Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
La
noticia del atentado contra dos mezquitas en Nueva Zelanda, con cuarenta nueve muertos
y múltiples heridos en estado crítico, sacude la mañana y las conciencias. Los
datos han ido variando desde los veinte muertos iniciales hasta los que ahora
se dan. Una barbarie que sacude la comunidad de Christchurch, irónico nombre
para un lugar que quedará asociado desde hoy mismo a la barbarie, al crimen y
al odio. Solo cabe la condena y la capacidad de horrorizarse, que estamos
perdiendo.
Llevamos
tiempo señalando el crecimiento diario del odio en el mundo, de la incapacidad
de desarrollar diálogo y especialmente de la espiral de violencia que seguirá
creciendo en el ojo por ojo, la ley que se ha resucitado en nombre de todas las
confesiones.
No hay
ley, dios o credo que pueda respaldar este o los demás crímenes que se hagan en
su nombre. La misma condena que cualquier otro atentado, el mismo desprecio, la
misma indignación. Un viernes negro lleno de horror y muerte, de tinieblas.
Los
detalles de su retransmisión al mundo a través de Facebook, como señala el
diario El país, no hacen sino confirmar que la violencia de hoy no se hace en
nombre de ideas inteligentes o inteligibles, sino en nombre de tarados
narcisistas. A sus débiles mentes llegan las olas sucias del odio dejando la
porquería que esos mares arrastran.
No
contentos con escuchar los horrores creados por el Estado Islámico, los abusos
y muertes, nos llegan los hechos ahora en nombre de las ideologías
ultraderechistas, nacionalistas e integristas.
El
diario El País recoge un detalle que nos afecta:
Uno de los atacantes del atentado de este
viernes en las dos mezquitas en Nueva Zelanda, el que retransmitió el ataque
por Facebook Live, llevaba escrito en su fusil el nombre de autores de
asesinatos masivos en otros países vinculados a la extrema derecha, según The
New York Times. Sin embargo, uno de los mencionados era Josué Estébanez de la
Hija, un neonazi español que asesinó a un joven de extrema izquierda en el
metro de Madrid en 2007. Estébanez fue el primer sentenciado por la justicia
española al que se le aplicó el agravante por motivos ideológicos.
En círculos radicales de derechas, el militar
vasco, en prisión hasta 2033, es considerado una especie de mito. Su nombre
("¡Josué libertad!) aparece constantemente pintado en muros en cualquier
rincón de España. El grupo Hogar Social Madrid a menudo invoca su nombre y su
familia vendió papeletas para recaudar dinero con el que hacer frente a la
indemnización a la que tenía derecho la familia de la víctima, Carlos Palomino.
Estébanez siempre alegó que se sintió intimidado en el vagón por Palomino y la
gente que lo acompañaba.
Palomino, en los ambientes totalmente
opuestos, los de extrema izquierda, fue elevado a la figura de mártir. En casas
okupas suele haber alguna inscripción que le recuerde como un luchador
antifascista que fue asesinado a manos de un rival ideológico, como así
consideró probado la sentencia. En muchos países del mundo, como Suecia o
Alemania, se pueden ver inscripciones como "Palomino vive, la lucha
sigue". *
Es la
espiral del odio; la sangre llama a la sangre; la venganza a la venganza. Lo
que han hecho los descerebrados de Nueva Zelanda es sembrar las semillas de más
muertes, las que ellos han arrojado al mundo del odio, que serán regadas por
los integristas de mundo islámico, a las que les servirán de excusa para las
próximas muertes. Al igual que con nuestros radicales, unos días les toca a
unos y otros a otros. Los muros se llenan de llamadas a matar o a morir según
el estado de ánimo del día.
El
mundo se está llenando de odio. Cada día más, cada día más sangriento. Lo
decimos muchas veces en nuestros escritos y no nos cansaremos de repetirlo. Hay
que dejarse de melindres y empezar a darnos cuentas, en todas las sociedades, en
todas las culturas, que no se puede seguir predicando el odio, los
estereotipos, las discriminaciones.
Insistimos
en lo poderosas que son las herramientas de la comunicación y se están usando
para expandir elementos de odio antes que de paz, para el insulto antes que
para el diálogo.
Esto es
incuestionable y solo es cuestión de grados los casos en los que nos
escandalizamos. hay que ver las cosas grandes en las pequeñas, que los pequeños
casos son los avisos de los grandes casos. Pero no se ve o no se quiere ver.
Todo se queda en datos, todo se queda en estadísticas. Nunca en soluciones.
Esta
vez los asesinos están entre nosotros, matan con nuestras ideas, en nombre de
principios que tenemos. Nos dice en el diario:
En los cargadores del asaltante en Nueva
Zelanda también se pueden leer los nombres de personajes históricos que en la
Edad Media lucharon contra ejércitos musulmanes. Entre ellos hay varios que
participaron en las Cruzadas: Gastón IV de Bearne, mandatario del siglo XI en
el reino de Aragón, y Bohemundo de Antioquía. También está escrito
"Pelayu", que podría hacer referencia a Don Pelayo, símbolo de la lucha
de los cristianos contra los musulmanes en la península Ibérica durante la Edad
Media, informa Verne.*
Hemos
tenido entre nosotros, últimamente, gente a la que se le ha llenado la boca del
término "reconquista". No voy a hacerles responsables de lo ocurrido
en Nueva Zelanda, pero sí del odio que usan para conseguir sus fines aquí. habrá
un día en el que haya muertos, casa incendiadas en cuyos muros alguien escriba
"reconquista" y entonces se darán cuenta de lo que están haciendo
entre unos y otros.
Se está
extendiendo el odio sobre la base de la ignorancia. Nuestra sociedad no forma personas,
formas mano de obra (barata); son personas que no aprenden mucho sobre la
Historia o sobre el mundo que les rodea. Los tecnócratas son incapaces de
entender que somos seres en el mundo, más allá de fábrica u oficinas. No
entienden que la educación que desprecian es la que nos ayuda a resistir frente
a los odios envueltos en ignorancia.
Estamos
incurriendo en los mismos errores que decimos combatir. A la ignorancia
dogmática del terrorismo enfrentamos otra igualmente dogmática y no menos ignorante.
Esas
armas con sus inscripciones son un símbolo elocuente del retroceso, de la falta
de sentido hacia el que nos dirigimos a ritmo de fanfarrias patrióticas.
Falla
estrepitosamente nuestra educación cuando no somos capaces de pensar sobre la
vida. Se nos enseñar a ganárnosla, pero no a vivirla. Por ello languidecemos,
expuestos a los seductores que nos ofrecen causas y motivos.
Los
jóvenes occidentales que han ido a luchar a Siria junto al Estado Islámico eran
ya un aviso de la falta de sentido, de no haber sabido rellenar los huecos
existenciales que nos dejan sin defensas, víctima de la fascinación de la
violencia.
Nuestros
expertos siguen debatiendo y poniendo nombre complicado a lo que son cosas más
sencillas. La violencia es atractiva cuando carecemos de la posibilidad de
sentirnos por encima de ella, cuando no somos capaces de rechazar lo que se nos
presenta. Hoy eso es un hecho.
El
peligro lleva tiempo avisado. Se repite en distintos lugares y bajo distintas
doctrinas. Es el atractivo de la violencia en una sociedad sin atractivos, en
la que se languidece, como languideció la decimonónica y llamó al tedio
"el mal del siglo". Es el bostezo, esta vez sangriento, de los Hollow Men de
Eliot.
Mi
condena de estos crímenes horrendos, como condeno todos aquellos que se
producen en nombre de cualquier barbarie dogmática. Mi condena a los sistemas
que son incapaces de ofrecer a las personas la posibilidad de dar un sentido a
su vida más allá de la violencia. Mi asco y repugnancia, mi náusea, a todos los
que usan el miedo, la violencia para conseguir sus objetivos, ya sea un escaño
o volar un avión, subir en las encuestas o subir al paraíso. Mi condena a un
mundo absurdo en el que no hacemos nada por compartir o dialogar y hacemos todo para
producir odio religioso, racial, clasista, xenófobo. No tengo capacidad para el odio,
pero toda para el desprecio.
*
"Uno de los atacantes de Nueva Zelanda llevaba en el fusil el nombre del
neonazi que mató a Carlos Palomino" El País
https://elpais.com/ccaa/2019/03/15/madrid/1552645383_279994.html
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