viernes, 1 de marzo de 2019

El pastel

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Las declaraciones del ex abogado de Donald Trump, Michael Cohen, han maravillado pero han abierto una nueva crisis demócrata y hasta norteamericana, ¿cuándo está el pastel cocinado? Como en todo proceso en el que se van generando tensiones y expectativas, las discusiones surgen sobre el momento preciso en que el pastel estará en su punto. Esto, traducido a la situación de Trump, implica tomar la decisión de cuándo comenzar su proceso de "impeachment", algo que nadie duda que se producirá —es cuestión de pasar de la fe a lo jurídicamente consistente—, pero que todos discuten cuándo.
La "era Trump" pasa a tal velocidad que todo parece que fue ayer. Desde el primer día se desvelaron fallos y componendas, delitos y faltas, negocios turbios y negocios más turbios. Pero nadie quiere que la pieza se le escape y se tiende a esperar que aparezca, la "madre de todos los delitos", aquello ante lo que Trump y los suyos no puedan poner cara de "¿y qué?" e irse a jugar al golf. Es una especie de pánico escénico en el que todos quieren ser protagonistas pero nadie quiere asumir la responsabilidad del protagonismo de la obra, a sabiendas de los riesgos que supondría fallar. Es la tensión de tirar del último penalti de la tanda.

La verdad es que el retrato que Michael Cohen ha hecho de Trump ha sido demoledor, pero lo que necesitan es otra cosa. La sorpresa es que alguien saliera hablando bien del presidente. Pero todos quieren algo más para poner marcha el más traumático de los procedimientos políticos y legales de los Estados Unidos, el impeachment, la destitución del "comandante en jefe", el procedimiento en el que se reconoce que se equivocaron eligiendo a un delincuente, un irresponsable, un impresentable, es decir, a un Donald Trump.
Escribe Pablo Guimón en el diario El País:

“La fe es subir el primer escalón, incluso cuando no ves la escalera completa”. En el arranque de una jornada histórica en Washington, Elijah Cummings, presidente del Comité del Congreso que el miércoles interrogó a Michael Cohen, recurrió a Martin Luther King para encomiar el paso que había dado el exabogado de Donald Trump de traicionar al jefe al que sirvió fielmente durante diez años. Pero sus palabras, vistas en retrospectiva, ilustran también el dilema al que se enfrentan los compañeros demócratas del propio Cummings: el testimonio de Cohen alimentará la fe de aquellos que quieren dar cuanto antes el primer paso hacia el impeachment del presidente; pero los más pragmáticos advertirán de que la escalera completa, al menos de momento, no se ve.
La importancia del testimonio de Cohen, más que en el detalle de las acusaciones, estuvo en la descripción de primerísima mano de la manera de actuar del presidente, un asombroso relato de un proceder cuasimafioso, que funciona como poderoso complemento a la más técnica labor de los fiscales federales que lo investigan. Su gran debilidad: Cohen es un acreditado mentiroso, que ingresará en prisión, entre otros cargos, por haber faltado a la verdad precisamente en la institución ante la que compareció el miércoles.*



Es el uso del "cuasi" lo que frena a los que no quieren precipitarse y que se les escape la pieza. El "cuasi" en "cuasimafioso" es lo que determina el resultado. Y nadie quiere fallar y asumir la responsabilidad.
Creo que en el fondo hay mucho de ese miedo a tirar el penalti, a dar el paso que deje a Trump fuera de combate definitivo. Tiene que ser por KO, porque "a los puntos" Trump se escapa.
Es difícil que con Trump ocurra como con Richard Nixon, que tenga un acto de inteligencia y responsabilidad y salga por la puerta, con capacidad de sonreír y saludar desde la escalerilla de un avión, rumbo a la tierra de Nunca Jamás. No. Nadie duda que habrá que meter a Trump en el avión drogado y con una camisa de fuerza y, ¡quién sabe! si no tendrán que asaltar la Casa Blanca para sacarlo antes de allí.
Sabedor del momento complicado de Trump, el líder sexy norcoreano se lo ha puesto más complicado al levantarse de la mesa de las negociaciones. La frustración de Trump por esto debe ser enorme porque era otros de sus golpes de efecto pensados para presentarse como un líder mundial que aprieta pero no ahoga. Esto supone para Trump más problemas y para los Estados Unidos el temor a que su presidente siga pensando en nuevos motivos de gloria.


El procesamiento por corrupción, entre otras cosas, de Benjamin Netanyahu, un buen amigo, le habrá recordado a Donald Trump que los presidentes pueden caer y están sujetos a las leyes. La idea de que él está por encima de todo, como se ha demostrado en la declaración del estado de emergencia nacional para conseguir la financiación del muro con México, es parte de su personalidad y eso será lo que le pierda finalmente. Nadie es más débil que el que se cree invencible.
Para que una figura como Donald Trump haya estado tanto tiempo en pie, es necesario que existan diferentes clases de Michael Cohen. Presentarlo como un mentiroso ahora, confirma que Trump necesitaba estar rodeado de mentirosos. La cuestión está ahora en de cuánta información dispone el mentiroso. Cuando le pides a un servidor que proteja tus espaldas, este se asegura también de proteger las suyas.
Los debates y tensiones ahora se centrarán en que el pastel no se pase o salga crudo. La pericia de los cocineros es saber cuándo ya está listo. 



* "El explosivo relato de Cohen agita el debate sobre el ‘impeachment’ de Trump" El País 28/02/2019 https://elpais.com/internacional/2019/02/28/estados_unidos/1551380961_533939.html

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