sábado, 6 de enero de 2018

Trump, una extravaganza histórica

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
El daño que ha hecho a Donald Trump la publicación del libro de Michael Wolff, en mi opinión, le ha afectado en dos puntos esenciales: la distancia entre cómo se percibe respecto a cómo le perciben los demás y la siembra de desconfianza sobre los que le rodean. Puede haber otros, pero creo que esos dos puntos explican el estallido de Trump, la ira desatada tras la publicación.
Una persona del temperamento de Trump, acostumbrado a que no se le contradiga, es una persona condenada al desengaño explosivo. Durante la mayor parte del tiempo, los que le rodean tratan de evitar la confrontación directa, pero al alejarse, salen a la luz todas las contenciones, como ha ocurrido con Steve Bannon, por ejemplo, en el que se ha focalizado gran parte de la ira. Eso se conecta con la segunda parte: la confianza en los equipos. Una persona con las debilidades y carencias de Trump tiene que estar rodeado de un equipo de absoluta confianza, devoción si es posible. Este aspecto ya se resaltó, desde sus propias declaraciones anteriores, cuando debía formar un equipo. Trump no se fía de casi nadie, por eso la familia ha sido una baza importante para los puestos de confianza.
El hecho de que se citen 200 fuentes próximas a Donald Trump para la elaboración del libro de Wolff ha hecho saltar todas sus alarmas. Cada vez que niega lo que se cuenta en el libro, aumenta la probabilidad de ser cierto. Es una regla que se traduce en el consejo de no remover demasiado lo que se quiere que pase desapercibido. Trump ha hecho lo contrario: ha montado el gran escándalo y ha tratado de prohibir la venta del libro, algo que las ha acelerado e intensificado. El libro de Wolff será probablemente uno de los grandes bestsellers del año, con Donald Trump y sus ataques de ira como mejor promotor.


En The New York Times, Peter Baker escribe sobre la tradición que enfrenta a los presidentes de los Estados Unidos con los libros publicados por personas próximas que plantean unas imágenes diferentes a las que se han percibido gracias al acceso directo a la trastienda política. Lo que se veía desde fuera, ahora se nos muestra desde dentro. Muchos presidentes, explica el periodista, se han tenido que enfrentar a obras que nos les han gustado mucho a cargo de sus ex colaboradores o por sus declaraciones en libros de periodistas e historiadores. Señala Baker:

What is different about Mr. Bannon’s stark assessments in Michael Wolff’s new book, “Fire and Fury: Inside the Trump White House,” is not that a former aide would speak out, but that it would happen so early in a presidency. Most books of this sort appear later in a president’s tenure, or even after its end, not before the one-year anniversary. But then again, Mr. Trump’s White House has burned through staff so quickly that the usual patterns have accelerated dramatically.
In a way, what is shocking about the book is that its depiction of a capricious, uninformed and erratic president is not really all that shocking. Indeed, while the White House and various others challenge the accuracy of specific episodes in the book, its broader portrayal largely squares with the journalistic coverage of the past year based on the president’s own staff.
Many readers and viewers have become numb to the stories after watching them play out in public day in and day out. Twitter has made clear that Mr. Trump veers wildly from subject to subject, fight to fight. Fact checkers have made clear that he has a strained relationship with the truth. 
Mr. Bannon is quoted in the book saying things that other advisers have said confidentially for months — that the president is stunningly undisciplined with no patience or interest in learning and driven by intemperate, sometimes absurd motivations. At one point, Mr. Bannon describes Mr. Trump acting “like a 9-year-old,” an observation that has power not because it was unique to those who worked for the president but because it is now on the record in Mr. Bannon’s name.*


Lo sorprendente de la obra de Michael Wolff no es lo que nos descubre, sino lo que nos confirma. Casi nada de lo que hay en el libro es sorprendente; de todo ello hay muestras. Lo que impacta es, como suele decirse, verlo junto, en un día a día y ¡en tan solo un año!
La última observación de Baker, las fuentes, es la reacción del que sabe que se ha "equivocado" en la elección del colaborador o asesor. De Trump se ha dicho de todo, pero ahora lo importante es quién lo dice. La ira de Trump tiene un "objeto" sobre el que centrarse: Bannon. Cuanto mayor sea la proximidad, mayor es la traición. Bannon era quien le dio la orientación a Trump y puso a su servicio todo un entramado informativo. Él era el estratega y su arte debía ser el de asesorar sin que lo pareciese, "¡qué buena idea se le ha ocurrido hoy, jefe!". En el momento en el que esta ficción se rompe, el narcicismo de Trump no lo soporta.
Egipto es uno de los países en el que el impacto de lo que haga Trump es mayor. La "amistad" del presidente norteamericano con el "fantastic guy", el presidente al-Sisi, se ha vuelto muy complicada después de que los egipcios descubrieran la capacidad de manipulación de Trump.
Lo debieron descubrir ya con el caso de la liberación de Aya Hijazi, la activista egipcio-norteamericana encarcelada, que Trump presentó como un triunfo propio frente a una dictadura. Lo que se trató de vender en Egipto como "normal" gracias a que fueron los jueces quienes la ponían en libertad —no una intervención extranjera que violara la soberanía—, se convirtió en un acto de sumisión ante el poder recuperado de los Estados Unidos en las manos del nuevo presidente. Era una puñalada por la espalda a Egipto. Trump vendía que era él quien había sacado de la cárcel egipcia a la activista y al-Sisi era el horrendo dictador que la había encarcelado en una sombría prisión. Trump siempre será un vendedor de sí mismo.


Lo ocurrido con el traslado de la embajada de Tel Aviv a Jerusalén ha dejado al gobierno de al-Sisi muy debilitado en cuanto a su proyección internacional ya que se vuelve complicado citar a los Estados Unidos. Ha hecho que su "amistad" pase a ser tóxica en un momento en el que Egipto se enfrenta a unas elecciones presidenciales. Por ello ha sido quien presentó ante el Consejo de Seguridad la petición contra la acción de Estados Unidos. Sabían que no saldría adelante por el veto, pero necesitaban seguir vendiendo liderazgo ante el mundo árabe. N ha servido de mucho. Se verá en los próximos recortes. "¡Lo que vamos a ahorrar!", sentenció Trump tras el desaire en Naciones Unidas.
La lectura de Trump en Egipto es un interesante ejercicio de cálculo de la imagen a sabiendas que afecta a la del presidente al-Sisi. De esta forma, podemos leer el siguiente titular en el estatal Ahram Online: "Tillerson backs Trump as book casts mental health doubts"**. Mientras The New York Times y la casi totalidad de los medios mundiales consideran que la personalidad de Trump es cuanto menos peculiar, el diario egipcio resalta la defensa de Tillerson. Pero el texto publicado también nos deja entrelíneas detalles de Trump:

Washington's chief diplomat Rex Tillerson found himself obliged to defend President Donald Trump's fitness for office Friday after a bombshell new book called into doubt his mental health.
In an extraordinary portion of a television interview on foreign policy challenges, Tillerson was asked about claims that Trump has a short attention span, regularly repeats himself and refuses to read briefing notes.
"I've never questioned his mental fitness. I've had no reason to question his mental fitness," said Tillerson, whose office was last year forced to deny reports that he had referred to Trump as a "moron" after a national security meeting.
And, even in defending Trump, the former ExxonMobil chief executive admitted he has had to learn how to relay information to a president with a very different decision-making style.
"I have to learn how he takes information in, processes it and makes decisions," Tillerson told CNN. "I'm here to serve his presidency. So I've had to spend a lot of time understanding how to best communicate with him."
But Tillerson emphasized the right decisions had been made and that the United States is in a stronger place internationally thanks to Trump's policies.
"He is not a typical president of the past, I think that's well recognized -- that's also why the American people chose him," he said, insisting that he does not expect to be asked to resign in the coming year.**


La expresión de Tillerson "a very different decision-making style" es casi un eufemismo. La excepcionalidad de Trump es indudable, pero solo la consideran "positiva" sus apoyos. No sabemos exactamente cuánto tiempo le llevó a Rex Tillerson "comprender" cómo funciona la cabeza del presidente Trump. Ha habido presidentes de todos los órdenes en la Casa Blanca, pero Trump va a batir los records de estimaciones sobre su salud o estabilidad mental. Por muy esquiva que pueda ser la definición de "salud mental", la coincidencia de tantos en cuestionar la de Trump plantea un caso insólito en la historia de la democracia estadounidense (y probablemente en la de todo el mundo). No se habla aquí de manías, fobias, etc. que pudieran manifestarse, de las que supongo habrá un amplio anecdotario en la Casa Blanca. Se habla directamente de salud mental, de inestabilidad mental.
El largo artículo en Ahram Online señala otro elemento coincidente con la salida del libro de Wolff:

The publication came as it emerged that at least a dozen members of the US Congress were briefed last month by a Yale University professor of psychiatry on Trump's mental health.
"Lawmakers were saying they have been very concerned about this, the president's dangerousness, the dangers that his mental instability poses on the nation," Bandy Lee, a doctor, told CNN.**

Recordarán los pacientes lectores al artículo que le dedicamos a la denominada "Norma Goldwater", una norma ética que impide a los psiquiatras emitir cualquier tipo de diagnóstico sobre una persona a la que no hayan tratado directamente. Surgió cuando en 1964 la revista Fact publicó un artículo respaldado por más de 1.000 psiquiatras sobre el candidato Barry Goldwater "entrando" en su mente. Los profesionales de la psiquiatría trataban de evitar que su campo fuera un arma política.
Sin embargo, si repasamos las noticias sobre esta cuestión, la prensa está repleta desde 2015-16, con las primarias y la posterior campaña presidencial, de informes, artículos, etc. a cargo de profesionales calibrando la estabilidad mental de Donald Trump. Por supuestos, los que afirman lo mismo sin tener titulación son incontables.


Se reafirma con ello la idea de Peter Baker en The New York Times: lo escandaloso del libro es que confirma lo que ya todos sabían. El acto heroico de Rex Tillerson de "reprogramarse", tirando por la borda todo lo que sabía sobre la comunicación de la especie humana para poder comunicarse con Trump, lo acerca a "El milagro de Anna Sullivan". Finalmente, consiguió establecer contacto. A menos, claro está, que sea una ilusión y solo crea entenderle.
Michael Wolff ha abierto una senda. Los colaboradores, asesores y empleados de la Casa Blanca han visto el efecto del libro. Más de uno estará tentado a seguir ese camino en cuanto que —es cuestión de tiempo— el jefe tenga un día peor de lo habitual. Los acuerdos de confidencialidad que Trump ha importado del mundo de los negocios tienen que demostrar que están por encima de la Historia. El presidente forma parte de los Estados Unidos, no es dueño de su imagen, algo que Trump nunca ha entendido. Se lo han recordado muchas veces pero no ha querido entenderlo. Pagará sus consecuencias. La agencia France Press escribe:

El jueves, un abogado de Trump envió una carta de 11 páginas al editor del libro conminándolo a suspender su publicación y distribución.
"El señor Trump exige que se interrumpa y evite cualquier publicación, divulgación o distribución del libro", y además que los responsables publiquen "una retractación plena y completa así como un pedido de disculpas", pidió el abogado de Trump.
"Además, por favor envíe de inmediato una copia electrónica del libro (...) y vía mensajero una copia en papel a esta oficina para que podamos evaluar adecuadamente las declaraciones contenidas", añadieron los abogados del presidente al editor.
Sin embargo, poco más tarde la editora anunció la decisión de adelantar el lanzamiento del libro a raíz de una "demanda sin precedentes".
Desde el miércoles, cuando se conocieron extractos de su contenido, el libro encabeza todas las listas de demanda de compra anticipada.
El volumen -que desde la víspera ya circula por las redacciones de Washington, inclusive la de AFP- muestra a la Casa Blanca sumergida en un caos constante y generalizado en la disputa por una fracción de poder y un Trump incapaz de imponer orden.
En referencia a la carta del abogado de Trump, Wolff comentó este viernes que deseaba saber "a dónde le envío unos chocolates. Porque no solamente me está ayudando a vender mi libro, sino que también me está ayudando a probar el punto central del libro".
En opinión del autor, "es extraordinario que el presidente de Estados Unidos trate de impedir la publicación de un libro. Eso no puede pasar. No ha pasado con otros presidentes", advirtió.***



Trump se ha convertido en la mejor publicidad para el libro de Wolff y la peor para él. En cualquier caso, no se debe olvidad que es una persona que se alimenta de energía negativa. Trump no se va a derrumbar por lo que se diga de él. Los que se deberían ir derrumbando son sus apoyos, que es el verdadero objetivo. Trump debe llegar al final de su mandato, es cierto. Lo importante es en qué condiciones y si el mundo lo va a soportar.
Trump está destinado a ser un subgénero político, una extravaganza [1] histórica, cuyo análisis tendrá que basarse en herramientas más allá de la lógica "normal". Trump es un gigantesco error de la democracia americana, el taller de prueba de las demás democracias. Es la demostración de un fracaso del que toman nota los dictadores del mundo. Es la prueba de la debilidad del sistema cuando se relajan los mecanismos de vigilancia y aumenta la manipulación; cuando los intereses económicos se anteponen a los de la sociedad y cuando la ideología solo tiene a su alcance discursos llenos de retórica hueca y patriotera. Trump, sí, es un  síntoma de algo que hay que curar en la sociedad que le ha llevado hasta la cumbre. Él no tiene cura.
Quizá lo más práctico sea lo que hace Tillerson, decir que ha conseguido establecer contacto con el jefe e interpretar sus señales traduciéndolas a alguna lengua conocida tratando de evitar el máximo de desastres.
 
[1] "An extravaganza is a literary or musical work (often musical theatre) characterized by freedom of style and structure and usually containing elements of burlesque, pantomime, music hall and parody. It sometimes also has elements of cabaret, circus, revue, variety, vaudeville and mime Extravaganza may more broadly refer to an elaborate, spectacular, and expensive theatrical production." Wikipedia.

* Peter Baker "For Trump, Book Raises Familiar Questions of Loyalty and Candor" The New York Times 5/01/2018 https://www.nytimes.com/2018/01/05/us/politics/trump-fire-fury-book-loyalty.html
** "Tillerson backs Trump as book casts mental health doubts" Ahram Online 6/01/2018 http://english.ahram.org.eg/NewsContent/2/9/286673/World/International/Tillerson-backs-Trump-as-book-casts-mental-health-.aspx

*** "Allegados de Trump cuestionan su "capacidad de gobernar"" AFP 5/01/2018 https://www.afp.com/es/noticias/24/allegados-de-trump-cuestionan-su-capacidad-de-gobernar-doc-vq2f44

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.