Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Una de
las palabras más complicadas es "normal". La aplicamos constantemente
bajo nuestro propio riesgo a cosas, situaciones, acciones, etc. que no nos
sorprenden, por lo que nos referimos a ellas como "normales. Por ello,
nuestra percepción de normalidad y anormalidad dice mucho de nosotros, de cómo
somos y de cómo percibimos a los demás.
Al periodista
y presentador de la CNN, Anderson Cooper, como a millones de personas no le
parece muy normal el comportamiento de Donald Trump y lo que se ha convertido
en la "nueva normalidad", es decir, lo que el presidente dice, hace y
hace ver. No es normal, dice Cooper, que el presidente de los estados Unidos,
antes normalmente considerado el "líder del mundo libre" lance flores
al dictador de uno de los regímenes más represivos del mundo, Corea del Norte.
"No debería ser normal", precisa Anderson Cooper en su intervención
televisiva. "Le gusta Kim Jong Un y le ha llamado un "real
leader"", dice asombrado Cooper. "Paremos un momento —advierte—, ¿el
líder del mundo libre llama al líder del régimen más represivo un "líder
real"?". Después de señalar los méritos represivos de Kim Jong Un, se pregunta "¿Es un líder real, en su opinión?".
La conclusión es que es alarmante.
Las
preguntas de Cooper son lógicas, pero contienen un pequeño fallo. Trump ya no
es el líder del mundo libre, y ha arrastrado en su caída a los Estados Unidos
precipitando su liderazgo. Trump ha hecho retroceder a los Estados Unidos en su
liderazgo por su propia doctrina. La pregunta debería ser: "¿Es normal que
alguien que amenaza, chantajea, niega sus responsabilidades en el calentamiento
global, rompe todos los acuerdos internacionales, etc. sea considerado como el
"líder del mundo libre"? La respuesta, evidentemente, es
"no". Por lo que la respuesta a la pregunta de Cooper se invierte y
pasa a ser "sí". Es decir: es "normal" que alguien autoritario,
amenazante, que tiende a pisotear la legalidad nacional e internacional, que
considera la prensa como un enemigo del pueblo, etc. le "guste" Kim
Jong Un (o Putin o el príncipe heredero de Arabia Saudí...) y lo considere un
"real leader".
Si los
norteamericanos no ven normal lo que
hace Trump, imagínense por un momento cómo lo ve el resto
del mundo. Podríamos pensar que es recíproco, pero eso no está claro. Los dictadores se conforman con poco. Pero Trump necesita todos los focos.
Con Trump se ha roto la idea de normalidad en muchos planos, por no
decir en casi todos. La esperanza es que algún día, cuando Trump desaparezca
del mapa, el mundo se recupere de esta anormalidad. No está claro que esto suceda si sigue aumentando el número de regímenes a los que apoya o se siente respaldados por sus palabras. La desgracias es para esos pueblos que antes confiaban y ahora se sienten abrumados por las palabras admiradas que sus dictadores reciben del "líder del mundo libre".
Pero
nada es tan sencillo ¿Borrón y cuenta nueva? El mundo no funciona así. El lío
que está creando Trump por todo el mundo complica bastante la idea de
normalidad, al menos de una normalidad pacífica. Por el contrario, el mundo que
Trump venía a arreglar sigue aumentando los puntos de fricción. La
"normalidad" de Trump es el conflicto, el escenario del que ahora se
alimenta.
Rusia
ya ha tomado posiciones en Venezuela agravando lo que ascendió en gravedad
desde que el enviado Mike Pence, el vicepresidente, interviene en la compleja
situación. Si hay algo peor que una guerra civil en Venezuela, es una guerra
civil internacionalizada, con un país protegido por la Rusia de Putin, el gran
aprovechador (primero Siria, ahora Venezuela).
Anderson
Cooper hace preguntarse una y otra vez a los espectadores de la CNN,
hecho tras hecho, si Kim Jung Un es "a real leader". Se trata de
hacer ver la anormalidad de Trump. El problema que Trump está creando su nueva normalidad a base de la repetición del modelo.
Kim Jong-Un no es el único caso. Trump
también nos ha querido vender la normalidad
del príncipe heredero saudí, cuyas órdenes acabaron con la vida del periodista
Jamal Khashoggi; el presidente egipcio era un "buen chico" haciendo
un "buen trabajo", otra forma de normalidad. Putin también era un "buen
líder". Hay una normalidad en el universo de Trump que espanta al resto.
Y ese
es precisamente el peligro de Trump, la normalidad, es decir, la normalización
de lo anormal.
La
diferencia entre ambos términos no es una cuestión de la realidad misma, sino
de cómo la percibimos y valoramos. Si nos acostumbramos, como ha hecho Trump
desde el inicio, a llamar buenos chicos y líderes reales a dictadores,
autócratas y autoritarios, acabarán siendo tratados y percibidos como tales. De
eso se ocupa la diplomacia, de "normalizar" las relaciones de
aquellos que las rompen precisamente por no compartir esa normalidad que tratan
de restablecer.
Estados
Unidos ya no es el líder del mundo libre porque Trump le ha llevado a ser el
líder de las dictaduras, que son aquellas con las que mejor se relaciona y
admira. La incapacidad de un autoritario (como los norteamericanos ya han
comprobado) para relacionarse con democracias le ha llevado a pelarse con, por
ejemplo, el líder canadiense, Justin Trudeau, o a ausentarse de reuniones de
dirigentes mundiales porque, pese a lo que diga él mismo, no sabe dialogar. Lo
que él llama "negociar" es solo la presión a otros desde la fuerza,
lo que ha hecho toda su vida en el mundo de los negocios, donde se trata de
hacerse con lo que otros tienen o quieren.
La
falta de sentido político y el narcisismo le llevan a ponderar a aquellos que
le permiten "lucir" sus habilidades, mientras que denigra a aquellos
que no le siguen la corriente o se le enfrentan. En privado puede despreciarlos —es poco probable que Trump pueda admirar sinceramente a alguien, pues se siente superior a todos—, como recogen del presidente egipcio. Trump es puro teatro.
Son
malos tiempos para la normalidad o, si se prefiere, para la moderación, el
diálogo, las libertades, la solidaridad, etc. Con Trump, el gran confundidor,
en la Casa Blanca se ha producido una inversión de los valores, incluso de los
propiamente americanos, en el sentido de proponerse como antítesis generosa del
"viejo mundo". Trump ha convertido Estados Unidos en
"viejo", reproduciendo los valores de los que huía y negando los
fundacionales, el lugar de amparo. Ese era el "mundo libre" que ahora
ha clausurado.
*
"Cooper slams Trump: His idea of leadership is not normal" CNN
02/03/2019
https://edition.cnn.com/videos/politics/2019/03/02/kim-jong-un-otto-warmbier-donald-trump-anderson-cooper-kth-sot-ac360-vpx.cnn
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