Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
La
política española sigue con su tendencia al enrarecimiento. El pacto alcanzado
en Andalucía no es el más satisfactorio para el conjunto. La política no es
solo acción ni día a día; es también reflexión y visión de futuro. De esto ha
habido, la verdad, muy poco. Pero son las consecuencias del viejo dicho: quien
a hierro mata, a hierro muere.
El
Partido Socialista cae en Andalucía a manos de un acuerdo poco saludable en
recuerdo de las alianzas contra natura
con las que accedió al gobierno con una minoría paupérrima. Natura fue, en ese caso, Mariano Rajoy,
el señor de Santa Pola, por el que se vendieron entonces otros por un plato de lentejas, como la Biblia nos cuenta.
Como le
acabo de escuchar al futuro presidente de la Comunidad andaluza, "cada uno
puede interpretar los pactos como quiera, pero lo importante es lo que está
firmado", es decir, lo que tenía él en su mano y sostenía sin que le
temblara el pulso. Ya le temblará.
Esa
afirmación sanchopancesca venía a cuento de las preguntas que los periodistas
le hacían sobre lo que acababa de poner en su web el partido extremo sobre las
expulsiones de inmigrantes. Que pongan lo
que quieran, vino a decir, que yo tengo
aquí bien amarraditos los papeles firmados.
Pero en
política decir lo que se quiera tiene sus consecuencias. El hecho de que el
partido recién llegado pueda seguir montando sus espectáculos propagandísticos sobre
cuestiones de género, inmigración o las leyes "ideológicas" sobre
"memoria" o sobre cualquier otra circunstancia le supone un incremento
de su desarrollo y una debilidad doble ante sus oponentes. Los efectos es que
seguirá perdiendo votos, ahora por dos lados (el paso hacia la ultraderecha y
la evasión a un centro moderado). Es decir, el PP se va a pasar la próxima
legislatura justificando el acceso al poder en Andalucía respondiendo por cada
una de las salidas de tono de su "socio innombrable".
Tendremos
por delante las grandes explosiones propagandísticas del los que cantan que en
Andalucía se ha producido un "milagro" político, como el Partido
Socialista cantó que se había producido un "milagro" en la Moncloa.
El gran
beneficiado es el que no se desgasta y tiene las manos libres. Se limita a
decir lo que quiera a sabiendas de que no pueden prescindir de su apoyo para
mantener la presidencia. Y los apoyados tendrán que disculparle dando la cara
por él. Esto sin contar los problemas que les van a crear a ambos en una Unión
Europea que está intentando frenar el desarrollo de los populismos retrógrados
y anti inmigratorios. Allí están deseando recibir a los recién llegados con los
brazos abiertos.
En
clave interna se sigue repitiendo lo que del que a hierro mata. Ya son muchas
las voces discrepantes con lo que supone los "pactos blandos" con el recién
llegado. Los que tienen sus feudos tranquilos ya empiezan a desmarcarse del
coste político que tienen los pactos, esencialmente en la parte más
impresentable: la del anti feminismo y la revocación de las leyes de violencia
de género.
En
realidad, este punto es clave y va mucho más allá. La prueba de ellos es que
—como ocurrió con Trump tras su llegada a la Casa Blanca—, son las mujeres las
que han salido a la calle a protestar. Y con razón. No se trata, una vez más,
de lo firmado, sino de lo pregonado, algo que parecen seguir sin entender. Si
es cierto, como señalamos al principio por boca del futuro presidente de la
Junta, candidato del PP, que cada uno puede interpretar los acuerdos como
quiera, es lo que su falso amigo está haciendo ya desde antes que se seque la
tinta. No se ha aprendido que el puesto más cómodo es el que sabe que le
necesitan pero que no cuentan con él (es decir, no tiene desgaste).
El
señor Casado se verá comprometido (ya lo está en los titulares periodísticos, cada uno es libre, recuerden) como quien
ha dirigido al PP hacia la extrema
derecha para no perder votos. Los va a perder, téngalo por seguro. ¿Dónde
irán? Eso es más complicado.
En la
medida en que Ciudadanos se vea más complicado en la política al querer
adquirir protagonismo, le ocurrirá el mismo efecto. Será considerado
"tibio" por unos y aproximado a la extrema derecha por otros. Eso
tendrá un efecto notable sobre el espectro electoral que llega hasta el PSOE,
pudiendo producirse un "no voto" de castigo. Los que castigaban al PP votando a Ciudadanos,
no van a tener muy claro cómo castigarle. Si los dos se unen, el beneficiado,
en la proporción correspondiente, es decir, recogida de descontento, será la
abstención y el partido recién llegado.
Lo que
está ocurriendo con la cuestión de género (en la violencia, como en los
derechos y en la identidad) es una clara demostración de que no nos ha llegado
el futuro sino el pasado. La historia demuestra que se puede vivir en una
especie de pasado, como un deja vu. Solo que hoy se nos hace más
horizontal, más de zonas retrógradas en las que las mujeres son propiedades. La
mayor infamia vista en estos días es ese vídeo propagandístico en el que una
jóvenes salen diciendo "no en mi nombre" para referirse al feminismo.
Eso no es más que una macabra caricatura de personas que no están al tanto ni
de la Historia ni del presente. Y esas son las armas del partido recién
llegado, un mundo a la contra con atajos cabreados al pasado.
La
estrategia no es la del terremoto, sino la de las termitas. Lo malo de los
fundamentalismos del cualquier signo es que están rebosantes de
providencialismo, si no es en esta vida, será en la otra. Hasta el momento, le han sacado muchísimo rendimiento en protagonismo y atención. Además van dejando competidores atrás y abriendo franquicias. Andalucía les ha salido bien.
Los efectos de la erosión del sistema por el conflicto permanente a cara de
perro, hace que lo que debería estar establecido en la centralidad, dejando los
márgenes para los extremos, se está convirtiendo en un importante condicionante.
Cuando te has aliado con los extremos, en un cao y otro, no es fácil después
distanciarte de ellos. Y acabas pagando caro el plato de lentejas.
No ha
habido milagros ni en ganar en Andalucía, ni en no gobernar en Cataluña, ni en
desahucio de La Moncloa. No hay momentos históricos en ello, nada.
Solo la tristeza de un panorama político. Lo ocurrido en Andalucía es la erosión y el hartazgo. Si ha habido algún milagro es como el de los jueves, el que nos contó el gran Berlanga.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.