Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
* "La Fiscalía investiga el suicidio de una empleada de Iveco tras la difusión de un vídeo sexual" El País 29/07/2019 https://elpais.com/sociedad/2019/05/29/actualidad/1559112195_230127.html
De
nuevo otro caso para la reflexión y la prevención. Me refiero al caso del
suicidio de la mujer de quien se difundieron a través de las redes sociales
unas imágenes de carácter sexual y que han conducido a su suicidio.
Una vez
más nos damos cuenta del poder destructivo que tenemos entre manos. Creo que no
usamos el camino correcto cuando hablamos de ese genérico "redes
sociales". Esto despersonaliza el acto en sí, una especie de Fuenteovejuna
perversa y amoral que es capaz de recibir todo y redistribuirlo con círculos de
duplicación, como una piedra lanzada al agua.
La
tecnología es el soporte de la maldad humana, como el arma —del palo al misil—
, el peligro puesto en manos de personas peligrosas. Sería bueno recordar cómo
se percibía el ciberespacio en los años ochenta y noventa. Es en esta última
década cuando se convierte en un espacio social abierto cuyo uso acaba siendo incontrolado.
Los principales valores de las redes eran la libertad y la colaboración. La
primera se percibía como una aspiración frente a los condicionamientos
restrictivos del mundo y los poderes; la segunda como una manifestación de la
solidaridad humana, la negación del egoísmo competitivo, primando el compartir.
¡Qué lejos, qué lástima!
Hemos
entrado en este mundo sin pedagogía. Tampoco creo mucho en ella. Muchos de los
grandes canallas han ido a los mejores colegios y universidades. La maldad es
difícil de erradicar y la maldad aprovecha todos las herramientas a su alcance,
de la carta anónima al mensaje viral. Después simplemente se busca la maldad
socializada, la anónima, la que reenvía pensando que lo suyo es diversión
mientras que lo de los demás es delito.
Un simple teléfono puede destruir una vida. El mismo acto que realizamos para mandar una felicitación de cumpleaños, quedar con los amigos, buscar una calle que no encontramos... puede acabar con una vida, con cualquier vida. La culpa no es del teléfono o de las redes, sino de nuestro deseo de hacer daño, por un lado, y el disfrute que a muchos les produce sumar a la ola anónima.
Un simple teléfono puede destruir una vida. El mismo acto que realizamos para mandar una felicitación de cumpleaños, quedar con los amigos, buscar una calle que no encontramos... puede acabar con una vida, con cualquier vida. La culpa no es del teléfono o de las redes, sino de nuestro deseo de hacer daño, por un lado, y el disfrute que a muchos les produce sumar a la ola anónima.
En la
información de El País leemos:
"Creo que la gente no es consciente de
lo que puede llegar a desencadenar lo que para ellos podía parecer una
broma", ha comentado a EFE un trabajador. Algo en lo que coincide Andoni
Anseán, el presidente de la Fundación Española para la Prevención del Suicidio
y de la Sociedad Española de Suicidología: "Estamos muy lejos de ser
sensibles al poder de las redes sociales, tan accesibles como peligrosas si son
mal utilizadas, y no acabamos de medir la repercusión individual de estas
acciones colectivas que, en muchos casos, son también ilegales".*
Creo
que sí somos conscientes. Hay que dejar de usar la hipótesis de la gente mal
informada. Hay que asumir que hay malas personas, personas que quieren hacer
mal a otras. Si les preguntas a ellas te dirán que es solo un juego, pero es un
juego de poder, un juego de violencia y dominación donde el objetivo es el
daño. Lo vemos desde las páginas dedicadas a burlarse de los profesores a las
que difunden imágenes de los ex como venganza, lo que parece ser ha sido el
caso. Esperas a que esté casada y con dos hijos. Entonces difundes los vídeos
de tu venganza. Demasiado tiempo incubando el mal para presentarlo como juego o
reacción espontánea.
No
dejan de ser sorprendentes algunos razonamientos jurídicos, como que :
[...] ni el autor de la difusión del vídeo ni
quienes lo reenviaron podrán ser castigados por sexting (la difusión de imágenes y vídeos privados sin autorización
de la persona afectada, aunque la víctima diera en su día su consentimiento a
la grabación), porque es necesaria una denuncia de la víctima, que en este caso
no existe. Para estos hechos, explica el experto en Derecho Digital Borja
Adsuara, “se podría investigar como un delito contra la integridad moral, que
son perseguibles de oficio por la Fiscalía; tanto la primera difusión del
vídeo, que supuestamente hizo su expareja, como las sucesivas redifusiones, por
sus compañeros de trabajo”.*
No
preocupa más el nombre llamativo, el sexting
(¡qué gran hallazgo!) que el hecho del suicidio en sí. Después de la moralina,
"aunque la víctima diera en su día el consentimiento a la grabación",
que siempre permite a una parte de la sociedad decir que "se lo
buscó". Es el equivalente a la ropa en la violación, etc.
Los
expertos, los técnicos son los que hablan hoy. Explican desde sus jergas porqué
la gente se suicida, porqué falla la educación, la perspectiva laboral (ha sido
entre sus compañeros), etc. Todo el artículo de El País es una concentración de
ellos, una polifonía sobre el hecho del suicido, pero se nos escapa la maldad.
Es la
explicación sencilla a la que muchos se resisten. Preferimos que se nos
considere idiotas a malos. Sin embargo, hay mala gente. Sin duda. Y la mala
gente hace cosas malas, ya sea en la presidencia de los Estados Unidos o en el
café de la esquina. El potencial del mal de cada uno está en función de sus
herramientas para extenderlo. Un simple teléfono tecleado es una máquina de
matar cargada con la municiones más temibles, las palabras, las imágenes.
De todo
lo que se lee se desprende una profunda hipocresía. Es fácil rasgarse las
vestiduras cuando ya se ha producido la muerte. A las risas, bromas y burlas,
le sigue el acto de contrición. La empresa diciendo que era una "cuestión
personal" manifiesta impotencia e indiferencia. No puedo pararlo, no es mi
caso. Los sindicatos pidiendo que se considere "accidente laboral"...
Todo un despropósito porque no hemos asimilado que la maldad y un teléfono son
ya un arma de destrucción de personas, de familias. Es tanto poder en un
"send" que muchos no lo pueden dejar pasar. Como no podemos
categorizarlo con claridad, será un caso más en unos días. Hasta que llegue el
siguiente en un colegio, en una empresa en cualquier lado.
Es un caso de violencia. habrá que redefinir el concepto, porque el vídeo ha sido usado como un arma, con plena intención de hacer daño. Es acoso laboral y sexual, es violencia de género. Es venganza. Es machismo tecnológizado, frustración reprimida, impotencia destructiva. Lo misma misma maldad de siempre, pero más sofisticada, difundida y dañina.
Ni el derecho ni la sociedad han sabido categorizar esto hasta el momento, darle un tratamiento justo. Solo ponerle nombres exóticos, neologismos ingeniosos. Plantearlo como el envío de un archivo que viola la privacidad, y no como la forma de destruir a una persona, no lleva muy lejos. Considerarlo un "accidente laboral" es distorsionarlo, aunque sea por la buena causa de la indemnización y el seguro. Considerarlo "violación de la intimidad" es reducirlo, ignorando la muerte como resultado. Habrá que afinar más para quedarnos con la conciencia tranquila.
"Todos tenemos la culpa", recoge ABC. No. Cada uno tiene la suya, personal, individual, intransferible. Y vivirá con ella. No hay Fuenteovejuna.
"Todos tenemos la culpa", recoge ABC. No. Cada uno tiene la suya, personal, individual, intransferible. Y vivirá con ella. No hay Fuenteovejuna.
* "La Fiscalía investiga el suicidio de una empleada de Iveco tras la difusión de un vídeo sexual" El País 29/07/2019 https://elpais.com/sociedad/2019/05/29/actualidad/1559112195_230127.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.