Joaquín Mª Aguirre (UCM)
La
incapacidad para entenderse de la clase política de este país va camino de ser
legendaria. ¡Si solo fuera eso! Pero lo terrible del asunto es que la función
de la discordancia es arrastrar a seguirles a los que tienen alguna simpatía.
De esta forma, cada punto se convierte en enfrentamiento porque cada
enfrentamiento es como un banderín de enganche y una seña de identidad en el
que la estrategia es gritar más para estar mejor identificado. De esta forma el
acuerdo no solo es imposible por definición, sino indeseable, convirtiendo la
política en el arte de lo que intenta superar, la guerra.
El
(pen)último incidente se ha producido en el Congreso cuando Pilar Cancela,
presidenta de la Comisión de Igualdad, solicita que se realice un minuto de
silencio por las últimas víctimas de la violencia machista producidas en el
alto número en apenas una semana. A la petición de la presidenta le sigue una
intervención de la portavoz de Vox en la Comisión, Lourdes Méndez. La señora
Méndez hace una contrapropuesta, que el minuto sea por las víctimas de todos
los homicidios cometidos en España en esas fechas, es decir, evitando que se
centre en los asesinatos de mujeres. La presidenta responde con un "Pues
lo siento mucho, pero el objetivo de este minuto de silencio es el que
es". La respuesta de Vox es que ellos lo harán por lo que han propuesto.
Cada uno, sí, es dueño de su silencio. Y responsable también.
Creo
que, de todos los debates absurdos que he visto en estos años, este se lleva la
palma por parte de Vox, como el más perverso. ¿A dónde va con esta negativa? Hace
unos días, de paso por un zapping sobre los programas de noticias me saltó a la
cara desde una cadena la expresión "supremacismo feminista". Me pilló
por sorpresa porque era la primera vez que la escuchaba.
A los
diversos tipos de negacionismo, ahora le toca a Vox la defensa encubierta del
machismo retrógrado negando el feminismo al que califican como
"ideología" primero y ahora de "supremacismo".
De
todas las disputas que se pueden hacer (y en España se disputa ya por todo), la
más innoble es la que niega un minuto de silencio a los asesinatos de mujeres a
manos de sus parejas o ex parejas, los asesinatos de los hijos, víctimas muchas
veces. Negar la especificidad de estos crímenes sobre otro tipo (todas las
víctimas son lamentables) es algo más que irresponsable. En el mundo se cometen
cada día muchos asesinatos, pero el asesinato de mujeres tiene una
especificidad clara: es el resultado de una mentalidad, de una forma de pensar
sobre lo que es la familia, lo que es la pareja y lo que es el papel de cada
uno en ese conjunto. Es el resultado de una educación familiar y social cuyos
flecos duran generaciones porque se transmiten de forma sutil a través del
aprendizaje en la infancia, de los malos ejemplos y de los mensajes erróneos,
como el transmitido hoy por Vox con sus planteamientos negacionistas.
Igualar
es negar la especificidad de las causas y de las consecuencias; igualar es
negar todas las políticas que se siguen para tratar de transformar las mentes.
Hay muchas clases de feminismo, desde luego, con los que se puede compartir
mucho, poco o casi nada. Pero al margen de cualquier teoría explicativa están
los hechos, cada una de las muertes que se producen. Eso es innegable y tratar
de no diferenciarlas es realmente una maniobra de ocultación y, sobre todo, de
desviar la atención de las causas profundas que existen.
Con su
actuación en la Comisión de Igualdad, Vox ha dado el paso definitivo en su
perversa interpretación de la realidad, en su retorcimiento para ajustarla a un
propósito retrógrado. Lo es por propia elección, por tratar de mostrarse como
azote del gobierno, cuando en realidad es azote del sentido común y de las víctimas.
La
estrategia de Vox es negar los problemas que existen y desfigurar los que
existen en nombre no se sabe muy bien de qué principios, pero claramente fuera
de la realidad y de las aspiraciones a mejorar una sociedad.
Lo más
parecido que he visto es la participación en el parlamente islamista egipcio,
el del derrocado Morsi, en el que entraron cuatro mujeres diputadas. Cuando se
les preguntaba por la violencia machista y el acoso, su respuesta era que las
mujeres que estaban donde no debían se merecían lo que les pasaba.
Para
Vox, como para los fanáticos islamistas, la familia es un ente ideal bendecido
por Dios y tutelado por el varón, auténtico patriarca. Es la
"defensa" de una familia que no existe, una contradicción temporal
que esclaviza a muchas mujeres y que les lleva a la muerte cuando tratan de
salir. Hay asesinatos que se producen en estallido, pero hay otros de personas
que llevan años resistiéndose a la idea de que la mujer que era "su
pertenencia" ha cometido la osadía de salir del círculo, ha escapado a la
posesión, ha dejado de ser una propiedad.
Los
crímenes contra la pareja o las hijas son reflejo de esa forma enfermiza de ver
el vínculo entre hombres y mujeres y los "derechos" que ellos tienen
sobre ellas. Esos derechos, para los violentos, son sagrados, más allá de la propia religión. Esa es la base por la que todo pasa y romperlos es la
máxima transgresión.
Negar,
como se ha hecho, el carácter específico de las víctimas de una violencia
machista sobre personas a las que se considera propiedades es ser cómplices por ocultación.
Vox lo ha sido en su petición porque ha tratado de diluir su especificidad, que
está en un pensamiento profundo que aflora en momentos.
Equiparar la muerte de una mujer a manos de su pareja o ex pareja con las de un atraco o una disputa callejera es realmente un insulto a la inteligencia y a todas las víctimas. Es un insulto además a todas las personas que cada día tratan de luchar contra este tipo de situaciones a través de la educación o de las campañas de concienciación.
Vox protesta cuando en las escuelas se trata de asentar la igualdad
de sexos, el respeto a las diferencias y la dignidad humana de todos. Para
ellos, todo forma parte de una "ideología invasora", una
"ideología de género", una forma de "supremacismo". Son
ellos mismos los que se retratan al tratar de evitar las acciones que puedan
paliar este tipo de mentalidades profundamente patriarcales. Lo peor es que
esto se hace de cara a la galería, se pretende presentar como un gesto
combativo contra lo que nos invade;
es un gesto "racial", "hispano", "castizo". También en Oriente Medio se ataca a las defensoras de las mujeres como "occidentales", como enemigas de la religión y de la familia, institución sagrada presidida por el varón porque Dios lo quiso. No es casual la coincidencia fundamentalista agresiva. No es casual que los populismos, de Estados Unidos a Turquía, de Hungría a Polonia, estén haciendo movimientos retrógrados en el mismo sentido. Tienen sus raíces patriarcales.
Los partidos
pueden discutir sobre lo que quieran, pero solo hay un tema en el que hay que
estar necesaria y profundamente unidos, este de la violencia machista. No se
puede negar desde ninguna perspectiva porque su negación es el principio de
todo; es el reflejo de la existencia profunda del problema, de la mentalidad
negacionista sobre el que se cimenta el propio machismo agresivo que oculta sus
víctimas.
La estrategia
diferencial de negar todo lo que el otro afirma, puede llevarte a la
pura estupidez perversa. Un mal ejemplo, una idea impresentable. Si es por llevar la contraria, malo; pero si lo creen realmente, es mucho peor.
*
"Rifirrafe con Vox por el minuto de silencio en honor a las víctimas de
violencia machista en la Comisión de Igualdad" RTVE.es 25/05/2021
https://www.rtve.es/alacarta/videos/telediario/minuto-silencio-violencia-genero-comision-igualdad-vox/5916207/
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