jueves, 28 de febrero de 2013

Hecho en el futuro

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
La revista Investigación y Ciencia de este mes de febrero incluye una entrevista con Brian David Johnson, al que califica como "vidente profesional", contratado por la empresa Intel. El trabajo de Johnson es "imaginarse" el futuro, tratar de ver por dónde se estará en la década de los veinte de este siglo para que la compañía lo prepare. Desde los años sesenta, en los que se inventó el término "futurólogo" para calificar a estos profesionales de la anticipación, prever el futuro se ha hecho imprescindible para el éxito de las grandes compañías y proyectos. Le preguntan a Johnson:

¿Cuál es el error más extendido sobre el futuro?
Mucha gente cree que ya está decidido, y le piden al futurólogo que haga una predicción. Pero el futuro es bastante más complicado. El futuro se mueve sin cesar: no es ese punto fijo hacia el que todos, de algún modo. corremos sin poder evitarlo. El futuro lo hacen día tras día los actos de las personas, y por ello tenemos que participar activamente en él.  La mejor manera de influir en el futuro es hablar de él con la familia, los amigos, el Gobierno.*


La idea de que el futuro lo construimos entre todos debería ser estimulante y, sin embargo, suele ocurrir lo contrario. El futuro suele traernos angustia en función de la incertidumbre que nos produzca. Tiene razón Johnson; hay que hablar con la familia, amigos y gobiernos. Sin embargo, la parte conflictiva del futuro es precisamente el tipo de interacción que se produzca en esos encuentros. Si todas las personas con las que nos encontramos nos dijeran "¡Oh, qué buena idea!" por respuesta a lo que les expusiéramos, el futuro desde luego no se vería problemático. Pero si tu familia es la Corleone, tus amigos no dejan de pedirte dinero —sin devolvértelo—, y el gobierno es dictatorial, tu futuro es complicado. Por el contrario, si la familia te apoya, los amigos te quieren y tu gobierno toma medidas que te benefician siempre, el futuro deja de preocuparte. El futuro, en este caso, se hace solo y es de color de rosa.


Pero Johnson no tiene como función determinar la futura felicidad. Él habla de "influir" en el futuro y esa influencia tiene muchas posibles caras e innumerables efectos. Como sueño disputado, el futuro se complica en función del tamaño de la propia disputa. El hecho mismo de que existan múltiples deseos de futuro lo complica. Por eso hace bien en recomendar el diálogo ya que el futuro se decide en el presente, eliminado o elevando obstáculos. Es el acto de la siembra el que determina la cosecha.

Lo malo es cuando lo que se siembra es dudoso y en un mal momento. Lo ocurrido entre el PSC y el PSOE tiene una gran trascendencia para todos. Es un acto de siembra incierto; no genera seguridad en el futuro sino que lo oscurece con incertidumbre generalizada. Esa incertidumbre, además, tendrá un peso sobre otros muchos actos y situaciones. Ha comenzado una línea temporal de posibilidades de futuro. Cuando decimos de algo que es "imprevisible", solemos querer decir lo contrario, que nuestras expectativas son sombrías. El ABC nos cuenta:

En la mayoría de la familia socialista, al menos en la parlamentaria, ayer prevalecía el abatimiento ante las malas perspectivas de solución a lo que consideran una embestida del PSC que, -como admitía en los pasillos de la Cámara un veterano del PSOE- «se veía venir». «Sabíamos que esto iba a pasar de un momento a otro», añadía el diputado, lamentando la falta de reflejos que ha tenido Ferraz para reconducirlo a tiempo. El pesar por la falta de acción del aparato de Rubalcaba es un clamor.**


No deja de ser curiosa que la forma de describir la situación sea en términos "familiares", aunque sea metafóricamente. De familia que no se habla. La "familia abatida" de que nos habla ABC lleva tiempo desestructurada y con el futuro cayéndoles sobre la cabeza como al que le cae un piano en una mudanza. De repente, todos se convierten en adivinos a posteriori; todo se temían lo que ocurriría, lo "veían venir". Y, sí, claro que se veía venir.

Solo los que piensan que el futuro se "hace en el futuro", es decir, quienes lo niegan o quienes se niegan a reconocer que lo fabrican con sus actos día a día pueden decir que están sorprendidos por lo que les ocurre. El futuro se hace siempre por encargo; es como un telepizza. Puede que tarde más o menos en llegar, pero llega donde es reclamado. Quizá no venga todo tal como lo hemos pedido, pero ese el riesgo de no tener ganas de cocinar esa noche o de no haber sido previsores en las compras y tener la nevera vacía.
La idea de "influir" en el futuro es obvia. Todo lo que hacemos influye en él, como no podía ser de otra manera. La cuestión radica en que comprendamos algo tan sencillo como que lo que hacemos siempre tiene "consecuencias", que es otra forma de llamar al futuro. Los futurólogos nos recomiendan, como Johnson, actuar en el presente para traer un futuro en condiciones. Familia, amigos y gobierno.


La receta es sencilla. Lo malo es que lo que ocurre hoy siempre comenzó hace tiempo, en un momento en el que pensábamos que las consecuencias de lo que hacíamos no nos llegaría en forma de futuro inesperado. Todo es eco. No hay que temer al futuro; tenemos que temernos a nosotros mismos.

* "Brian David Johnson: Un vidente profesional" (entrevista), Investigación y Ciencia nº 437 febrero 2013, pp. 40-43.
** "El PSC midió el daño a Rubalcaba pero decidió 'por unanimidad' desobedecerle" ABC 28/02/2013 http://www.abc.es/espana/20130228/abci-consulta-psoe-201302271805.html




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