Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Más de
uno podrá preguntarse ¿por qué se complica Abdel Fattah al-Sisi la vida
eliminando a los candidatos en unas elecciones que todo el mundo da por
supuesto que va a ganar? ¿No es absurdo, teniendo controlado todo, minar la
poca credibilidad de las elecciones? ¿Qué sentido tiene hacer algo así y por
qué no dejarlo correr? Son preguntas que cualquier observador se hace cuando ve
cayendo, uno tras otro, a todos los candidatos a la presidencia.
Egypt
Independent se pregunta abiertamente desde los titulares "What if Sisi
becomes sole presidential candidate?"*. La preocupación ha pasado del posible
resultado a la desaparición de la competencia política en cualquier dirección. El
presidente corre el riesgo de correr solo la carrera y ser reelegido.
Mada Masr nos ofrece los datos actuales del presidente,
en cuanto a los requisitos para ser proclamado candidato:
To file for candidacy, those aiming to run in
Egypt’s presidential elections must obtain the endorsement of 20 members of
Parliament, or have 25,000 civilians from 15 different governorates submit
endorsement forms, with at least 1,000 endorsements coming from each
governorate. Sisi has garnered the support of 546 MPs so far. However, the NEA
has not yet announced how many civilian endorsements he has acquired.
The total number of endorsement forms submitted
at offices of the Authority of Real Estate Proclamation and Notarization around
the country currently exceeds 917,000, NEA spokesperson Mahmoud al-Sherif
announced in statements to the press on Tuesday. The NEA will continue
receiving candidacy forms until 2 pm on January 29.**
Los datos no hacen sino confirmar el absurdo, en términos
exteriores, de la eliminación de candidatos, que es sin duda contraproducente
en el plano internacional ya que destruye cualquier posibilidad de considerar
un mínimo democrático al régimen, ya bastante vapuleado por cuestiones
relacionadas con las violaciones constantes de los derechos humanos.
En este sentido, Egypt
Independent se hace eco de las declaraciones del senador republicano, John
McCain, sobre lo que está ocurriendo en Egipto en estas elecciones. El artículo
comienza señalando el rechazo del gobierno egipcio a las declaraciones, para
cerrar con las palabras de McCain:
On Wednesday, Senator John McCain condemned
what he described as the “repression” by Egyptian President Abdel Fattah
al-Sisi against political opponents such as the arrest of candidates,
expressing doubt about the possibility of holding “free and fair” elections.
In a statement marking the 7th anniversary of
the 2011 January 25 revolution in Egypt, McCain called for respect of the
“spirit of revolution” and the democratic aspirations of the Egyptians.
“Seven years ago, the Egyptians inspired the
world with their peaceful revolution that demanded freedom and social justice,
in a move that encouraged those who seek democracy and freedom,” he said.
McCain added that over the past seven years,
Egypt witnessed a serious fall as Sisi has launched a crackdown on political
activism and human rights that has led to the imprisonment of tens of thousands
of dissidents, including 19 US citizens and about 3,500 young people.***
La enemistad de John McCain con Donald Trump no es ajena a
estas críticas, pero no le quita un ápice de razón en lo dicho. Pero recordar
la revolución —ayer fue su aniversario— en estos momentos solo es un acto
retórico de absorción de discursos por parte del poder para tratar de
anularlos. Solo el poder puede "celebrar" la revolución, pues
cualquier otra celebración se volvería sobre el poder.
Es triste y desolador que sea un senador norteamericano
quien recuerde lo que muchos egipcios quieren olvidar, el levantamiento contra
el poder represivo que inundaba las calles de Egipto, que vigilaba sus rincones
y arrestaba sin dar cuentas a nadie haciendo desaparecer a quien molestaba. Eso
es lo que supuso la tortura y muerte del joven Khaled Saeed, arrojado su cuerpo
destrozado en medio de la calle en Alejandría y que hizo saltar la paciencia.
Les guste o no a muchos, la revolución se produjo,
pero muchos prefirieron la servidumbre. El desastroso y represivo año de Morsi
mostró que hay muy pocas ganas de convivencia y libertad y si mucho de maníaca
obsesión por el control de las vidas ajenas. No se quería "democracia";
muchos solo reclamaban "poder". Es más que probable que los propios
militares, temerosos ante la pérdida de la jefatura del estado, alentaran el
caos de los islamistas, de la mano de un megalómano Morsi y de un parlamento
con un 70% de Hermanos Musulmanes y salafistas. Al caos del periodo de la SCAF,
la Junta militar, siguió el de los islamistas. El lema era convencer que era la
revolución la que había traído el caos y a los islamistas. La revolución dejó
de celebrarse y se convirtió en una conspiración occidental para destruir
Egipto, un regalo de dios al mundo. Unos pedían nuevas elecciones, pero muchos
otros lo que querían era el regreso del Ejército al poder, como finalmente
ocurrió. Los barcos se quemaron mediante las matanzas que habrían una brecha en
la sociedad y servía para justificar los excesos represivos: encarcelamientos,
desapariciones, exilios. etc.
El régimen egipcio ha intentado anular la revolución equiparándola
con un golpe de estado militar posterior. De esto tiene la culpa el comportamiento de una
parte importante del pueblo egipcio que recibió besando a los
militares cuando estos, tras 18 días en sus cuarteles, aceptaron sacrificar a Hosni Mubarak para mantener el
control del Estado y seguir en el poder.
Los que se contentaron con la salida de Mubarak y celebraron
a los militares como "salvadores" no querían ver que el presidente
saliente no era más que la cabeza del entramado político, económico y militar
que sigue controlando Egipto en estos momentos. La revelación del poder del
voto islamista que respaldó a Morsi trajo algo más: el creciente poder de
Al-Azhar, necesario para poder controlar al pueblo y a los islamistas.
Egipto es víctima de sus propios discursos. La intensa identificación
de un candidato presidencial con el estado crea una retórica especial junto a un
tercer elemento, el "pueblo". El poder se basa
en la identificación de esos tres elementos —presidencia, poder y pueblo—, con
el intenso añadido religioso, para poder funcionar. De esta forma cualquier
crítica contra uno se extiende a los demás. La presidencia es carismática e
implacable; el estado es monolítico y propietario; el pueblo es, finalmente, la
encarnación excepcional de la Historia, tal como se les cuenta.
Hay una institución que cubre esos tres elementos: el
Ejército. El Ejército se nutre de los hijos del pueblo, permite el discurso nacionalista y ofrece desde su
interior la cabeza visible, el presidente, un militar carismático en quien
confiar. Si el Estado es una abstracción moderna, el Ejército es un ente
orgánico, vivo. Si Egipto es un regalo divino, ¿qué de particular tiene que sea
Dios mismo quien intervenga en su elección? Lo mismo puede castigar al impío
Nasser que mandar sueños proféticos a al-Sisi para que se presente. La muerte
de Sadat a mano de islamistas fue el resultado de su traición al firmar la paz
con Israel. Todo tiene "explicación".
La idea de "ejercito y pueblo, una sola mano" es
la que permite de forma práctica que la
institución militar se considere como la encarnación de todos los valores y virtudes
que definen Egipto. El Ejército "cumple los deseos del pueblo",
asegurándose de esta forma la obediencia. Por eso no es admisible que se presenten
candidatos con uniforme militar, activo, en la reserva o fuera de la institución.
La acusación que han hecho contra Sami Anan, detenido, no es solo por estar en
la reserva y presentarse, sino básicamente porque siembra confusión con la idea
de un Ejército divido. El mito
requiere que el Ejército, igual que su presidente, obedezca una única y clara
llamada. Dos sería romper esa ilusión. La acusación, según se ha señalado, es
la que nos parece más absurda, pero que es la que más fuerza tiene en el
contexto: "The Egyptian Armed Forces ordered the summoning of former chief
of staff Sami Anan on charges of incitement between the military and the
Egyptian people."****
La acusación de intentar separar al Ejército y al pueblo es
ridícula y absurda para cualquier observador desde un sistema democrático. No lo
es, en cambio, en un sistema como el egipcio, en donde todo se basa en la idea
de mandato. El militar recibe el
mandato (histórico, divino) de presentarse, es algo por encima de él mismo.
Esto es lo que hizo al-Sisi cuando se presentó. Tras asegurar decenas de veces
que no tenía aspiración alguna al poder, que no se trataba de tener otra vez a
los militares en el poder, se produce el sueño profético en el que recibe la
orden del asesinado Anwar El-Sadat de presentarse. Dios se lo pide. Y ¿cómo se
le va a llevar la contraria?
Luego se encadena: si el presidente es un enviado
(recuérdese la sisimanía) el pueblo debe aceptarlo. Montara Mansour, que se
presentó como candidato a las elecciones presidenciales, dijo haber tenido un
sueño en el que se le pedía que renunciara. El absurdo reclama el absurdo.
Demasiados sueños proféticos.
Para que esto funcione es necesario el respaldo religioso de
Al-Azhar y del ministro de Dotaciones religiosas que respalde esta estructura
de sueños en serie. Las recientes declaraciones en el intento parlamentario de
hacer una ley criminal contra el ateísmo, aseguraban que "los egipcios son
religiosos por naturaleza" (la
cursiva es nuestra). Eso implica también una obediencia por naturaleza. De ahí que el control religioso sea
esencial en el régimen de al-Sisi. Hace un par de años, el ministro de
Dotaciones Religiosas dijo cosas como que las "huelgas" iban contra
el islam y, algo importante, también la celebración de la revolución del 25 de
enero. Es un perfecto ejemplo foucaultiano
de cómo se controla la sociedad a través del manejo de los discursos, de la
historia a la religión, de la orden judicial a la fatwa.
El discurso central es el unitario: pueblo, ejército, estado,
religión. Mientras todo esto permanezca unido, sin fisuras o enfrentamientos,
se mantendrá el orden. La alternativa lógica es el caos y la disolución.
Por eso la aparición de otros uniformados produce una
separación, un "enfrentamiento" por la gestión del centro,
espacialmente hablando, de todo. Allí donde la democracia pide la separación de
poderes, la estrategia egipcia es la concentración que hace que todo esté
unido. Y esto tiene un poderoso efecto y, sobre todo, permite las coartadas
absolutas: cualquier disidencia supone traición, amenaza, etc. para el
conjunto. La religión interviene en la política y en la vida del pueblo; el
Ejército interviene en todos los órdenes de la vida y no es solo el guardián de
la integridad nacional, sino de la cohesión social alrededor del poder.
Exteriormente, el régimen de Abdel Fattah al-Sisi ha
intensificado estas relaciones de cohesión borrando los límites y separaciones. Si otros trastan de separar poders, el ejemplo egipcio es la sumisión de todos ellos al poder, del parlamento a los jueces.
A todo ello se le junta un "excepcionalismo" que justifica
las diferencias con los demás. Los otros son diferentes y los egipcios únicos, excepcionales. Por tanto, no se
les puede medir ni juzgar por los mismos raseros. Su destino es propio y
reciben un trato especial para cumplirlo: para ello ha de llegar su líder, el que
conseguirá cumplirlo. La sisimanía no era una operación de marketing sino la constatación de una fiebre por la llegada del
héroe. Los que lo hicieron, sabían que era necesaria como forma de entrega.
La respuesta a las críticas de John McCain insistían en lo
que se ha convertido en la gran excusa, el terrorismo. Lo ha sido desde el
principio, cuando Egipto decidió no sumarse a la fuerza contra el estado
Islámico, señalando que ellos tenían su propia guerra. El gobierno ha fallado
en intentar convencer al mundo que luchar contra el terrorismo es perseguir
homosexuales, ateos, disidentes, artistas, libreros, editores, periodistas,
activistas, etc. No ha convencido a nadie.
Lo que se muestra con ello, en cambio, es su voluntad totalitaria.
Al-Sisi no busca los votos, para lo que necesitaría un rival al que ganar. No
necesita barniz democrático. Él va buscando otra cosa: presentar una figura
inatacable, omnipotente, que no pueda ser atacada por "faraónica"
(impía) en su interior. Para ello necesita presentarse como una fuerza de
unión, no partidista. Todo así se convierte en enemigo, todo lo que divide lo
es. Como tantas veces ha señalado: una sola voz es la que debe escuchar el
pueblo egipcio, la suya.
La detención de Sami Anan se ha producido por haber pedido
al Ejército neutralidad en las
elecciones, lo que fue una gran ingenuidad por su parte. Al-Sisi representa lo
contrario: es el fruto del árbol del Ejército, cuya sombra ampara a los hijos
de Egipto.
2014 L.A. Times |
El régimen está haciendo volver a los que salieron tras la
revolución, pero asegura mantener a la propia revolución secuestrada por los
discursos oficiales. El golpe de estado se presenta como el segundo acto
revolucionario, cuando fue precisamente el inicio de su muerte. También el
entonces ministro de Defensa asumió el poder y pidió autorización al pueblo
egipcio para hacer lo que tenía que hacer; todos asintieron, era el salvador de
los demonios islamistas que habían votado un año antes. Y el pueblo salió a la
calles a darle su apoyo, por lo que fue su mano también la que se cubrió de
sangre. El pueblo respaldaba al presidente y al Ejército. Las matanzas y la
represión podían empezar sin riesgo. Muchos se fueron porque no querían ser
cómplices de aquel retorcido juego.
Los que se quedaron han tenido que ir desapareciendo del
mapa conforme disentían públicamente. No hay término medio. Siempre encontrarán
una manera de eliminarte. El gran problema de este sistema es que solo puede
funcionar hacia adelante, es decir, creando mayor autoritarismo y obligará a
que se modifique la constitución para un nuevo mandato del presidente que,
precisamente por estar ahí por voluntad de Dios y ofrecido al pueblo, no puede
ser sustituido más que por fracaso histórico (Nasser), por revolución popular
(Mubarak), por muerte/asesinato (Sadat) o por golpe de estado (Mohamed Morsi).
La imposibilidad de una modernidad venidera por este camino,
que obliga como se puede observar cada día a un discurso más retrogrado, es un
hecho. Habrá quienes teoricen que es posible mantener un régimen con mano de
hierro si se consigue producir riqueza. Hasta el momento solo hay sacrificios y
recortes de un estado paternalista que no funciona y trata de crearse una
imagen imposible de "normalidad". El aumento del control religioso
sobre la vida pública tampoco es el camino sino otra correa para evitar correr
hacia un futuro en que se cuestione. Prohibir huelgas con fatwas no funcionará
demasiado tiempo.
Hoy, en los días del aniversario de la revolución, todo les
parece lejano y confuso. Pero no deben equivocarse porque la juventud se ha
retirado de sus posiciones pero sigue manteniendo sus ilusiones en la sombra.
El problemas es que si es imposible cambiar al país por las urnas y es
imposible hacerlo igualmente mediante golpes militares, la probabilidad se
reducen a cero o al azar que, por definición, es inesperado.
El presidente al-Sisi intenta cubrir la falta de democracia
con los avales de casi la totalidad del parlamento y casi un millón de avales
populares. Con ello ha mostrado claramente las cartas marcadas con las que se
juega en la política egipcia.
*
"What if Sisi becomes sole presidential candidate?" Egypt Independent
25/01/2018
http://www.egyptindependent.com/what-if-sisi-becomes-sole-presidential-candidate/
**
"Sisi submits candidacy forms to NEA, reveals 2018 campaign
leadership" Mada Masr 24/01/2018
https://www.madamasr.com/en/2018/01/24/news/u/sisi-submits-candidacy-forms-for-2018-presidential-election/
***
"Egypt renounces US senator comments on presidential race" Egypt
Independent 25/01/2018 http://www.egyptindependent.com/egypt-renounces-us-senator-comments-presidential-race/
**** "Military summons presidential hopeful Sami Anan over charges of incitement" Daily News Egypt 23/01/2018 https://dailynewsegypt.com/2018/01/23/military-summons-presidential-hopeful-sami-anan-charges-incitement/
Anexo:
Texto completo del senador John McCain:
Jan 23 2018
SASC CHAIRMAN JOHN McCAIN ON THE 7TH ANNIVERSARY OF THE JANUARY 25TH REVOLUTION IN EGYPT
Washington, D.C. – U.S. Senator John McCain (R-AZ), Chairman on the Senate Armed Services Committee, released the following statement today on the 7th anniversary of the January 25th revolution in Egypt, and the crackdown on human rights and democracy under President Abdel Fattah al-Sisi:
“Seven years ago this week, the Egyptian people inspired the world with their nonviolent revolution that famously called for bread, freedom, and social equality. The movement encouraged all those who seek democracy and freedom.
“Yet over the past few years, we have witnessed Egypt lurch dangerously backwards. President Sisi’s unprecedented crackdown on political activism and fundamental human rights has led to the imprisonment of tens of thousands of dissidents, including 19 American citizens and nearly 3,500 young people. Egyptian and nongovernmental organization workers – including individuals from the International Republican Institute, which I chair – have been prosecuted and harshly sentenced for peacefully working on behalf of democratic reform. At the same time, credible reports from international human rights organizations describe inhumane conditions in Egyptian prisons, where abuse and torture are rampant. Government censorship of the media and a draconian law governing NGOs have suffocated the country’s once promising civil society. And in the last month alone, the Government of Egypt has executed more than 20 prisoners sentenced to death in sham trials that lacked basic norms of due process. Hundreds more are on death row. Such grave human rights abuses have fueled radicalization in the past, and I fear they will do so again.
“The 2018 presidential elections offer an important opportunity for the Government of Egypt to include citizens in the political process and reopen the public sphere for real discussion and debate. All candidates for public office should have equal opportunity, including access to media and public space for campaigning. Instead, a growing number of presidential candidates have been arrested and forced to withdraw, citing a repressive climate and fear of further retribution. Without genuine competition, it is difficult to see how these elections could be free or fair.
“It is critical that the Government of Egypt embrace the spirit of the January 25th revolution and respect the democratic aspirations of the Egyptian people. I strongly urge President Sisi and his government to fulfill their commitment to genuine political reform and respect for human rights. The only way to achieve lasting peace and security in Egypt is to create accountable, democratic institutions that give all Egyptian citizens a stake in the future of their nation.”
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https://www.mccain.senate.gov/public/index.cfm/press-releases?ContentRecord_id=BC673C75-838F-4067-80C2-779782718BA3
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