Joaquín Mª Aguirre (UCM)
No entiendo muy bien porqué, cuando se habla de "normalidad" solo se muestran discotecas, barras de bar y gente revuelta. ¿Es así su "normalidad"? Mi "normalidad", desde luego, no. Es otra se relaciona con el trabajo, ya sea en la Facultad o en casa, se relaciona con ir al cine o de compras al supermercado. Sin embargo, no es esto la normalidad a la que nos empujan (literalmente y cada vez de forma más descarada) los medios de información, empeñados en que solo es "normal" el que bebe en las calles —no ha normalidad sin beber, del cafetito al botellón, pasando por el ocio de interiores—. De la misma forma, los medios televisivos españoles dedican más tiempo al tiempo, al atmosférico, que ninguna otra cadena de otros países que conozca. Parece que lo único que nos interesa a los españoles es el tiempo de puentes y fines de semana, el estado de ocupación de nuestras carreteras en las múltiples "operaciones salida" en las que jóvenes informadores nos muestran el panorama desde un puente (no confundir con la obra de Arthur Miller). El panorama no es otro que flujo de tráfico que pasa por debajo rumbo a algún lugar donde realizar es ocio revuelto que parece ser nuestra "normalidad". En este sentido, me siento cada vez, más distanciado de esta forma de "normalidad" hacia la que se nos empuja o nos empujamos nosotros mismo, que no voy a discutir con ello.
El
virus es una cuestión personal, un mano a mano entre coronavirus y ocio a ver
quién puede más. Aquí no rebajamos los contagios por salud, sino por ocupación
hotelera, salir de puente y acoger turistas. Las relaciones internacionales se
han reducido a saber quién deja salir o entrar a quién, a durante cuánto tiempo
se establecen las cuarentenas y lo que se te exija para entrar, ya sean test,
vacunas o una declaración de que, palabrita del Niño Jesús, lo harás algún día.
Tenemos
un serio problema con los británicos. No, no me refiero a Gibraltar; me refiero
a que sus contagios están disparados y eso tiene dos consecuencias, que es un
problema si vienen y que es un problema si no vienen. Cada problema es
distinto, pero eso no quita para que lo sean. El diario ABC nos dice:
La esperada llegada de turistas británicos a
Benidorm puede haber disparado los contagios de coronavirus en el destino por
excelencia de la Costa Blanca alicantina, que quintuplica ya la incidencia
media del conjunto de España, con 215 casos de Covid-19 por cada 100.000
habitantes, de acuerdo con los últimos datos difundidos por el Ministerio de
Sanidad.
Al mismo tiempo, en el Reino Unido la
pandemia del coronavirus está desbocada con 40.000 casos diarios y una tasa de
861 positivos, la más alta de toda Europa.
Desde el pasado 4 de octubre, el Gobierno de
Boris Johnson relajó las medidas de control para el tránsito de viajeros entre
su país y España, al dejar de considerarlo destino rojo, y las cifras de
llegadas a Benidorm desde este mercado clave para su economía reflejan la nueva
situación.
Según las últimas estadísticas difundidas por
la patronal hotelera Hosbec, el turismo inglés ha crecido y tras el puente
festivo del Pilar representa ya un 22% del total de ocupación, lo que supone su
mejor registro de toda la temporada estival este año.
A ver
si lo hemos entendido: la normalidad de Benidorm es diferente al resto de
España porque la llegada de los británicos, tirando a contagiados y
contagiosos, ha disparado la media. Antes, los británicos venían porque
nuestras cifras eran altísimas, tan altas como las suyas ahora, así que era como
estar en casa pero con sol.
Boris
Johnson lleva el camino de Bolsonaro en Brasil, que le lleven a los tribunales
acusado de crímenes contra la salud pública. Pero eso no le va a hacer
peinarse. El desastre británico viene de un mal entendido sentido anglosajón de
la libertad que ríete tú del individualismo latino, también dejado como
herencia a los norteamericanos. Son muchos millones de contagiados en los
Estados Unidos y muchos muertos, más lo que quedan por seguir el mismo camino.
Pese a tener las cifras más altas de Europa, Johnson y los suyos no exigen las
mascarillas y viven una normalidad que exportan colonialmente a Benidorm y
otros destinos playeros.
Ahora,
la preocupación es mucho mayor porque entre los británicos ha vuelto a aparecer
otra variante de la Delta, que ya fue la que batió récords de contagios. Es lo
que supone tener 40.000 nuevos contagiados diarios, cifra escandalosa donde las
haya en otro país rico, lo que hace que uno se pregunte "qué significa ser
rico", teniendo en cuenta las tonterías que cometen en Estados Unidos,
Reino Unido o Brasil, entre otros. Yo creo que habría que cambiar la expresión
a "país de ricos", ya que son los intereses de unos pocos los que
priman sobre cómo ver la pandemia, sus efectos y las medidas que hay que tomar.
Yo creo
que al virus se sobrevive con una combinación entre prevención y Ciencia, entre
medidas de cuidado y vacunas eficaces. Pero a lo que no se sobrevive es a esta
"normalidad" zafia y chiringuitera
que nos come y nos deforma. No me identifico con esta "normalidad"
reflejada en nuestras pantallas. Creo que hay otras formas de identificación,
otra normalidad, por más que esta sea
cada vez más vulgar y peligrosa. Que tengamos todos que ajustarnos a este
sistema de puentes, festivos y vacaciones, a no poner trabas a los que llegan a
colonizar playas y hoteles porque son nuestro sustento, desata mi deseo de ser anormal, algo que poco a poco y con
carácter estadístico voy consiguiendo. No, no me gusta esta extraña normalidad
que ya ni siquiera es salud, que se centra en el consumo, que es cada vez más
rancio, culturalmente hablando.
No sé
si decirles a las televisiones que su ideal de normalidad, ejemplificada en
terrazas y saraos nocturnos, de verano continuo, está creando un enorme
estereotipo de lo español en los que muchos no nos reconocemos. Dará igual
porque habrá otros muchos —muchos más— que han hecho de este sarao interior
continuo una forma de vida.
Las preguntas siguen en el aire: ¿debemos aceptar a los británicos, sin más; debemos cercar Benidorm para proteger al resto; debemos sumarnos al ocio como forma de economía? No son preguntas baladíes. Hace mucho que no nos preguntan qué país queremos ser. Observarán que no digo "nos preguntamos", ya que es evidente que lo han decidido por nosotros, somos el agua que mueve el molino de la economía del divertimento.
Nos dicen que vamos bajando puestos en la lista de economías competitivas. Tampoco nos importa mucho. Solo a qué hora abren y cierran los chiringuitos, las terracitas y demás hábitats naturales de españoles y turistas. El ayuntamiento de Benidorm, para tranquilizarnos a todos, anuncia que las fiestas patronales (de la patronal) siguen adelante, faltaría más.
* J.L.
Fernández "La vuelta de los británicos a Benidorm dispara el coronavirus
hasta quintuplicar la media española" ABC 22/10/2120
https://www.abc.es/espana/comunidad-valenciana/abci-vuelta-britanicos-benidorm-dispara-coronavirus-hasta-quintuplicar-media-espanola-202110211259_noticia.html
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