Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Hace
unos días comentábamos aquí sobre cierto patrón entre los comentaristas de la BBC
cuando se preguntaban unos otros sobre lo que ocurría en el parlamento
británico cuando trataban del Brexit. El patrón era ciertas sonrisas nerviosas
—a veces abiertas, sin esconderse— que nos y otros no lograban esconder.
Preguntar y responder se convertía así en un ejercicio de contención a la vista
del espectáculo que el parlamento estaba dando en primer lugar al pueblo
británico y después al mundo gracias a la labor mediática.
Esta
vez, tras la sesión de ayer, es la CNN norteamericana la que rotula la sección
como "Brexit Caos", que ya es duro, pues implica que se ha convertido
en una fase en la que el orden, y con él el sentido, han desaparecido de las
discusiones. Basta con ver los titulares de la CNN referidos a lo ocurrido ayer
— "This was supposed to be Brexit day. But MPs are voting once
again on British PM's withdrawal deal", "ANALYSIS Brexit may end up
being a waste of time","Watch chaos in Parliament after Brexit votes
fail" o "UK parties 'at risk of not surviving' Brexit" — para
darse cuenta de que esto es algo que tendrá consecuencias más allá de la
salida, permanencia o cualquier otra fórmula intermedia que el ingenio británico
y la paciencia comunitaria puedan dar a luz en este complicado parto, del que
no se sabe todavía qué será.
Más
allá de la situación británica, es necesario darse cuenta de algunas cosas
importantes para todos. Si bien el caso del Brexit tiene unas peculiaridades
propias muy marcadas, la situación de caos que se muestra no es algo alejado de
lo que podemos esperar en situaciones distintas.
El
Brexit es un ejemplo de lo que supone empezar la casa por el tejado. Me
corrijo, no se llega a tanto aquí: se comenzó algo de lo que solo encontraron
el nombre y un deseo. El Brexit es lo que Baudrillard llamaría un
"simulacro", algo que comienza siendo una formulación verbal y acaba
convirtiéndose en algo más allá de la frase. El problema es el tránsito de la
orden —¡hágase!— a la práctica en la que nadie sabe qué hacer. ¡Con lo fácil que fue ponerle un nombre atractivo —la magia de los publicitarios— y lo difícil que es hacerlo realidad, entreverlo siquiera!
Los
mismos británicos que votaron irse se encargan ahora de tratar de echar la
culpa a la unión europea, que se ha limitado a negociar un "Brexit"
—hacen falta dos para bailar el tango— con su primera ministra, la señora
Theresa May, una especie de Mary Poppins a la que se le ha quedado el bolso
vacío.
Los británicos
son los únicos responsables de haberse creído sus propias fantasías (por no
llamarlas mentiras directamente). Por decirlo así, se creyeron el prospecto que
sus líderes, unos y otros, les ofrecían. Creyeron ciertamente que Reino Unido,
de la mano de Donald Trump iba a reeditar las glorias de antaño. ¡Cuántas veces
se habrá levantado Theresa May en la noche a lavarse las manos después de salir
de la Casa Blanca, "amarraditos los dos", junto a Trump en aquella
imagen para la historia.
Los
británicos están descubriendo con estupefacción —algunos con humor hastiado—
que de la casa prometida no había ni plano, sino un simple rótulo paradisiaco
en el que un sonriente Farage señalaba hacia un punto indefinido en el
horizonte. Era el dedo del tonto señalando a la luna en un día sin luna.
No sé cómo
acabará el Brexit, pero sí sé que hay muchos Brexits en la recámara, uno o
varios por cada país. Brexit debería quedar en el vocabulario político e histórico
con el mismo sentido que "Mac Guffin" quedó en el cinematográfico y
narrativo.
En la
obra clásica El cine según Hitchcock,
este le explica a François Truffaut sobre los mecanismos de la construcción de
la intriga en sus películas, sobre cómo atraer la atención de los espectadores:
Ya sabe que Kipling escribía a menudo sobre
los indios y los británicos que luchaban contra los indígenas en la frontera
del Afganistán. En todas las historias de espionaje escritas en este clima, se
trataba de manera invariable del robo de los planes de la fortaleza. Eso era el
«Mac Guffin». «Mac Guffin» es, por tanto, el nombre que se da a esta clase de
acciones: robar… los papeles, robar… los documentos, robar… un secreto. En
realidad, esto no tiene importancia y los lógicos se equivocan al buscar la
verdad del «Mac Guffin». En mi caso, siempre he creído que los «papeles», o los
«documentos», o los «secretos» de construcción de la fortaleza deben ser de una
gran importancia para los personajes de la película, pero nada importantes para
mí, el narrador.
Y ahora, conviene preguntarse de dónde viene
el «Mac Guffin». Evoca un nombre escocés y es posible imaginarse una
conversación entre dos hombres que viajan en un tren. Uno le dice al otro:
«¿Qué es ese paquete que ha colocado en la red?» Y el otro contesta: «Oh, es un
'Mac Guffin'». Entonces el primero vuelve a preguntar: «¿Qué es un 'Mac
Guffin'?» Y el otro: «Pues un aparato para atrapar a los leones en las montañas
Adirondaks». El primero exclama entonces: «¡Pero si no hay leones en las
Adirondaks!» A lo que contesta el segundo: «En ese caso, no es un 'Mac
Guffin'».
Esta anécdota demuestra el vacío del «Mac
Guffin»… la nada del «Mac Guffin» (cap. 6)
La
pregunta ahora es "¿Es el Brexit un Mac Guffin?". La pregunta es
pertinente porque los británicos están divididos, enfrentados, discutiendo por
algo que en estos momentos es circular y solo dice "Brexit is Brexit".
La cuestión es que el "Brexit" como realidad no tiene consistencia;
es un simulacro, en el sentido de Baudrillard, algo que precede a la realidad.
¿Llegará el "Brexit" a "ser" o por el contrario, se llamará
"Brexit" a lo que "salga" finalmente? En la medida en que
no tiene definición, solo generará insatisfacción (es lo que ocurre ahora)
porque cada uno tiene el suyo en mente. Es "su" Brexit frente al de
los demás.
Pero ¿y
si el "Brexit" no es más que otro nombre para el caos? Entonces ya
tendríamos el "Brexit" aquí, realizado, probablemente creciente y duradero.
En sí mismo, el Brexit es un despropósito porque hacer un referéndum sobre la
salida de la Unión sin saber en qué condiciones se va a producir es un absurdo.
La queja y la razón de muchos es que no tenían información y ahora sí.
Como en
el Mac Guffin, el Brexit es un motivo aparatoso pero inexistente, ya que no
existen los planos previos. Tienen que ir pasando el Brexit imaginario a uno
sobre el papel y a un tercero sobre la realidad misma. Hay que tener en cuenta
esto, pues si ya es complicado llevarlo de las mentes de millones a un solo
papel, más complicado será llevar ese papel a la dura realidad. Sin duda. Los problemas
que se quieran resolver para conseguir el papel, no serán nada en comparación
cuando vuelvan a reaparecer en forma de casuística, de pequeños detalles que
afectan a las personas directamente, a sus vidas construidas como
"europeos".
Los
británicos vivieron emocionados, toda Europa en realidad, un referéndum que
sacó a unos a la calle a celebrarlo y a otros a llorarlo. Pero no era en sí
nada, un Mac Guffin para la creación de un caos, que es lo único que ha
conseguido hasta el momento el Reino Unido. Hacia el futuro, sea cual sea, los
enfrentamientos están garantizados y, como decía el parlamentario conservador
británico entrevistado en la CNN, puede arrasar con los partidos políticos
existentes.
Hasta
el momento, los únicos que se han beneficiado de este caos son los eurófobos,
que ven en el caos de la Unión el germen glorioso de la desunión futura. Lo han dicho ellos mismos y con esa intención concurren a las elecciones europeas. Son los
únicos que tienen algo que ganar con una Europa sumida en el caos, débil, carente de peso exterior y llena de conflictos
internos.
Truffaut,
François (1966). El cine según Hitchcock.
Trad. Ramón G. Redondo. Alianza.
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