sábado, 2 de marzo de 2019

La nueva (a)normalidad

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Una de las palabras más complicadas es "normal". La aplicamos constantemente bajo nuestro propio riesgo a cosas, situaciones, acciones, etc. que no nos sorprenden, por lo que nos referimos a ellas como "normales. Por ello, nuestra percepción de normalidad y anormalidad dice mucho de nosotros, de cómo somos y de cómo percibimos a los demás.
Al periodista y presentador de la CNN, Anderson Cooper, como a millones de personas no le parece muy normal el comportamiento de Donald Trump y lo que se ha convertido en la "nueva normalidad", es decir, lo que el presidente dice, hace y hace ver. No es normal, dice Cooper, que el presidente de los estados Unidos, antes normalmente considerado el "líder del mundo libre" lance flores al dictador de uno de los regímenes más represivos del mundo, Corea del Norte. "No debería ser normal", precisa Anderson Cooper en su intervención televisiva. "Le gusta Kim Jong Un y le ha llamado un "real leader"", dice asombrado Cooper. "Paremos un momento —advierte—, ¿el líder del mundo libre llama al líder del régimen más represivo un "líder real"?". Después de señalar los méritos represivos de Kim Jong Un, se pregunta  "¿Es un líder real, en su opinión?". La conclusión es que es alarmante.


Las preguntas de Cooper son lógicas, pero contienen un pequeño fallo. Trump ya no es el líder del mundo libre, y ha arrastrado en su caída a los Estados Unidos precipitando su liderazgo. Trump ha hecho retroceder a los Estados Unidos en su liderazgo por su propia doctrina. La pregunta debería ser: "¿Es normal que alguien que amenaza, chantajea, niega sus responsabilidades en el calentamiento global, rompe todos los acuerdos internacionales, etc. sea considerado como el "líder del mundo libre"? La respuesta, evidentemente, es "no". Por lo que la respuesta a la pregunta de Cooper se invierte y pasa a ser "sí". Es decir: es "normal" que alguien autoritario, amenazante, que tiende a pisotear la legalidad nacional e internacional, que considera la prensa como un enemigo del pueblo, etc. le "guste" Kim Jong Un (o Putin o el príncipe heredero de Arabia Saudí...) y lo considere un "real leader".
Si los norteamericanos no ven normal lo que hace Trump, imagínense por un momento cómo lo ve el resto del mundo. Podríamos pensar que es recíproco, pero eso no está claro. Los dictadores se conforman con poco. Pero Trump necesita todos los focos.
Con Trump se ha roto la idea de normalidad en muchos planos, por no decir en casi todos. La esperanza es que algún día, cuando Trump desaparezca del mapa, el mundo se recupere de esta anormalidad. No está claro que esto suceda si sigue aumentando el número de regímenes a los que apoya o se siente respaldados por sus palabras. La desgracias es para esos pueblos que antes confiaban y ahora se sienten abrumados por las palabras admiradas que sus dictadores reciben del "líder del mundo libre".


Pero nada es tan sencillo ¿Borrón y cuenta nueva? El mundo no funciona así. El lío que está creando Trump por todo el mundo complica bastante la idea de normalidad, al menos de una normalidad pacífica. Por el contrario, el mundo que Trump venía a arreglar sigue aumentando los puntos de fricción. La "normalidad" de Trump es el conflicto, el escenario del que ahora se alimenta.
Rusia ya ha tomado posiciones en Venezuela agravando lo que ascendió en gravedad desde que el enviado Mike Pence, el vicepresidente, interviene en la compleja situación. Si hay algo peor que una guerra civil en Venezuela, es una guerra civil internacionalizada, con un país protegido por la Rusia de Putin, el gran aprovechador (primero Siria, ahora Venezuela).
Anderson Cooper hace preguntarse una y otra vez a los espectadores de la CNN, hecho tras hecho, si Kim Jung Un es "a real leader". Se trata de hacer ver la anormalidad de Trump. El problema que Trump está creando su nueva normalidad a base de la repetición del modelo. 


Kim Jong-Un no es el único caso. Trump también nos ha querido vender la normalidad del príncipe heredero saudí, cuyas órdenes acabaron con la vida del periodista Jamal Khashoggi; el presidente egipcio era un "buen chico" haciendo un "buen trabajo", otra forma de normalidad. Putin también era un "buen líder". Hay una normalidad en el universo de Trump que espanta al resto.
Y ese es precisamente el peligro de Trump, la normalidad, es decir, la normalización de lo anormal.
La diferencia entre ambos términos no es una cuestión de la realidad misma, sino de cómo la percibimos y valoramos. Si nos acostumbramos, como ha hecho Trump desde el inicio, a llamar buenos chicos y líderes reales a dictadores, autócratas y autoritarios, acabarán siendo tratados y percibidos como tales. De eso se ocupa la diplomacia, de "normalizar" las relaciones de aquellos que las rompen precisamente por no compartir esa normalidad que tratan de restablecer.
Estados Unidos ya no es el líder del mundo libre porque Trump le ha llevado a ser el líder de las dictaduras, que son aquellas con las que mejor se relaciona y admira. La incapacidad de un autoritario (como los norteamericanos ya han comprobado) para relacionarse con democracias le ha llevado a pelarse con, por ejemplo, el líder canadiense, Justin Trudeau, o a ausentarse de reuniones de dirigentes mundiales porque, pese a lo que diga él mismo, no sabe dialogar. Lo que él llama "negociar" es solo la presión a otros desde la fuerza, lo que ha hecho toda su vida en el mundo de los negocios, donde se trata de hacerse con lo que otros tienen o quieren.


La falta de sentido político y el narcisismo le llevan a ponderar a aquellos que le permiten "lucir" sus habilidades, mientras que denigra a aquellos que no le siguen la corriente o se le enfrentan. En privado puede despreciarlos —es poco probable que Trump pueda admirar sinceramente a alguien, pues se siente superior a todos—, como recogen del presidente egipcio. Trump es puro teatro.
Son malos tiempos para la normalidad o, si se prefiere, para la moderación, el diálogo, las libertades, la solidaridad, etc. Con Trump, el gran confundidor, en la Casa Blanca se ha producido una inversión de los valores, incluso de los propiamente americanos, en el sentido de proponerse como antítesis generosa del "viejo mundo". Trump ha convertido Estados Unidos en "viejo", reproduciendo los valores de los que huía y negando los fundacionales, el lugar de amparo. Ese era el "mundo libre" que ahora ha clausurado.



* "Cooper slams Trump: His idea of leadership is not normal" CNN 02/03/2019 https://edition.cnn.com/videos/politics/2019/03/02/kim-jong-un-otto-warmbier-donald-trump-anderson-cooper-kth-sot-ac360-vpx.cnn




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