sábado, 5 de enero de 2019

Tiene razón Valls

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Lo ha tenido que decir Manuel Valls. Hace unas semanas, tras las elecciones andaluzas ya hablamos de esto aquí: no se puede pactar con los idearios que niegan los principios propios. Hace mucho tiempo, cuando empezó la moda de querer enterrar el "bipartidismo" se advirtió que significaba la condena futura a tener que realizar pactos endiablados, nunca mejor dicho, para gobernar. Dijimos ya entonces que en España no ha habido bipartidismo, que eso era una engañifa para poder entrar generando un discurso de la diversidad que no encubría más que los deseos de poder de unos y la ineptitud de otros. El papel endemoniado lo habían jugado siempre que no había mayoría absoluta los partidos nacionalistas, que sacaban tajada y los pies del plato en la misma jugada. Los nacionalistas catalanes se aprovechaban de la violencia en el País Vasco y cuando el País Vasco vio el fin de ETA pasaron ellos al descontrol, lo permitió hacer de "poli bueno" al PNV.
Estos son juegos que venían de lejos, de viejas alianzas en el exilio y pactos circunstanciales, que se empiezan a convertir en peligrosos cuando hay una idea secesionista clara. Desgraciadamente, la política española es más de la noria que de la autopista. Es una lástima que cada generación tengamos que estar discutiendo lo mismo con nuevas voces, que seamos incapaces de dar por válido el presente para construir un futuro mejor para todos. Pero no, no es el caso.


La aparición de Vox, el partido del que no se puede hablar pero del que todos hablan, no es un hecho aislado, sino la conjunción de factores externos que han encontrado los huecos internos. Sencillamente: la aparición de la extrema derecha en España es el resultado de la ineptitud política de nuestros dirigentes en todo el espectro. La política es un sistema. La misma ineptitud que permitió un hueco por la izquierda lo ha permitido ahora por la derecha, con la transversalidad del nacionalismo secesionista como aderezo de todos y excusa directa de Vox.
Lo ha tenido que decir Manuel Valls, el menos entrampado de los políticos; Valls, el político vocacional. Lo recoge el diario El País:

“Con el nacionalpopulismo no se puede pactar”. Así se expresó este viernes Manuel Valls, el ex primer ministro francés y candidato a la alcaldía de Barcelona por una plataforma que incluye a Ciudadanos. En plena negociación para formar Gobierno en Andalucía, Valls subrayó a EL PAÍS la necesidad de rechazar el apoyo del partido de extrema derecha. Se desmarca así de Ciudadanos, que pretende gobernar con el PP en esa comunidad autónoma gracias a Vox. Y propone como alternativa un gran pacto de Estado entre PSOE, PP y Ciudadanos para marginar a los populismos.
Para Manuel Valls, “la respuesta al desafío que plantea la extrema derecha es la cooperación” entre socialistas, conservadores y liberales, según plantea en un artículo publicado este sábado en este diario. Este gran acuerdo entre las fuerzas constitucionalistas —a imagen y semejanza de los Pactos de La Moncloa firmados en 1977 por el Gobierno, los principales partidos y los agentes sociales— tendría ahora en Andalucía su primera posibilidad de reeditarse. Pero Valls aspira a ampliar ese pacto en todo el Estado.*



El ejemplo está bien puesto, pero se le escapa a Valls el drama español: mientras en el pasado todos querían ir hacia el centro político, pues la sociedad española apostaba por la moderación dando una lección y marcando el camino a los políticos, en el presente la situación ha variado y el camino es otro. El éxito de los populismos y radicalismos en todo el mundo —desde que a principio de la década se implantara la forma de la protesta, la "indignación", el "no nos representan", etc. con su origen y refuerzo en la crisis económica (centrada en los bancos como crisis financiera)— ha hecho que hoy los moderados o centrismos amplios (vamos a decirlo así para entender que hay "centro derecha", "centro izquierda" y "centro centro") sean vistos como una debilidad, como indefinición.
No está mal percibido porque la clase política fracasó ante la económica en la crisis que muchos han sabido reinterpretar para llevar el agua a su molino. Los que habían quedado en los márgenes —como la extrema derecha española, por ejemplo, o la extrema izquierda, que se desmantelo igualmente— han sabido hacer su reentrada. Se desencadena entonces el furor pactista con la intención de unos de meter una pata y de otros de no perder el equilibrio.


Si no se atiende la idea de Valls del cinturón sanitario, de la cuarentena política a Vox, la política se va a enturbiar hasta límites insospechados. Vox, como otros populismos de extrema derecha, ha centrado de forma básica su discurso en la inmigración y en el secesionismo catalanista, levantando así dos banderas emocionales a los que la clase política actual no sabe dar respuesta clara. Cuanto más se entrampen en ello, más seguridad tendrá Vox. Lo peor es que las salidas solo se ven en el radicalismo que es lo fácil. Ante el enfado de grandes capas de la sociedad, cualquier partido radical tiene unas cuotas aseguradas, parcelas que fagocitará de los descontentos con las políticas generales de los grandes partidos.
La enseñanza de Vox es que no hace falta ser "grande", sino ser "influyente" y uno lo es en la medida en que los demás lo necesitan. Pero es el momento, como señala Valls, de decidir porqué se lucha: por el poder o por la sociedad. Es necesario acabar con estos pragmatismos de salón de una generación de políticos que solo saben de aritmética. Lo dijimos el otro día "la política es algo más que aritmética".
El discurso de Vox es algo más que retrógrado. Un partido que pide la retirada de las que llama "leyes ideológicas" contra la violencia de género no merece respeto. Al menos el respeto que implica cualquier tipo de acuerdo pacto o convivencia circunstancial.
Si se produce algún tipo de alianza, pacto o apoyo, los que se beneficien se convertirán automáticamente en "inhabitables", es decir, no se podrá pensar en ellos como un espacio propio.


Lo expresado por Valls es de sentido común. Y algo más: Europa se está llenando de dinamiteros con el aplauso de varios amigos exteriores. Cada vez más, no tienen pudor en señalar que se trata de deshacer Europa desde dentro. Hemos tenido (o tendremos) un Brexit. Será muy fácil echarle la culpa a la "burocracia europea" de lo que ocurra en adelante. Ya lo hacen varios gobiernos de la Europa del Este o Italia. Pero el hecho de dedicarse al obstruccionismo o, peor, a utilizar los foros europeos para hacer antieuropeísmo ya está anunciado por los jugadores. Las próximas elecciones europeas serán decisivas porque los únicos que van a ir a muerte, como una piña, son los populistas. En su momento lo hizo Podemos; ahora lo hará Vox.
El radical va siempre a votar. Será esencial que los partidos traten de llevar a la gente a las urnas como una motivación real de construir y no solo con lo muy facilón del miedo y, tan importante como eso, que tengan claras las prioridades. La política española se ha hecho acomodaticia pues su labor principal es denigrar al contrario, Eso ha atraído a advenedizos sin ideas y a maestros del insulto y la provocación. Con ninguna de esas "virtudes" se construye un país, se le ofrecen ideales de mejoras o se le hace sentirse orgulloso de lo que hace por el conjunto. Por eso los huecos que dejan los ineptos los ocupan los aprovechados.
Los partidos tienen una ocasión de oro para demostrar que anteponen los intereses del país para hacer frente a los dos grandes desafíos cruzados que se le proponen.


* "Valls se desmarca de Ciudadanos y propone un pacto con PSOE y PP para aislar a Vox" El País 5/01/2019 https://elpais.com/politica/2019/01/04/actualidad/1546634113_503713.html

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