martes, 11 de mayo de 2021

La nada festiva

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)



Cree el doctor Simón que lo de las celebraciones del final del estado de alarma ha sido culpa suya. Hay que tranquilizarle al respecto. Él es solo una pieza más del malentendido interesado, un barco navegando en solitario entre las olas que otros provocan. ¿Cuánto tiempo cree el doctor Simón que hace que sectores enteros dejaron de escuchar los comunicados oficiales sobre la pandemia? Hace mucho que el doctor Simón es voz que clama en el desierto. Hace mucho que los que tenían que enterarse de lo que pasaba pasaron a esperar solo el pistoletazo de la salida de la pandemia entendida en términos explosivos.

No le echen la culpa al aburrimiento. Desde muy pronto hubo quien decidió aburrirse o que lo del virus no iba con ellos. Sorprendentemente, en todo este tiempo que va de pandemia no se ha escuchado una palabra, "nihilismo". La palabra estuvo muy de moda en el siglo XIX, mostrando una epidemia moral que asoló el mundo, especialmente a los jóvenes, que no le encontraban sentido a la vida que les rodeaba. La tenemos reflejada como postura en la literatura que no leemos, como en el magnífico "Padres e hijos", de Iván Turgéniev.



Las imágenes que hemos visto no me han recordado ni la vida ni la alegría, concepto trivializados, sino simplemente el fin del aburrimiento de una sociedad cuya felicidad desde hace décadas transcurre de botellón en botellón, de fiesta en fiesta, de trivialidad en trivialidad. A los nihilistas les importaba tan poco la vida que se la jugaban a los juegos más tontos; les daba igual vivir que morir. La risa estúpida con cualquier cosa tapaba la ausencia de verdaderos motivos para ser algo que no entendían.

Este coqueteo con la prohibición, este saber que es algo que tiene riesgo, les "pone", les saca del letargo y el aburrimiento para llegar a esa apariencia de felicidad que deben expresar ante los demás. "¡No me llames después de las 12, que estoy pedo!" es una frase que escuché en la facultad en el cruce entre dos estudiantes. Se me quedó grabada.

Muchas de las imágenes de estas celebraciones nos mostraban a "antiguos jóvenes", personas que han decidido parar el tiempo porque se encuentran más "cómodos" en ese estadio que para algunos es el final, en el que se seguirán refugiando como alternativa a lo que les espera fuera.



No, no debe sentirse demasiado responsable el Dr. Simón. No debe hacer lo que los demás evitan siempre que pueden, la responsabilidad:

 

Muy decepcionado, mucho". Así se encuentra el director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias, Fernando Simón, tras ver las multitudinarias fiestas callejeras que se registraron la noche del sábado tras el fin del estado de alarma. Simón, muy serio, reconoce que "no puedo saber, ni yo ni nadie en España en este momento" cuáles serán las consecuencias desde el punto de vista epidemiológico de las masivas concentraciones que se produjeron esa noche, aunque no descarta un incremento de los contagios, especialmente en los menores de 60 años, los menos vacunados. Tampoco que puede activarse una  cuarta ola que hasta el viernes parecía controlada. 

Simón hizo autocrítica, al considerar que tenía responsabilidad en lo que ocurrió el sábado. "No he sabido transmitir de manera clara que el fin del estado de alarma no es el fin de la pandemia. Creo que no los transmití de manera clara ni a los ciudadanos, ni a los políticos ni a los medios de comunicación". "Lo que vi el sábado me dio mucha pena. Entiendo que algunos grupos estaban ansiosos, pero hay que aguantar un poco más, la incidencia de contagios aún es muy alta".*

 


No es un problema de claridad, Doctor. Es un problema de "voluntad", de importarte el mundo que te rodeo o de considerarlo solo una pista de baile con barra libre toda la vida. hace mucho que nos dejó de importar el declive educativo y lo que implicaba en nuestra vida; hace mucho que el arte, la cultura, etc. es decir, los recursos para dar sentido a la vida, se quedaron en el camino de lo aburrido, de lo que se abandona en la escuela. El resultado es esa obsesión con la celebración que vertebra nuestra vida creando un nuevo ritual. El ritual es una forma de tratar de encarcelar el tiempo vertebrándolo. Nuestros rituales son los "findes", ya sean de semana o de mes. Recuerdo mi sorpresa al escuchar en el metro, camino de la Facultad, en pleno mes de septiembre, preguntar una chica a un compañero "dónde iba a pasar el fin de año". Me sorprendió. El ritual festivo ignora o silencia lo que hay entre medias de cada celebración.

No es un problema de comunicación, como piensa el doctor Simón, es un problema de un orden más profundo que hace que estemos preparados para unas situaciones y no para otras. Las celebraciones revelan y estas que salen lo hacen igualmente, hablan de nosotros, de nuestros valores, de nuestra forma de entender la vida. 

Los que hemos visto en la celebración fin del estado de alarma es solo la restitución de un estado que ha sido ignorado a lo largo de todo este tiempo, salpicado de denuncias de vecinos, de incumplimientos de todo tipo, con trampas y falsificaciones, un tiempo de excusas para hacer la santa voluntad y mostrar que el mundo se puede ir traste a ritmo de diversos estilos musicales y etílicos.

Fines de semana, celebración clandestina de fiestas anuladas, finales de copa, partidos "clásicos", etc. cualquier excusa ha sido buena en este tiempo. Unos han modificado su vida para ajustarse al bien general, a acabar con la pandemia; otros, por el contrario, han hecho todo lo que han podido para burlar las medidas y —como estamos en España— presumir de ello colgando sus vídeos y mostrando al mundo que es idiota y que ellos son muy listos.



No, no es un problema comunicativo. Es un problema profundo que seguirá con nosotros después de que acabemos con el coronavirus, no por ese esfuerzo que nos iba a hacer mejores, sino porque la vacuna que otros inventan acabará llegando a nuestros brazos. Y esperemos que sea así porque una parte de la sociedad, está claro, no va a poner nada de su parte. Los sacrificios de muchos son despreciados por otros tantos. Los pringaos y los listillos.

La misma prensa que convirtió a Simón en un icono pop preocupándose por su peinado, sus jerséis, que trivializó fijándose en el continente y no en el contenido, se preocupa ahora por sus palabras dolidas. Es el destino de esta cultura de la imagen, de las superficies y de lo superficial, carente de un mínimo de profundidad en sus discursos, más pendientes de personajes ridículos prefabricados que se nos cuelan cada día en casa. El destino de Simón era el desengaño o, como dice él, creer que no ha sabido comunicar correctamente la situación. En el mundo de Simón se cree en las palabras y en los hechos, en que sirven para algo. El otro es un mundo de autoengaño con emociones primarias.



La desmoralización de los sanitarios tiene su lógica. No es para menos. Descubren que para muchos no son más que una herramienta más para cuidar de su salud cuando ellos mismos no lo hacen. Desatendidos institucionalmente en sus reclamaciones de más personal y mejora de su situación, ahora se tienen que enfrentar a eso de lo que se quejaba una sanitaria hace unas semanas: salir de un agotador turno eterno, de ver dolor y muerte, y encontrarse por la calle los restos divertidos de los que regresaban de sus botellones reglamentarios. Ahora lo han visto en su conjunto.



Nos hace falta lo que no tenemos, crítica social, análisis de este sistema de "ocio" que hemos fabricado para salir adelante. Necesitamos artistas, filósofos, sociólogos, comunicadores... que no adulen, que no busquen sus minutos, días o años de gloria dentro del sistema, que dejen claro este vacío que nos rodea, que nos absorbe cada día. Los que tenían que ofrecernos luces y guías buscan más el aplauso fácil. No solo Simón está deprimido. La pandemia deja al descubierto nuestras miserias en muchos órdenes.

Lo del otro día es solo cuestión de sincronización de este nihilismo estúpido, con una jerarquía inversa de valores, de un infantilismo irresponsable y engreído, que celebra la vuelta al vacío, a la nada festiva. La tentación de la responsabilidad paso de largo. 

 


* Celeste López "Simón, "muy decepcionado" con las imágenes de macrobotellones de la noche del sábado" La Vanguardia  https://www.lavanguardia.com/vida/20210510/7443932/simon-decepcionado-imagenes-macrobotellones-noche-sabado.html

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