miércoles, 13 de marzo de 2019

Responsabilidad de la política

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
La nueva pérdida de apoyo parlamentario de Theresa May lanza a la política británica a otro callejón paralelo sin salida. Hoy de nuevo votarán sobre si deben salir sin acuerdo de una Unión Europea de la que han formado parte durante décadas. Lo que deben votar esta tarde, según la BBC, es lo siguiente: "This House declines to approve leaving the European Union without a withdrawal agreement and a framework on the future relationship on March 29."* Si esta propuesta no sale aprobada: "If no-deal is rejected, MPs will vote on Thursday on delaying Brexit by extending Article 50 - the legal mechanism that takes the UK out of the EU."*
A alguien le tocará en algún momento explicar la extraña historia del Brexit. Los británicos siempre han tenido sentido de la Historia y grandes historiadores, pero esto no va  a ser sencillo de explicar. Supongo que, como suele ocurrir ante lo inexplicable, se fabrique una gran mentira complaciente, un mito, con el que se produzca una racionalización nacional de las causas para tratar de gestionar los efectos, para tratar de contentar a los que pregunten "por qué" en el futuro. Pondrá un nombre al periodo de pertenencia a la Unión y lo llamarán "oscuro" o con cualquier otro adjetivo. Así funciona la Historia como discurso, como racionalización explicativa de lo que nos suele tener sentido claro.


Cuando veo imágenes televisivas que nos muestran las calles de las ciudades, me sorprende la guerra de los carteles. Veo ciudadanos británicos llevando pancartas, carteles, banderas, etc. en la que intentan dan forma a sus deseos, a su indignación en cualquier sentido. Me sorprenden los "Brexit is Brexit", sobre todo. Creo que es la única tesis que ha prosperado, la única que sigue siendo un muro explicativo circular del que no es posible salir o mirar si quiera lo que hay al otro lado de él. Es la tautología que exime del diálogo y es, especialmente, un ejemplo del funcionamiento de algo a lo que estamos expuestos todos, la demagogia, el engaño y el empecinamiento.
No he oído una  sola teoría o explicación sobre el sentido del Brexit. Los medios británicos se dedicaron a desmontar las falacias con las que se había convencido a la gente. Lo hicieron inexplicablemente tarde; ellos sabrán por qué. Las falacias de los números salieron cuando no había más remedio que hacer cuentas reales de lo que iba a costar la salida. Los británicos estaban convencidos de que el balance iba a ser positivo, que iban a volver a ser ricos, pues como tantos otros, habían achacado su declive a las políticas europeas y no a las malas políticas nacionales.
BBC

El Brexit, en el fondo, es el resultado de esconder la basura nacional debajo de la alfombra comunitaria. Es la consecuencia de responsabilizar a Europa de la incompetencia propia, de los efectos de las decisiones de los políticos locales en el deterioro.
Europa tiene mucho que avanzar, pero no puede hacerlo sin el concurso y acuerdo de todos. Ha sido más fácil usar los márgenes propios para hacer electoralismo, demagogia, clientelismo, etc. que para ahondar en la senda del europeísmo. A lo largo de estos años, mucho antes del Brexit, señalábamos en piel propia la tendencia de los gobiernos europeos a presentar sus errores como males europeos y acoger como propios los aciertos de Europa. El mal europeo ha sido carecer de la fuerza o voluntad necesarias para ir europeizando la política nacional. Esto se hace imposible si, como está ocurriendo, se radicaliza la política local hasta convertirla en verdadero enfrentamiento. Europa no se construyó para eso, sino para el acuerdo de voluntades, la suma y no la división.
Lo que ocurre, sin embargo, es lo contrario. Es el signo de los tiempos la división, el enfrentamiento constante, la acritud, la división social. Europa padece todo esto como un virus que impide poder construir más Europa.


Estas semanas próximas viviremos en España la "campaña de todas las campañas". Y el panorama que se avecina no es bueno para nada. No hay eso que se llamaba la "fiesta de la democracia", con la que se trataba de recoger la voluntad política que nos unía a todos, sino un agrio frentismo, una lucha que estigmatiza a unos y otros, que jura el silencio, el aislamiento, que pacta solo para deshacerse de unos y otros. Es una política sin grandeza, llena de odios, de apocalipsis.
Los efectos son claros y estaban avisados: en vez de ir hacia una moderación que permita avanzar hacia soluciones que resuelvan problemas elementales de la ciudadanía, se elige el camino contrario. Se crean problemas para tapar otros problemas y, sobre todo, se producen gritos para esconder la falta de ideas. En nuestra política no existen ya sabios que señalen la luna; solo dedos egocéntricos que se señalan el ombligo como centro del universo.
El Brexit es una profunda lección de irresponsabilidad política. Pero la amenaza no es solo para los británicos. Es para toda Europa y no por la amenaza que otros salgan, sino por lo que representa de falta de diálogo y triunfo de lo negativo en política, de la incapacidad de construir desde el acuerdo. Las sociedades avanzan cuando logran hacer converger sus propósitos e ideales, cuando son capaces de equilibrar sus coincidencias y sus divergencias. No es deseable una sociedad uniformada, pero tampoco una jauría en la que todos se muerden unos a otros hasta devorarse.


Para buscar ese equilibrio hacen falta voces y mentes, no gritos ni demagogos, que es lo que producimos. Padecemos el efecto del alejamiento de la política de aquellas personas valiosas que se asustan cuando ven aquello en lo que la política se ha convertido. Y hoy hacen falta personas sensatas, de principios y valores comunes, generosas y dialogantes. No es eso precisamente lo que vemos. Los medios están llenos de finales tristes de políticos que sonrieron mucho, gritaron más y se hartaron de señalar con el dedo a los demás. Hay un enorme cementerio de papel en donde reposan sus tristes y poco ejemplares historias.
El Brexit debería ser un ejemplo para todos los políticos de Europa. Vemos claramente cómo lo intereses partidistas pueden crear un problema histórico y dividir a un país por la mitad, en formas irreconciliables. Es una llamada a la responsabilidad de la política, al sentido de su trascendencia, de su valor. Y también de lo que ocurre cuando se pierden ese sentido. Aprendamos, aquí y allí.  



* "Brexit: MPs to vote on no-deal after rejecting May's plans" BBC 13/03/2019 https://www.bbc.com/news/uk-politics-47548498

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