Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Los
medios reflejan el cambio de los tiempos. Hemos pasado de la globalización a un
clima de nacionalismo que tiene como forma identitaria lo propio confrontado
con lo ajeno. La identidad no solo es ser de una manera, sino rechazar las
otras.
El
peligro del nacionalismo no son solo las guerras, como lo han sido en el pasado
a través de conflictos con vecinos o rupturas, como los secesionismos. Más allá
de todo esto, existe el peligro de la creación de un clima reaccionario, basado
en el racismo y la xenofobia, en donde la fabricación del mito propio necesite
de la estigmatización de los otros.
Esto
necesita de ese doble movimiento: la justificación de lo propio y el
enfrentamiento constante con los otros. Como arterias sociales, los medios de
comunicación transmite los discursos que sostienen esas mentalidades, dándole
forma e intensificando las sensaciones de autoestima grandilocuente y de
creando las de rechazo hacia los otros.
El
nacionalismo que mueven los populismos actuales recurre a todo tipo de
discursos para enaltecer ese "espíritu nacional", ese fomento del
orgullo, apego a tradiciones sin discriminar (cayendo muchas veces en lo
retrógrado), reduce la autocrítica necesaria para poder progresar, etc. Los
medios se contagian a veces de esa retórica de fanfarrias y símbolos, de gestos
emocionados, de mensajes para la salvación de la patria en peligros.
Hay una
segunda parte, la que apunta hacia afuera, hacia los otros. Todo orden se
sostiene por una narrativa de bondades y peligros, de milagros y amenazas, de
un constante equilibrio entre el bien y el mal. Unas veces el mal es la
"Europa de los funcionarios", otras "los chinos que te roban los
empleos"; unas veces son los "norteamericanos imperialistas" y
otras "el terrorismo islámico". El repertorio es amplio y cambiante.
Se trata de mantener la sensación de peligro y amenaza, de vivir bajo el miedo
y la ira, que se canaliza hacia esos enemigos, reales o imaginarios, que ponen
en peligro nuestras "formas de vida", "nuestros principios más
básicos", los "pilares de la sociedad", etc.
A esos
peligros les dan forma los medios, que actúan como generadores de
representaciones identificables a través de los discursos que propagan. No es
un secreto que cuando la prensa surgió pronto se produjeron los accesos a ella
de grupos que trataban de establecer su propia visión del mundo como elemento
central de las representaciones. Los medios fueron "pro" y
"anti" antes que la objetividad fuera un bien deseable. La
objetividad es como una zanahoria al frente del burro, algo que todos pregonan pero
que es difícil de apreciar en la realidad, siempre marcada por intereses,
prejuicios, estereotipos, etc. El sesgo se puede manifestar en el conjunto o
tener fobias particulares que transmiten a sus lectores o espectadores en cada
artículo, reportaje, fotografía, etc.
Hay
fobias generales de los medios, su postura "anti", pero también las
hay específicas de algunos articulistas, que convierten sus demonios
particulares en piezas discursivas que se mantienen constantes ante la
indiferencia del resto o el apoyo expreso. A veces los sesgos se mantienen
durante ciertos procesos políticos, económicos, etc., en circunstancias en las
que interesa mantener una determinada presión o producir una determinada
imagen.
Es
preocupante la poca vigilancia que los medios tienen ante actitudes xenófobas,
por ejemplo. En tiempos de populismo, es muy peligroso crear "enemigos"
contra los que dirigir las iras, la frustración o el miedo. En tiempos de
precariedad de empleo es irresponsable acusar a países enteros de ser los
responsables, cuando los verdaderos responsables siguen manteniendo sus
intereses a salvo.
El
ascenso de las políticas populistas conlleva un aumento preocupante de la
xenofobia, que se expresa con textos y metáforas que aluden a "guerras",
ya sean económicas, culturales o incidentes reales. Los medios son utilizados o
se dejan utilizar (ya lo rentabilizarán de diferentes formas) para promover un
clima favorable al desarrollo de estas ideas.
El
nacionalismo populista se cobra sus víctimas en la figura de los
"otros", entendidos y expresados como un peligro que atenta contra la
identidad (miedo a perderla por la mezcla o la simple presencia como agresión,
contaminación, etc.). A unos los convierte en enemigos de la patria internos;
son los "traidores", los vendidos, y los que venden la patria a los
enemigos, los que no la protegen como deben...
El
ejemplo más claro lo tenemos en los discursos xenófobos y racistas lanzados por
el actual presidente de los Estados Unidos, Donald Trump. El presidente ha
creado una identidad norteamericana centrípeta, que se va reduciendo hacia el
interior de lo que se define como la "esencia americana". Lo demás
son impurezas y amenazas. Los apoyos y guiños con los supremacistas y los
grupos religiosos más retrógrados ha modulado un discurso en el que todo lo que
viene del sur es una amenaza directa, hasta llegar a construir la falacia de la
"amenaza nacional" a la seguridad para poder levantar el muro que
prometió.
Pero no
se trata solo de lo que llega del sur. Trump estigmatizó a China, convirtiéndola
en un país parasitario responsable de los males de la economía norteamericana,
de fabricar la idea del cambio climático para frenar el desarrollo
norteamericano, etc. La política de aranceles es una forma defensiva frente a
las "agresiones" económicas. Todo lo que formaba parte del orden
económico internacional cuyo primer interesado eran los propios Estados Unidos,
se invierte con el populismo nacionalista, declarando como enemigos a los que
antes eran socios, incluidos los estados europeos si no se pliegan a su
condiciones. Solo le han quedado las dictaduras y regímenes autoritarios como
refugio. Todos los demás son peligrosos rivales cuya función es hundir a los
Estados Unidos, robarle su papel de potencia dirigente, socavar el "modo
de vida americano".
En la
Unión Europea, hay países que han desarrollado discursos contra ella y han
dirigido sus iras a las migraciones, ya sean de refugiados como de inmigrantes
económicos, muchos de ellos llegados antes de la crisis económica. En muchos casos,
como han mostrado los economistas, es la inmigración la que ha ayudado a
sostener los ingresos del estado frente al envejecimiento y reducción de la fuerza
laboral.
Los
discursos xenófobos crecen con las crisis económicas y se utilizan
políticamente convenciendo a los electorados de que la culpa de la situación la
tienen los trabajadores extranjeros. Esos han sido los argumentos usados para
el Brexit, pese a que muchas veces se demuestre lo contrario, como ocurre con
la sanidad en el Reino Unido, sostenida por personal sanitario de diferentes
países ante la falta personal preparado en el país. Sin embargo, los mensajes
que se transmiten —en diversos países— cuentan historias de pacientes que
fallecen porque los inmigrantes colapsan las urgencias de los hospitales.
Son
leyendas urbanas que buscan hacer aumentar el rechazo a los extranjeros. Ya no
se trata solo de la inmigración. En España hemos visto con sorpresa y horror
las campañas de ataques contra los turistas en Cataluña, Baleares y algunas
otras zonas. Se hace responsable a los turistas de no se sabe muy bien qué,
pero son las víctimas predilectas para despertar el odio al lo que viene de
fuera como demostración de "amor" por el terruño en la peor
tradición. El turista encarna una fuente de ingresos, pero también despierta
sentimientos negativos porque es quien llega con dinero y al que hay que
servir. El "orgullo nacional" se rebela contra esta servidumbre,
enganchando a las políticas xenófobas.
Un
ejemplo reciente lo tenemos con los estudiantes chinos en España, a los que se
acusa de ser una especie de mafia organizada para actividades que van desde el
blanqueo de dinero hasta la reducción de los niveles de enseñanza. Los que
llegan no son "inmigrantes" ni "invasores" sino estudiantes
que han sentido el deseo de acercarse a nuestra lengua y cultura. Cualquier
caso se eleva a rango de ley y lo que uno haga se lanza contra el conjunto en
uno de los ejemplos más descarados de xenofobia. En el caso de España, parece
que ciertos medios pueden hacer o decir lo que quieran contra los estudiantes.
El
análisis que estamos realizando de la prensa española sobre esta cuestión
revela titulares de medios que se consideran progresistas como de una profunda
xenofobia, que se transmite por la sociedad. Se pueden leer en estos artículos
las afirmaciones más increíbles, sin ningún tipo de aportación de pruebas. Una
leyenda urbana, un rumor malintencionado, etc. son convertidos en hechos gracias
al efecto de los medios. No deja de ser una ironía que los medios españoles que
critican a Trump y sus injustas consideraciones de los hispanos en su conjunto
como traficantes, violadores y asesinos, se practiquen sobre la comunidad china
un tipo de racismo muy similar.
Los
estudios que estamos realizando muestran un comportamiento nada profesional,
sectario y discriminatorio. Lo ocurrido con los bloqueos de cuentas de la
comunidad china, de estudiantes a comerciantes, a cargo del BBVA ha servido
para que muchos se dieran cuenta de lo que supone considerar sin ningún tipo de
prueba como delincuentes a las personas y bloquearles el acceso a su cuenta
durante meses sin explicación ni justificación alguna más que la escasez de
personal.
Como
persona en contacto diario con mis estudiantes, las historias de este tipo de
discriminaciones sin justificación, en plena calle, simplemente porque al ser
chinos son culpables de algo que no acaban de entender, me hace entristecerme
por la deriva de la sociedad española y, en especial, por el papel de los
medios en esta situación. Por primera vez, la comunidad china ha tenido que
salir a la calle a denunciar una discriminación.
Los
medios —incluidos los universitarios— siguen repitiendo que la comunidad china
es "muy cerrada". Mi experiencia después de más de diez años es que
la gente responde con amabilidad cuando se la trata con amabilidad, que eso no
es más que la reacción a una forma de trato que perciben en las calles o en la
aulas, donde se canalizan en compañeros (poco dignos de ese nombre) o en
profesores (poco dignos de ese nombre) que manifiestan sin pudor ataques o lo
molesto que les resulta su presencia en las aulas. También aquí me siento
especialmente avergonzado por lo que veo y escucho. Afortunadamente, muchos de
ellos saben sobreponerse ya aprovechar lo que tienen por delante para realizar
su sueño de estudiar en España y ser muchos de ellos profesores en sus
universidades cuando regresen a su país. Ya algunos lo son.
Estamos cerrándonos a la riqueza que tenemos entre nosotros, a la capacidad de mejorarnos comprendiendo mejor a los otros, aprendiendo de la diversidad del mundo. En lugar de eso, nos cerramos y les encerramos con cercos de silencio, indiferencia o agresividad. El muro de Trump ha sido levantado simbólicamente en muchos lugares, en todos aquellos en los que se rechaza al que viene de otro país, de otra cultura.
Los
medios son importantes en la creación de estereotipos. También en combatirlos.
Desgraciadamente tocan tiempos de fabricar este tipo de llamativos casos en los
que se buscan culpables de nuestras frustraciones y complejos.
La moda
nacionalista-populista necesita chivos expiatorios con los que celebrar sus
rituales patrióticos. Los necesitan en Reino Unido (contra los europeos), en
los Estados Unidos (contra los hispanos, europeos y musulmanes), en Italia (contra
los inmigrantes que llegan del sur)... y también los necesitamos en esta España
que entiende el patriotismo como casticismo y quiere volver a los tiempos de la
Reconquista, que quiere responsabilizar a los alumnos chinos que vienen a
nuestras universidades o escuelas de un fracaso educativo resultado de una
crisis de modelo anterior a que el primer alumno pisara una de nuestras aulas. Llevamos
hablando décadas del problema educativo, de la crisis cultural, etc.
Afortunadamente, llegan a nuestras aulas alumnos extranjeros (no solo chinos) a
los que responsabilizar de este fracaso. Hubo un tiempo, en que los padres
protestaban por la presencia en el aula de estudiantes con diversas
discapacidades porque sus hijos iban para genios y los que tenían algún
problema se veían como obstáculo a su impresionante progreso. Afortunadamente
hoy tienen un amplio abanico de excusas para justificar el empleo precario o la
ausencia de empleo de sus valiosos retoños.
Como
profesor en el área de Periodismo, no puedo dejar de estar preocupado por el
papel negativo que los medios están jugando en la transmisión o en la creación
de este tipo de comportamientos xenófobos. A la preocupación le sigue la tristeza
y a esta la indignación. Pero hay que seguir cada día, recuperar energía y
volver a denunciar la situación y lo peligroso de las consecuencias.
Los medios y el sistema educativo son esenciales en la configuración de nuestra forma de ver el mundo. hay que insistir más en el sistema educativoi y eliminar las actitudes racistas que salen de dentro o que llegan de fueras. Hace falta una manifestación más clara por parte de los responsables y de las personas que tienen a su cargo enseñar. Los valores de la convivencia, del diálogo, de la comprensión, etc. no deben ser papel mojado. Tampoco debe haber papel teñido en los medios. El BBVA ha pedido disculpas (sentidas o forzadas). ¿Cuándo lo harán los medios por su contribución al calentamiento xenófobo en el mundo? ¿Cuándo se acabarán los estereotipos y simplezas con las que los otros son retratados, las acusaciones infundadas, el responsabilizar a país enteros de los que hace uno?
El momento político nos lleva en direcciones peligrosas. Pero estamos advertidos y sabemos por experiencia cuáles son las consecuencias. En nuestra mano está, si queremos, cambiarlo.
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