Joaquín Mª Aguirre (UCM)
El País
nos trae los resultados del informe aprobado del Consejo de Seguridad Nacional,
en el que se encuentran el presidente del gobierno, las vicepresidentas, los
ministros de Interior, Defensa y Exteriores junto a expertos sin especificar.
El
texto se inicia con los errores pasados antes que con los desafíos futuros.
Desde la política, el futuro es algo complicado por su falta, mientras que el
pasado permite el momento más productivo, el error, la madre de todas las
batallas. Discutir sobre el futuro es menos productivo que hacerlo sobre el
pasado. Quizá por eso el periódico comienza intentando adivinar qué errores se
cometieron desde ese esencial Consejo.
Nos
dice el diario en el inicio:
El Gobierno admite que en los
primeros meses de la crisis sanitaria tuvo que tomar decisiones con
“información parcial o poco actualizada” sobre el alcance real de la pandemia,
ya que el sistema de vigilancia epidemiológica español no estaba preparado para
procesar tal volumen de datos con la rapidez requerida “para la correcta toma
de decisiones”. Aunque el último Informe Anual de Seguridad Nacional no detalla
a qué decisiones se refiere, las más polémicas entonces fueron permitir las
marchas del 8M de 2020, no imponer el uso de las mascarillas o no declarar el
estado de alarma hasta el 14 de marzo.*
Es
interesante ver el argumento y la asociación con los hechos del momento. Para
todo tiene excusa el informe. Lo que viene a decir es que ellos no actuaron
bien porque otros lo hicieron mal o
estaban mal preparados. Para esto no
hace falta el Consejo, sinceramente. La primera función del Consejo es precisamente
garantizar que disponen de la información necesaria. Los encargados de crear
esas condiciones son precisamente los políticos que lo presiden, pues son todos
los miembros del gobierno con responsabilidad en seguridad. Mediante esta
extraña figura retórica, el Consejo se defiende, algo que harán después los
mismos miembros en su condición de gobernantes: dirán —como hacen— que la
información era insuficiente. Las cuestiones son entonces, ¿cómo se aconseja el
Consejo a sí mismo como gobierno y si no es responsable el gobierno de que el
Consejo, es decir, ellos, disponga de insuficiente o mala información? Algunos
dirán que el gobierno va allí a escuchar a otros, pero ¿de qué sirve si luego,
como gobierno, no reacciona como debe?
La
función del Consejo de Seguridad Nacional es esencial, pero solo si funciona
con la información que debe, con la anticipación necesaria y, sobre todo, son
valoradas las informaciones o la falta de ellas. Un Consejo que cree que lo
sabe todo siempre es peligroso; decir después que no había bastante información
es un poco tomadura de pelo.
El
hecho de que sea el periodista quien debe especular sobre qué hechos se vierten
las críticas de la imprevisión ya es todo un síntoma. Y decir que fue por falta
de información es realmente volver a echar leña a un fuego que ya ha dado mucho
calor. Tener que volver a discutir sobre el 8M, la falta de mascarillas o lo
que se tardó en decretar el estado de alarma suena ya muy gastado. Es como si,
en el Consejo del próximo año, se dijera que hubo poca información y por eso se
tomó la decisión de no ampliar el estado de alarma.
Un
Consejo de Seguridad Nacional cuyas decisiones se toman de esta manera pasa a
ser un peligro pues hace lo contrario de lo que debería. El gobierno, en
cualquier caso, siempre se ha buscado las coberturas de expertos para sus
decisiones, algo que le ha costado algún que otro disgusto cuando se le ha
preguntado o se ha intentado identificar a esos expertos. En ocasiones era el
propio ministerio.
Las
críticas a la política sanitaria del gobierno de Pedro Sánchez han sido muchas
y desde diferentes ámbitos, dejando fuera las meramente políticas por parte de
la oposición. Pero se ha ignorado casi todo amparándose es expertos, Consejos y
demás asesorías que, si trabajaban con poca información o con la que aportaba
la propia administración, son poco fiables. Si todos disponen de la misma, no
sirve de nada o de muy poco.
Respecto
a la pandemia, el centro de las amenazas del año pasado y ascendente en este,
nos dicen:
No es la primera vez que el Gobierno reconoce
que tardó en reaccionar ante la pandemia, pero sí que lo pone por escrito en un
documento enviado al Congreso. A falta de un balance crítico de la gestión de
la covid-19, el informe aprobado por el Consejo de Seguridad Nacional —que
preside el jefe del Gobierno y en el que se sientan las vicepresidentas y los
ministros de Interior, Defensa y Exteriores, entre otros— avanza las lecciones
aprendidas de una crisis sanitaria que aún no ha concluido. La más destacada:
la incapacidad del sistema de alerta sanitaria para detectar la dimensión de la
pandemia y trasladar, con “la rapidez que era necesaria, información validada
para la correcta toma de decisiones”. De cara al futuro, plantea su
imprescindible “actualización” y “una mayor digitalización y automatización de
los procesos de vigilancia” epidemiológica, en manos de las comunidades
autónomas.
Realmente,
me imagino la cara de los sanitarios, de todo el personal médico y hasta de los
enfermos al leer esto. Una vez más, la necesidad de echar balones fuera
responsabilizando a otros es realmente preocupante. En última instancia, el que
se diera esa "incapacidad" es por la falta de medios, por la
reducción en inversiones en Sanidad, por el pésimo diseño del mismo para este
tipo de situaciones. Las carencias en diversos campos, entre ellos la investigación
y los sistemas de producción, las reservas de recursos necesarios. Hemos tenido
que improvisar mascarilla en talleres de costura, fabricar viseras de plástico
con impresoras 3D de algunos emprendedores y vestir con bolsas de basura a los
sanitarios para su día a día en hospitales.
La
excusa de que no tienes información correcta para tomar decisiones es un monumento
a la desvergüenza. La falta de inversiones en casi todos los campos esenciales,
de la sanidad a la investigación, pasando por la educación llevan saliendo a la
calle a protestar por su falta de recursos, por la falta de información. Para
evitar estas protestas se han colocado políticos acomodaticios en los lugares
adecuados y se ha seguido adelante sin enfrentarse con consejeros o ministros.
Hoy, en la política, no prospera el crítico sino el sumiso, el que es férreo
hacia sus inferiores exigiéndoles mucho y sonríe a sus superiores con cara de
eficaz. No luchan por tener los recursos necesarios, sino que aprietan para
rentabilizar lo poco que les llega.
En
cuanto al futuro, el Consejo advierte sobre una serie de peligros nuevos. El
artículo nos cuenta que, por supuesto, la pandemia sube muchos peldaños entre las
amenazas (¡menos mal!) y consideran estos peligros como amenazas de futuro:
Se duplican los ciberataques
El Ejército vigila la radicalización
La lucha contra el yihadismo
La amenaza de los drones
Del que
apenas se da información y, es más, se da de forma confusa. Es del segundo de
ellos, que se fusiona con el tercero, es decir, de la radicalización en el
Ejército se pasa al radicalismo yihadista:
El Ejército vigila
la radicalización.
Las Fuerzas Armadas españolas han puesto en marcha un sistema de indicadores
para detectar y evaluar el “riesgo de radicalización” del personal militar
hacia posiciones de “extremismo violento”, revela el informe. Esta medida se
inscribe en la lucha contra el yihadismo, después de que entre algunos de los
detenidos figurasen exmilitares. “La actuación de actores solitarios o pequeñas
células locales se considera la opción más probable de que se produzcan
atentados en territorio español”, advierte el texto. Las limitaciones a la
movilidad por la pandemia no han frenado el ciberactivismo yihadista, que se ha
volcado en la propaganda a través de la red, “en idioma español”, para reclutar
seguidores o “activar terroristas autónomos”. Por eso, es objetivo prioritario
“reducir el impacto” de los contenidos yihadistas en Internet mediante su
“rápida eliminación”. Entre las nuevas categorías de terrorista figura la del
“viajero frustrado”, aquel que no ha podido trasladarse a Siria o Irak para
hacer la yihad pero mantiene intacto su deseo de actuar. Según el informe,
algunos de los 37 detenidos por yihadismo en 2020 respondían a ese perfil. Los
que, residiendo en España, se marcharon a la guerra fueron 254, según el
cómputo oficial. Volvieron 50, 73 murieron y 131 no han regresado.
Instituciones Penitenciarias tiene bajo vigilancia a 223 reclusos que
ingresaron por yihadismo o, aunque lo hicieron por delitos comunes, se han
radicalizado en la cárcel.
La
pregunta se produce por sí sola: ¿son los militares
españoles radicalizados los que suministran material a los yihadistas? El
"esta medida se inscribe" es un generador de ruido.
Un
enlace nos remite al juicio a unos detenidos en España que se dedicaban al
envío de "material militar", se supone que armas, a las redes
yihadistas diversos países. En ningún sitio pone que hubiera militares
españoles en ello. Descubrimos después que fueron absueltos, según la propia información de El País.
La
radicalización a la que se alude en el texto y "vigila el Ejército",
mucho me temo no tenga nada que ver con lo anterior, sino con movimientos críticos detectados a través de chats,
grupos de WhatsApp, etc. donde no se hablaba especialmente bien del gobierno,
la clase política o determinados ministros. Me parece que fusionar en el artículo
esto con el yihadismo es un error, espero que interpretativo, pero complicado
si se entiende literalmente.
Hay que
tener cuidado con estas cosas porque ya tenemos bastantes problemas con la
"información insuficiente" como para que ahora se produzca "ruido informativo" mezclando las cosas que no tienen nada que ver.
Escudriñar el futuro siempre tiene incertidumbre, pero ponerla como excusa para no haber "previsto" lo que era "puro presente" no es nada serio y, lo peor, nada tranquilizador. Si se detectan amenazas futuras, no hay excusa para no anticipar los medios. Nuestros males no vienen por la incertidumbre del futuro, sino de los destrozos sobre el presente, de desmantelar partes del sistema en beneficio de otras que se lo tragan todo. Estas se ven como "beneficios", aunque todos vean su peligro, pues se lleva años avisando de posibles consecuencias.
Como autocrítica, desde luego, es nada crítica.
* Miguel
González y Óscar López-Fonseca " El Gobierno atribuye a la falta de datos
fiables los errores al inicio de la pandemia" El País 15/05/2021
https://elpais.com/espana/2021-05-15/el-gobierno-excusa-con-la-falta-de-datos-fiables-los-errores-al-inicio-de-la-pandemia.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.