sábado, 13 de enero de 2018

El verdadero agujero

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
El proceso de envilecimiento de los Estados Unidos que Donald Trump está produciendo es incalculable. Lo hemos dicho con anterioridad y se confirma con cada arrebato de una persona de nula talla moral, ignorancia infinita y soberbia faraónica. La capacidad de identificación con una persona así y el apoyo que se le conceda arrastra hacia la superficie social y personal toda la inmundicia que le llevó a la Casa Blanca haciéndola visible. Racismo, xenofobia, clasismo, agresividad y misoginia son los rasgos que definen las actuaciones y palabras de Donald Trump.
De la ONU a la Organización de Estados Africanos, pasando por los países insultados directamente reclaman a Donald Trump disculpas, un tipo de acción a la que no está acostumbrado y que va contra su principio de genialidad, tal como se ha descrito hace unos días. Otros se ríen en silencio comprobando como las antipatías que genera les están trayendo clientes y aliados. Los clérigos iraníes se mofaban públicamente haciendo chistes sobre la estabilidad mental del presidente norteamericano. Tras el episodio del "botón más grande" con Corea del Norte, ahora toca el del "shithole", el agujero de mierda.


Hoy, todos los periódicos y cadenas del mundo recogen las condenas que se le dedican desde todos los frentes a sus insultos a países y continentes a los que ha llamado "pozos de mierda". El diario El País escribe:

Los insultos racistas del presidente de Estados Unidos han dado la vuelta al mundo. Su frase, “por qué recibimos a gente de países de mierda”, ha generado amplio rechazo dentro y fuera de EE UU. Este viernes la Organización de Naciones Unidas (ONU), la Unión Africana, Haití y El Salvador criticaron con dureza los exabruptos de Donald Trump, que hacían referencia a inmigrantes de las dos naciones caribeñas y de países africanos, residentes en EE UU. El embajador estadounidense en Panamá ha dimitido, afirmando que “ya no puede servir bajo el Gobierno de Trump”. Paul Ryan, el líder de los republicanos en el Congreso, tachó los calificativos de "desgraciados y poco útiles".
“No hay otra palabra para describirlo que racista. No se puede tachar a países y continentes enteros como ‘agujeros de mierda’, retirando a sus poblaciones, que no son blancas, la entrada a EE UU”, afirmó en Ginebra el portavoz del Alto Comisionado para los Derechos Humanos de la ONU.*


La dimisión del embajador norteamericano en Panamá es una muestra de esa vergüenza que surge cuando las personas tienen unos mínimos éticos y son capaces de comprender que lo que el presidente electo de los Estados Unidos dice lo hace ante el mundo en nombre del país. Es lo que Trump no podrá entender nunca desde su egolatría.
La paciencia de muchos está empezando a deshacerse con cada choque que las palabras o acciones de Trump provocan. El tono de las críticas al presidente crece y es cada vez más airado.
Será difícil encontrar en la historia norteamericana palabras como estas, dirigidas al presidente desde el editorial de hoy de The New York Times:

Where to begin? How about with a simple observation: The president of the United States is a racist. And another: The United States has a long and ugly history of excluding immigrants based on race or national origin. Mr. Trump seems determined to undo efforts taken by presidents of both parties in recent decades to overcome that history.
Mr. Trump denied making the remarks on Friday, but Senator Richard Durbin, Democrat of Illinois, who attended the meeting, said the president did in fact say these “hate-filled things, and he said them repeatedly.”
Of course he did. Remember, Mr. Trump is not just racist, ignorant, incompetent and undignified. He’s also a liar.**


Esto va más allá de partidismo político. No es cuestión de un enfrentamiento entre demócratas y republicanos. Es un choque entre tratar de salvaguardar los valores del país y el miedo de los que han llegado al poder embarcados este deshonroso navío de que este se les hunda. No creo que sea otro el conflicto real por más que se enmascare. La vida de Donald Trump en la Casa Blanca está supeditada a la conciencia del puñado de republicanos que puedan retirarle su apoyo de forma radical, dando un portazo y declarando que el presidente está dejando aislado al país en el mundo, creando antiamericanismo en cada declaración y lanzando a sus aliados en manos de sus rivales y a eso no se le puede llamar "liderar". Sin embargo, el partido republicano se deja retratar tras el presidente, como un coro siniestro, aplaudiendo y riendo las gracias de una persona que no tiene ninguna. Es lo que se podía esperar del nieto de un dueño de burdeles y del hijo de un racista especulador inmobiliario. Zola hubiera disfrutado novelando la historia de la familia Trump.
The New York Times señala en el editorial:

What is concerning is not the wall, or the word “shithole” or the vacillation on the Dreamers or the Salvadorans. It’s what ties all of these things together: the bigoted worldview of the man behind them.
Anyone who has followed Mr. Trump over the years knows this. We knew it in the 1970s, when he and his father were twice sued by the Justice Department for refusing to rent apartments to black people. We knew it in 1989, when he took out a full-page newspaper ad calling for the execution of five black and Latino teenagers charged with the brutal rape of a white woman in Central Park. (The men were convicted but later exonerated by DNA and other evidence, but Mr. Trump never apologized, and he continued to argue as late as 2016 that the men were guilty.) We knew it when he built a presidential campaign by demonizing Mexicans and Muslims while promoting the lie that America’s first black president wasn’t born here. Or when, last summer, he defended marchers in a neo-Nazi parade as “very fine people.”**


Todos sabían todo. Lo importante es que a unos les molestaba y a otros les atraía y lo disfrutaban. Antes de que Trump tomara posesión, los diarios norteamericanos ya daban cuenta de incidentes racistas en los pueblos, en los bares, en las colas de los supermercados, en las redes sociales... Algunos manifestaban su satisfacción por haberse librado en la Casa Blanca de una "mona con tacones", en referencia a Michelle Obama.
Las mentiras e insultos de Trump han sido constantes antes y después. Forman parte de su vida y de su forma de relacionarse. Es incapaz de hacerlo de otra forma. Es la suma de sus genes y de lo que aprendió en su casa: el poder es hacer lo que quieres, desinhibirse. Cuando más poder, más se pisotea a los otros. Nada nuevo, solo un altavoz más potente, un escenario más amplio. Lo malo es que ahora no habla en su nombre y el efecto de sus desaguisados no le afectan solo a él sino a la estabilidad del mundo.


La suspensión del viaje a Londres, previsto para la inauguración del edificio de la embajada, muestra que los que se sienten incómodos con su presencia van más allá de los países que desprecia explícitamente. El temor a encontrarse un Londres sublevado y cerrada las puertas de Parlamento y Buckingham Palace indica que hasta los aliados de toda la vida, como Reino Unido, no quieren saber nada de él o no quieren verse en la misma fotografía. El caso británico es especialmente duro porque la salida de la Unión podía hacer pensar en una alianza, algo que se vio desestimado con la política del "América First". Trump, quien dijo aquello de "¡llamadme Mr. Brexit!", no es fiable ni agradable.
Nadie quiere recibir a Trump, por decencia y por higiene, por ética y por estética. Solo los dictadores parecen sentirse a gusto en su compañía, algo que es mutuo. 


El presentador de la CNN, Don Lemon, retiró la palabra a un panelista que estaba haciendo prácticamente apología del racismo dando la razón al presidente. Los otros tres panelistas intervinientes no podían ocultar las caras de asombro y escándalo ante lo que estaban oyendo a uno de esos defensores absolutos de lo que Trump hace o dice. Pero esta vez fue demasiado, un insulto a los espectadores. 
Anderson Cooper, también de la CNN, periodista que cubrió el devastador terremoto de Haiti, se emocionaba mientras recordaba el sufrimiento de aquel pueblo y su ejemplo de superación, considerando indigno que se les insultara de esa forma. Trump, según recogen las declaraciones de algunos asistentes a otra reunión, había llegado a decir que todos los haitianos que había en Estados Unidos tenían SIDA, según recoge el editorial de The New York Times. La emoción le hizo temblar a Anderson Cooper la voz. La indignación se lleva por dentro, pero la emoción no es fácil de contener. El trabajo de Cooper sobre Haiti tras el terremoto fue galardonado con un premio Emmy.
Solo el ejército de los neonazis, supremacistas blancos y trumpistas, con su buque insignia, la Fox News, intenta presentar como razonable el racismo de Trump o decir —como ha hecho uno de sus presentadores— que es la forma habitual en que los norteamericanos se refieren a haitianos y salvadoreños. 
La historia los meterá en el mismo agujero. Y ese sí que va a oler.


* Nicolás Alonso "Los insultos de Trump desatan una condena global" El País 13/01/2018 https://elpais.com/internacional/2018/01/12/estados_unidos/1515774630_288263.html

** Editorial "Donald Trump Flushes Away America’s Reputation" The New York Times 12/01/2018 https://www.nytimes.com/2018/01/12/opinion/donald-trump-flushes-away-americas-reputation.html

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