Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
El País
de ayer traía un artículo firmado por Javier Salas con la pregunta-titular "¿Por
qué no cambiamos de opinión aunque nos demuestren que estamos
equivocados?", sembrando el desasosiego de muchos, me imagino. Lo dicho,
sin embargo, tiene una constatación popular de siglos y ahora es la Ciencia la
que ha metido este problema en los laboratorios modernos. Hay cosas que
"sabemos" que pasan a los caminos oficiales por las vías de la
investigación. Conocíamos los efectos, pero no las causas o carecíamos de una
explicación fundamentada. Ahora se nos explica.
Escribe
Javier Salas:
"Lo más probable es que las personas
lleguen a las conclusiones a las que quieren llegar”, dejó escrito la psicóloga
social Ziva Kunda al desarrollar la teoría del pensamiento motivado. La idea es
sencilla: para defender nuestra visión del mundo, nuestro relato, vamos
razonando inconscientemente, descartando unos datos y recogiendo otros, en la
dirección que nos conviene hasta llegar a la conclusión que nos interesaba
inicialmente. Visto así, parece una flaqueza, un fallo de diseño en el
raciocinio. Pero tendría una explicación muy plausible: es un escudo protector
contra la manipulación, pues es lógico pensar que las cosas tienen que encajar
con lo que ya sabemos del mundo.*
Podríamos
decir que antes de que otros nos manipulen, nos
manipulamos nosotros, según esta teoría. La idea es que realizamos
operaciones de ajuste para evitar que cambien cosas a las que nos aferramos, No
somos seres abiertos al cambio, sino encerrados en nuestros propios prejuicios.
Nuestra
visión de nosotros mismos hace que nos veamos como seres abiertos, cambiantes y
adaptativos. ¿Por qué no lo somos, si es así? Me imagino que, como casi todo,
es cuestión de grado. Es decir: hay ciertas mentes más abiertas que otras, las
hay innovadoras frente a otras más
conservadoras y otras francamente retrógradas. A nadie se le escapa, al fin y
al cabo, que la resistencia a los cambios suele ser lo habitual. Aunque tampoco
se le escapa a nadie que la humanidad ha evolucionado bastante en los términos culturales
que podemos controlar. Pero ahora se trata de vencer esa resistencia.
Señala el articulista:
Divulgadores, fact-checkers (verificadores de
datos), periodistas y políticos asumen, en general, que la gente se equivoca
porque les faltan datos. Es un enfoque simplista, llamado de déficit de
información, que se empeña en obviar los mecanismos conocidos de una psicología
humana que, como explica [Brendan] Nyhan, no va a cambiar. Hay que conocer esas
fisuras del cerebro humano y aprovecharlas para colarnos y ser verdaderamente
persuasivos.*
Lo
señalado no dice que no cambiemos, sino
que para modificar nuestra conducta debemos seguir otros caminos. Son las "fisuras". En el fondo
se trata de lo siguiente: ¿para qué modificar la mente cuando lo que queremos
modificar es algo más sencillo, la conducta? Nos da igual cómo piensan, pero queremos resultados, conseguir algo.
Todos
conocemos personas con una capacidad innata para la manipulación. Son personas
que eligen siempre el camino de menor resistencia para conseguir lo que
quieren. Tienen esa capacidad de motivación, son capaces de encontrar la
fórmula verbal y nos encontramos haciendo, como por arte de magia, lo que
quieren. Y muchas veces con completo placer.
Frente
a la fuerza argumental o física incluso, la manipulación es capaz de conseguir
lo que quiere en términos mucho de coste mucho más baratos:
Muchas de estas estratagemas están destinadas
a escuchar al sujeto para aprovechar sus debilidades: a un empresario
negacionista del cambio climático no le convencerás hablándole de la crecida de
los mares, sino de oportunidades de negocios verdes. Por eso, un equipo de la
Universidad de Queensland (Australia) ha acuñado el concepto de persuasión jiu jitsu, en referencia a
ese arte marcial que usa contra el rival su propia fuerza.*
Frente
a la contundencia del kárate, el dejarse arrastrar por los mecanismos
defensivos del oponente.
En un
mundo mediático es cada vez más importante encontrar la forma de vencer las
resistencias de los demás. Los estudios citados y el artículo en sí nos
presentan causas en la que está justificada la manipulación para vencer las
resistencias de personas que no quieren que sus hijos sean vacunados o no creen
en el cambio climático. Es lo que se hace siempre.
Es más:
es un ejemplo claro de manipulación para vencer nuestra resistencia. Si se lo explicaran de otro modo, probablemente suscitarían rechazo. Por eso es mejor usar una buena causa que haga que su resistencia a
los experimentos sobre cómo podemos (y debemos) ser convencidos sea mucho menor.
Los
testimonios sobre nuestra "poca racionalidad" aumentan. «Cada vez más estudios muestran las limitaciones de la razón humana.
En ocasiones se ignoran los hechos porque no se adaptan a lo que pensamos. La
verdad no siempre importa»*, se nos dice desde el principio del artículo. Pero
que las emociones, por ejemplo, tengan peso en nuestras decisiones o se
antepongan a la razón no significa que tenga un papel secundario o sea una
facultad en desuso.
En realidad los descubrimientos sobre el
funcionamiento de nuestra mente no significan que haya que cambiar de modo de pensar, sino que algunos deben
invertir su tiempo de otra manera para vencer las resistencias.
Lo que vemos hoy es la necesidad de un
pensamiento racional para frenar el exceso de manipulación que estamos
sufriendo debido precisamente a la aplicación de nuestros nuevos conocimientos. Hoy se invierte mucho en investigación sobre la manipulación. Habrá
quien sea lo bastante ingenuo como para pensar que se trata de aprender a defenderse. Por el contrario, cada día
vemos surgir más disciplinas en el campo de la educación, la economía, etc. a las
que se les pone delante "neuro". El indicativo es claro: aprender como
el cerebro procesa la información en cada caso y "mejorarlo", pero
¿para quién es esa mejora?
Aunque demos consejos sobre la inutilidad de
intentar cambiar la mente de las personas mediante razonamientos, no significa
por ello que debamos abandonar nuestra capacidad de razonar y, sobre todo, la
forma de intentar razonar con los otros. Una sociedad donde todos se manipulan
sin pudor unos a otros es un escenario demencial, aunque algún cínico dirá que
siempre ha sido así.
La razón flexible es importante porque es la pieza sobre
la que se construye el modelo social. No puede
haber una democracia basada en la manipulación o la mentira que funciona;
no puede haber un orden personal, social e internacional basado en la mentira,
la seducción o la manipulación conscientes.
Y, si por desgracia, existe, nuestro énfasis debería
estar en otros valores que deberían poder desarrollarse en aquellos momentos en
que es todavía posible. El retroceso que observamos hacia la intransigencia es
resultado de una manipulación constante de las mentes a través del miedo,
básicamente. Es a través de otro mecanismo muy antiguo, la defensa dentro del
grupo cuando hay peligro, como se impulsan las mayores manipulaciones apelando
al nacionalismo, la religión, etc., todo lo que defina al grupo. Casi siempre se dice que es por una buena causa, pero siempre cae en manos de las peores.
Por ello, antes de dar de baja la racionalidad
habría que ser conscientes de lo que estamos metiendo en casa. Creo que es mejor trabajar en formar mentes flexibles, capaces de dialogar y razonar, a través de una educación más abierta que dedicarnos a las inciertas alcantarillas de lo programado. Pero nuestra educación ha renunciado a esto en favor de la rentabilidad de la inversión. No importamos nosotros, sino los resultados. Nadie enseña ya a pensar, sino que se asegura llegar al otro lado del muro.
*
Javier Salas "¿Por qué no cambiamos de opinión aunque nos demuestren que
estamos equivocados?" El País 28/01/2018
https://elpais.com/elpais/2018/01/26/ciencia/1516965692_948158.html
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