Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
El
artículo firmado por la profesora de Ciencias Políticas de la UCM, Eva
Borreguero, titulado "Mujeres del ISIS, verdades incómodas" es de
interés y suscita diversos tipos de dudas. Las primeras sobre la situación en
sí de las mujeres apuntadas al yihadismo y con participación activa en situaciones
bélicas o de otro activismo. El segundo
tipo de dudas son las suscitadas por el artículo en sí.
En
cuanto a las primeras, es cierto que representan un cierto tipo de incógnita,
que viene definida por la mentalidad desde la que se enjuicia habitualmente los
roles masculinos y femeninos. Creo que efectivamente, nuestra mente cultural está prejuzgando esos
roles en sus valoraciones, asignando posiciones específicas a unos y otras. Es
decir, límites.
Pero la cuestión que está aquí de fondo es mucho más concreta. ¿Qué hacer, cómo interpretar en el caso de las tres mujeres españolas regresadas de Siria? ¿Debemos considerarlas como víctimas de una especie de secuestro, han sido engañadas? ¿O debemos considerarlas plenamente responsables en vez de disculpar su actuación participación en un guerra de la que salen cada día mayores barbaridades a la luz? La cuestión si las vemos como personas responsables o como víctimas. ¿Qué ocurre entonces con las verdaderas víctimas, las que quedaron en Siria?
Las leyes de los
grandes números no funcionan en las decisiones privadas y nuestro deseo de
percibir patrones está demasiado anclado en las leyes de la naturaleza y menos
en la conducta individual, máxime si se trata de elementos en los que se
interrelacionan factores que nacen de la propia interpretación de los sujetos
de un otro distante, exótico o atrayente en grados diversos. Ya sea por fascinación
o por convencimiento, no creo que estemos en disposición todavía de ascender los hechos
al nivel de las verdades. Si la "verdad" es que el comportamiento de las
mujeres no se ajusta a lo que esperamos conforme a nuestras expectativas
sociales, creo que no hay mucha duda en eso.
Aquí
hemos sostenido muy a menudo los errores y presuposiciones que dirigen la
interpretación de los hechos del terrorismo, de la radicalización, etc. El caso
de los occidentales que se suman a los grupos yihadistas y van a luchar a Siria
(o a cualquier otro lugar) debería ser diferente a los propios procesos de
radicalización de aquellos que se encuentran en sus entornos. Por decirlo así,
no debería ser el mismo proceso del radicalización en Siria que el que se
produce en París, Madrid o Nueva York. Ni menor ni mayor, solo otro.
Leemos
en el comienzo del artículo de la profesora Borreguero:
Según un informe del Centro Internacional
para el Estudio de la Radicalización (ICSR), aproximadamente unas 4.500 mujeres
extranjeras viajaron a Siria e Irak para unirse al ISIS. Las historias de
aquellas que quieren regresar a sus países de origen han ocupado los titulares
de las noticias en las últimas semanas en los medios de comunicación europeos.
Entre ellas se encuentran las tres ciudadanas españolas que viajaron a Siria
para unirse a sus maridos. La entrevista que realizó este diario resulta
perturbadora al revelar una imagen de la mujer que no encaja en las categorías
que estamos acostumbrados a manejar, bien sean de corte conservador o
progresista. Al observar a estas jóvenes embozadas en un niqab negro es
inevitable preguntarse qué ha podido llevarlas a abandonar una vida de
comodidad y libertad en Occidente para seguir a un grupo de ideología misógina,
que esclavizaba sexualmente a las mujeres, y entregarse a una existencia de
reclusión y precariedad en un escenario bélico. Su activismo radical cuestiona
creencias profundamente arraigadas en nuestras sociedades, especialmente las
relacionadas con la idea de que la violencia es un comportamiento antinatural
en la mujer o el convencimiento de que los principios fundamentales del
feminismo, la lucha por el respeto y la igualdad de derechos, son
universalmente aceptados. También atentan contra el cliché de la pasividad de
la mujer en los círculos islamistas. El caso de Yolanda Martínez, criada en un
entorno como el madrileño barrio de Salamanca y convertida al islam en edad
adulta, pone en tela de juicio la visión convencional de que la militancia
violenta es la respuesta a condiciones socioeconómicas intolerables,
marginalización cultural u opresión política.*
Entiendo
el sentido de lo que la profesora Borreguera quiere decir: no se puede explicar
la participación de la mujer en estas organizaciones y sus acciones como una mera
enajenación, constituyendo a la mujer como un sujeto "débil",
manipulado siempre por elemento exteriores, varones, familia, etc. Es reducirla
a un nivel de inferioridad mental que trata de convertirla en una
"víctima" cuando puede ser agente perfectamente lúcido y responsable.
También es quitar responsabilidad a sus actos, como si se tratara de una menor. Estoy de acuerdo en que son plenamente responsables de lo que han elegido. Tienen suficiente información a su alrededor para saber qué hacen.
La queja
respecto a los medios de comunicación ante el tratamiento es asumible por poco
que se revisen las representaciones.
La mujer, dentro de estas estructuras, tiene su propio papel. Es más —añado—
puede ser fuente de inspiración y verdadero motor de la familia o del vecindario,
convirtiéndose en líder.
Escribe
la profesora Borreguero sobre su experiencia:
A lo largo de los últimos años he tenido la
oportunidad de entrevistar en profundidad a mujeres vinculadas con grupos
salafistas del subcontinente indio. Pertenecían a un espectro de formaciones
que iban desde movimientos no violentos que deliberadamente rechazaban
cualquier militancia política hasta facciones que apoyaban el yihadismo. En
todos los casos compartían un código de comportamiento inspirado en las
prácticas del islam de los orígenes en la Arabia del siglo VII que conllevaba,
entre otros, una estricta segregación por sexos y el consecuente uso del niqab.
No eran pocas las que presentaban rasgos de la personalidad propios de un líder
o dirigente, incluida la capacidad de tomar decisiones y habilidades para la
comunicación y persuasión. Muchas habían cursado estudios superiores y hablaban
varias lenguas. Con ingresos económicos elevados, en algunos casos habían
vivido durante largos periodos en países occidentales. Obraban desde el
convencimiento de que sus funciones no eran iguales a las del hombre, sino
complementarias. Educadoras, predicadoras y asesoras en el ámbito de las
mujeres, ejercían influencia en su grupo social y reforzaban la ideología
prevalente. Algunas incluso iban más lejos y revestían su compromiso de un aura
progresista al presentarlo como “feminismo islámico”. Si bien desde una
perspectiva normativa estas mujeres ocupaban un papel secundario en la
organización, no por ello dejaban de asumir ciertas responsabilidades que les proporcionan
un relativo grado de autonomía.
Este tipo de implicación resulta innovador al
romper con las interpretaciones conservadoras sobre los estereotipos de género.
La segregación permite un modo de participación social que trasciende el rol
comúnmente asignado a la mujer y que la relega al ámbito del hogar. Satisface
las inquietudes de las más ambiciosas y proporciona la posibilidad de liberarse
de ciertas costumbres patriarcales. Incluso aquellas que sí mostraban un mayor
grado de subordinación hacia las figuras masculinas, se daba un sentido de
empoderamiento arraigado en su función de atender las necesidades de los hijos
y esposo, conscientes de ser el sostén de la umma en la esfera privada y en
concordancia con la posición que les asignan las organizaciones como
transmisoras de valores religiosos e ideológicos.*
El
hecho de que muchas mujeres sean reducidas en su papel a la reproducción y el
cuidado no significa que no sean aprovechadas sus cualidades cuando lo estimen
necesario por parte de las organizaciones terroristas. Así ha sido en muy
diversas ideologías, que han tenido siempre sus "mártires
luchadoras", sus Juana de Arco.
El
fenómeno del yihadismo terrorista se mueve entre la ortodoxia romantizada del
salafismo, que busca volver a los orígenes, y el acto heroico de aquel o
aquella que tiene la decisión de enfrentarse a los "enemigos de Dios"
y ganarse el cielo en una tacada.
Se habla
en el artículo de mujeres que han tomado las armas frente al Estado Islámico y
les han combatido en todos los terrenos, desde la piloto citada hasta mujeres
pertenecientes a los kurdos o a las milicias de otros grupos. Ellas rompen los
estereotipos internos y añaden un componente de vergüenza a los que son vencidos por mujeres.
¿Cuál
es la "verdad incómoda"? Supongo que la que afecta a los auto engañados. Aquellos que tienen una imagen
distorsionada de la mujer y la aplican igualmente a las mujeres yihadistas. La "incomodidad" de la verdad es que no podemos encubrir la realidad de la responsabilidad.
Me
preocupa una cuestión más. Ya no se trata de si la mujer puede empuñar un arma
o liderar un grupo terrorista o un ejército, algo de lo que no me cabe la más
mínima duda. Reclamo el foco sobre otras mujeres, líderes políticas y sociales en el mundo
árabe, que tratan de romper los estereotipos machistas de su propia sociedad y
que también deben vencer unos cuantos fuera de allí, entre nosotros.
Me
refiero a todas aquellas, muchas, mujeres que desafían el poder patriarcal en
actos variados, intelectuales, no violentos, de liderazgo y que se enfrentan a
la mayoría de los hombres y mujeres de sus países. Nuestras yihadistas españolas son el reverso de la moneda, la reafirmación de aquello contra lo que luchan.
El
hecho de que mujeres occidentales se conviertan en dinámicas y aguerridas yihadistas o en esposas de yihadistas no debería ser motivo de tanto sorpresa, como de estudio individual o grupal. Nos choca, pero es una realidad.
Coincido
en que el proceso que lleva del rico Barrio de Salamanca en Madrid a la Siria
sangrienta es un hecho que requiere sobrepasar los tópicos y estereotipos
que se manejan habitualmente. Habrá alienadas, pero también decididas yihadistas que han seguido su proceso a conciencia. Eso no significa que esté bien, simplemente que saben lo que hacen.
Pienso en las muchas mujeres que luchan cada día por tener más protagonismo, más derechos en su sociedad, por ser más libres y veo las que han renunciado, convirtiéndose en lo contrario. Y me produce tristeza.
* Eva
Borreguero "Mujeres del ISIS, verdades incómodas" El País 17/05/2019
https://elpais.com/elpais/2019/05/16/opinion/1558025333_831349.html
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