jueves, 21 de octubre de 2021

El antieuropeísmo como forma de vida

Joaquín Mª Aguirre (UCM)


Hacer un país antieuropeo en el seno de Europa es un despropósito absoluto. Lo coherente —aunque contraproducente, como estamos viendo— es irse, como Reino Unido. Nadie, es cierto, debe estar en Europa contra su voluntad mayoritaria. En resumen, lo que hacen Polonia y Hungría es absurdo, pero rentable. Es lo que hizo Reino Unido durante mucho tiempo, una estrategia de la zancadilla diaria, de los "pero" continuos y, sobre todo, ir creándose una imagen que les puede resultar beneficiosa interiormente.

La gota que ha colmado el vaso ha sido precisamente la que afecta a la esencia de la Unión. Decidir, como ha hecho el Tribunal Constitucional de Polonia, que las leyes polacas están por encima de las europeas es crearse un falso salvoconducto para hacer lo que se quiera en cualquier momento, pues bastará con acordar una ley contra lo que no guste y después hacer que su obediente Tribunal Constitucional decida que las leyes europeas no afectan a las polacas. De esta forma, el resultado es claro: una Polonia que ni es "unión" ni es "europea".

Pero es también algo más: una forma de desafío nacionalista a lo que ha sido precisamente creado para conseguir los nacionalismos que tanto daño han hecho a Europa y al mundo.

Polonia y Hungría son países "receptores", reciben más que dan. Eso explica porque no quieren actuar unidos, pero sí permanecer en la Unión de forma cada vez más desafiante, lo que forma parte de aquello que hizo que el Reino Unido, por suma de excepciones, se encontrar un día, al despertar, que los números de un referéndum los dejaban fuera del acuerdo europeo, en algo peor que en tierra de nadie, con una mayor dependencia de los Estados Unidos, que tenían a Trump al frente, y hoy metido en extrañas aventuras con australianos y canadienses para mantener un conflicto abierto y creciente con China.



Cada vez que se produce un conflicto interno en Europa, este se traduce en la visibilidad de los límites y del tirón de la Historia pasada en vez de la aspiración a la Historia futuro. Lo que nos ofrecen los casos de estos "insumisos", pero receptores de bienes europeos, es la doble tensión nacionalista. Ese fenómeno es el parón del desarrollo llegados a un punto crítico porque las fuerzas nacionales, en lucha interna entre ellas, trasladan su energía en oponerse a Europa, lo que les produce una rentabilidad interior en un círculo peligroso, un tira y afloja de consecuencias como las ocurridas en Reino Unido, donde la irresponsabilidad conservadora calculó mal y se encontró con que los radicales antieuropeos se salía, con la suya por medio de embustes que hoy han quedado aclarados, con oscuros apoyos que les llegaba de USA (como el mismo Trump) o desde la Rusia de Putin a la que acudía con frecuencia Nigel Farage.

Las manifestaciones europeístas en Polonia muestran claramente que muchos perciben que el riesgo de salida es alto, que el juego es peligroso y puede tener consecuencias catastróficas que los polacos u húngaros percibirán en cuanto que las fronteras se hagan de nuevo visibles, empiecen los aranceles y se restrinja la movilidad, cuando los estudiantes no puedan ir a los programas o se quede fuera de las instituciones, cuando Polonia y Hungría queden desconectados y vayan quedando en manos de los poderes más al este porque no tienen más opción. Es el destino ruso, con el que algunos han jugado y juegan irresponsablemente. Pero lo hace como forma de amenaza sin darse cuenta que el mayor peligro siempre les llega con sonrisas. ¡Qué pronto se olvida la Historia!

El antieuropeísmo parte de una incapacidad interior de los países, que lo utilizan para responsabilizar a Europa de sus problemas y de su incapacidad para salir de ellos. Pero quieren el dinero de la Unión porque han generado una estructuras clientelares que viven de ello.


La gran cuestión es si los países de la Unión Europea se darán cuenta de este problema que surge de la política interior y diseñan una forma de evitarlo. Como países democráticos, las elecciones de cada país determinan su orientación. Hoy la política tiende en todas partes al enfrentamiento rentable, no al diálogo superador de conflictos. España es un claro ejemplo de ello. Afortunadamente, incluso los nacionalistas separatistas aspiran a un reconocimiento exterior europeo de la condición a la que aspiran, futuros estados. Afortunadamente, Europa lo tiene claro. Pasa a ser significativo, en este contexto, el reciente escándalo del dirigente nacionalista catalán de viaje a Moscú para contarle las aspiraciones secesionistas. Viaje inútil, porque los manejos de Putin por allí no han dejado de estar presentes en los informes internacionales.

Europa parece haber llegado a un punto en el que se estanca porque los países no son capaces de avanzar en común, de ir más allá, por lo que se están produciendo estos fenómenos en países con un claro déficit democrático. Las contradicciones entre el poder interno y el reconocimiento de la autoridad europea pasan a la política en ambos niveles.

En RTVE.es leemos:

"Es la primera vez que un tribunal de un Estado miembro declara que los tratados de la UE son incompatibles con la Constitución nacional. Esto tiene graves consecuencias para el pueblo polaco" ha explicado Von der Leyen en su intervención, que ha abierto el debate.

"La sentencia tiene un impacto directo en la protección del poder judicial. Sin tribunales independientes, los ciudadanos tienen menos protección y, en consecuencia, sus derechos están en juego", ha subrayado la presidenta de la Comisión.

"No podemos arriesgar ni arriesgaremos nuestros valores comunes. La Comisión actuará", ha asegurado Von der Leyen.

La presidenta del Ejecutivo comunitario ha enumerado los mecanismos de los que dispone Bruselas: abrir un procedimiento de infracción; aplicar el Artículo 7, con la suspensión del derecho de voto para Polonia; o la congelación de fondos europeos de recuperación. Sin embargo, no ha precisado qué acciones emprenderá, ni un calendario.*

 


Reino Unido se fue. No parece que sea lo que desean polacos y húngaros, pero sus gobiernos quieren presionar y hacer lo que quieran, que es una forma de aislar a sus propios ciudadanos, que dejan de estar protegidos por las leyes comunes y quedan al arbitrio de las locales, manipuladas por poderes poco democráticos, como ocurre con los húngaros.

Lo importante ahora es rechazar los discursos polacos, destinados al consumo interior, y actuar en nombre de los ciudadanos que se ven privados por sus propios gobiernos de sus derechos como europeos. Es el argumento que se ha planteado en el Parlamento Europeo. Estos gobiernos controlan la vida de sus ciudadanos y les lanzan discursos antieuropeos. En vez de contribuir desde sus países a la mejora del conjunto, elevan filtros mediante los cuales solo dejan pasar aquello que les favorece directamente en el control, mientras trazan el diseño autoritario de sus cubículos nacionales. De esta forma mantienen todo el poder, entendido como la manera de no salir del poder. Han hecho del antieuropeísmo su forma de vida, su forma de eliminar las resistencias.

Si la vía polaco-húngara debilita a la Unión, empezarán a salir otros que viven internamente de este enfrentamiento. La prensa ya nos habla de otros continuadores, como del esloveno Janez Jansa. Los intereses en romper la Unión Europea son muchos y repartidos. Hace falta más europeísmo. Pero no será fácil.

 


* "El primer ministro polaco mantiene su pulso en el Europarlamento: "La UE no es un estado"" RTVE.es 19/10/2021 https://www.rtve.es/noticias/20211019/parlamento-europeo-polonia-no-acepta-chantaje-politico-bruselas-von-der-leyen-advierte-actuara/2195041.shtml

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