Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
La
noticia del asesinato de la periodista afgana Mina Mangal, ametrallada en plena
calle mientras esperaba la llegada del coche que debía recogerla, es otra de
las remidas señales de un país en el aire, como es Afganistán. La noticia la
trae el diario El País, que se hace eco de agencias.
A lo
largo de estos años hemos traído aquí la gran preocupación que deberíamos tener
por este castigado país y, sobre todo, por las mujeres que han escogido
intentar ser ellas en una sociedad brutal en la que sus derechos se sustentan
en la decisión de los hombres.
La
obsesión de los talibanes son las mujeres. Toda su ideología estalla contra
ellas considerando que son quienes deben ser vigiladas, domesticadas según sus
normas estrictas, las que practicaron con furor en el periodo que estuvieron en
el poder.
Como
las noticias que nos llegan de Afganistán nunca son buenas, el asesinato de
Mina Mangal corre el riesgo de perderse entre la maraña de los finales de las
Ligas y otros asuntos transcendentales. Sin embargo, en Afganistán tenemos abierto
un drama de dimensiones enormes y que puede traducirse en cualquier momento en
un escenario dantesco de persecución de las mujeres si los talibanes regresan
como todo parece indicar y son las mujeres lo que se pone encima de la mesa.
La
agencia afgana de noticias The Khaama Press publicaba abril un artículo de Shahira
Mohseni, una joven afgana con estudios universitarios en Dubai y Afganistán,
con el título "Peace with the Taliban: an uncertain future for Afghan
girls?". El miedo de Mohseni, como el de todas las mujeres, es que en las
reuniones "de paz" en las que se negocia la retirada de las fuerzas
norteamericanas, en las que solo interviene dos mujeres, acabe con la entrega
de sus derechos. Escribe Shahira Mohseni:
After almost two decades of war in Afghanistan
and the fall of the Taliban regime by the coalition forces in 2001, the life of
Afghan girls has dramatically changed. They have the opportunity now to achieve
their rights and get involved in politics, economics, and social activities as
part of society.
During the dark years of the Taliban regime
from 1996 until 2001, women and in particular girls faced difficulties starting
from child marriages to honor killing, isolation, lashing, they were even
forbidden from going to school, university, work and access to entertainment
such as listening to music. They couldn’t leave home without wearing a burqa
and a close male relative.
I can never forget the day my younger brother
started school during the Taliban regime, and my mom told me that the Islamic
Emirate of Afghanistan (the Taliban) had forbidden me from going to school. As
a child, I couldn’t bear the idea of being denied by something. I was crying
and tried in vain to look – with the logic of an innocent child – for reasons. I,
fortunately, had the opportunity of having a literate mother, who was teaching
me at home since she was banned from going to work as well. When I grew up, I
realized that I was living in a country that has taken its population centuries
back into the past.
Afghanistan is currently going through a
critical moment in its history, and now it is in the process of reconstruction
and democratization and girls are playing a significant role in this process.
Today, after hearing the news that American’s
and the Taliban are close to a peace deal, I thought of the darkest days that
every single girl in Afghanistan had experienced it and the fear of losing our
rights and freedom that we spend 18 years with so much effort to build it.
The Taliban argue that we will not return to
Afghanistan with the same harsh way as it was in 1996. Taliban are saying that
we are not against women education or employment, but we will be against the
alien culture of clothes worn by women that have been brought by others to our
country.
Afghan women still cannot imagine the Taliban
as part of the government and cannot trust their promises, indeed we have spent
more than 40 years of our lives in war, everybody is tired of fighting and
losing their family members but, we don’t want to be victims of peace with the
Taliban, and peace should not be at the price of losing our rights and freedom.*
Creo que la situación de Afganistán es un hecho único en la
historia, el triste momento en el que en unas negociaciones de paz se ponen
encima de la mesa los derechos de las mujeres de forma explícita. Este es el
temor. Dimos cuenta aquí no hace mucho tiempo de la iniciativa, apoyada por la
ONU, de las mujeres reclamando protagonismo en las reuniones. No quieren que se
negocie a sus espaldas su destino. Y no se fían de aquellos que deberían
defenderlas.
Se confirma con ello la obsesión machista de los talibanes,
cuyas diferencias con el Estado Islámico son mínimas. El objetivo, como
señalaba Shahira Mohseni en su escrito, es hacer retroceder cientos de años al
país, a las épocas oscuras que ellos consideran de esplendor. Los talibanes,
como el Estado islámico, como todos los movimientos de corte salafista son
aberraciones contra la Historia, contra la evolución o el cambio. Su doctrina
es la parálisis del mundo, un mundo en el que las mujeres desaparecen dentro de
vestidos y hogares.
En la misma
agencia afgana, se publica otro artículo, firmado esta vez por el académico de
Medicina Mohammad Azeen Zmarial , con el título "Unprecedented Opportunity
for Health to Flourish following the Peace Deal in Afghanistan", en cuyo
último párrafo se señala: «A peace deal that results in the limitation of
women’s access to healthcare services, or that limits the contribution of
female health workers to the health system, risks losing the current health
gains and threatens to reverse the improvement of health indicators in the
country.»**
En el artículo se dan algunas cifras de lo que es una
sanidad sin personal médico femenino o sin posibilidad de acceder a ella por
parte de las mujeres. Las cifras en muchos casos eran espectacularmente
sombrías. La posibilidad de salir de casa y ser atendidas por personal femenino
supuso un enorme crecimiento de la calidad de vida y una reducción de las
causas de mortandad.
De lo que se habla en Afganistán es de algo más que de paz.
Lo que tienen encima de la mesa es un mundo cerrado y que excluye de él a las
mujeres. Conforma se vaya perfilando la retirada de las tropas de la alianza se
puede producir un éxodo masivo como nunca se ha visto, un éxodo de mujeres
temerosas de que su vida deje de ser suya o deje de ser vida.
En RT nos explican lo que pueden haber sido las causas del
asesinato:
Mangal había laborado por más de
una década como presentadora de televisión y administraba populares páginas en
redes sociales en las que abogaba por los derechos de las mujeres afganas para
trabajar y de las niñas para ir a la escuela.
Por otro lado, la periodista
criticó ampliamente la práctica de concertar matrimonios como una violación de
los derechos humanos, siendo ella misma una víctima de un matrimonio forzado y
habiéndose inmerso en un duro proceso para salir de él.
El asesinato se produjo días
después de que la mujer consiguiera finalmente el divorcio, y luego de que
denunciara en redes sociales haber recibido amenazas de muerte. Según indicaron
familiares de Mangal a RFE/RL, había "problemas" entre ella y sus
exsuegros.***
El asesinato de Mina Mangal debe ser percibido en este
contexto de anticipación de un horizonte lesivo para las mujeres. Ya sea por
los talibanes o por la familia de su ex marido, Mina Mangal es una víctima del
sistema afgano, desde su matrimonio forzado a su lucha por haber salido de él.
Los talibanes no son solo un grupo,
son también una forma de pensar que no es exclusiva de ellos, sino que forma
parte de la ideología del país.
Conforme se vaya viendo más próxima la llegada de los que se
proclamarán "vencedores" al pisar Kabul, irán produciéndose este tipo
de incidentes con los que se quedaron querrán demostrar a los que llegan que
actuaron bajo la coacción de las fuerzas militares de ocupación. Serán muchos
de ellos los que encerrarán a sus hijas, esposa y hermanas.
Hacen bien en no fiarse ni de los talibanes ni del gobierno
afgano. Sus intereses son diferentes y les va en ello su libertad y la
posibilidad de dejar de ser una sombra, como ocurría con anterioridad.
La agencia afgana nos cuenta en otra de sus noticias que se
han batido en 2018 los récords de muertes de civiles. La guerra no terminó. Lo
malo es que los asesinatos de mujeres pueden empezar a llevar su propia
contabilidad.
Mina Mangal ha sido asesinada después de luchar mucho por su vida y por la
de otras mujeres. Ha sido periodista para poder denunciar estas situaciones de
las que ahora es ella misma una víctima, como lo fue toda su vida. Es el lugar más peligroso para ser periodista y para ser mujer. Mangal te
* Shahira
Mohseni "Peace with the Taliban: an uncertain future for Afghan
girls?" The Khaama Press 13/04/2019 https://www.khaama.com/peace-with-the-taliban-an-uncertain-future-for-afghan-girls-67854/
** Mohammad
Azeen Zmarial "Unprecedented
Opportunity for Health to Flourish following the Peace Deal in Afghanistan"
The Khaama Press 7/05/2019
https://www.khaama.com/unprecedented-opportunity-for-health-to-flourish-following-the-peace-deal-in-afghanistan-2345/
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