Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Ahora
que nuestros políticos de todos los pelajes y niveles han hablado sobre el
mundo que nos tienen preparado, sería bueno echar un vistazo a la realidad,
mucho menos sonriente. Un recorrido exploratorio por las mismas páginas en las
que se nos datan sus victorias o derrotas muestra que el mundo en el que
vivimos lleva otra tendencia que los políticos no han sabido o querido
arreglar, quizá porque para muchos de ellos no es más que aceptación
transparente de lo que tenemos.
El
diario El País nos trae en su portada algunas pinceladas de presente con amplia
proyección de futuro. Lo primero que nos encontramos es la realidad del racismo
representada por un equipo de fútbol de tercera regional andaluza, el Alma de
África, en donde los jugadores han decidido eliminar su propios nombres de la
camiseta y poner en ellas los insultos que les dedican en los partidos:
"negro", "esclavo", "moro" "inmigrante",
"indio", "gitano", "gorila", "negrata"...*
son algunos de los apelativos que les dedican. Los jugadores muestran sus
camisetas con lo que tienen que escuchar cada domingo, cada partido. El racismo
llega a las cumbres políticas y se regocija con sus victorias electorales.
Ellos van a salvar a España, Francia, Reino Unido, Alemania, Italia, Hungría...
de los invasores.
Una
segunda pincelada, un poco más abajo en la página, nos lleva a otra realidad,
la de la soledad. En "Cuatro fórmulas para no morir en soledad"** se
nos muestra un drama real, la situación de una sociedad que envejece y que ha
perdido sus raíces. Lo que antes eran familias concentradas en las ciudades o
en ámbitos próximos ahora suele ser una gran dispersión debida a la
globalización, por un lado, que nos ha hecho más viajeros, pero también a la
búsqueda de trabajo más allá de nuestras fronteras. Es el drama de los mayores,
que se ha convertido, además en un gran negocio, no siempre limpio.
El
comienzo del artículo ya nos sitúa en el problema real:
Se llamaba Amanda y llevaba muerta cinco
años, tendida en el suelo de la cocina de su casa, en Madrid. Ningún vecino se
había percatado de que esta mujer de 83 años había sufrido un ictus mortal. La
policía halló su cadáver, momificado, tras un aviso de su sobrina, que vive en
Israel. Ocurrió hace un mes. Es el ejemplo más extremo del aislamiento y cada
cierto tiempo se difunde un nuevo caso. Alguien a quien nadie, ni familiares,
ni amigos, ni el tendero, ni la farmacéutica, echaron de menos. Ayer mismo se conoció
la muerte en soledad de otro hombre de 85 años en Alicante.**
Cinco
años son muchos años para que nadie piense en ti, para que nadie llame, para
que nadie te vea. Y ocurre. La muerte en soledad debe ser estudiada en este
mundo cada vez más inhóspito y hostil. El artículo nos habla de las formas de
autodefensa, de cómo evitar ese drama social y existencial de la soledad.
Cuando
camino cada mañana temprano en busca de mi tren, me cruzo con mujeres mayores,
con ancianas, acompañadas de otras mujeres. Casi siempre son mujeres
extranjeras que las acompañan en su paseo de la mañana o comparten el día con
ellas sentadas en algún banco al sol. Cada día veo más de estas parejas en mi
camino.
Pero
este mundo que construimos es poco solidario con las personas mayores, no puede
decirse menos de los jóvenes. Con el marco de "El futuro del trabajo",
La revista Retina del diario nos trae
las declaraciones de Mark Graham, un profesor de Oxford, con la afirmación “La
automatización promueve la inequidad”.***
Leer la
breve entrevista con Graham no es ir al futuro, aunque hable del socorrido
"dentro de veinte años". Es ir directamente al pasado, al más duro e
infame capitalismo de finales del siglo XVIII y principios del XIX, el mundo
que describió a la perfección Zygmunt Bauman, en su análisis de cómo fue
necesario crear pobreza para que existiera un banco de reservas laborales que
permitiera abaratar los salarios y despedir a los descontentos. Se sacó a los
pobres del campo y se les convirtió en pobres de ciudad obligándoles a vivir en
ciudades agresivas, en condiciones insalubres, con trabajo infantil,
enfermedades, etc. Dickens lo retrató y creemos que solo era una cuestión
literaria, pero era la realidad que vivían.
P. ¿Cómo imagina el mercado laboral dentro de diez años?
R. Sin una regulación más efectiva
y sin que los trabajadores tengan la capacidad de una mayor fuerza colectiva.
Vamos a afrontar una carrera hacia abajo en salarios y condiciones laborales.
No es inevitable. Pero necesitamos una acción sostenida y conjunta de los
reguladores y los empleados para crear otro futuro.***
No es
necesario esperar diez años para ver esto. Lo vemos cada día. Los políticos
temen las cifras de desempleo y cada vez que quieren tomar alguna medida en el
sentido indicado por Graham se encuentran con las amenazas de que eso hará
crecer el desempleo. La precariedad, como señala, el artículo es el seguro de
que no habrá demasiadas quejas. Si no estás de acuerdo, ya sabes, basta con
descolgar el teléfono para que lleguen los candidatos a ocupar el puesto. Esto
forma parte de la realidad que escuchamos cada día.
La
automatización es solo una parte, la que afecta al tipo de empleos. Pero la
clave está en la contratación, en la precariedad que se establece como forma
lícita de ganancia empresarial. Por eso todos los datos en el mundo reflejan el
crecimiento de la desigualdad: los ricos son más ricos y los pobres lo son
hasta el límite, pero están condenados a no poder salir de allí.
La emigración
entra en juego cuando hay que salir de tu esfera para ir a otra en la que
puedas mejorar. Es una cadena en la que los puestos que dejan los de un país
los ocupan los más necesitados que vienen de otros. Se producen así nuevos
conflictos. Esto es también un escenario muy decimonónico.
Los
nuevos modelos de trabajo, que tanto han cantado algunos, son nuevas formas de
la misma vieja explotación. Si seguimos el recorrido por la página principal de
El País nos encontramos con otra pincelada trágica. "La muerte de un
repartidor de Glovo reabre el debate de la precariedad"****, nos dicen
desde otro titular.
La
cuestión, una vez más, nos muestra el futuro en el presente, no hace falta
esperar mucho. Las protestas ante la sede de la empresa tienen mucho de rabia
sin contener por la situación. El debate esta vez se ha iniciado por el hecho
de que el repartidor muerto no estaba registrado por la empresa. Pese a ello el
diario nos explica:
Glovo asumirá “todos los gastos que hubiera
cubierto el seguro privado con el que cuentan los repartidores de la
plataforma”, anunció la compañía en un comunicado, pese a asegurar que la
víctima no estaba registrada en la aplicación como repartidor. Los
repartidores, sin embargo, volvieron a destacar la precariedad de las
condiciones laborales con las que las nuevas plataformas de mensajería les
obligan a trabajar a diario.
El caso de personas que utilizan los perfiles
de otros repartidores registradores es conocido, según explicaba ayer Dani
Gutiérrez, de la plataforma Riders por Derechos, vinculada al sindicato
Intersindical Alternativa de Cataluña. “En el mejor de los casos un repartidor
está dado de alta como trabajador autónomo. Hay personas sin papeles que no
pueden trabajar pero necesitan comer y alquilan, por horas, la cuenta de otro
repartidor”, explicaba. En su opinión, Glovo se está alimentando de “falsos
autónomos” para llevar a cabo su actividad, como ha llegado a admitir en algún
caso la Inspección de Trabajo, una situación que, a su parecer, precariza
“todavía más” la situación de los repartidores que se encuentran en una
situación de mayor debilidad.****
El muerto
era un joven nepalí, 22 años. Sin papeles, obligado a ganarse la vida trabajando
como puede, "realquilando" a alguien su derecho a jugarse la vida por
las calles. Al no tener papeles, queda limitado a este tipo de práctica dentro
de la precariedad. Es la precariedad de la precariedad.
Durante
años hemos escuchado las bondades de la "nueva economía", del ingenio
de todas estas empresas que aprovechan huecos de mercado para dar servicio más "eficientes",
"evaluables" y "dinámicas". Pero los dramas que esconden
algunas veces salen a la luz. La precariedad de nuevo es la nota dominante. El
abuso es el resultado.
La
medida tomada por nuestro gobierno para hacer que todo el mundo fiche y salga a
la luz los millones de horas trabajadas sin pago a los trabajadores tiene ya su
propia picaresca adecuada a cada modelo. Ya habrán escuchado a más de uno
contarles cómo su empresa ha "resuelto" el problema. No se va a pagar
una hora de más porque seguirán siendo invisibles. Solo se localizarán cuando
llegue una inspección o exista una denuncia de alguien que esté fuera.
La
cuestión es el papel de la empresa, cómo se concibe. Estamos en una sociedad
egoísta y que produce egoístas. Se trata de tener la sartén por el mango y el
que quiera mejorar que se monte su negocio y haga lo mismo. Ese es el mensaje.
No hay sentido social, solo el ánimo de lucro por encima de los demás.
Por eso
los salarios seguirán a la baja por más que la economía mejore. Graham explica,
como ya se planteó, en el XIX: «Si no encontramos formas de
redistribuir los beneficios que acumularán los propietarios del capital
seguramente la automatización del mercado laboral va a promover la desigualdad»***
La "redistribución", ahí está el quid de todo sistema económico. Las
sociedades más justas tratan de equilibrarse, pero todo va hacia el
desequilibrio, hacia la desigualdad.
Gran parte del extremismo actual y de los populismos
—como ocurrió en el siglo XX— se alimentan de este tipo de injusticias
sociales. Cada uno elige uno o varios responsables y apunta su artillería del
resentimiento hacia el objetivo. Los políticos se aprovechan de estos
sentimientos de frustración y gritan contra la ineficacia del resto. Ellos van
a promover sus utopías, nacionales o sociales. Pero todo, en el fondo, sigue un
mismo camino.
Hace falta recuperar el sentido de justicia social,
de bienestar social y entender que la organización social debe equilibrarse o
se convierte en un escenario de violencia constante que lleva a la violencia y
al desequilibrio psico-social, con sociedades enfermas, desequilibradas.
Racismo, soledad, desigualdad, precariedad... son
pinceladas de un retrato que como el Dorian Grey, refleja el negativo de las
imágenes coloristas que nos gusta contemplar. Los mayores y los jóvenes viven
en situaciones negativas. Los que están en medio cada vez tienen menos
capacidad para compensar el desequilibrio sosteniendo con sus recursos.
Tras las elecciones que hemos tenido días pasados,
hay mucho que reflexionar. Si nos preocupa este presente, debemos pensar que la tendencia es a intensificar todo esto. No es especulación. Todo está aquí, solo crece. La sociedad que no poda sus defectos acaba acostumbrándose a ellos. Y algo peor, puede acabar llamándolos "virtudes".
* "Con el 5, Gorila; con el 9, Negrata: el
equipo que se rebeló contra el racismo" El País 28/05/2019
https://elpais.com/deportes/2019/05/27/actualidad/1558980750_207094.html
** "Cuatro fórmulas para no morir en
soledad" El País 27/05/2019
https://elpais.com/sociedad/2019/05/27/actualidad/1558980779_382517.html
*** "“La automatización promueve la
inequidad”" El País 28/05/2019
https://retina.elpais.com/retina/2019/05/23/tendencias/1558608717_984429.html
**** "La muerte de un repartidor de Glovo
reabre el debate de la precariedad" El País 28/05/2019
https://elpais.com/economia/2019/05/27/actualidad/1558983633_840887.html
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