viernes, 15 de marzo de 2019

El arma del odio

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
La noticia del atentado contra dos mezquitas en Nueva Zelanda, con cuarenta nueve muertos y múltiples heridos en estado crítico, sacude la mañana y las conciencias. Los datos han ido variando desde los veinte muertos iniciales hasta los que ahora se dan. Una barbarie que sacude la comunidad de Christchurch, irónico nombre para un lugar que quedará asociado desde hoy mismo a la barbarie, al crimen y al odio. Solo cabe la condena y la capacidad de horrorizarse, que estamos perdiendo.
Llevamos tiempo señalando el crecimiento diario del odio en el mundo, de la incapacidad de desarrollar diálogo y especialmente de la espiral de violencia que seguirá creciendo en el ojo por ojo, la ley que se ha resucitado en nombre de todas las confesiones.
No hay ley, dios o credo que pueda respaldar este o los demás crímenes que se hagan en su nombre. La misma condena que cualquier otro atentado, el mismo desprecio, la misma indignación. Un viernes negro lleno de horror y muerte, de tinieblas.


Los detalles de su retransmisión al mundo a través de Facebook, como señala el diario El país, no hacen sino confirmar que la violencia de hoy no se hace en nombre de ideas inteligentes o inteligibles, sino en nombre de tarados narcisistas. A sus débiles mentes llegan las olas sucias del odio dejando la porquería que esos mares arrastran.
No contentos con escuchar los horrores creados por el Estado Islámico, los abusos y muertes, nos llegan los hechos ahora en nombre de las ideologías ultraderechistas, nacionalistas e integristas.
El diario El País recoge un detalle que nos afecta:

Uno de los atacantes del atentado de este viernes en las dos mezquitas en Nueva Zelanda, el que retransmitió el ataque por Facebook Live, llevaba escrito en su fusil el nombre de autores de asesinatos masivos en otros países vinculados a la extrema derecha, según The New York Times. Sin embargo, uno de los mencionados era Josué Estébanez de la Hija, un neonazi español que asesinó a un joven de extrema izquierda en el metro de Madrid en 2007. Estébanez fue el primer sentenciado por la justicia española al que se le aplicó el agravante por motivos ideológicos. 
En círculos radicales de derechas, el militar vasco, en prisión hasta 2033, es considerado una especie de mito. Su nombre ("¡Josué libertad!) aparece constantemente pintado en muros en cualquier rincón de España. El grupo Hogar Social Madrid a menudo invoca su nombre y su familia vendió papeletas para recaudar dinero con el que hacer frente a la indemnización a la que tenía derecho la familia de la víctima, Carlos Palomino. Estébanez siempre alegó que se sintió intimidado en el vagón por Palomino y la gente que lo acompañaba.
Palomino, en los ambientes totalmente opuestos, los de extrema izquierda, fue elevado a la figura de mártir. En casas okupas suele haber alguna inscripción que le recuerde como un luchador antifascista que fue asesinado a manos de un rival ideológico, como así consideró probado la sentencia. En muchos países del mundo, como Suecia o Alemania, se pueden ver inscripciones como "Palomino vive, la lucha sigue". *


Es la espiral del odio; la sangre llama a la sangre; la venganza a la venganza. Lo que han hecho los descerebrados de Nueva Zelanda es sembrar las semillas de más muertes, las que ellos han arrojado al mundo del odio, que serán regadas por los integristas de mundo islámico, a las que les servirán de excusa para las próximas muertes. Al igual que con nuestros radicales, unos días les toca a unos y otros a otros. Los muros se llenan de llamadas a matar o a morir según el estado de ánimo del día.
El mundo se está llenando de odio. Cada día más, cada día más sangriento. Lo decimos muchas veces en nuestros escritos y no nos cansaremos de repetirlo. Hay que dejarse de melindres y empezar a darnos cuentas, en todas las sociedades, en todas las culturas, que no se puede seguir predicando el odio, los estereotipos, las discriminaciones.
Insistimos en lo poderosas que son las herramientas de la comunicación y se están usando para expandir elementos de odio antes que de paz, para el insulto antes que para el diálogo.


Esto es incuestionable y solo es cuestión de grados los casos en los que nos escandalizamos. hay que ver las cosas grandes en las pequeñas, que los pequeños casos son los avisos de los grandes casos. Pero no se ve o no se quiere ver. Todo se queda en datos, todo se queda en estadísticas. Nunca en soluciones.
Esta vez los asesinos están entre nosotros, matan con nuestras ideas, en nombre de principios que tenemos. Nos dice en el diario:

En los cargadores del asaltante en Nueva Zelanda también se pueden leer los nombres de personajes históricos que en la Edad Media lucharon contra ejércitos musulmanes. Entre ellos hay varios que participaron en las Cruzadas: Gastón IV de Bearne, mandatario del siglo XI en el reino de Aragón, y Bohemundo de Antioquía. También está escrito "Pelayu", que podría hacer referencia a Don Pelayo, símbolo de la lucha de los cristianos contra los musulmanes en la península Ibérica durante la Edad Media, informa Verne.*

Hemos tenido entre nosotros, últimamente, gente a la que se le ha llenado la boca del término "reconquista". No voy a hacerles responsables de lo ocurrido en Nueva Zelanda, pero sí del odio que usan para conseguir sus fines aquí. habrá un día en el que haya muertos, casa incendiadas en cuyos muros alguien escriba "reconquista" y entonces se darán cuenta de lo que están haciendo entre unos y otros.


Se está extendiendo el odio sobre la base de la ignorancia. Nuestra sociedad no forma personas, formas mano de obra (barata); son personas que no aprenden mucho sobre la Historia o sobre el mundo que les rodea. Los tecnócratas son incapaces de entender que somos seres en el mundo, más allá de fábrica u oficinas. No entienden que la educación que desprecian es la que nos ayuda a resistir frente a los odios envueltos en ignorancia.
Estamos incurriendo en los mismos errores que decimos combatir. A la ignorancia dogmática del terrorismo enfrentamos otra igualmente dogmática y no menos ignorante.
Esas armas con sus inscripciones son un símbolo elocuente del retroceso, de la falta de sentido hacia el que nos dirigimos a ritmo de fanfarrias patrióticas.
Falla estrepitosamente nuestra educación cuando no somos capaces de pensar sobre la vida. Se nos enseñar a ganárnosla, pero no a vivirla. Por ello languidecemos, expuestos a los seductores que nos ofrecen causas y motivos.


Los jóvenes occidentales que han ido a luchar a Siria junto al Estado Islámico eran ya un aviso de la falta de sentido, de no haber sabido rellenar los huecos existenciales que nos dejan sin defensas, víctima de la fascinación de la violencia.
Nuestros expertos siguen debatiendo y poniendo nombre complicado a lo que son cosas más sencillas. La violencia es atractiva cuando carecemos de la posibilidad de sentirnos por encima de ella, cuando no somos capaces de rechazar lo que se nos presenta. Hoy eso es un hecho.
El peligro lleva tiempo avisado. Se repite en distintos lugares y bajo distintas doctrinas. Es el atractivo de la violencia en una sociedad sin atractivos, en la que se languidece, como languideció la decimonónica y llamó al tedio "el mal del siglo". Es el bostezo, esta vez sangriento, de los Hollow Men de Eliot.
Mi condena de estos crímenes horrendos, como condeno todos aquellos que se producen en nombre de cualquier barbarie dogmática. Mi condena a los sistemas que son incapaces de ofrecer a las personas la posibilidad de dar un sentido a su vida más allá de la violencia. Mi asco y repugnancia, mi náusea, a todos los que usan el miedo, la violencia para conseguir sus objetivos, ya sea un escaño o volar un avión, subir en las encuestas o subir al paraíso. Mi condena a un mundo absurdo en el que no hacemos nada por compartir o dialogar y hacemos todo para producir odio religioso, racial, clasista, xenófobo. No tengo capacidad para el odio, pero toda para el desprecio.


* "Uno de los atacantes de Nueva Zelanda llevaba en el fusil el nombre del neonazi que mató a Carlos Palomino" El País https://elpais.com/ccaa/2019/03/15/madrid/1552645383_279994.html

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