Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Las
reacciones de la primera ministra de Nueva Zelanda, Jacinda Ardern, están causando
impacto en lugares muy diferentes. Mientras Trump se muestra ufano ante la
prensa con un gráfico en las manos señalando el especio que ocupaba en Estado
islámico y ese "punto" que "desaparecerá esta noche", según
su pronóstico, la acciones de Ardern son percibidas de forma muy distinta y,
por ello, valoradas como nuevas. Por lo pronto, Ardern está actuando desde el
sentido común y desde la empatía con las víctimas y sus familias, que son las
que necesitan del apoyo principal.
En
estos momentos The New York Times le dedica los lugares preferentes en su edición
digital con titulares como "New Zealand to Ban Military-Style Semiautomatic
Guns, Jacinda Ardern Says" o lanza
preguntas directamente a sus lectores, como hace el articulista Nicholas
Kristof con su titular "New Zealand’s Dealing With Its Gun Problem. When Will We?". The Washington
Post, en lugar igualmente preferente, titula "New Zealand bans
military-style firearms six days after mosque attacks". Todos los medios norteamericanos han prestado atención a su firmeza y rapidez.
Si la
matanza horrenda de las mezquitas neozelandesas ha despertado la ira de la
mayoría, las actuaciones de Ardern tanto en el plano político como en humano
han merecido la atención de los medios y los lectores. Nueva Zelanda es un país
tranquilo que no suele estar en el centro de la mirada mediática, que suele ser
atraída por las desgracias.
La
pregunta del articulista Kristof lleva a los norteamericanos a preguntarse lo
mismo, "¿cuándo tocará a las Estados Unidos?" enfrentarse al demonio
de las armas, a ese gigantesco negocio que permite a unos pocos enormes
ganancias con el dolor inmenso de miles de personas anualmente por pérdidas de
familiares y amigos.
Cuando
se ha producido un atentado, la respuesta de Trump, por el contrario, ha sido
armarse más. Intentar convertir las escuelas en arsenales y armar al mayor
número de personas del entorno, los "tipos buenos" que en su
mentalidad, crecida en los duelos en Ok Corral, siempre ganan y cabalgan
finalmente hacia el atardecer.
La
rapidez en tomar la decisión de prohibir las armas automáticas ha debido
"sorprender" en los Estados Unidos, los mayores vendedores y
poseedores de armas de este tipo. La prohibición se extiende a todos los artilugios
destinados a convertir en automáticas las armas que no lo son. La diferencia es
esencial porque puede salvar la vida de muchas personas o incluso desarmar al
atacante, algo complicado en alguien que tiene en las manos armas de gran poder
de fuego.
Pero
los efectos de las acciones de Jacinda Ardern han llegado más lejos. Egyptian
Streets publica un muy interesante artículo firmado por Mirna Abdulaal, con el
título "What Arab Leaders Can Learn from New Zealand’s Jacinda
Ardern".
Mientras
la perspectiva de las armas impacta en los Estados Unidos, víctimas constantes
de este tipo de atentados contra institutos, conciertos, discotecas, etc. por
citar algunos de los escenarios últimos, la percepción en los países que sufren
también la lacra del terrorismo, como ocurre en Egipto, motiva también una
respuesta ante las decisiones y sobre todo las actitudes de Ardern. De nuevo el
contraste es grande con los que habitualmente se puede percibir en este tipo de
circunstancias.
El
artículo comienza reconociendo la situación sobre el terreno de Oriente Medio y
la lucha sin fin que allí se vive:
Fighting terrorism is long and never-ending
battle in the Middle East. In some countries, it is a living reality, as in the
case of Syria and Iraq, who have been engulfed by the satanic force of ISIS and
other militants for the past couple of years.
Egypt, too, has been subjected to terrorist
attacks consistently throughout the years. Other than the battle that is currently
ongoing in North Sinai to fight Islamist militants, the twin explosions on Palm
Sunday in St. George’s Church in Tanta and St. Mark’s Cathedral in Alexandria,
as well as the deadly Al-Rawda mosque attack which left 305 killed, revealed
just how grave and extreme the problem is.
In that kind of context, it is difficult to see
any other alternative to the use of force. For years, Arab leaders fought fire
with fire. In 1982, President Hafez al Assad launched an aggressive military
campaign against the Muslim Brotherhood in the town of Hama, leading to
thousands killed. Until today, his son inherits the same strategy and tactic of
using the iron first, drowning the country into a brutal civil war for eight
years against various groups, including the Salafi jihadist groups of Al Nusra
and ISIS.
It is not just through the military, but
through politics. Arab leaders have turned the terrorism problem into a chess
game among themselves, fighting against those who are with or against them, as
President Bush once said, “You are either with us, or you are against us.” The
United States of America’s fight against terrorism post-9/11 became the sole
model for all countries. Now, leaders in the Arab world are forming alliances
and pointing fingers at one another for propagating and financing terrorism.
Pese a lo que el presidente Trump (o cualquier otro diga) la
batalla contra el terrorismo islamista no se acaba con la guerra de Siria. Al
Qaeda, el estado islámico, etc. no son más que nombres, etiquetas, en un
conflicto que surge de las propias contradicciones del enfrentamiento/negación
de la modernidad o, si se prefiere, del cambio histórico. Es algo que, con
mayor o menor intensidad, aquí o allí, pervivirá como conflicto porque no está
ligado ni a un nombre ni a un punto en el espacio. La fuerza no ha servido
demasiado hasta el momento, más bien ha convertido en normalidad algo que no
puede ser calificado así más que en medio del retorcimiento de la realidad que
supone la violencia terrorista.
En este reino y doctrina del "ojo por ojo", del
"puño de hierro" también ha llamado la atención la actitud de Jacinda
Ardern.
La firmeza es una cuestión que va más allá de las políticas
de respuestas armadas. Una situación de esta naturaleza requiere de una
sensibilidad mayor que la que Trump puede ofrecer o que los líderes árabes
manifiestan habitualmente.
On its face, the basic concept behind this
model can be seen as not entirely erroneous. Terrorism is evil, and the killing
of innocent civilians should be under no circumstance be deemed acceptable.
After the mosque terror attack in New Zealand, Prime Minister Jacinda Ardern
strongly said, “we utterly reject and condemn you,” when referring to the
terrorist.
However, there was something else different about
Jacinda Ardern’s behavior that created a new type of model not seen for years.
The world was used to the United States’ ‘War on Terror’ model, fighting wars
in Iraq and Afghanistan and expanding the power of the intelligence services.
It is a model that corners the terrorism question within the circle of
government bodies and forgets to integrate the communities and ordinary
population.
Jacinda Ardern, on the other hand, prioritized
the community. A day after the attack, Ardern led a multi-party group to visit
the Muslim community members. She wore a black head scarf, hugged relatives,
talked to them directly, and listened attentively to their concerns, as she
promised to cover the funeral costs and provide extra financial assistance for
families who lost breadwinners.*
La priorización de la comunidad es esencial frente al modelo
habitual. Cuando en Egipto se produce un atentado la prioridad es otra: debe
aparecer inmediatamente un titular en la prensa en el que se diga que el
Ejército ha matado 50, 60... la mayor cantidad posible de presuntos
terroristas. Se trata de mostrar, en efecto, que se gana el reto con más muerte
y destrucción..., pero se muestra muy poca empatía y acercamiento a la
comunidad. La venganza lo debería colmar todo. Hay poca respuesta más allá. Los
atentados se usan para reforzar la autoridad y poder del Estado, que se
presenta como protector, como un escudo de fuerza, y vengador.
Mirna Abdulaal pondera el sentido de la comunidad y cómo
Ardern ha creado inmediatamente un punto de conexión entre la administración,
los partidos, etc. que se unen para mostrar su solidaridad con los afectados
directamente. Lo primero es atender a los que han quedado, consolar el dolor,
atender las necesidades, preocuparse por ellos, porque al dolor no se sumen
otras circunstancias. Los que sufren necesitan consuelo sincero y ayuda, sentir
que los demás están junto a ellos. "We cannot know your grief, but we can walk with you at every stage",
escribe Abdulaal, recogiendo las palabras dichas por Ardern. Caminar
juntos es el modelo de integración de la comunidad. Aunque el terrorismo tenga
sus objetivos específicos, la comunidad no debe reconocerse en esa división
sino, por el contrario, mostrar que es falsa.
La necesidad de unión, frente a las tentaciones partidistas,
es una prioridad de política básica. Es lo que se trata de representar con el
"yo soy..." o "todos somos...", lemas que difuminan las
separaciones y muestran empatía con el que sufre y el deseo de formar la
comunidad alrededor de los miembros atacados.
Ardern showed that it is necessary to connect,
feel and speak with those outside of her world. The enemy, for her, is not a
target, but a shadow.
“You will never hear me mention his name,” she
said, “speak the names of those who were lost rather than the name of the man
who took them. He may have sought notoriety but we in New Zealand will give him
nothing — not even his name.”
In her model, fighting the terrorist is through
shrinking, rather than expanding, his role in society. It is by giving the
community a much bigger role and priority, and by doing that, she won support
and praise around the world.
La negación del nombre es una actitud que muestra decisión.
Los únicos que merecen ser recordados son las víctimas inocentes de los
atentados. Evitar la publicidad, la expansión del terrorismo es un objetivo.
Evidentemente, el combate contra el terrorismo tiene muchas
facetas. Lo ocurrido en Nueva Zelanda no tenía precedentes para ellos en esta magnitud. 1997 era la última vez que padecieron este azote. Ha sido
un golpe duro, pero también la ocasión de mostrar que la respuesta dada va por
una vía que enfatiza los aspectos comunitarios. Unirse para demostrar fuerza y
decisión, dar prioridad al dolor, visibilizar la comunidad para que se vea su
unidad claramente, su firmeza es esencial.
La autora señala que el presidente al-Sisi ha intentado esta
proximidad a las víctimas en los casos de los atentados a los coptos. Pero, a
mi entender, es un gesto personalizado más que de la comunidad.
Hay una cuestión clara y que explica una parte, una cuestión
que no debe ser soslayada: el género importa. Jacinda Ardern ha mostrado dar
más importancia a los demás, al otro que sufre, no ha temido mostrar su dolor
ante el dolor ajeno. Ha mostrado, en resumidas cuentas, su humanidad. Ha tomado
sus decisiones, pero ha sabido diferenciar lo que necesitaban la sociedad y lo
que necesitaban los familiares y comunidad atacada, sentirse en el centro de
afecto, que caminaban junto a ellos, que eran acompañados, que no estaban
solos. Ardern ya había humanizado su mandato siendo la segunda mujer en dar a luz estando en el cargo de primer ministro. Ya mostraba algo.
Unos valoran su decisión de prohibir las armas automáticas;
otros su capacidad de mostrarse junto a los que sufren. Si pensamos que la
respuesta de Donald Trump es defender las armas tras una matanza o hablar de "ambas
partes" cuando un supremacista asesina atropellando en Charlottesville,
las diferencias son claras. Su forma de entender el liderazgo conlleva la proximidad y no el distanciamiento que se produce en la mayoría de los países y que les hacen sentirse huérfanos de modelos. La política debe ser ejemplar, un escenario para valores y principios, un lugar de humanidad. Puedes equivocarte, pero no deshumanizarte.
Jacinda Ardern no ha se ha hecho unas simple fotos. Ha estado en todo momento junto a las familias y la comunidad. Les ha acompañado personalmente, ha caminado por las calles con ellos, cogidas sus manos. Se ha reunido con los grupos, le ha transmitido su apoyo, ha compartido su dolor. No ha añadido ninguno más a los que ya padecen. Dijo que prohibiría las armas y ya lo ha hecho. Firmeza y solidaridad. Ha caminado a su lado.
* Mirna Abdulaal "What Arab Leaders Can Learn from New
Zealand’s Jacinda Ardern" Egyptian Streets 19/03/2019 https://egyptianstreets.com/2019/03/19/what-arab-leaders-can-learn-from-new-zealands-jacinda-ardern/
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