miércoles, 19 de mayo de 2021

El rey se divierte o la crisis de Ceuta

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)



La crisis de la pandemia está presionando sobre otros puntos débiles y haciéndolos crecer en intensidad. Una crisis abre otras crisis hasta que estalla como conflicto. Los espacios más frágiles, los más desprotegidos, son los que están siendo sacudidos con más intensidad. Allí donde hay más presión, donde se juntan más factores de estrés social, los conflictos acaban saltando de una forma u otra. Estos se manifiestan de forma desesperada en una frontera, que es el lugar de huida y hace que la gente, que tiene ya poco que perder, se lance a buscar formas de vida dignas de tal nombre.

La imagen en Ceuta de la sanitaria abrazando al inmigrante subsahariano en plena crisis de llanto ha sido recogida por casi todos los medios. Es una imagen que nos habla directamente sobre el drama humano y de la empatía, de la situación límite que viven.

La crisis de  Ceuta, con la apertura de las fronteras marroquíes, es lo contrario de la empatía. Es la instrumentalización de las personas, de sus vidas; es una repulsiva indiferencia ante el dolor.



Junto a la imagen señalada, hay otra causa de escándalo. Me refiero a las imágenes de los policías marroquíes abriendo la verja y dándoles paso a todos, lanzándolos hacia el mar. No les importan sus vidas o destinos, si cruzan o si quedan por el camino. Son solo materia que lanzar contra una frontera por la irritación de que España tenga a un político saharaui en un hospital enfermo de COVID. Es lo que, cínicamente, las autoridades marroquís han llamado "consecuencias", que traducido a la realidad de los hechos quiere decir "indiferencia" ante la vida y el dolor.

Esa indiferencia ya no ha sido solo respecto a los subsaharianos retenidos como munición en la frontera. Se ha extendido ahora a su propio pueblo, al que han lanzado contra la frontera en un gesto despótico y dictatorial, una rabieta que demuestra el estilo despectivo absolutista de la monarquía marroquí.



Es el estilo Erdogan en Turquía, donde abre la frontera cuando quiere presionar sobre Europa; donde juega con la desesperación de personas que huyen de las guerras que hace poco por parar, intentando sacar la mejor tajada. Era el estilo del derrocado Muamar el Gadafi en Libia cuando amenazaba a Europa con abrir las fronteras y dejar pasar hacia Italia a miles de personas cuyas vidas le importaban muy poco. Es el estilo, en fin, de estos dictadores —coronados o elegidos— cuyo desprecio por la vida humana es manifiesto.

Marruecos y Turquía reciben miles de millones para que mejoren la situación, algo que no les interesa realmente. Las inversiones en las zonas acaban siendo gestionadas por los corruptos del régimen que están interesados en recibir, pero no en solucionar. Viven del problema y quieren seguir haciéndolo.

Recuerdo las disputas de los hijos de Gadafi, al levantarse las sanciones contra Libia, repartiéndose las grandes empresas internacionales que se iban a instalar en el país como si fueran regalos. Y lo eran, sus comisiones estaban en juego.




La cuestión peliaguda es cómo solucionar problemas con países corruptos y dictatoriales. Toda ayuda enviada la capitalizan para reforzar su poder. Por definición, no respetan al pueblo, al que solo temen en sus estallidos, como puso de manifiesto la Primavera Árabe, una ocasión desperdiciada para esos países y para el resto del mundo, que prefirió que siguieran bajo manos firmes por cuestiones de "seguridad". Solo algún país se libró del retroceso, avanzando algo, y la situación actual es todavía peor que cuando se sublevaron.

La pandemia está actuando prácticamente sin control en muchas zonas del planeta produciendo éxodos; se entremezcla con las acciones de grupos terroristas que campan a sus anchas por un continente, desplazándose y sembrando muerte sin que nadie sea capaz de frenarlos. El aislamiento ya no es posible en muchos espacios y la estrategia debería ser la contraria. Pero estas crisis son muchas veces utilizadas, como ocurre hoy con Marruecos, para conseguir sus fines y tapar sus propias crisis redirigiendo la desesperación de la gente hacia otros puntos.



Lo hecho por Marruecos es inaceptable. Lo es desde cualquier punto de vista, político o humanitario. La respuesta que se dé por parte de España y la Unión Europea, sobre cuya frontera han actuado, debe de ser otra que la de alimentar sus arcas personales para asegurarse que mantienen cerrado el candado de la valla. Hemos visto que la abren sin escrúpulos cuando les interesa.

En los países corruptos es difícil que la riqueza llegue al pueblo. Se pierde en manos de los poderosos, que siempre mostrarán que siendo dóciles pueden prosperar, mientras que se acumula la pobreza. Necesitan pobres, por decirlo claramente. Son estos los que emigran y acaban enviando dinero a sus familias para subsistir. Lo que hemos visto es un río de pobreza llegando al mar de la desesperación.

Ya es dramática la situación desesperada de los inmigrantes para que se juegue, sin asomo de vergüenza, con ellos. Ahora son víctimas dobles, de la miseria y del juego político maquiavélico de Marruecos. Tratemos de evitar en lo posible que sean ahora víctimas triples.



No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.