Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
No hace
muchos días trajimos aquí noticia sobre un libro reciente, "Los neandertales
cantaban rap" (The Singing Neanderthals),
de Steven Mithen, catedrático de la Universidad de Reading [ver entrada]. Lo relacionábamos
con las ideas de Rousseau sobre el origen expresivo, comunicativo del canto,
previo al habla abstracta, racional. El diario ABC nos trae hoy una entrevista con la psicóloga de la Universidad
de Toronto, la profesora emérita Sandra Trehub, una especialista en la
investigación de los efectos del canto sobre los niños y la universalidad de
esta práctica mediante investigaciones de campo por todo el mundo y experimentos
de laboratorio. Ella
misma define los objetivos de su trabajo en la página de su Universidad así: «One goal of
this work is to document the similarities and differences in the nature of
singing to infants across different languages and cultures. Another is to
determine the effect of such singing on infant listeners.»*
En la página de la organización Wild Music dedicada a Sandra Trehub, se nos describe algunos de sus trabajos experimentales:
Los bebés responden al cambio de
una manera natural y prestan atención a cualquier cosa nueva o diferente. La
señora Trehub y sus colegas usan este dato para averiguar si los bebés
reaccionan a los cambios musicales. En un experimento, un bebé sentado en el
regazo de su madre observa un espectáculo de marionetas. Se puede escuchar una
melodía simple de un altavoz que se encuentra a un lado. En puntos al azar, una
nota individual cambia. En la mayoría de los casos el niño se da la vuelta
hacia el altavoz, indicando que notó la sutil diferencia. Experimentos como
estos han demostrado que los bebés reconocen diferencias en tono, melodía,
clave y ritmo tan bien como los adultos, e incluso mejor a veces.**
Una de las bases evolutivas de nuestro cerebro consiste
precisamente en la detección de variaciones, en la reacción a los cambios.
Somos especialmente sensibles a las modificaciones o alteraciones de los patrones
que detectamos previamente. Es la relación entre orden y modificación lo que
hace que nos fijemos. Primero detectamos el patrón, después las alteraciones
que se puedan producir. El sentido del oído es muy sensible y permite la
percepción de cambios mínimos, tal como nos indica el experimento de Trehub
citado. Un variación de una nota es percibida como la interrupción de una
expectativa de orden.
Trehub ha venido a dar una conferencia en CosmoCaixa y ha realizado algunas observaciones muy interesantes y sensatas sobre la música, el oído que la escucha y el sistema educativo que nos aleja del orden natural para introducirnos en el orden artificial de la educación y las diferencia culturales, que suponen el afianzamiento de ciertos patrones respecto a otros. Le preguntan en ABC sobre las cualidades naturales de los niños:
Trehub ha venido a dar una conferencia en CosmoCaixa y ha realizado algunas observaciones muy interesantes y sensatas sobre la música, el oído que la escucha y el sistema educativo que nos aleja del orden natural para introducirnos en el orden artificial de la educación y las diferencia culturales, que suponen el afianzamiento de ciertos patrones respecto a otros. Le preguntan en ABC sobre las cualidades naturales de los niños:
—¿Tienen un mejor oído musical que
los adultos?
—No es que nosotros no podamos
escucharlo, es que es más difícil. Necesitamos desaprender cosas para poder
aprender cosas nuevas. Los bebés detectan cambios en canciones de culturas
extranjeras, que los padres solo detectan en ritmos familiares. Para los bebés
nada es familiar o extranjero, todo es nuevo.
El movimiento hacia la cultura implica un campo de diferencias que nos cierran posibilidades de escucha. Los adultos restringimos nuestra posibilidad de detectar esos cambios porque establecemos una frontera entre "lo nuestro" y "lo ajeno", que pasa a ser lo extraño, lo extranjero. Es por la acumulación progresiva de lo que deja de ser "nuevo" como nos construimos la identidad cultural.
Tendrá que pasar algún tiempo para que el bebé perciba como
"extraño", incluso estridente, anómalo, lo que desconoce, suscitando
su rechazo. Eso supone, por ejemplo, que si ponemos una canción de cuna china a
un bebé, será capaz de apreciarla hasta que detecte que no pertenece al
conjunto de la cultura en la que se encuentra. También detectará anomalías en la
canción hasta que se distancie totalmente de esa forma musical, que es lo que
le ocurre al adulto. De ahí la idea expresada por Sandra Trehub de que
necesitamos "desaprender para aprender cosas nuevas". Esa idea es
esencial para entender el sentido que tiene la educación y especialmente el
concepto de "creatividad", que intenta precisamente resolver la
paradoja del cierre perceptivo e imaginativo que supone muchas veces "aprender".
Lo que nos adentra en unos caminos nos cierra otros:
—¿Y por qué si los bebés son
musicales por naturaleza, al crecer se alejan de la música?
—Olvidan lo mucho que la
disfrutaron, porque los adultos la convertimos en algo escolarizado, con
tareas, calificaciones y metas a futuro. Pierde toda la diversión que antes
tenía, pero el interés sigue ahí.
Placer, disfrute, alegría.. son mecanismos que favorecen el aprendizaje estableciendo un vínculo emocional gratificante con lo aprendido. Y con el deseo de seguir aprendiendo, desde luego. La enseñanza se transforma muchas veces en estrés y angustia, anulando el principal motor, el disfrute. Nuestra "seria" cultura competitiva nos aleja de los dos principales factores: el placer de aprender y la pertenencia al grupo para compartir. Cada vez más, nuestra "cultura" nos junta para competir. Y eso pretenden algunos que sea la base de la educación.
Introduce Sandra Trehub una gran verdad olvidada:
—Un buen maestro de música no
solo debe ser buen músico, debe comprender a los niños y hacer cosas para
caerles bien. No hay mejor motivación para un niño que querer agradar a su
maestro.
En estos tiempo de "gracia" artificial, de adulación seductora, "agradar" es un verbo pervertido. La profundidad de sus implicaciones solo se pueden comprender si lo enmarcamos en la educación como un acto generoso, placentero y gratificante. Se hace "con agrado" y "se hace por agradar", dos formas que expresan el deseo de placer y complacer, de ir más allá de lo rutinario, de estar involucrado.
La cultura es el camino de lo nuevo a lo extraño; de la
experiencia que sorprende a lo que no logramos comprender o disfrutar porque es ya lo otro, lo ajeno. Una
educación que comprenda esto debería tratar de ser más abierta para que el
placer de descubrir no se convirtiera en el temor de lo diferente.
* "Las madres afinan automáticamente cuando le canta a
sus hijos" ABC 22/02/2013 http://www.abc.es/sociedad/20130222/abci-sandra-trehub-201302212217.html
**
http://www.utm.utoronto.ca/psychology/people/faculty/sandra-trehub
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