la
caducidad de los libros es uno de los grandes errores cometidos por la versión
industrial de producción. El libro es, desde su origen, una forma de
preservación de los contenidos. Las librerías de fondo aseguraban la presencia
de libros a la espera de ese encuentro con sus lectores. Es muy diferente poder
pasar una tarde en una librería revisando sus estantes a la busca de libros que
ir a una librería donde se va directamente a por el libro promocionado del
momento y donde vamos a encontrar el mismo libro llenando estantes, el libro de
moda.
La
librería se ha readaptado para poder recuperar esa diversidad y lo ha hecho
aprovechando la tecnología, básicamente ofrecer sus "estantes
virtuales" para compensar la reducción de sus espacios. Se ha transformado
en un espacio de actividades alrededor del libro y la lectura. Con esto se
refuerza el sentido de comunidad de los lectores, que tienen la oportunidad de
encontrarse en actividades como presentaciones, debates o clubes de lectura. La
librería debe recobrar su sentido amplio y abandonar esa función de mera
terminal de venta del libro del momento. Pero la presión de las grandes
editoriales mucha.
La
aparición de pequeñas editoriales, creativas, que dan salida a otro tipo de obras,
más allá del libro diseñado para venta masiva y a ser olvidado hasta la salida
del próximo best-seller, contribuyen a que la librería sea un lugar atractivo,
interesante, donde encontrarse con lo inesperado que nos atraiga y no el lugar
previsible donde vamos a encontrar lo mismo que en otras. Esta situación
clónica de las librerías, de ofrecer todas lo mismo, es la que ha llevado a
muchas a la especialización como forma diferencial.
La pandemia ha afectado a muchos sectores, pero parece que ha favorecido al libro y las librerías al crear ese escenario imaginativo y solitario que requiere la lectura.
En RTVE.es se nos habla del repunte de las librerías con la pandemia:
En 2020, las librerías prácticamente
enjugaron tres meses de cierre con la subida de ventas de los meses
posteriores. Los hábitos de lectura han crecido durante la pandemia y las
librerías, principal punto de venta de los libros, han aumentado su volumen de
ventas. Frente a la mayor dificultad de otras industrias culturales, la
fortaleza del libro físico también sale indemne de una las coyunturas más
difíciles del siglo y las librerías celebran su día el 11 de noviembre con una
jornada de descuentos y actividades que celebra el papel cultural del papel.
“En 2021 ha seguido un crecimiento
importantísimo en la venta las librerías. Tenemos una relación muy positiva,
estamos en números muy buenos”, resume Álvaro Manso, portavoz de la
Confederación Española de Gremios y Asociaciones de Libreros (Cegal). Las
cifras, que Cegal puede monitorizar prácticamente en tiempo real a través de su
herramienta de big data Librired, indican que el crecimiento durante lo que va
de 2021 es del 13%. Y, con la campaña de Navidad a las puertas, la previsión es
que el año finalice con una subida del 15%.
Son
buenas noticias, pero hay que tener en cuenta que obedecen a motivos
circunstanciales. ¿Seguirá así cuando cambie la situación? Se sigue hablando,
desde una óptica conductista, de "hábitos de lectura", un término que
nunca me ha gustado porque creo que mecanicista y rutinario. Creo que es más
apropiado hablar de ilusión por la lectura, que es el sentido de que existe un
mundo por descubrir más allá de lo que se nos mete por los ojos cada día, que
existe una formación estética, una curiosidad intelectual, término que no se
usa apenas pero que nos remite a lo básico, la lectura como una forma de sentir
el placer del intelecto, la belleza de palabras e ideas, las revelaciones tras
las puertas que nos abren.
Lo he repetido en muchos lugares, en muchas páginas: educamos cada vez peor. La pérdida del interés es creciente y por cada lector que se gana se pierden cien. Hace unos días, entró una alumna en clase. Llevaba un libro. Era "Así habló Zaratustra". Le pregunté en qué asignatura le pedían leerlo. Me contestó que lo leía porque le apetecía. Me alegró el día.
La
enseñanza es el espacio del que se debe salir con esa curiosidad intelectual,
con una "voluntad de saber" y una "voluntad de placer
lector", por usar términos de Nietzsche. Necesitamos lectores activos, no
zombis lectores. Pero no es fácil entender esto entre tanta visión comercial o de un sistema educativo cada vez más rutinario, egocentrista y con menos visión social cultural.
¿Cuántas
páginas dedicamos al ocio nocturno y cuántas a ese ocio necesario del placer de
alimentar la imaginación y el intelecto? Esto lo dice todo.
*
Esteban Ramón "La segunda vida de las librerías tras la pandemia"
RTVE.es 11/11/2021
https://www.rtve.es/noticias/20211111/dia-librerias-2021/2221381.shtml
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