viernes, 14 de mayo de 2021

No hay turismo sin turistas

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)



Es una obviedad: no hay turismo sin turistas. El gobierno puede reducir la distancia de 1,50 a 1,20 metros por decreto porque controla los colegios, el aula, los maestros y su "publico" es cautivo. Pero el turismo es otra cosa. Ya puedes tener todo preparado y arregladito, pero si no te llega la materia prima, el turista, poco puedes hacer.

La pandemia saca a la luz nuestra extrema dependencia del turismo, es decir, nuestra debilidad, pues depender de otros no es precisamente lo que llamaríamos "fortaleza". Queda muy bien eso de "súper potencia turística", pero en el fondo... Esto es como en la Liga, es mejor depender de uno mismo, que de lo que hagan otros. Y para ganar esta liga se tienen que producir muchas carambolas.

La primera de ella es que el turista va a ver multiplicadas sus ofertas por medio mundo. La crisis del turismo hace que se produzca una oferta competitiva llevada al extremo con una serie de países de nuestro entorno. Luego hay chalados de esos que aprovechan para irse a la India porque están los viajes "tirados", como un señor que nos mostraban hace unos días en un canal de televisión. Luego hay que rescatarlos si salen vivos. Italia, Grecia y muchos lugares de Europa van a ser competitivos.



Todo lo anterior es una mirada en las mejores condiciones, las de la pura competencia. Pero eso es un mundo ideal que, por el contrario, está sujeto a serias restricciones en la realidad.

Leemos hoy en el diario El País:

 

La decisión del Reino Unido de restringir los viajes a España —con cuarentena obligatoria y dos PCR a la vuelta— tiene en vilo al turismo. El sector confiaba en que al menos las islas entrasen en la lista verde británica, pero el pasado viernes todo se desmoronó. La ministra Reyes Maroto trata de espantar los fantasmas e insiste en que los británicos podrán venir de vacaciones. Pero todo depende de que Londres acceda a sacar a España de su lista ámbar, al menos a los territorios que tienen una mejor situación epidemiológica. Preocupa también la recomendación alemana de no viajar. Sin esos dos mercados, peligra la campaña veraniega y, con ella, parte de la recuperación económica.

El turismo español no se puede entender sin los millones de británicos que llegan cada año (18 millones en 2019). Y menos aún si a estos se le suman los que viajan desde Alemania (11 millones). Esta dependencia de los dos grandes caladeros de turistas se ha convertido en una preocupación: por un lado, el Gobierno británico ha dejado a España fuera de la lista de países a los que viajar sin restricciones. Y por otro, Alemania mantiene aún la recomendación de no viajar al exterior. Para complicar un poco más las cosas, las imágenes del desmadre del fin de semana pasado, con fiestas y aglomeraciones en las calles de las principales ciudades de España, no ayudan a que otros países abran el grifo a la llegada de turistas.*

 


Descubrimos con horror que para que el turista entre primero tiene que salir y que para que esto se produzca le tienen que autorizar. Es decir: el primer caso de igualdad de la competencia se viene abajo porque esta ya no se produce con las mismas condiciones, sino en función del estado atribuido al país de destino. A la hora de tomar una decisión sobre dónde pasar sus vacaciones unos británicos tienen que mirar dónde pueden ir, dónde el riesgo es menor y dónde le es menos complicado el regreso. Los medios de cada país no dejan de informar sobre dónde es mejor ir o donde hay peligro.

Las alegrías botelleras del fin del estado de alarma, que han dado la vuelta al mundo, se vuelven contra los celebrantes dionisiacos espantando al personal. Lo único que puede que aumente es el turismo nihilista, el que viene aquí a hacer lo que no puede hacer en su país. Esto genera nuevas imágenes de desmadres y excesos, que aumenta las restricciones, las prohibiciones y hace perder el interés al turismo que busca la tranquilidad, el descanso y la salud.

¡Nuestro gozo en un pozo!



Hay un tercer factor: muchos países, pese a las presiones, van a optar por el turismo local, que también tiene sus derechos en cada país. Todos tienen necesidad de reactivar sus economías y evitar dos cosas: que se gaste el dinero fuera y que se vuelve con el coronavirus en la maleta.

La ingenuidad de la ministra solo es superada por la del presidente del gobierno, que piensa que porque estemos vacunados, el mundo se arregla. La pandemia es "pandemia" porque se ha extendido por todo el mundo y afecta a todos. Un gobierno pensando que España es el ombligo del mundo es un despropósito. La duda es si lo creen realmente o si simplemente tratan de transmitir "sensaciones positivas", "brotes verdes", al personal.

La cuestión —les guste o no, se hayan enterado o no— es que el mundo ha cambiado. No "cambiado por unos meses", sino cambiado a secas. Ya no basta con jugar con palabras como la "nueva normalidad" o la "desescalada". Estamos en otra montaña.



Es preocupante pensar en que nadie se plantea otros escenarios más allá del llanto lastimero y hay muy pocas ideas o voluntades para reorganizar los pedazos y hacer algo nuevo, abrir sectores que han quedado marginados. No marcamos nuestro futuro, sino que lo dejamos en manos de especuladores que se van cuando no les gusta el panorama. Tienen otros lugares con mejores condiciones para ellos, más baratos y con menos trabas.

Se nos han estado marchando de España personas muy valiosas, punteras en muchos campos, porque lo que este país les ofrecía era cero. Hoy están asentados por medio mundo a pleno rendimiento. Nosotros seguimos con un sector, el turístico, que se basa en que nos lleguen 80 millones de turistas que es poco probable que vuelvan de la misma forma que antes lo hacían. Tenemos un país con festivos locales, autonómicos y nacionales para que nadie quede privado de sus fiestas, de sus puentes o de sus "súper puentes" en donde hay que desplazarse, comer, beber y celebrar por el bien de la economía local. Tenemos unos datos oficiales de paro que no descienden nunca porque contratamos y despedimos según los meses de temporada alta o baja. Tenemos una enorme economía sumergida, por encima del 25%, según estimaciones, características de unos sectores de difícil control y fácil tapado. Tenemos un descenso progresivo de los sueldos que limita muchas cosas y crea importantes límites al desarrollo.

Pese a todo esto, los sectores afectados por la falta de visitas, siguen teniendo un enorme peso económico y político. De este último se habla menos y se debería hablar más.

La ministra puede luchar por conseguir liberar a británicos y alemanes. Es un esfuerzo loable, pero la fe ciega que el gobierno tiene en las cosas no es la misma que tienen otros, que puede que no están interesados en que esos ciudadanos a los que tanto cuesta mantener a salvo vengan a enfermar a un país que celebra con pasión reprimida el fin administrativo del estado de alarma.



Los políticos y empresario piensan que la población es como un fluido que se puede dirigir hacia un lugar u otro mediante sutiles (o no tanto) toques. Lo malo es que los políticos y empresario de otros países piensan lo mismo. Ninguno obtiene nada positivo con las salidas de sus nacionales. Por el contrario, tienen mucho que perder.

El siguiente titular en The New York Times apunta a un problema claro: reglas distintas para residentes y turistas. La estrategia se vuelve contra ti. No se puede dejar a los locales encerrados y dar libertad al turista sin que se piense que hay gato encerrado. Hay riesgo o no hay riesgo. Pero estas cosas que nos inventamos aquí del "si, pero no" no convencen fuera.

Hace unas semanas, nos preguntábamos aquí "si habría turistas para todos". La pregunta ahora es más dramática y simple: ¿habrá turistas? Algo caerá, dicen los optimistas. Pero los demás tienen también algo que decir.



* Hugo Gutiérrez "Las restricciones británicas y alemanas a los viajes amenazan la campaña de verano" El País 14/05/2021 https://elpais.com/economia/2021-05-14/las-restricciones-britanicas-y-alemanas-a-los-viajes-amenazan-la-campana-de-verano.html

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