viernes, 21 de mayo de 2021

El veneno de Trump sigue actuando

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)



Cuando el ex presidente Trump se ve acosado por las líneas paralelas de investigación que ahora están concentrándose de nuevo en sus negocios, se vuelven a lanzar los bulos sobre el robo de las elecciones. Cuando Trump se siente inseguro, el fantasma del presidente robado sale del armario a lucir su gastada sábana y a lanzar sus aullidos nocturnos. El fantasma Trump está gastado y su sábana amarillea, pero se trata de obtener respaldo ante sus partidarios y de que algunos piensen en un futuro regreso que él mismo saluda triunfal.

Pero cada vez que Trump vuelve a agitar la banderita del "robo", afecta a alguien. Y muchos de los que afecta son republicanos que ven comprometido su honor por las especulaciones contantes de los trumpistas que nunca reconocerán que su ídolo pudiera ser batido de forma limpia, como el fulero Barry Lindon, el personaje de W.M. Thackeray, al que nadie podía ganar honestamente por la sencilla razón de que hacía trampas. Pero a Trump si le ganaron y no hay nadie que pudiera encontrar una sola prueba de que perdiera porque alguien le manipulase la elecciones. Pero él y los suyos insisten.



La CNN publicó ayer un artículo firmado por el republicano Stephen Richer con el título "GOP Arizona official: Why I had to speak the truth after Trump's falsehoods", que es realmente un estallido de hartazgo, de rabia por las consecuencias de las afirmaciones infundadas sobre las conspiraciones para "robarle" las elecciones a Trump. De Richer se nos dice en el inicio que es "the Maricopa County recorder. He was elected, as a Republican, in November 2020, and took office in January." Las fechas son importantes porque muestran que Trump y los suyos siguen jugando con la gente, aunque esta no estuviese en las elecciones en los cargos.

Richer dice haberse negado a realizar entrevistas, rechazar todas las ofertas mediáticas para responder a los bulos conspiratorios absurdos:

 

But I am human. I have my limits. Since taking office in January, I have enlisted legal counsel multiple times to defend myself from outlandish criminal accusations. I have been accused of shredding tabulated ballots. My office has been accused of using fake ballots flown in from South Korea. These claims haven't been confined to inconsequential conspiracy theorists -- they've been indulged by the likes of the current state Senate Republican whip Sonny Borrelli.

These claims are especially rich, given that I didn't take office until January, having unseated the incumbent Democrat recorder in the November election (yes, I unseated the Democrat head of county elections in the same election that is being said to have been stolen from Republicans).*

 


Que Richer apele a su "humanidad" y a sus "límites" es indicativo de que se trata de algo más que cuestión de "paciencia". Lo que se dice no solo le afecta a él sino a todas las personas que se ven involucradas en su entorno, las personas que trabajan en el condado, que se ven arrastradas al fango trumpista por la difamación.

Trump es, sobre todo, un estilo. La biografía, sí, es importante, pero esta se traduce en formas, en un estilo personal característico. Y ese estilo es claramente la insinuación difamatoria, la venganza siempre pendiente y la negativa a pensar que ha perdido. En su conjunto es una clara patología. El problema es que, en vez de meterle en un psiquiátrico, le eligieron presidente de los Estados Unidos, un destino diferente. Con un enfermizo sentido de la propiedad, Trump piensa que la presidencia es suya, realmente, y si no está en la Casa Blanca es porque se la robaron.

Pero aceptar que le robaron implica que hay ladrones sueltos, una gigantesca conspiración (los megalómanos no se contentan con menos) universal para evitar que su grandioso destino se cumpla. En términos personales significa apuntar el dedo a personas, a grupos pequeños que son los que realizaron ese imaginario robo o acciones para encubrirlo.

Y es entonces cuando el límite de resistencia, de aguante, es rebasado con creces y se hace necesario defender el honor propio, el de los subordinados, el de la familia que se ven sometidos a esos insultos y amenazas que se producen por creer las mentiras del ex presidente y sus activos seguidores.



El límite lo pone un tuit anónimo desde una cuenta que se dedica a los bulos sobre el condado: "Breaking Update: Maricopa County deleted a directory full of election databases from the 2020 election cycle days before the election equipment was delivered to the audit. This is spoliation of evidence!" Es esta falsedad, que compromete a todos los funcionarios, la que rompe la paciencia y el silencio de Stephen Richer, es repetida y aumentada por Trump con su conocido estilo del retuit amplificado, donde como siempre se hace eco de algo que viene de fuera y lo esparce contra el ventilador de su propio tuit.

No es fácil convivir con este entorno de acoso intimidatorio, con una constante difamación que se traduce en acciones concretas a pie de calle, a miradas al cruzarte con otros en las calles. Es el ciberacoso llevado a la política local, un constante bombardeo que te compromete, que te dificulta el vivir, que se hace angustioso en un lugar donde todos se conocen y en donde te han señalado con un gigantesco dedo acusador.

Así lo explica Richer en su artículo de la CNN:

 

But the genie was out of the bottle. The defamatory tweet had stayed pinned to the audit's Twitter page for five days.

Then former President Donald Trump amplified the erroneous allegation. Several of my supporters and friends -- people whose good opinion I value -- forwarded me the former President's statement saying that the "entire Database of Maricopa County in Arizona has been DELETED!" and asked "why are you doing this Stephen? Why are you deleting these files?"

That was enough. It was time to loudly speak up to defend my name, my team's name and the county's name.

It was also time to loudly speak the truth.

The truth is that there is no solid evidence of significant fraud in Maricopa County's November 3 election. There is no solid evidence that the election in Maricopa County was stolen from former President Trump. That is why all eight cases brought in Arizona state and federal courts alleging widespread fraud, inaccuracies, or irregularities lost spectacularly. And yes, I believe in the court system and the rule of law.

In denying that Arizona's election was stolen, I join the ranks of Arizona's Republican Gov. Doug Ducey, the state's Attorney General Mark Brnovich, a Republican, our Secretary of State Katie Hobbs, a Democrat, and former President Trump's leadership team at the Department of Justice, all of whom disclaimed widespread fraud in Arizona's elections. I even join the lawyer for President Trump's campaign in Arizona who very responsibly stated to an Arizona judge, "We are not alleging fraud. We are not saying anyone is trying to steal the election."

I also join the entire Maricopa County team. We are united -- Republican (majority) and Democrat (minority) alike. The Board of Supervisors has carried the water for six months now. They have been subjected to every vile tactic in the book as a result. It's time they have teammates standing up for the truth besides them.

Hopefully, by speaking out, other elected Arizona Republicans will be encouraged to do the same. Many elected officials have privately shared that they do not believe that Arizona's election was stolen. I hope they will speak out now.

If they don't, I fear the future of Arizona elections.*

 


El artículo se cierra con un desafío y una esperanza. ¿Se atreverán los republicanos a dejar de seguir las mentiras de Trump? ¿Reconocerán finalmente que perdieron las elecciones limpiamente?

No es sencillo porque la dictadura de Trump es grande. Todos saben que cualquiera que saque los pies del tiesto se tendrá que enfrentar a las iras cobardes de las redes trumpistas y del mismo Trump, personalizado en ese "why are you doing this Stephen?" del tuit desde su cuenta. Es algo más que un "dedo", es una diana en la espalda, una invitación al odio y a la posible violencia de cualquier loco al que le cruce un cable en un momento dado. Trump, como siempre, juega irresponsablemente con fuego.

Desde que fue elegido por el "colegio electoral" con los votos de los delegados republicanos, no por el voto popular, los republicanos se hicieron responsables de sus desmanes. Y lo siguen haciendo al depurar a las voces independientes del partido, defenestrando —como el reciente caso de Liz Cheney, la tercera cabeza jerárquica del partido— a todo aquel que se oponga a la versión oficial del trumpismo, el "robo electoral".



Joe Biden se centró en su discurso inaugural en la importancia de que un país se construya sobre verdades y no sobre la mentira, como había ocurrido con Trump en la Casa Blanca. Es maniqueo, pero es real en el caso Trump, pues afecta a la propia legitimidad del poder. Lo ocurrido el 6 de enero, con el asalto armado al Capitolio, lo muestra y demuestra. Los cinco muertos confirman el peligro; el Washington tomado muestra que no era broma.

Lo que Trump y los suyos están haciendo es algo más que una división política radical de republicanos y demócratas. Es una división por encima del bipartidismo, como bien señala Richer. Demócratas y republicanos del condado están de acuerdo; es el trumpismo el discordante.



El trumpismo es algo más que Trump; es una forma de concebir el mundo, el poder y la forma de conseguirlo. Hay niveles de trumpismo, de las bases a las alturas de la cúpula republicana. En la base es vivir una mentira gratificante para compensar la frustración por lo perdido; en las alturas es el miedo a perder el poder, a alejarse de él, y además el miedo al propio poder. El miedo de los dirigentes republicanos es a perder el favor de Trump y con ello las elecciones que les mantienen en su sitio. Saben —lo han visto actuar en otros— lo que supone enfrentarse a Trump, es decir, convertirse en el centro de las iras, de los insultos y perder muchos votantes, los suficientes como para salir del aparato.

Trump es el miedo y la cobardía disfrazada de euforia, de fe ciega. Es lo mismo que nos contaban los escapados del Gulag respecto del estalinismo: aplauso al poder, miedo a no ser lo suficientemente sumiso como para desencadenar las iras del poderoso. La diferencia es que esta vez ocurre en un país de tradición democrática. Y eso es lo verdaderamente peligroso y preocupante.

Stephen Richer ha realizado un acto valeroso; sabemos lo que se juega. Pero, como bien señala, hay un límite y es humano. Trump, por su parte, sigue siendo Trump, con todo lo que eso significa, y sigue estando en la política norteamericana, condicionándola, esparciendo su veneno allí donde considera que hace más daño. Su campo de acción ahora es el propio Partido Republicano, la presa que no puede dejar que se le escape, su seguro político.

 


* Stephen Richer "GOP Arizona official: Why I had to speak the truth after Trump's falsehoods" CNN 20/05/2021 https://edition.cnn.com/2021/05/19/opinions/speaking-out-after-trumps-arizona-election-claims-stephen-richer/index.html

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