Joaquín Mª Aguirre (UCM)
El régimen egipcio no tiene bastante con silenciar las voces críticas y opositoras, reduciendo al silencio, a la promoción turística o a la gloria del Presidente, regalo de la providencia al país. No tiene bastante con haber hecho que desaparezcan los periodistas que se la jugaban contando lo que pasaba o los corresponsales, cuyos medios recibían discretos avisos sobre la necesidad de relevar a los que eran demasiado "críticos" con el paradisiaco estado donde no existe la corrupción.
Recordemos que ponerle cifra a la corrupción
egipcia hizo dar con los huesos en la cárcel al Auditor Jefe del Estado,
simplemente por hacer su trabajo. Recordemos cómo acabaron con sus huesos en la
cárcel todos aquellos que osaron presentarse a las elecciones para la
presidencia del país, todos en la cárcel y teniendo que buscar rápidamente un
opositor de cartón entre los más fieles para hacer el paripé ante el mundo.
Los
medios han sido reducidos a la nada política. Son una sucesión de fotos del
presidente y sus ministros, con discursos uniformes, y el hallazgo continuo de
momias y enterramientos, ciudades bajo la arena, etc. con los que tratan de
atraer la atención internacional y algo más: que el Egipto antiguo tape al
Egipto moderno. El caso más surrealista fue el organizado desfile del traslado
de las momias del Museo de El Cairo a su nueva residencia. La mascarada nos
mostraba a egipcios disfrazados, camiones camuflados de carrozas y un respeto
reverencial por aquellos muertos de las viejas dinastías faraónicas, ahora
receptores del respeto ante el espectáculo montado, una fantasía mezcla de
Disney y de Cecil B. DeMille.
Pero el
mundo egipcio de fantasía acaba de dar un paso más, tal como recoge en un
excelente artículo de Marc Español en el diario El País, titulado "Egipto
reescribe su sombría historia reciente en las series de televisión del
Ramadán". El régimen de al-Sisi nos deja un ejemplo de libro sobre lo que
es la propaganda y la reescritura orwelliana de la historia. No en vano el
libro de George Orwell 1984 se
convirtió en una posesión peligrosa en Egipto. El régimen nos acaba de dar un
ejemplo sobre cómo actuar sobre la memoria colectiva, seleccionando, distorsionando
y eliminando a voluntad los acontecimientos y representándolos unidos por una
trama unitaria narrativa que sustituye lo ocurrido con las emociones de las
ficciones "inspiradas en hechos reales".
El escándalo ha saltado allí donde puede, fuera de las fronteras. Son muchos los medios que consideran impresentable esta reescritura descarada de la historia, que por algo escriben siempre los vencedores. Pero hay ciertos límites al descaro que el gobierno egipcio ha hecho mal en traspasar, porque al igual que ha hecho "su" serie, los medios internacionales han sacado a la luz de nuevo las brutalidades ahora recogidas con justificaciones o convirtiéndolas en irreconocibles.
De esta forma lo que el régimen de al-Sisi pretende tapar y recolocar los recuerdos, se ve sometido a un fuego cruzado de acusaciones de manipulación y al refresco de los hechos, con matanzas incluidas.
La vallas publicitarias de las ciudades egipcias incitan a permanecer en casa "degustando" estas series, que siempre incluyen alguna que otra polémica, pero que este año han desbordado las discusiones habituales.
Nos
cuenta Marc Español en el inicio de su crónica:
A lo largo del mes musulmán del Ramadán,
durante el que las telenovelas viven su gran momento del año, una serie ha
atraído especial atención ―y una dosis igual de polémica― en Egipto. El propio
presidente del país, Abdelfatá al Sisi, le dedicó elogios en su recta final, y
la icónica plaza de Tahrir de El Cairo se llegó a cerrar brevemente para tomar
una foto de equipo, un honor reservado solo a grandes ocasiones de Estado.
La serie, llamada La elección, representa un
ejercicio inédito de revisión histórica de la lucha antiterrorista en el país
entre 2013, coincidiendo con el golpe de Estado de Al Sisi, y 2020, fiel a la
narrativa del régimen. La descripción de la productora, vinculada a los servicios
secretos del país, no deja espacio a la duda: “basada en hechos reales”, la
telenovela “revela el verdadero heroísmo de las fuerzas de seguridad para
proteger a nuestro país del terrorismo”.
“Nuestras fuentes para la precisión [de la
serie] provienen del Ministerio del Interior y las demás fuentes que hemos
obtenido de diferentes entidades de confianza en Egipto”, asegura Hossam Saleh,
el jefe de operaciones del Grupo de Medios Egipcios, el conglomerado que posee
la productora. “Para la información sobre los personajes, en la mayoría de
casos conocimos a sus amigos, personas y familias, y los detalles vienen de
ellos”, añade Saleh, que señala que la serie ha llevado un año de trabajo y ha
llegado a millones de personas.
Que la serie fue una de las principales
apuestas del año se desprende de la calidad de su producción, que contrasta con
una historia y narrativa maniqueas, simples y masticadas para el gran público.
Las fuerzas de seguridad aparecen siempre dispuestas a sacrificarse, exhiben
una actitud heroica, son intuitivas, inteligentes, meticulosas, tienen sangre
fría y derrochan valentía y cierta chulería para completar el prototipo de
masculinidad. Frente a ellos se encuentran personas conducidas por su interés
personal, cobardes, mentirosas, manipuladoras, drogadictas y con el cerebro
lavado. El blanco principal son los miembros del movimiento islamista de los
Hermanos Musulmanes, que aparecen demonizados y como el origen de cualquier
grupo extremista.*
Transcurridos
diez años de la Primavera Egipcia, lo que queda es un país transformado en esta
opereta, en este cómic maniqueo con pretensiones de verdad histórica. Pero,
como le enseñó el León a Hércules en la fábula de Esopo, el que hace las
estatuas es el que da su visión del mundo. La estatua triunfante, valerosa,
patriótica, etc. está escrita por los mismos que silencian muchas cosas, que
han detenido a muchos que todavía no se sabe dónde están, que han hecho salir
del país a periodistas, a académicos, que ha creado un imperio mediático entre
los medios controlados directamente por la Inteligencia Egipcia o los ofrecidos
como ofrenda por los amigos deseosos de aparecer como afines al poder
adulándolo.
En todo
este tipo de control de al-Sisi hemos visto crecer un
"tradicionalismo" musulmán opuesto al de los islamistas, pero con los
mismos resultados, eliminar a los "liberales", a los demócratas, que
abogan por un Egipto menos dogmático e intransigente. Bajo la apariencia de
defenderse de los Hermanos Musulmanes, el gobierno egipcio se ha construido
sobre una imagen doble, virtuosa y piadosa. No en vano fue Sadat el que se le
apareció en sueños, según su propia confesión, a al-Sisi para decirle que se hiciera
cargo de mando del país como alternativa al caos, preconizado siempre por unos
hipotéticos enemigos de Egipto desde el origen de los tiempos y que no cesan en
tratar de destruirlo, de frenar su llamada a la grandeza, envidia de la
humanidad, que se lo debe todo.
La
construcción del nacionalismo egipcio es de gran interés, pues es efectivamente
allí donde tiene lugar el nacimiento de las fuerzas en pugna, del nasserismo panárabe
a los mismísimos Hermanos Musulmanes, fundados en los años 20 y en los que
Nasser mismo se apoyó para conseguir emanciparse de los ingleses, más interesados
en el canal que en las pirámides. Finalmente, Nasser engañaría a los Hermanos y
comenzó una compleja lucha, de atentado en atentado, de encarcelamiento en
encarcelamiento. Al-Sisi decidió crear un mix entre el piadoso Sadat y el
moderno Nasser, que le sirve para todo menos para convencer a los que sufren su
acoso. Detrás el enorme y oscuro tinglado del Ejército, auténtico amo de
Egipto, llave del poder y garantía de permanencia.
La
serie de Ramadán es un monumento a la figura de ese Ejército, de esa Policía
convertida a los ojos del ciudadano en garantes ante la denunciada intención de
destruir el Estado, concepto que a al-Sisi le gusta manejar en sus discursos. Los
enemigos de Egipto (muchos y variados), nos dice, siempre están intrigando
contra nosotros. Con ello se adula el ego de los egipcios, que viven en un
complejo mundo, sobreviviendo los que pueden, acostumbrados a las vías
intrincadas y paralelas para resolver problemas, siempre diciendo lo que tienen
que decir para no molestar a los que les pueden complicar la vida.
Por lo
que nos cuenta Marc Español, no hay tópico que no se añada al discurso
televisivo, no hay detalle que no se haya añadido para hacer verosímil algo que
muchos egipcios aceptarán gozosos, mientras que otros, en silencio, moverán las
cabezas.
El
Ejército no admite más discurso que el propio y eso es extensivo a todo el
aparato de Seguridad del Estado, un aparato que no se renovó después de la
dictadura, que no se renovó con los islamistas de Morsi y que sigue con esa
sensación de impunidad y eternidad que le da ser el fabricante de las versiones
oficiales, de sobrevivir a todos. El mismo al-Sisi era el encargado de la
Inteligencia cuando se produjo la "auto caída" de Mubarak y era el siniestro
ministro de Defensa cuando el Ejército derrocó a Morsi. Era el militar que
prometió que tras el golpe Egipto no tendría un militar al frente. Una
interesante trayectoria, desde luego.
Hace tiempo que no saltan a los medios historias sobre los métodos de la Policía egipcia, sobre la facilidad con que se tiran por las ventanas los detenidos o con la que mueren en las celdas las personas que entraron sanas. No es por falta de casos, sino más bien por falta de guionistas que acepten escribir estos argumentos basados de verdad en hechos reales.
No estaría mal hacer una serie para el próximo Ramadán con el secuestro, tortura, asesinato y abandono del cadáver en una carretera del estudiante italiano Giulio Regeni, solo culpable de escoger Egipto como lugar para realizar su tesis doctoral. Tampoco estaría mal una serie emotiva sobre la muerte, tiroteada en plena calle, de Shaimaa al-Sabbagh, la poeta de las flores, muerta por llevar unas flores para conmemorar a los caídos un 25 de enero, día de la Revolución.
Ellos y muchos otros darían para series interesantes sobre
los derechos humanos, sobre el deseo de libertad para todos los egipcios que
tenían los que han sido encerrados y se encuentran aislados entre la disputa de militares
e islamistas, aplaudidos unos y otros por aquellos que quieren imponer su vida
y pensamiento a los demás. Muchos son oprimidos voluntarios, con gusto, que besan sin rubor los
retratos de su dominadores.
La burbuja
del poder egipcio es cada vez más envolvente, cada vez quedan menos resquicios
por los que entre la realidad. Con las redes vigiladas, las instituciones
controladas, con los medios cerrados, silenciados o convertidos en propaganda,
a Egipto solo le queda, efectivamente, sacar a las momias a la calle y
llevarlas a sus nuevas sedes. Entre viajes, las series exitosas del Ramadán
permiten aplaudir mucho de lo que se debería llorar.
Egipto ha entrado en una fase aguda de teatralidad. Al trajín de las momias se suma ahora el de la historia reciente, lo que es tentar demasiado a la suerte.
* Marc
Español "Egipto reescribe su sombría historia reciente en las series de
televisión del Ramadán" El País 18/05/2021
https://elpais.com/internacional/2021-05-18/egipto-reescribe-su-sombria-historia-reciente-en-las-series-de-television-del-ramadan.html
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