martes, 19 de marzo de 2019

La maquinaria simpática del odio

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
El atentado terrorista contra las dos mezquitas en Nueva Zelanda y contra las personas que allí oraban abre una serie de reflexiones y comentarios que es necesario digerir para que sirvan de algo más allá de las condolencias. El análisis sirve de poco si queda en reposo hasta el siguiente caso.
Ha causado inquietud el hecho de que un periodista de opinión de The New York Times, Wajahat Ali, haya hablado de los supremacistas blancos como un "White ISIS". La CNN lo ha entrevistado y ha generado el titular  "Panelist calls white supremacy 'white ISIS'". La extrañeza de la singularidad es realmente notable, pues el movimiento del supremacismo blanco no es otra cosa que, efectivamente, una forma paralela al Estado Islámico. Es un movimiento peligroso en lo físico y en lo ideológico, racista y violento. Llamar "white ISIS" no va desencaminado.


La sorpresa es que el supremacismo blanco se ha convertido en un movimiento que se ha ido esparciendo por el mundo y que cuenta con un inquilino en la Casa Blanca, llevado allí por sus votos, hartos de tener un presidente afroamericano durante ocho años. La América "blanca", "cristiano-integrista" ha seguido avanzando, organizándose hasta tener todo su aparato ideológico en marcha, con un Steve Bannon recorriendo Europa para expandir y reclutar adeptos a la causa por el continente.


El marco ideológico coincide con los nacionalismos populistas de derechas y tienen su foco puesto en la inmigración y, en especial, contra los musulmanes, sobre los que se va creando la estigmatización a través de las insinuaciones o las asociaciones.
En la CNN se recoge un artículo firmado por la asesora del partido Laborista británico, escritora y actriz, Ayesha Hazarika, de origen indio musulmán, y escocesa de nacimiento.

When I woke up Friday morning to the news of the massacre at two mosques in Christchurch, New Zealand, I felt sick. But sadly, not entirely surprised. I had been dreading this kind of violence happening, although I would have never imagined this kind of scale -- 50 Muslim men, women and children killed in cold blood with such clinical, methodical precision and filmed for social media.
Islamophobia is on the rise and has been for some time. Muslims have been demonized, dehumanized and scapegoated on an industrial scale by society since 9/11.
No other group has been punished for the sins of the father in such a systematic and accepted way. Politicians, commentators, influencers and the media on the right have waged a war against Muslims that has become normalized.*


Lo que se ha hecho en Nueva Zelanda no es un elemento aislado. Tenemos que dejar de ver el odio como un hecho violento y empezar a entender que la violencia es solo la punta del iceberg del odio, cuyas formas son muy variadas y sinuosas. Antes del odio que desemboca en la violencia están el desprecio que desemboca en la burla, un caldo social más aceptable y que transmite el racismo y la xenofobia a través de la creación de los estereotipos y las representaciones sociales que actúan como cárceles de las personas.
Creo que la idea de Ayesha Hazarika, una comediante en sus inicios, viene precisamente del conocimiento del papel que la comedia y otras formas "simpáticas" juegan en el establecimiento del odio y la discriminación. Mientras no nos demos cuenta de las sutiles formas del odio, que la violencia física es solo la última fase, el odio seguirá prosperando.
De la misma forma que el análisis de los medios en el mundo árabe musulmán siembran hacia occidente el recelo (lo hemos analizado aquí muchas veces como una política orquestada para mantener las distancias), en los Estados Unidos se acostumbra a fabricar estereotipos de todo lo "no americano" que acaba asumiéndose como "real".
Estados Unidos tiene la más potente de las maquinarias culturales de exportación de estereotipos negativos hacia el exterior. Se llama Hollywood; se llama cadenas de televisión.


La propia sociedad norteamericana ha tenido que rechazar los estereotipos racistas que sus comedias incorporaban; han tenido que exigir que se pare la producción racista o xenófoba que muchas de sus obras distribuían por las cadenas de televisión y que representaban una suerte de consagración del racismo, de la supremacía del blanco. Hasta que el sistema no ha sido capaz de asumir críticamente su propio trabajo, la maquinaria ha seguido produciendo odio disfrazado de sonrisas o simplemente odios en aquellas películas en las que valerosos soldados, detectives o lo que fuera eliminaban a tiro limpio, con explosiones, drones o misiles a esos enemigos, los "chicos malos", que curiosamente coincidían con los enemigos políticos de los Estados Unidos, alemanes, japoneses, rusos, árabes, hispanos, ahora chinos... han sido el blanco de esta artillería pesada cultural que se ofrecía como carnaza al imaginario de los espectadores.
Incluso en tiempos de paz, los Estados Unidos viven sus guerras en las pantallas, destrozando a enemigos imaginados, salvando rehenes norteamericanos en peligro por todo el mundo.
Cada vez más vivimos en una sociedad que nos sabe o puede diferenciar la ficción de la realidad. El mundo vive con realismo las ficciones y las ficciones de forma realista. Es una de las patologías más acusadas, que la matanza de Nueva Zelanda ha confirmado con su retransmisión en directo.


Hay que ir a la causas del odio, de la violencia y de la combinación de ambos. Nos gusta preguntarnos por las causas de la "radicalización", pero somos incapaces de verlas pues se nos han hecho tan habituales que se han vuelto invisibles.
La radicalización, la explosión del odio, es la consecuencia de vivir toda una serie de experiencias previas, que tienen sus entradas mayoritariamente en experiencias imaginadas.
El odio nace en los chistes, en las risas, en las burlas que nos muestran superiores a otros y alimentan nuestra vanidad. Hay una guerra por las representaciones en las que la maquinaria cultural es importante. Estamos expuestas a ella las veinticuatro horas del día.
Estados Unidos, un país que presume de ser "crisol", se ha convertido en una enorme maquinaria que produce lo que muchos desean, alimentar su odio con estar representaciones a través de los medios. Hoy está a su frente un alentador de todo esto, alguien que alienta a los supremacistas y que causa escándalo entre los propios norteamericanos.
Hasta la cadena Fox ha tenido que sancionar a una de sus "agitadoras" estrella, la "jueza Jeanine Pirro", por sus excesos islamofóbicos. Es la lucha por ser más americano que nadie, por mostrar que otros no los son. Luego todo se combina en las mentes, hace sus propios recorridos juntando las piezas que se le ofrecen en nombre de las libertades y que acabarán pisoteando.


No debemos fijarnos solo en la islamofobia. Los afronorteamericanos han tenido que luchar mucho para denunciar los desprecios, las burlas, las distorsiones de su identidad. Pero la maquinaria se va ampliando hacia otros países o grupos: todos los rusos son mafiosos, todos los chinos son espías, todos los hispanos son traficantes y violadores. Solo la casta blanca, cristiana no papista, hija de los peregrinos, se salva de la corrupción del mundo. De todos se pueden reír, ellos, los únicos normales.
El "America First" se convierte en un grito fascistoide que realmente significa "solo América", "construye un muro" antes que lleguen hasta nosotros y nos contaminen. Musulmanes, hispanos, chinos... todos están bajo la sospecha de una mirada paranoide. Todos son objeto de violencia simbólica a través de la representación mediática.
El salto al odio y a la violencia física es solo cuestión de tiempo, de que se llegue al momento de la explosión en que el espectador decide convertirse en el héroe de la comunidad blanca superior.
Si no corregimos estas primeras fases, la semilla "simpática", la que busca una complicidad blanda, germinará, se irá haciendo más violenta hasta que estalle en algunos, que serán aplaudidos en silencio por los siguientes. 


Me preocupa que en España se estén copiando las fórmulas norteamericanas, que cada vez los comediantes encuentren más motivos de risa —la risa es una invitación a la complicidad— en los otros. La burla se disfraza de humor, pero solo para sortear nuestras barreras y acogerse en lo que es el principio de la discriminación, el estereotipo. Me preocupa que esa sea la vía elegida. La comedía puede elegir la auto crítica social o, por el contrario, alimentar el odio dirigiendo esas energías negativas a hacer reírnos de los demás, ya sean de Lepe, La Gomera, Andalucía, Bilbao, Bagdad o... China, por poner un ejemplo reciente y creciente. En un mundo cada vez más trivial, la comedia se convierte en un arma poderosa; el estereotipo en verdad incuestionable.
Me preocupa. Podemos horrorizarnos con la violencia, pero no sabemos defendernos de esas zonas templadas en las que parece que todo se puede decir. Lo que se dice es semilla de lo que se hace. Hace falta una más decidida crítica a los comportamientos que serán la fuente del odio futuro.  Hoy se aprende en comedias, vídeo juegos, películas, chistes o cualquier otra forma. 
Es el huevo de la serpiente.



* "Panelist calls white supremacy 'white ISIS'" CNN 16/03/2019 https://edition.cnn.com/videos/politics/2019/03/16/white-supremacy-white-isis-new-zealand-reaction-sot-wajahat-ali-nr-vpx.cnn
** "We have to stop this hate and start seeing Muslims as human" CNN 17/03/2019 https://edition.cnn.com/2019/03/15/opinions/we-have-to-stop-this-hate-and-start-seeing-muslims-as-human-opinion-intl/index.html



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