Joaquín Mª
Aguirre (UCM)
En estos días he estado hablando sobre Japón con algunos
alumnos que trabajaban sobre algunos aspectos relacionados con la cultura del
país, especialmente sobre aspectos comunicativos. Japón es considerado como un
país "peculiar" incluso para los demás países asiáticos. Para Roland
Barthes, era el "imperio de los signos", el espacio de codificación
extrema, de la vida convertida en ritual o máscara. El ritual es una forma de
orden que evita la expresión directa; implica la conversión en código,
canalizando la expresión.
Me encuentro hoy en la BBC una pieza audiovisual, un
reportaje de 13 minutos titulado "Rent-a-sister: Coaxing Japan’s young men
out of their rooms"*. Las estimaciones que nos dan en el reportaje son de
medio millón de personas que viven encerradas en sus habitáculos sin salir de
ellos. La función de estas "hermanas de alquiler" es tratar de evitar
el aislamiento completo, visitarles cada cierto tiempo, hablar con ellos y
animarlos a salir un rato a la calle.
Se nos dice que las familias han buscado esa opción, la de
habilitarles un espacio en el que puedan vivir, porque en las casas no era
fácil la convivencia, incluso podían tener estallidos violentos con los que
estaban cerca. El temor al estigma de las enfermedades mentales hace que no se
etiqueten como "enfermos" (puede que no lo sean) y se haya creado un
nombre para ellos, mayoritariamente varones entre 18 y 35 años. A veces no
quieren hablar con nadie y, nos dicen, les deslizan cartas por debajo de las
puertas de sus pequeños apartamento en los que se encuentran encastillados.
Hace mucho que se nos hablaba del fenómeno de los jóvenes
aislados en sus habitaciones, no ya de sus casas, sino alejados de las familias
que viven el proceso de forma angustiada en muchos casos. Cuando comenzaron
estos casos, se achacó a Internet, convirtiéndoles en una especie de obsesos de
las redes, pero creo que se ha confundido el efecto con la causa.
Desde la posguerra mundial, en la década de los cincuenta
del siglo pasado, el mundo cambió. Siempre cambia, pero esta vez el cambio
—como bien vio Alvin Toffler en su obas "El shock del futuro"— es
mucho más rápido que en época anteriores, en donde los largos periodos tenían
transformaciones con mayor tiempo de adaptación.
La sociedad en la que vivimos es una fábrica de estrés, en
la que el cambio es una tiranía. El cambio además es exigencia en todos los
niveles, absorbente y agresiva. Cada vez vivimos en un mundo más presionado y
no todo el mundo lo puede soportar. La respuesta es la violencia, el
alejamiento en busca de nuevos espacios (ya no quedan) o el encierro, el aislamiento,
como los jóvenes japoneses.
Cuando más acelerado es el cambio, mayores son las dificultades
para la adaptación. Los primeros en tener problemas de adaptación a la
siguiente oleada, la que comenzó con la transformación digital en los años 70 y
80 afectó sobre todo a los mayores, a los que había vivido una época diferente
y se encontraban ahora con un mundo cambiante cada día. Pero son ahora los
jóvenes los que no se adaptan fácilmente porque el cambio aumenta la
aceleración y el mundo se ve como un destello y no como algo estable. Todo
cambia cada día, todo es nuevo.
Han surgido adictos al cambio, personas que no dan valor a
cosa alguna, a la estabilidad de las cosas y se sumergen en el cambio. Ellos
sobrevuelan el mundo sin ninguna atadura. El reflejo de esto lo tenemos en
fenómenos como el rechazo a la propiedad (alquileres de coches o de cualquier
otro elemento), la deslocalización del trabajo o el aumento del empleo
autónomo. Todo es fugaz: el empleo, la familia, la vida... Y no todo el mundo
lo resiste sin daños.
La educación se ha contagiado de ese mal. En vez de imponer
reposo y asimilación, ha apostado por el reciclado continuo de las personas,
por las micro ofertas pragmáticas, por fraccionar hasta el infinito los saberes,
dejando a las personas como simple apéndice de empresas o máquinas. Ya no
existe la estabilidad de lo que soy,
porque unos días soy una cosa y, en otros, otra en función de la demanda
exterior o de mi habilidad para mantenerme en movimiento. Y es esto lo que se
ha idealizado como un objetivo, la personalidad informe, con una apariencia
acomodable al exterior, pero con un vacío personal en todo lo que no nos lleve
a los objetivos de éxito.
No se trata de convertirnos en seres estáticos, siempre
debemos estar en evolución. El problema es la velocidad del cambio y,
especialmente los valores que determinan su destino o finalidad.
Estamos pagando las consecuencias de haber entregado el
sistema educativo al mundo industrial, a la producción, cuyos ideales no son humanos, personales, sino fabriles,
de rendimiento. La persona vale lo que produce o se valora su capacidad de
transformase en lo que se necesita hoy y no mañana. Esto está produciendo unas
personas con unas mentalidades agresivas, sin apego a casi nada y puramente
pragmáticas. El mundo vale para ellas lo que pueden obtener de él. Y esto se
presenta como un ideal. Fabricamos personas bajo demanda. Como ya estudió Zygmunt
Bauman en los orígenes de la revolución inglesa y en los momentos actuales,
esto genera un tipo de "desecho humano", de personas que no se adaptan
a esta vorágine y que es desplazada a los márgenes.
Creo que los "hikikomori", que es como se conoce
el fenómeno de los jóvenes encerrados, forman parte de este tipo de
marginalidad que nuestra estresante sociedad produce en su crueldad.
El día 10 de enero, en el blog "Curiosidades del
chino", del Instituto Chino Hanban, publicaba un texto titulado "Mentalidad
al estilo budista", en el que se informaba de lo siguiente:
Si mencionamos la palabra “佛” (Fó) (Buda), nos vendrá a
la mente el Budismo. Sí, pero “佛”
(Fó) no solo se refiere a una creencia o religión, también es una práctica
vital. Os presentamos un nuevo término que circula por la Red en China y que
representa un pensamiento en boga entre muchos jóvenes: 佛系
(Fóxì) (“mentalidad al estilo budista”). El origen de esta expresión proviene
de la descripción que hizo una revista japonesa acerca del “Hombre al estilo
budista” “佛系男子”
“Fóxì nánzǐ”, que decía ser la persona centrada en sus intereses, amante de la
soledad, que sigue su propio ritmo y se mantiene apartada del mundanal ruido.
Sin embargo, en China ha adquirido un sentido un tanto distinto y viene a
expresar una forma de vida o estado mental reposado y una actitud resiliente
ante la vida. Para los que abrazan esta “mentalidad al estilo budista” 佛系
(Fóxì), lo primordial es el recorrido del camino, y no la meta. Los estudiantes
chinos utilizan este concepto de moda 流行语 (liúxíngyǔ) para expresar su deseo
de mantener el equilibrio y la tranquilidad frente a la fuerte competitividad 竞争
(jìngzhēng) y presión 压力 (yālì) que les rodea. Al adoptar esta postura, se sienten más
seguros (安全感 ānquángǎn) y felices. ¿Qué te parece esta “mentalidad
al estilo budista”?**
Entiendo la reacción. El salto de China genera un problema
más agudo que el de Occidente porque se ha hecho en apenas dos décadas. Cuando
hablamos del crecimiento, de la producción, etc. de todos los datos que nos dan
fríamente los economistas y los medios nos olvidamos (y es significativo) del
coste humano en términos de angustia, estrés y destrucción del mundo que
conocemos y que pronto se nos vuelve irreconocible y muchas veces inhabitable.
La reacción japonesa de volver a un mundo en el que la
persona se defienda de lo que le llega del exterior, que unos consideran
progreso y otros estrés, es comprensible y necesaria para aquellos que lo
sufren. Poco países sufrieron una transformación
tan radical como Japón, estableciendo un doble estado tanto en lo personal como
en lo social.
El hecho de que la idea haya prendido en China es también
significativo y comprensible dada la presión que soportan los jóvenes desde que
entran en el sistema educativo, incluso antes con las presiones familiares que
pueden convertirse en angustiosas.
Como profesor trato de convencer a mis alumnos de que
eliminen la obsesión y se centren en aprender,
que es ver el mundo de una manera más equilibrada y consciente desde un
determinado ángulo. No es fácil. La idea de que lo importante son ellos mismos,
su propia transformación, los que importan y no todas esas monsergas que una
pedagogía tecnocrática nos obliga a tener en cuenta. Muchas veces debes
ayudarlos a librarse del atenazamiento que les supone la responsabilidad
transmitida frente a lo que debe ser un futuro. Las familias, muchas veces
intentando darles seguridad, les transmiten lo contrario, temiendo defraudarlas
y aumentando el estrés.
El cambio hacia la personas es necesario. Sin embargo, lo
que tenemos es lo contrario. La presión competitiva sobre todos es terrible. Los
efectos psicológicos y sociales son grandes si se quieren ver e importan, algo
que no está claro. Vivimos una época de permanente estado de crispación y en
gran medida es tensión acumulada. Los jóvenes porque no encuentran empleo o es
de baja calidad; los adultos viven con empleos sin estabilidad; y los ancianos
temen por sus pensiones o retiros. ¿Es posible vivir de esta forma una vida?
¿Se puede llamar vida?
A la "angustia existencial" del siglo XIX, al
"ennui", le sigue en nuestro tiempo un estado de desapego y tensión
que se va complicando conforme van despareciendo las generaciones mayores y son
sustituidas por las que solo han vivido esto desde el principio de sus vidas.
El movimiento de los jóvenes japoneses y chinos de
refugiarse en el camino del budismo, un camino en el que el mundo no les
distraiga de ellos mismos y sus valores, frente al egoísmo reivindicado como
valor de esta modernidad económica que ha sido convertir al mundo en una
fábrica en la que los humanos cada vez pintamos menos.
Todo nos lleva hacia esta vorágines. Ya no es posible
resistirse porque te empujan y te llevan por delante. Pero no hay voces capaces
de pedir el silencio necesario para poder encontrarnos en este mundo perdido.
Nuestros apóstoles son ya los del cambio, los de la competencia y el éxito a
cualquier coste, subiendo y pisando a lo que nos encontremos por el camino o
desechados por no cumplir las exigencias.
Nuestra sociedad está cada día más enferma, más sola en su
tumulto y pedimos un espacio, un caparazón en el que poder ser uno mismo
alejado de los implacables modelos que nos proponen y aceptamos obligados sin remedio. Podemos creer que el aislamiento es un efecto de las redes, videojuegos, etc. pero eso, como dijimos, es confundir efectos y causas. Hay que mirar más lejos... o más cerca.
*
"Rent-a-sister: Coaxing Japan’s young men out of their rooms" BBC
18/01/2019 https://www.bbc.com/news/av/stories-46885707/rent-a-sister-coaxing-japan-s-young-men-out-of-their-rooms
** "Curiosidades del chino" Hanban
http://www.hanbanes.com/curiosidades-del-chino/?fbclid=IwAR3XiSq57YUoy_1Qk4_tnEpFgA2ulbyNXX4XVnbg0lH3LlogRqwEFTV-PYk
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