Joaquín Mª Aguirre (UCM)
En
muchas ocasiones en estos años hemos hablado aquí del peligro constante para
las mujeres en Afganistán, de cómo lo que han conseguido hasta el momento, se
perderá por ser una sociedad profundamente machista y retrógrada en todos sus
estratos. Lo que han podido hacer las mujeres ha sido vigilado y anotado, por
lo que es más que probable que la salida
de las tropas norteamericanas e internacionales del país sea seguida de un tsunami
patriarcal que devolverá las cosas "a su sitio".
Los
talibanes regresarán y lo harán con acuerdos con los que ahora están en el
poder para retirar a las mujeres lo que han conseguido en educación, trabajo,
toma de decisiones propias o cualquier otro de "veneno" a los ojos de
los rígidos teólogos armados, de mano dura y castigo pronto, deseosos de
reinstaurar el reinado de Dios entre los hombres, volviendo al orden natural
que, a sus ojos, nunca se debería haber abandonado.
Con los
talibanes no se puede negociar porque, para quien cree que cumple el orden
divino, cualquier concesión es traición a ese mandato. Los talibanes, además,
firmarán lo que haga falta y regresarán satisfechos por haber engañado a los
infieles, agradeciendo su propia astucia y celebrando la estupidez de sus
cándidos oponentes.
Antena
3 recoge una noticia que puede ser un anticipo de lo que ocurrirá en breve de
forma generalizada. Lo hace con el titular "Un tribunal talibán condena a
40 latigazos a una mujer por hablar por teléfono con un hombre" y nos
cuenta:
Una mujer ha sido sentenciada a recibir 40
latigazos después de haber hablado por teléfono con un hombre. En 80 segundos,
la mujer fue sometida a este brutal castigo mientras se encontraba en medio de
un círculo donde el resto de personas observaban.
Según informa 'France 24', el vídeo donde se
muestra la ejecución de la condena fue subido a internet el 13 de abril de este
año, pero se trata de un castigo que tuvo lugar a finales de 2020, aunque no se
ha podido determinar la fecha exacta de la grabación.
Los hechos han sucedido cerca de la ciudad
afgana de Herat y el vídeo subido a las redes muestra a una mujer arrodillada y
vestida con un burka en mitad de un círculo de personas que han acudido a ver
el castigo. Uno hombre con una larga barba blanca la guía hasta el centro del
corrillo y después se une a otros tres hombres locales que son unos
autoproclamados jueces a los que se les conoce como 'ancianos' y que han
dictado sentencia.
Una vez allí, empiezan a darle latigazos
durante un minuto y medio. Comienza a azotarla uno de ellos, y al rato,
continúa otro. En mitad del brutal castigo se escucha a la mujer llorar y
gritar mientras dice "me arrepiento, es mi culpa, me equivoqué".*
La
brutalidad de lo descrito no es una excepción, algo que rompe la rutina, y debe
ser considerado como el regreso a la "normalidad". No es una
anomalía, sino un ritual, el regreso a la "verdadera ley". En el
ritual se fija la "falta", el "castigo" que merece, la
víctima y otros dos elementos esenciales: el pueblo que mira y aprende, por un
lado, y quién es la autoridad que impone y ejecuta el castigo. Como es propio
de esta forma de "justicia", la ejemplaridad es esencial porque es
acto ese doble: castigo y aviso.
Es,
sobre todo, un recordatorio de que Dios ha vuelto, pues todo esto, el castigo,
se hace en su nombre, para reinstaurar ese orden que tiene al varón como
responsable de corregir las acciones reprobables y velar porque no se
produzcan.
La
reproducción en las redes sociales es una forma de pregonar la vuelta del
orden. Es lo mismo que hacían los yihadistas cuando elaboran vídeos con decapitaciones.
Su efecto, como el de la antigua poesía, era hacer que el nombre de Dios llegara
más lejos avisando a los que querían desafiarlo. El castigo en la intimidad no
tiene sentido.
¿Volverá
esto con la salida de tropas? Con toda probabilidad, porque nunca se ha ido. Los talibanes
siempre han sostenido la idea de su regreso. Dios no puede ser derrotado, por
lo que cualquier victoria enemiga solo puede ser provisional. Eso lo saben bien
los afganos porque se lo habrán repetido una y otra vez.
Los que
hayan creído que un cambio es posible empezarán a hacer maletas o arriesgarse a
una muerte más que probable. Ya son muchas las mujeres que, tras su educación o
tareas profesionales en estos años, han enfilado un exilio anticipado. Saben
que serán las primeras víctimas del regreso de los talibanes. Pocos países han
cambiado tan poco en esto. Afganistán ha sido un país comunista en la época
soviética y luego tomado por los Estados Unidos y fuerzas aliadas. Bin Laden
luchó junto a los estadounidenses para "liberar" Afganistán de los
ateos comunistas. Lo que hizo después lo sabemos todos. Afganistán se convirtió
en su principal centro de operaciones y desde allí creó Al-Qaeda.
Las
mujeres temen más que nadie el regreso de los talibanes. Saben que lo que han
conseguido les será retirado por una sociedad patriarcal en la que muchos
hombres agradecerán la devolución de su autoridad perdida, que ellas serán el
camino por el que ellos mostrarán su virtud fiel. Como ha ocurrido también en
otros lugares, el castigo a la mujer es la forma de mostrar su sentido correcto
de la justicia a costa de las mujeres de su propio entorno. No hacerlo, por el
contrario, sería tomado como un símbolo de "dejadez", de
"debilidad", de "traición a Dios", en suma. Ellas serán el
camino para el prestigio ya sea por la obediencia plena a las normas o por
ejecutar castigo o señalar la falta denunciando para que este se cumpla.
Afganistán es el país del burka, de las narices cortadas, del ácido en la cara. Está considerado como uno de los peores países en los que ser mujer, si no el peor. Pruebas hay de su militancia contra las mujeres y cualquier avance que signifique perdida de la autoridad patriarcal en un pueblo endurecido como la propia tierra. Ya sea por lo que dicen o por lo que hacen o simplemente por hablar, las mujeres afganas son culpables y el inicio de un castigo virtuoso que debería extenderse al mundo.
Me
gustaría equivocarme, pero mucho me temo que pronto llegarán historias como
esta o peores. Esta vez el crimen ha sido hablar con un hombre por teléfono, dentro de poco será tener el teléfono. El silencio a las mujeres se impone a latigazos en Afganistán. Después, las muertes de las insumisas serán aplaudidas como muestras de piedad.
El teléfono es un vínculo con el mundo, con los otros. El castigo no es casual, no solo es por hablar con un hombre. Va más allá y busca aislarlas, como lo hace el burka, dejarlas fuera, convertirlas en figuras fantasmales y silentes.
Basta la sospecha; hay que evitar la tentación de la llamada. Cada mujer que tenga un móvil será ya culpable y tendrá que aceptar su castigo. Eso es lo que han hecho los viejos sabios. mostrar el camino a todos, mostrar que la virtud finalmente vence y regresa para devolver el orden perdido. La mujer será pronto controlada, devuelta a su lugar en el silencio y en la invisibilidad.
El látigo ha vuelto a imponer su silencio; pronto solo quedará su sonido sobre los gritos del arrepentimiento, hasta llegar al silencio final, solo roto por las llamadas a la oración.
*
"Un tribunal talibán condena a 40 latigazos a una mujer por hablar por
teléfono con un hombre" Antena 3 Noticias 0/2/05/2021
https://www.antena3.com/noticias/mundo/tribunal-taliban-condena-40-latigazos-mujer-hablar-telefono-hombre_20210502608e894ccfc90e0001880136.html
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