Joaquín Mª Aguirre (UCM)
La
pandemia y sus imposiciones ha impuesto ciertas maneras que no todas han de ser
negativas. De hecho, la situación crítica ha hecho buscar soluciones a ciertas
situaciones que puede que hayan mejorado la situación existente. Es lo que
apreciamos en la expresión "ha llegado para quedarse". Quizá, sin
exagerar demasiado, podríamos decir que podemos distinguir en aquellos que
quieren volver al pasado tal cual y dejar atrás todo esto como un mal sueño y
aquellos otros que dicen, pese a los problemas, algunas soluciones son mejores
que lo anterior. No hay ninguna ley que diga que los cambios son todos para mal.
Los
primeros en percibir esto son aquellos sectores que, discretamente, han
prosperado con la situación de pandemia. Normalmente lo que copan titulares son
las desgracias. Nuestros medios están llenos de personas, grupos,
instituciones, etc. que se quejan de lo mal que les va, lo que suele ser cierto
en la mayoría de los casos. Solo en la mayoría. Pero prestamos poca atención a
los indicadores positivos o a las noticias de ciertos sectores que se han
desarrollado de forma notable.
La
pandemia ha servido para que aquellos que quieren saberlo se dieran cuenta de
que algo estaba mal en lo que hacían. Hay muchas empresas a las que va a ser
difícil convencer de que regresen a sus situaciones anteriores pues han
descubierto el potencial de las nuevas formas, por ejemplo, del trabajo a
distancia como una fórmula que les permite reducir sus espacios. También hay
trabajadores que manifiestan su voluntad de seguir con esta fórmula, con la que
pueden haber ganado calidad de vida al trasladarse a lugares más tranquilos,
ahorrarse horas de transporte, reducción de sus gastos, etc.
Si no
es una fórmula impuesta y puede ser graduada (por ejemplo, unos meses al año),
las empresas pueden ahorrar espacio, reduciendo los costes de alquileres o
ampliando el espacio del que disponen los trabajadores. Hay muchos factores,
por supuesto. Hay mucha gente a la que el teletrabajo le ha destrozado con problemas
de conciliación familiar, de falta de espacios adecuados, sociabilidad, etc.
En
RTVE.es, en un artículo dedicado a la importancia de los muebles adecuados para
el teletrabajo, podemos leer los siguientes datos:
Las oficinas tradicionales, con largas
hileras de mesas y despachos, serán una de las víctimas de la pandemia, en
beneficio de las viviendas. Cuando se cumple algo más de un año desde la
irrupción del teletrabajo, apenas un 4 % de los trabajadores desea volver a
trabajar todos los días en la oficina, según un estudio realizado por el IESE y
Savills Aguirre Newman, mientras que la inmensa mayoría, casi un 70 % de los
encuestados, apuesta por una fórmula híbrida que combine la presencialidad con
el trabajo a distancia. Esto ha llevado a los trabajadores a darle una mayor
importancia al hogar, a primar el confort por encima del diseño y a adaptar los
espacios a una nueva rutina que tiene visos de quedarse, al menos de momento.
Solo en el primer trimestre del año, más de
2.146.000 personas en España -el 11,2 % de los ocupados- trabajó desde su
propio domicilio más de la mitad de los días, según los datos del Instituto
Nacional de Estadística (INE). Antes de la llegada de la COVID-19, el
teletrabajo apenas era habitual para el 4,8 % de la población ocupada, pero que
a raíz del confinamiento alcanzó su máximo en el segundo trimestre de 2020,
llegando triplicarse hasta el 16,2 %.
El auge de esta modalidad laboral ha hecho
que la vivienda haya ganado poco a poco terreno a la oficina y que se haya
cuestionado incluso su utilidad. “Nos encontramos en un momento de
transformación en el que la oficina debe reconvertirse con el objetivo de ser
atractiva para que el trabajador quiera volver a ella”, explica a RTVE.es la
arquitecta y marketing manager de Vitra en España y Portugal, Amparo Martínez,
quien insiste en que es necesario dejar atrás esa visión de la oficina colmena
“muy enfocada al trabajo productivo”.
Sin embargo, el mismo estudio del IESE y
Savills Aguirre Newman revela que solo un 12 % de los encuestados trabajaría en
remoto todos los días. A pesar de que los que se decantan por esta opción
señalan que el teletrabajo facilita el cuidado de la familia (61 %), permite
ahorrar dinero en transporte (48 %) y practicar algún deporte o hobby (48 %),
lo cierto es que la necesidad de desconectar y entablar relaciones personales
tiene un mayor peso entre los empleados.*
Los datos
son muy reveladores, desde luego. Cómo afronte el sistema empresarial este reto
es muy importante para el futuro inmediato. ¿Puede darse el extraño caso de que
el regreso a los puestos de trabajo sea más traumático de lo que pensamos?
Hasta ahora el problema era cómo enfrentarse a las nuevas situaciones, ¿puede
que haya un problema para volver a las antiguas?
Es
evidente que existen unas enormes diferencias subjetivas entre estar confinado y
estar voluntariamente trabajando en un entorno propio. La primera diferencia,
evidentemente, es la propia percepción. Si somos nosotros los que elegimos la
situación, nuestra actitud varía notablemente. No es lo mismo no poder salir
que salir cuando quieras.
Desde
el principio del primer estado de alarma, del confinamiento, se notó un
importante incremento en la venta de ciertos muebles y de ordenadores. Los
muebles eran aquellos que nos hacen sentir más cómodos en los espacios
compartidos. Sofás y sillones fueron repuestos; pronto le siguieron mesas plegables,
sillas de trabajo ante ordenadores, monitores más cómodos y menos lesivos para
la vista, lámparas de trabajo, etc. El hogar se fue transformando en un nuevo
tipo de oficina, para bien o para mal.
En la
educación el cambio ha ido más allá de las clases online. Creo que tras los
primeros meses, con el acceso generalizado a la tecnología de las videoconferencias,
se han desarrollado muchas actividades, de congresos a conferencias, seminarios
de trabajo. Las limitaciones de asistencias a congresos o a reuniones de grupos
se han roto. Ya no es necesario
desplazarse. Otra cuestión es que, como en otros ámbitos, no todo el mundo lo
desee.
Una
cuestión de la que se habla mucho menos: el creciente empeoramiento del
ambiente en los medios de trabajo. En los últimos días, desde diferentes
lugares del mundo me cuentan el choque con el entorno laboral, cada vez más
agresivo, vertical y horizontalmente. El empeoramiento de las relaciones
laborales es un hecho, ya sea por bajos salarios, competitividad interna o
cualquier otra circunstancia, el ambiente de trabajo se ha vuelto enrarecido,
por decirlo suavemente, o deshumanizado. En estas circunstancias, el teletrabajo es
visto como una liberación del estrés provocado. El estrés por causa del trabajo
está en aumento creando problemas encadenados al hacerse crónico. Son muchos
los testimonios en este sentido en estos últimos años y lo he podido ver con
mis ojos y apreciar en mi piel.
Ya sea
por evitar situaciones estresantes o por favorecer nuevas oportunidades
empresariales, esa enorme mayoría del 70% de trabajadores a los que les
gustaría combinar el teletrabajo con la asistencia a sus puestos no es
desdeñable. Una cosa son los bares con los amigos y otra los entornos de
trabajo.
Puede
que la pandemia sea la causante de una nueva definición del trabajo en muchos
campos. Por ello es sumamente importante que no asociemos los cambios con lo
negativo. Entre lo absoluta y necesariamente presencial —como el turismo— a lo
que admite fórmulas híbridas (enseñanza, teletrabajo) pasando por elementos que
van a ser desmaterializados y convertidos en digitales, por lo que podrán ser
de acceso online.
Ya sea
solo la compra online o el consumo online, lo cierto es que el mundo que va a
salir de aquí va a ser distinto. Puede que el efecto distorsionador y emocional
de la pandemia, el drama sanitario —otro campo que se ha transformado aumentado
el telediagnóstico y la consulta online, por ejemplo—, nos oculte otro tipo de
cambios que están ahí y que se irán quedando cuando se rompa la asociación
negativa.
Por
supuesto que habrá cambios que perjudiquen a los que tenían un negocio basado
en la situación presencial. Se me quedó grabada la imagen al inicio del
confinamiento del siempre lleno aparcamiento de Azca, un importante centro
comercial y empresarial en Madrid. Lo que antes estaba lleno de coches quedó
vacío. También quedaron los bares y restaurantes que vivían de todos aquellos
miles de trabajadores que aprovechaban para comer cerca de su trabajo. Eso
cambiará si un porcentaje alto deja de ir para teletrabajar.
Al
igual que a algunos han recuperado cierto bienestar gracias al confinamiento
que les ha permitido ser conscientes de la vida estresada que llevaban, puede
que los algunos efectos sociales y laborales se echen de menos. Creo que el
gran drama humano hace que muchos casos en los que las mejoras son notables se
silencien por parecer interesados y deshumanizados.
Pero
los cambios están ahí. En mi caso, me acaban de pedir una tutoría desde China,
por ejemplo. Tengo bastantes en la semana desde diferentes puntos del planeta.
El confinamiento también hizo que se suspendiera nuestro cinefórum de más de
diez años de tradición. Lo logramos recuperar online. Este curso tenemos asistentes
desde China, El Cairo o Estados Unidos que nos unimos para hablar sobre las
películas que ya no vemos juntos, sino cada uno cuando puede. La vuelta a
hacerlo presencial cuando toque, si es posible (una sala de proyección pequeña
y sin ventanas, por ejemplo, ¿significará que debemos ignorar a aquellos que en
este tiempo lo comparten desde distintas ciudades y continentes? Me imagino que
desarrollaremos algún modelo bimodal que
permita que estemos juntos (comiendo juntos, como antes) y tener con nosotros a
los que están en el otro extremo del mundo. ¿Por qué no, si se puede? ¿Por qué
cerrar puertas?
El cierre de oficinas grandes perjudica los grandes creadores de edificios en zonas comerciales, además de los efectos secundarios ya señalados. Favorece a la periferia, allí donde son más baratos los terrenos, que por otro lado empezarán a subir.
Hay hoteles que han sobrevivido adaptando sus habitaciones a salas de reuniones de empresas o simples oficinas. Renovaron su mobiliario y aumentaron sus conexiones. Si la "España vaciada" mejorara sus conexiones, tendrían traslados de gente buscando otra clase de vida.
Todo cambio favorece a unos y perjudica a otros. Lo importante es saber con qué artes (buenas o malas) se resiste al cambio. ¿Habrá una lucha centro/periferia en diversos niveles (de las ciudades a los países) y órdenes (espacios materiales frente a espacios virtuales)?
De forma amplia, construcción, por un lado, y turismo y hostelería, por otro, forman juntos un poderoso bloque de intereses en nuestro país, con un gran peso económico y político. No hay que ignorarlo ni, por supuesto, ignorar su fuerza mediática.
El
reportaje de Diana Fresneda en RTVE.es está centrado en la "vivienda"
y su adaptación al teletrabajo. Podría ampliarse y mostrar cómo el teletrabajo,
la enseñanza, la asistencia sanitaria, el consumo cultural, etc. hacen adaptar
la vivienda, una adaptación que solo es el exterior de la nuestra.
* Diana
Fresneda "Cómo adaptar nuestra casa al teletrabajo: muebles plegables,
reformas e incluso cambio de piso" RTVE.es 30/05/2021
https://www.rtve.es/noticias/20210530/teletrabajo-obliga-adaptar-viviendas/2095147.shtml
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