Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Las
noticias de la "no guerra" del gobierno se deslizan cada vez más por
la senda del absurdo. Y nunca se había visto unos socios peor avenidos que
estos. Me temo que en los consejos de ministros se acabará imponiendo alguna
variante del "probador de café" donde algún militante asuma el papel
de aquellos esclavos que probaban la comida de los emperadores por si alguien
trataba de envenenarlos. Así están las cosas.
Nunca
es más patética la política que en estas circunstancias en la que la guerra es
negada y se reciben las puñaladas traperas con una dolorida sonrisa, más propia
del Joker que de una foto de familia. ¡Pa-ta-ta! dice el PSOE mientras llama a
Urgencias para evitar desangrarse en público.
La
guerra de las palabras tiene dos claros niveles. El primero es el de las
reinterpretaciones o sustituciones. El ejemplo estrella es el conflicto
"derogar/modernizar", que revelan el furor dadaísta de los de Podemos y el reformismo futurista de
los socialistas. Para los primeros, todo lo que no sea pasar el pasado por el
fuego purificador es traición; para los segundos, las abandona la revolución,
todo se basa en el cambio gradual para evitar sustos, huidas, espantos de todo
un mundo complicado. Convertir a la ministra Calviño en la "aliada de la
patronal", como la han acusado desde Podemos forma parte de esta retórica
explícita que caracteriza a este tipo de partidos populistas surgidos con
vocación jacobina de horca y guillotina. El PSOE, por el contrario, es heredero
—para bien o para mal— de su pasado y a él apela Sánchez cuando hace discursos
sobre su participación histórica en las transformaciones en España.
Es el enfrentamiento verbal y de mentalidades entre un grupo (partido les suena burgués) sin pasado, peor para el que el pasado es lo que hay que borrar en el presente; y un partido que no puede renegar de él y ha ido adaptándose al presente. Que el PSOE tenga a Podemos como compañero de viaje es un desafortunado destino para ellos, ya que no tienen sentido de las medias tintas sino del "sí o sí" porque lo demás es traición.
La
segunda parte de la guerra de las palabras es la falta de diplomacia. La
diplomacia no solo es actuar, sino comportarse. Podemos está haciendo cosas con
sus socios de gobiernos como si estos fueran la más radical oposición. En
cierto sentido, esto es cierto, puesto que es el PSOE el que no les deja hacer
lo que quieren ante la mirada atónita de la "oposición oficial" que
se ve desplazada por competencia desleal de las críticas al ¿gobierno? De poco
sirve la didáctica que intentan desde el PSOE sobre que el gobierno debe tener
"una voz" (la suya, que es mayoritaria). El juego de Podemos es
precisamente el contrario y de forma descarada. Cuando la ministra Belarre dice
que todo lo bueno lo hacen ellos mientras que el resto del gobierno, el PSOE,
es la fuerza que se opone a las transformaciones en profundidad y en velocidad
no solo comete una incorrección política, una falta de educación, sino que muestra
su vocación dinamitera. Y muestra algo más: su intransigencia genética marcada
por su espíritu visionario y su falta de historia. Solo hay un futuro y es el
suyo.
Estas son las tres líneas de titulares en la cabecera de la web de RTVE en este momento: "La reunión entre PSOE y Unidas Podemos finaliza sin acuerdo sobre la reforma laboral", "El pulso entre Calviño y Díaz por la reforma laboral: dos formas de entender la economía en el seno del Gobierno" y "Podemos pide la dimisión de Batet por "arrebatar" el escaño a Rodríguez "contra la ley"". Otros medios señalan que la "estrategia" del ex diputado Alberto Rodríguez es contratar al abogado de Puigdemont. ¿Cabe mayor despropósito revelador? La jugada es tan perversa como clara. Hasta Alberto Garzón ha tenido que salir a decir que es una "decisión personal". Sí, todo es una decisión personal.
Es difícil pensar que se trata de los socios de gobierno en un país democrático. Condenados a compartir despachos, los insultos se suceden desde los flancos con los de segunda línea, especializados en no tener pelos en la lengua. Son los voceros descarnados, los que se utilizan para lanzar al mercado electoral los mensajes de que ellos son los firmes, los auténticos, el motor del progreso, mientras que el PSOE son sicarios de la "derecha", unos vendidos al poder del dinero, tibios y cobardes.
Lo malo
de este planteamiento es que te obliga a mantener las formas o a romper la
coalición, lo que dejaría al PSOE fuera del gobierno. Con esto, el que "ganaría"
fuerza sería Podemos, que tendría una línea de ataque clara: el PSOE está vendido
a la derecha y ellos son la única alternativa por la izquierda con un objetivo,
cambiarlo todo. Es el único discurso posible cuando no se defiende nada de lo
hecho porque no hay pasado y se está fuera de la continuidad. Todo es malo porque nada es mío.
Sería
difícil entender lo que ocurre si no fuera porque tiene su propia lógica, su
causalidad morbosa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.