Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Las
elecciones europeas nos traen más complejidad pero pocas novedades respecto a
lo esperado. La mayor y más agradable sorpresa es el aumento de la
participación en diez puntos, un 50%, en Europa y en particular la
participación española, con el 64'31%. Esto ya es una buena noticia por sí
misma. La parte negativa es que ya tenemos en Europa la misma tensión
destructiva del miedo que se está apoderando de los diferentes países.
Hemos
pasado de la "fiesta de la democracia" al "drama de la
democracia" como resultado de las fuerzas centrífugas de la política, una
tendencia generalizada. Esta fuerza centrífuga tiende, como el mercado, a
fraccionarse radicalizando las posturas, algo que hace aumentar la tensión
social y los conflictos.
¿Estamos
condenados a vivir la democracia como un conflicto permanente? Esta pregunta se
la hace mucha gente. Algunos políticos de los que han salido en pantalla tras
conocerse los detalles han dicho algo que parece una obviedad: la campaña se ha
terminado.
Es
quizá una confirmación de algo que se dijo tras las elecciones generales, que no se podían
mantener la "crispación" permanente en la vida política en un país
moderno. Aunque no sea fácil mantenerlo en la vida real, hay al menos que
plantearlo como meta o fin de la vida política y ciudadana.
El
parlamento europeo, si no se remedia, se ve abocado a una política bronca por
su mayor fraccionamiento. En cualquier caso, hay un margen muy elevado para
poder tranquilizar la eurocámara,
aunque no a muchos de sus miembros, cuya función futura será el escándalo y la
agitación. No han ido a la cámara europea; han ido a ganar una posición en el
plató europeo, donde realizarán sus shows. No tienen nada que perder.
Europa
tiene mayoría tranquila suficiente
para poder ser gobernada. Aunque se hayan perdido votos de los dos grandes
partidos por el mayor fraccionamiento, los que han aumentado claramente sus
votos son los Liberales y los Verdes, ambos comprometidos con la construcción
de Europa frente a los euroescépticos.
Es un
momento importante porque los tres partidos europeístas pueden dar un ejemplo
de negociación y de avance en las políticas comunes. Quizá Europa debe
acostumbrarse a otra forma de hacer política, pero también debe comprometerse
con su propio futuro. No se debe dejar comer el terreno ni los principios. Son
estos últimos los que se deben resaltar. Hay que resolver la tensión entre lo
local y el conjunto europeo reforzando las ideas y aclarándolas. Hay que romper
la incompatibilidad que se está vendiendo sobre Europa, los tópicos
interesados, para evitar que la demagogia arrastre a todos, como ha ocurrido
con Reino Unido.
Y hay
que tener liderazgo europeo. Necesitamos caras y pensamientos claramente
comprometidos con Europa y su unión. No basta con apoyar; hay que liderar, algo
que significa tener ideas, sembrar ilusiones y construir realidades
beneficiosas para todos. Europa no debe seguir siendo un tema secundario en las agendas políticas ni mediáticas. Hay que pasar de estar en Europa a ser Europa, a ser cada día más Europa.
El
diario El País de ayer, día de las elecciones, publicó un artículo de Yuval
Noah Harari, titulado "Vayan a votar; es bueno para el corazón". Tras
realizar unas reflexiones sobre el sentido del globalismo en el mundo de hoy,
lleno de problemas globales, Harari cierra su artículo señalando:
La Unión Europea, hasta ahora, ha sido el
experimento más logrado de la historia en la búsqueda del equilibrio adecuado
entre los intereses nacionales, regionales y mundiales. Ha creado una
cooperación real entre cientos de millones de personas, sin imponer un gobierno
único, una lengua única ni una nacionalidad única a todos. Ha creado armonía
sin imponer la uniformidad. Si Europa puede enseñar al resto del mundo a
fomentar la armonía sin uniformidad, la humanidad tendrá muchas posibilidades
de prosperar en este próximo siglo. Si el experimento europeo fracasa, ¿cómo
podemos esperar que triunfe el resto del mundo?*
La
pregunta parte del reconocimiento positivo de Europa, algo que el
euroescepticismo niega. Europa es un buen
ejemplo, no un experimento destructivo, como sus enemigos plantean. Basta
con tener un poco de sentido de la Historia y del propio pasado para comprender
su necesidad en un mundo como el actual, que requiere soluciones globales para
muchos retos.
La
misma convivencia ya es un ejemplo. En un mundo crispado, situado en el
conflicto, la construcción europea, su consolidación, es una enorme aventura
histórica en la que merece la pena avanzar.
* Yuval
Noah Harari "Vayan a votar; es bueno para el corazón" El país
26/05/2019 https://elpais.com/elpais/2019/05/24/opinion/1558718520_776352.html
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