Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Todo
vale, nada vale. ¿Somos conscientes de los cambios del mundo en que vivimos?
Hemos cambiado, el mundo ha cambiado. Podemos verlo o no, sentir que es nuestro
mundo o sentirnos desplazados. Lo notamos en la cantidad de batallas inútiles
que damos por cosas que ya no son como eran y que nos arrastran. La aceleración
del cambio lo hace más dramático; nunca te llegas a acostumbrar a nada.
Escuchamos esta queja; repetimos esta queja.
The
Washington Post se hace una pregunta desde el puesto más vistoso de su portada
digital: "Obama and Trump broke the mold. Do they signal a new view of
presidency?". El enlace nos lleva al interior, al texto, en el que el titular
se ha modificado ligeramente: "Nos. 44 and 45 broke the mold. What does that mean for the future
of the presidency?". "44" y "45" so, claro está
los números de la presidencia de los dos últimos ocupantes de la Casa Blanca.
Pero la idea de la "ruptura del molde" se mantiene pues es la idea
central del análisis desarrollado por Dan Balz, un periodista con larga
experiencia en The Post y antiguo corresponsal en la Casa Blanca
La tesis central de su análisis es que tanto Obama como
Trump han roto una tradición presidencial anterior a ellos. Obama como primer
presidente negro de los Estados Unidos, Trump como candidato que no provenía de
la política. También el hecho de que Hillary Clinton compitiera por la
presidencia formaría parte de ese cambio. Obama y Clinton habrían roto sus barreras
para llegar al final de la contienda; Trump habría roto las suyas, las de un
candidato exterior al mundo de los partidos. Trump ganó la nominación
republicana deshaciéndose de los propios candidatos republicanos.
Dan Balz recoge algunas opiniones de gente muy distinta que
expresan a su modo el cambio respecto a los modelos anteriores. La conclusión
presentada, la ruptura del molde, plantea sin embargo algunas dudas: ¿no ha
habido rupturas de moldes es los 43 presidentes anteriores, todo representa un
mismo modelo? Las variables que se tienen en cuenta son las de "género",
"raza" y "profesión", es decir, "varón",
"blanco" y "político profesional". Con Obama y H. Clinton
se habrían roto los modelos básicos anteriores y Trump habría roto el tercero.
Quizá habría otro molde masculino roto por el presidente Dwight Eisenhower,
donde su carácter militar también produjo un cambio, si bien la explicación
estaría en el efecto de sus actuaciones en la II Guerra Mundial.
Tras reproducir algunas explicaciones personales, Balz de
centra en las interpretaciones más técnicas:
Marc Hetherington, a political scientist at the
University of North Carolina, said cultural changes in the makeup of the
country have reshaped the political makeup of the parties.
“Presidential prototypes are going to be
different as a result,” he wrote in an email.
That’s one reason, perhaps, why there are now
23 candidates for the Democratic nomination, including six women and six
candidates of color — diversity unheard of in past elections. They range from
Biden, the candidate with the longest résumé, to sitting senators to governors
or ex-governors to a big group of current or former House members to a mayor of
a small city, a big city or the nation’s largest city, to an entrepreneur to a
spiritual activist and author.
Out of this field could emerge the oldest
person ever elected as president, or the youngest. It could produce the first
female president, the first woman of color as president, the first Latino
president, the first Asian American president, the first gay president, the
first mayor to ascend directly to the White House.*
Como se puede apreciar, el abanico es muy amplio. La ruptura
del viejo molde no implica la creación de uno nuevo (que se perciba) sino del
cambio. La diferencia es obvia: una vez roto, se trata de probar.
La elección para la presidencia de un cómico sin carrera
política en Ucrania, uno de los países con situación más complicada en Europa,
nos hace ver que algo está ocurriendo, al menos con los "moldes". Las
características tipo que antes se exigían para seguir adelante en una carrera
presidencial se han visto dinamitadas por las elecciones reales. Los que no
parecían tener probabilidades, resultan beneficiados por la novedad de los
planteamientos. El fenómeno lo estamos viendo por muchos lugares, por
demasiados.
Más que un nuevo modelo, en ocasiones parece tratarse de un
antimodelo. Es decir, los votantes piensan más en lo que no quieren que en
plantearse lo que quieren. La diversidad de propuestas reflejaría esta apuesta.
Explicaría también el predominio del discurso negativo sobre el positivo. Es
mucho más fácil cebarse sobre un candidato que represente lo viejo, que
construir un discurso nuevo. De hecho, la mayor parte de esos discursos lo que
buscan es distanciarse de aquello que se acerca al molde.
Esto estaría produciendo otro fenómeno. Una vez detectado,
los partidos podrían empezar a lanzar candidatos con perfiles atípicos para
tratar de sondear el "humor" de sus electores.
La política está siguiendo un camino oscuro. La conmoción en
Austria por la publicación de un vídeo en el que el vicecanciller dimitido
vendía favores en Ibiza a la sobrina de un millonario ruso nos muestra (junto
con las docenas de ejemplos por todo el mundo) que algo falla. Yo no tengo
claro que sea el poder el que corrompa y no los corruptos los que luchan por el
poder. Habrá de todo, por supuesto, pero no podemos soslayar que hoy se puede
fabricar todo lo necesario para poder colocar a una persona en la presidencia
de un país. Trump es el ejemplo más claro.
Un poderoso grupo decide apostar por él como candidato y lo
lanza a la conquista de la Casa Blanca. No tiene experiencia ni valores, solo
presencia pública. Es un personaje controvertido, despreciado por la
intelectualidad, que lo considera un patán y por los políticos que solo ven en
él un niño rico que no sabe tener las manos quietas, busca notoriedad en
concursos de belleza y concursos televisivos. Y funciona.
Lo hace porque le apoyan unas fuerzas que le escriben los
guiones, hunden a sus rivales y él no tiene líneas rojas ante una cámara. La
gente le vota porque creen que Hillary representa la "vieja clase
política", la élite del país, los de siempre. Hoy es posible hundir a una
persona en un par de horas. Las redes sociales se encargan de difundir fotos,
rumores, noticias falsas..., lo que haga falta. Ya no se trata de pedir al
voto, sino de reinventar al candidato
cada mañana, al mediodía y por la noche. Trump sobrevive a todo, mantiene su
discurso: desacreditar a los medios, desacreditar a sus rivales los
republicanos, Hillary Clinton, Barack Obama), desacreditar a los países (China,
Alemania...), descreditar las instituciones (la ONU, la OTAN...), destruir
tratados y convenios internacionales (comercio, cambio climático...) y así
sigue. Tiene a su lado fuerzas a las que alimenta y de las que se realimenta.
Ha conseguido que le sigan por Twitter, sin mediaciones. Les ha sacado del
terreno de juego, del ring. Lo absorbe todo, como un agujero político. Trump es
un ejemplo a lo Hemingway: para vencerle deben destruirlo totalmente. Es un
Terminator, peligroso hasta el último tornillo.
Los candidatos opositores están forzados a intentar combatir
con armas en la que no se han curtido. Por eso los que entran ahora llegan con
lecciones aprendidas, curtidos de lides mucho más agresivas. Vienen del
activismo, de los mítines callejeros, no tanto de las instituciones.
Esto es un enorme peligro porque se pide de todo menos las
cualidades serenas que luego se le exigen cuando está en el poder. Queremos un
energúmeno en las campañas y un buda en el asiento presidencial. No es fácil.
Lo que queremos —y es lo que tenemos— son actores capaces de
representar tragedias y comedias en el mismo día, capaces de hacer reír y
llorar. Eso es más fácil de encontrar gracias a la división del trabajo
político. Por eso son los "equipos" los que están entre bambalinas, son
los asesores con los que despachan, los que escriben, los que atienden las
encuestas, los que seleccionan la ropa, los que sondean las redes y hacen
correr los bulos, los que buscan apoyos y financiación para las campañas.
Se han acabado los grandes políticos. Ya no son personas de
las que podamos leer con provecho sus biografías. Más bien se las escriben a ellos, las inventan. De ahí tanto currículum
vitae falsificado, comprado. Son parte del personaje, venderlo como persona con
cierta capacitación. En realidad se han limitado a sobrevivir en el partido
desde el momento en que entraron, que han apostado por un grupo e intentan
ascender, llegar alto, ser candidatos. A ver si hay suerte...
Con unos materiales así, la política deja de ser política y es la interfaz de los grandes o pequeños intereses, de los que tienen
poder o de los que quieren tener más. El candidato es la "cara", lo visible de un iceberg, cuyas partes sumergidas son técnicos y expertos en comunicación, en psicología, sociología, informática, redacción, sondeos, etc. Es una tecnocracia que solo necesita de un candidato para ponerse en marcha en la carrera.
Lo ocurrido en Austria es parte del mal despertar. Seguirá
pasando. Son los vídeos de lo que ocurre tras los decorados, entre bambalinas.
Puede que se haya roto el molde. Estamos en la época del usar y tirar. Da
igual.
Ya hay republicanos que empiezan a hablar del impeachment de Trump. Lo han hecho, por supuesto, a través de Twitter. Es la señal de que se ha abierto la veda electoral. Se aprende rápido.
* "Nos. 44 and 45 broke the mold. What does that mean
for the future of the presidency?" The Washington Post 18/05/2019
https://www.washingtonpost.com/politics/nos-44-and-45-broke-the-mold-what-does-that-mean-for-the-future-of-the-presidency/2019/05/18/97d64320-77e9-11e9-bd25-c989555e7766_story.html
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