domingo, 31 de octubre de 2021

Desinformación o cómo manipular selectivamente

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)



No sé si le va a servir de mucho a Mark Zuckerberg el cambio de nombre de Facebook a Meta, cuya finalidad —señalada por todo el mundo— no es más que una maniobra de tinta de calamar, un intento de salir corriendo hacia el futuro dejando el oscuro pasado empantanado.

Facebook va por barrios y en cada lugar los analistas y denunciantes han observado que el comportamiento de la empresa no ha sido el mismo dependiendo de los gastos que generara o, peor todavía, con maniobras que pudieran ser interesadas, aunque esto es más complicado de demostrar.

The Washington Post publica un artículo titulado "Misinformation online is bad in English. But it’s far worse in Spanish". Lo firma Stephanie Valencia, la fundadora de dos grupos de investigación —Equis Research y Equis Labs— dedicados al estudio del voto hispano en los Estados Unidos, una antigua miembro de las campañas de Obama y su administración. La tesis central de su artículo ya está enunciada en el mismo título: Facebook ha destinado recursos a combatir la desinformación, pero básicamente en lengua inglesa, dejando que la desinformación circulara entre las comunidades hispano hablantes.

En la parte final se acusa de algo más: 

The platforms don’t handle false information in English and in other languages in the same way. Social media companies haven’t just underestimated what they were up against. They have decided to let their algorithms promote hate and misinformation because division leads to more clicks, traffic and profit. At the bare minimum, the platforms need to make the investment to take the same actions on Spanish content as they do for English. They have consciously chosen not to direct resources to address these problems. Just look at how effectively YouTube identifies and quickly removes content for copyright infringements to protect profits.*


 Este hecho de la consciencia de los efectos negativos de la desinformación para las comunidades, pero rentabilidad de la empresa implica muchas cosas y no solo para las empresas de Zuckerberg. Significa que el odio es rentable, que la confrontación produce beneficios a terceros y políticamente que estás estableciendo una forma de racismo creando las peores condiciones para las comunidades. De esto nos habla Valencia, por ejemplo, cuando señala que de esta forma se han creado brechas entres la comunidad negra y la latina norteamericanas.

La acusación es clara: las inversiones para el control de la desinformación se han hecho para las páginas en inglés dejando las que están en lengua española (y en otras lenguas) en el desamparo informativo. Lo que se cortaba en lengua inglesa tardaba semanas en retirarse en las páginas en español o nuca se retiraba.

De esta manera se establece una forma de estado informativo: la comunidad anglosajona estaba más protegida contra la desinformación que la comunidad hispana en los Estados Unidos y, por la propia dinámica de la lengua, en todos los países de habla hispana.



La pregunta ante esto es obvia. ¿Es "solo" un aspecto "económico"? El artículo se cierra con este párrafo: 

Social media companies hide behind meaningless marketing terms like “connecting” and “community” because their only real goal is higher profits. Lies, hate and even insurrection and deaths are not accidental byproducts of the way these platforms operate — they are the growth strategy. These massive companies have proven they have the ability to disincentivize hate, but they choose instead to profit from stoking fear, anger, teen depression, even violence. And for all the harm Facebook and other companies allow to flourish in English, their handling of Spanish content has been even worse.* 

¿Es una estrategia deliberada de agresión y debilitamiento contra las comunidades no anglófonas? ¿Se va más allá del beneficio económico y se busca el aumento del odio, del enfrentamiento y del desconcierto ante lo que provoca la desinformación? No es fácil de contestar, pero las denuncias de los que se han salido de la empresa de Facebook creen que esta era plenamente consciente de estos efectos. La estrategia era que la comunidad anglo se sintiera protegida por los sistemas de vigilancia y denuncia mientras que la eficacia era muy reducida para la protección de otras comunidades de la vida norteamericana, a la que se deja vivir en el error y la confrontación por la circulación sin restricciones de la desinformación en cualquiera de sus variantes operativas.

El odio, la división, el enfrentamiento tienen unos efectos determinados que más allá de la división política genera beneficios. La creación de miedos, los agravios, los insultos, las disputas, etc. generan más tráfico y, por ello, más beneficios. Hace muchos años, 1998 la edición norteamericana y un año después la española, la lingüista norteamericana Deborah Tannen escribió un libro llamando La cultura de la polémica. Allí se recogen ya los principales principios de los efectos de la polarización social y su rentabilidad informativa, económica y política, pues estas son las tres dimensiones fundamentales de la cuestión. Los medios venden más, se generan beneficios y la división social, la polarización, es rentable para los políticos. Escribe Tannen: «Cuando se hace hincapié en el aspecto conflictivo de un tema determinado, se descuida el elemento informativo y se colabora en la diseminación de rumores falseantes.» (51)** Es una gran verdad que hoy se ve confirmada con el valor de la polémica constante que nos enfrenta y la desinformación reinante, cada vez más intensa y que ahora se ha visto denunciada en aquellos que no hacen nada por frenarla. 


En 1998, se estaba produciendo la gran expansión de Internet. La realidad de hoy se ve retratada en las intuiciones de Tannen sobre lo que ahora existe. El crecimiento de estas prácticas, convertidas en el ABC, de la política y de las empresas de redes han reducido la información en su carácter de descripción de la realidad, por muy subjetiva que sea, a una manipulación por parte de las fuentes sociales, que se han convertido en una fuente alternativa mayoritaria. Las nuevas generaciones apenas se informan por las fuentes tradicionales sino que se les han creado canales específicos para la propagación de rumores, bulos y mentiras. Ese es el origen de los "fact checks", necesarios para filtrar la información circulante, cada vez más intoxicada. El artículo de Stephanie Valencia parte de este hecho y de la protección solo de un sector, el anglohablante, por parte de Facebook.



Escribe S. valencia en su artículo del TWP: «A Senate hearing on Spanish-language disinformation specifically is likely.»* Esperemos a ese momento para saber hasta dónde llegan las investigaciones y responsabilidades. No sé si su nueva "realidad virtual" va a ser suficiente para Zuckerberg,

El hecho de que las filtraciones y declaraciones de los que han abandonado la empresa de Zuckerberg señalen que esta era perfectamente consciente de estos hechos y de que los rentabilizó da la razón a Tannen y a los otros muchos críticos que han ido denunciado que la crispación es un negocio y que esta se alcanza con la desinformación.


El mundo virtual es cada vez más "real", en un sentido doble: vivimos más en él y aceptamos antes lo que de él nos llega. La atomización de las fuentes, la creación de perfiles personalizados para la información, la facilidad de transmisión, la falta de sentido crítico y de una educación mediática y, sobre todo, la falta de escrúpulos por parte de la política, muchos medios y el mundo empresarial no han hecho más que agravar esta situación, cuyo crecimiento es muy peligroso a la vista del papel que las mentiras y desinformaciones juegan en nuestras democracias, atacadas por la aparición de movimientos populistas y radicales que fuerzan, a su vez, a la radicalización de los moderados para no perder poder. Lo ocurrido en los Estados Unidos con la llegada de Trump y la dificultad para alejarse de este modelo es un ejemplo claro que vemos hoy repartido por todo el mundo.

Esto no es inocente ni inocuo. Es el poder de desinformar, de dirigir y manipular a la opinión pública para conseguir fines de rentabilidad en términos políticos, económicos o ambos. El gran problema es que son muchos los que se benefician y muchos a los que no les importa porque refuerza sus opiniones. A los radicales no les interesa estar bien informados. Y cada vez son más.

 


* Stephanie Valencia "Misinformation online is bad in English. But it’s far worse in Spanish" The Washington Post 28/10/2021 https://www.washingtonpost.com/outlook/2021/10/28/misinformation-spanish-facebook-social-media/

** TANNEN, Deborah (1999). La cultura de la polémica. Paidós, Barcelona.

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